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Rompiendo con la monotonía urbana


El característico damero porteño se ha ido desfigurando a través de las distintas intervenciones sufridas en la ciudad, que dieron como resultado una ambientación urbana distinta. Es por eso que los pasajes, los bordes y las cortadas, todos llenos de cierto encanto, son las verdaderas joyas que debe preservar Buenos Aires.

Por Arq. Jorge Luchetti

La polis griega (denominación dada a las ciudades-estado de la antigua Grecia) dio origen a algunos trazados reticulares urbanos, como sucedió en los antiguos pueblos de Priene y Mileto. Este sistema ortogonal de metrópoli llegó a ser parte del diseño esencial utilizado por los romanos en su extensión territorial.


Parque Chas

El ombligo de Roma, punto urbano desde donde se medían todas las distancias del imperio, está situado en el Foro Romano. Desde allí parten hacia los cuatro puntos cardinales los viejos ejes, llamados cardo y decumano. El cardo es el eje norte-sur y el decumano (significa doce manos, por las posiciones del sol a lo largo del día) marca el eje este-oeste. A partir de esto crecieron las ciudades del imperio sin romper la trama, sorteando todo tipo de obstáculos geográficos. Así, territorios que nacieron como campamentos militares luego se transformaron en importantes metrópolis. Esto sucedió por ejemplo con Timgad (Argelia), en donde el damero original del campamento siguió penetrando en el desierto africano conformando luego una nueva ciudad.

Siglos después, las Leyes de Indias adoptarían un sistema de cuadrícula similar que dejó características afines en casi todas las metrópolis de América. De allí que las ciudades hispanoamericanas estén armadas por esa prolija y hasta monótona traza de calles y avenidas ortogonales, lo que hace que envidiemos las del viejo continente: los laberintos medievales. Por eso sentimos tanto placer cuando en la mitad de una cuadra nos encontramos sorpresivamente con una especie de callecita breve que se abre paso en el interior de la manzana, transgrediendo el diseño original.

A pesar de haber nacido con una retícula bastante estricta, y además de poseer una inmensa llanura, Buenos Aires ha terminado por configurar uno de los atractivos visuales urbanos que le reportan el hondo deleite de propios y extraños. Estas distintas transformaciones fueron ocasionadas por diferentes causas, desgajando la forma reticular de la conformación original. El primer ejemplo que se nos presenta en pleno centro porteño es la apertura de la Avenida de Mayo y sus diagonales Norte y Sur, que cambiaron el esquema colonial por un diseño de ciudad más moderno. La iniciación de la nueva avenida proporcionó como resultado manzanas oblongas, con un ancho apenas superior a los 50 metros, y a su vez dio origen a pasajes peatonales cubiertos, como los del Edificio Barolo, el Roverano y el Urquiza Anchorena, atravesando la masa edilicia de calle a calle; una verdadera novedad para la esquemática Reina del Plata. Estos planes urbanísticos nunca fueron completados, de allí que la Diagonal Sur quedo abortada en su recorrido.

Otras rupturas urbanas

Otros ejemplos que permitieron la ruptura urbana fueron las formas de loteo, donde los diferentes retazos topográficos dejaron pasajes y callejones que convocan a recorridos y visuales distintas. Uno de los pasajes símbolos de los porteños es el De la Piedad, nombre dado por la iglesia del lugar, que en forma de “U” entra y sale por la misma calle. Otro pasaje digno de destacar es el Butteler, cercano al Parque Chacabuco, donde sus diagonales se introducen en el pulmón de la manzana y crean una pequeña plaza para los vecinos.

El diseño del tendido ferroviario porteño trazado por los ingleses en el siglo XIX también ha dividido a Buenos Aires en varias franjas, creando cortadas y caminos tangenciales, estableciendo distintos escenarios a lo largo de la trocha y enriqueciendo el paisaje urbano. Bordeando la estación Belgrano “C” hay una callecita peatonal que se une con uno de los andenes de la estación, constituyendo un lugar sugestivo para el barrio. No nos debemos olvidar que, después de las privatizaciones de Ferrocarriles Argentinos, muchos sitios pertenecientes a la vieja empresa quedaron abandonados y hoy son disputados por privados, que ven oportuno ocuparlos con grandes torres. De allí que exista cierta preocupación de que se pierdan estos bordes que hacen distinta a Buenos Aires.

Es sabido que en materia de diseño urbano nuestra ciudad remeda un mosaico de formas europeas. Es por eso que algunos pequeños sitios porteños cambiaron la silueta de la ciudad: son los casos de Barrio Parque, en Palermo, formado por calles cortas, con curvas y contracurvas; de Parque Chas, con su diseño concéntrico, parecido a los laberintos borgianos; y del Barrio Cornelio Saavedra, rodeado por áreas verdes y delineado con calles sinuosas.

Otra de las particularidades que vemos en el diseño de Buenos Aires son los cambios de traza por antiguas construcciones. Un ejemplo lo podemos ver a través de cualquier foto aérea del barrio River, en Belgrano, donde se aprecia en forma de herradura la calle Victorino de la Plaza. El diseño fue heredado por el primitivo Hipódromo Nacional, ya que esa curva era parte de la antigua pista de carrera. Queda a la vista que estos lineamientos condicionaron al armado de un barrio diferente. También se dice que la anchura de la avenida Melián es producto de lo que fue el Circo de las Carreras. La geografía en menor escala también ha actuado como condicionante del trazado. Como ya dijimos, la llanura no permitió grandes sobresaltos urbanos. Los más importantes obstáculos fueron los arroyos: el Medrano dio origen al paseo García del Río, que luego continúa con la avenida Comodoro Martín Rivadavia.

Otra mirada barrial

Como ya dijimos, los bordes urbanos han enaltecido mucho a la metrópoli porteña; son partes de las joyas que aún conserva Buenos Aires. En el sector lindero a la estación Belgrano “R” nos encontramos con un pasaje adyacente a la vía llamado Marcelo J. Fitte y también con el atajo Zuberbühler, de simpleza arquitectónica, que se asemejan al resto de la trama. Sin embargo, en las inmediaciones del lugar aparece el pasaje peatonal Bernardo Velez. Recorrer este callejón se asemeja a caminar por el patio de una casa; la arboleda, la luminaria, el solado homogéneo y la escala arquitectónica crean un ámbito familiar para los vecinos, poco común.

Similar situación se vive en un sector de Coghlan que bordea la vía. En Roosevelt y Estomba, andando por Roosevelt camino a la estación, podemos disfrutar del paseo peatonal que se integra al espacio verde; a sus costados algunas casas con canteros enmarcan su extensión, hasta llegar a la plaza. Este tipo de vivencias urbanas día a día van desapareciendo de la faz porteña; el mal llamado progreso barre con todo lo que marca la identidad barrial. Entendemos que conservar estos lugares, incluso permitiendo su crecimiento y modernización, siempre respetando lo existente, no significa momificar la ciudad sino, contrariamente, humanizarla.

En distintas oportunidades he citado frases del libro Las ciudades invisibles, del afamado escritor Italo Calvino. Siempre esgrime un nombre de mujer en cada ciudad descripta, llevándonos de lo ficticio a lo real. Así vamos transitando por Leandra, Moriana, Isaura, Irene y otras tantas metrópolis imaginarias, mostrando en cada una sus vicios y virtudes. Nosotros podríamos distinguir a una ciudad ideal llamada Ingrid, que a simple vista se puede asemejar a las demás pero cuya belleza aparece al recorrerla; en su interior se descubre lo mejor de ella. Así también es Buenos Aires.

Fuente: Periódico El Barrio

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