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Rodolfo

 

 

 

 

La sorpresiva partida física del músico y gestor cultural Rodolfo García que vivía en el aledaño barrio de Villa Ortúzar, provocó un enorme dolor entre todos los que lo conocían no solo como excelso baterista, si no por la calidad de buen tipo que tanto lo caracterizaba. Todo el cariño y afecto se vio reflejado en la infinidad de mensajes, notas y textos para despedirlo. Un vecino de Parque Chas, periodista y amigo del gran “Rodo” así lo recuerda.

 

 

 

Por Carlos Salatino

 

La partida de Rodolfo García generó una gran conmoción que se vio reflejada en todos los medios y, sobre todo, en las redes sociales.

 

Y esto ocurrió porque Rodolfo, uno de los más reconocidos artistas de nuestro rock, sumaba a sus virtudes como músico una que no es fácil encontrar en muchas personas de nuestra sociedad: era un gran tipo.

 

Cada uno de los que escribió una nota en algún medio o subió algún posteo en las redes sociales lo reconoce como una de las personas más nobles del ambiente de nuestra música.

 

Todos tuvieron algo para contar o una imagen para compartir en la que Rodo era protagonista.

 

Este artículo no va a ser la excepción. Quien suscribe es consciente que las vivencias personales compartidas sirven para delinear un retrato más cabal de alguien que fue algo más que un músico.

 

Por apenas un año no llegué a ver a Almendra en vivo. Pero el descubrimiento de esta banda y, en especial, el de Aquelarre, me posibilitó conocer una música que, hasta el día de hoy, considero una de las experiencias más maduras que dio el rock en nuestro país.

 

El período 1970-1975 dio cabida en nuestro país a una música de una personalidad tan propia que no tenía puntos de comparación con lo que se hacía en los países de los cuales se nutría, como Gran Bretaña o Estados Unidos.

 

Ejemplos sobran: Almendra, Manal, Los gatos, Pescado rabioso, Sacramento, Espíritu, Aquelarre…

 

Y en Aquelarre, así como lo fue en Almendra, el baterista y motor de la banda era Rodolfo. “Sin Rodolfo no hubiera existido Almendra o Aquelarre”, dijo Héctor Starc, su compañero en este grupo y en Tantor. Caminar por las calles de Malaver a la salida de la secundaria (el glorioso Emilio Lamarca) con mis compañeros cantando “Yo seré el animal, vos serás mi dueño”, “Cruzando la calle” o “Violencia en el parque” era cosa de todos los días.

 

foto gentileza: Carlos Salatino

 

 

En esa época, ir a los conciertos era encontrarse con iguales, con la única diferencia de que unos estaban arriba del escenario y otros (nosotros) en nuestras butacas participando como espectadores.

 

Y esta es una característica que siempre tuvo Rodolfo: era un igual y te lo hacía sentir así.

 

“Para Carlitos Salatino, colega y amigazo. Un abrazo grande de Rodolfo García”. Esto escribió en la tapa de “El valle interior” de Almendra, disco que me dejó en Mondo Rabioso y que Sergio Coscia me entregó diciendo “Rodo me dejó esto para vos”.

 

Por estas cosas es que Rodolfo era como todos nosotros. Nunca se ubicó por encima de nadie. Y esto hizo que la admiración que uno le podía tener como artista se transformara en afecto. Todos los que lo conocemos sabemos que era una de las personas más nobles que se podía encontrar.

 

… Las incontables veces en las que lo entrevisté para El retorno del gigante y Mellotron con mi amigo Gustavo Bolasini, o para el diario Tiempo Argentino, la vez que desde Vecinos por el 25 de Mayo lo invitamos a ver las obras de recuperación del 25 de Mayo y su presencia en el acto de reapertura el 21 de noviembre de 2007…

 

 

Rodolfo García, Hugo González Neira y Héctor Starc entrevistados por Carlos Salatino y Gustavo Bolasini. Foto gentileza: Carlos Salatino

 

 

… El viaje en taxi junto con Dylan Martí para hacer la corrección del catálogo de la muestra sobre Spinetta de la Biblioteca Nacional en la que estábamos trabajando. Rodolfo apareció en la casa de Dylan con una bolsa con dos inmensas carpetas con fotos y recortes de Almendra y de Luis (“Carlos, esta foto del Flaco con la guitarra en forma de uva es del Velódrómo, ¿no es cierto?”, me preguntó mientras recorríamos los epígrafes de las imágenes del catálogo)…

 

… La charla que dieron junto con Litto Nebbia en el Club SABER, en la que me dijo: “¿Sabés que estoy seguro de que en este lugar hicimos la segunda presentación de Almendra, después de la que dimos en el Di Tella? Fue en ese patio que se ve detrás de aquella ventana”…

 

… El debut de Jaguar, para el cual entrevisté a sus integrantes (Lito Epumer, Dhani Ferron, Julián Amos Gancberg y Rodolfo) en su casa y que terminó con un intercambio de recomendaciones acerca de dónde se podía comprar quesos y carne de la mejor calidad en el barrio…

 

… Los encuentros fortuitos en el centro, en el subte, en el Centro Cultural Kirchner o en Mondo Rabioso, el almuerzo con Cucuza Castiello en Bar El Faro, regado de infinidad de anécdotas e historias…

 

Esta es una época difícil. Tal vez demasiado difícil. En este año todos hemos perdido personas cercanas a nuestros afectos. Muchos artistas nos han dejado. Me niego a creer que no me volveré a encontrar con Gabo Ferro, alguien con quien nos teníamos un cariño muy especial, aparte de la admiración que tengo por su obra.

 

Y me niego a creer que no volveré a encontrarme con este ser tan noble que es Rodolfo García. Como bien dice mi querido amigo y músico Omar Giammarco, me resisto a hablar en pasado. Que tengas un buen viaje, Rodolfo.

 

foto gentileza: Carlos Salatino

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Redacción

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