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LA RADIO

 

 

 

Homenaje de un periodista, vecino de Parque Chas, a 100 años de ese hito llevado a cabo por “Los Locos de la Azotea”; quienes seguramente no imaginaron quedar para siempre en la historia de la Radiofonía mundial y que, además, cambiarían para siempre la vida cotidiana de los argentinos.

 

 

Por Néstor Centra*

 

Mi abuela materna, Serafina Gutiérrez, tiene 97 años, nació 2 años 4 meses y 14 días después de aquel maravilloso día del 27 de agosto de 1920. Aunque su familia, aún con el tiempo, no pudo tener una radio, algo que pudo disfrutar recién a comienzos de los 60, comprendió rápidamente el fenómeno de esos Locos de la Azotea. A medida que fueron pasando los años, en algunos barrios, y con suerte, había una radio por cuadra, allí iban a juntarse para escuchar algún evento importante. “Lo dijo la radio” empezó a decirse. La magia comenzó a circular por las ciudades. Voces que atrapaban el alma, el teatro de la mente estaba a pleno, los sueños intangibles podían realizarse. Los mayores no podían entender cómo esa voz podía enamorarlos. Así era la radio. Se hacía en vivo, no existían grabaciones. La radio, en esos primeros años, creció, cambió, de galena, a válvula, a transistores, contra la televisión a partir de 1951, siempre fue LA RADIO. Por allí pasaban las figuras del teatro y del cine, actores y actrices, cantantes, grandes orquestas. Empezó a ser una pasión, multitudes acompañaban sus emisiones, los radioteatros generaban expectativas, sin imagen. ¿Cómo? Si, sin imagen. Así, como nos escuchás hoy, nuestras voces, sólo para imaginar cómo somos. Por ella, pasaron voces de presidentes, relatos de eventos deportivos, las noticias más crueles y las más reconfortantes. Quedó como testigo de la historia, cada década desde 1920 nos dejó un recuerdo.

 

Aída Longo, mi abuela paterna, falleció en 1974. Mis primeros recuerdos tienen que ver con ella y la radio, escuchando Radio Del Pueblo, donde sonaban Agustín Magaldi e Ignacio Corsini. El recuerdo de la radio en la cocina y el olor de alguna válvula quemada para reemplazar. La radio era esa que llegaba con algún grito de gol transmitido con la emoción del cántico de las hinchadas de fondo.

 

Por eso, cuando me preguntan qué significa la radio, respondo: La radio es emoción. La radio es imaginación. La radio es placer. La radio es información. La radio es compañía. La radio es una voz. La radio es varias voces. La radio es un sonido. La radio es una sonrisa. La radio es una lágrima. La radio es música. La radio es un gol. La radio es un latido. La radio es el teatro de la mente. La radio es inigualable. Viva la radio!!! Feliz Cumpleaños!!!

 

 

 

*Periodista, profesor, abogado. 1978, es el año que comienza su labor periodística y que sin interrumpirla continúa hasta hoy . Trabajó en las radios: Buenos Aires, Splendid, Belgrano, Municipal, Nacional, Excelsior, Mitre, La Red, ESPN, Continental y Rivadavia donde fue parte del equipo de “La Oral Deportiva”. En la AM1050 Radio Güemes, condujo el programa “Bar Deportivo” y en la misma emisora transmite en la actualidad “Almanaque histórico” los domingos de 9 a 11. También, como comentarista deportivo, hoy forma parte del equipo de la Cooperativa “Relatores” que se emite por AM 530 y AM 1270 Radio Provincia.

 

 

 

¿QUIÉNES FUERON «LOS LOCOS DE LA AZOTEA»?




“Señoras y señores, la Sociedad Radio Argentina les presenta hoy el Festival Sacro de Ricardo Wagner, 'Parsifal', con la actuación del tenor Maestri, el barítono Aldo Rossi Morelli y la soprano argentina Sara César, todos con la orquesta del teatro Costanzi de Roma, dirigida por el maestro Félix von Weingarten”.




Estas fueron las primeras palabras que un argentino –Enrique Susini– dijo frente a un micrófono de radio. Eran las nueve de la noche del 27 de agosto de 1920. Y aunque esa primera transmisión en el país, desde la terraza del Teatro Coliseo, sería escuchada por menos de 100 personas, marcaría un hito en la historia de la radiofonía mundial y cambiaría para siempre la vida cotidiana de los argentinos. 

 

Enrique Susini, César Guerrico, Luis Romero Carranza y Miguel Mujica, quienes desde ese día fueron conocidos como “los locos de la azotea”, eran cuatro jóvenes del mundo de la medicina: el médico Susini, quien entonces tenía 25 años; y los otros tres, estudiantes de la Universidad de Buenos Aires: Mujica de 18, Guerrico y Romero Carranza de 22. Además de la carrera que habían escogido los unía otra pasión: eran radioaficionados entusiastas y creativos que soñaban con una radiofonía al servicio de la cultura. En ese momento no imaginaban que ese medio iba a transformarse en un verdadero fenómeno de masas.  



El hito que se consolidó con aquella transmisión del 27 de agosto había comenzado a gestarse una década atrás. La Argentina celebraba 100 años de la Revolución de Mayo cuando el italiano Guillermo Marconi, inventor del “telégrafo sin hilos”, llegó a Buenos Aires para continuar sus investigaciones en la materia. Desarrolló en nuestra tierras varias pruebas de transmisión, utilizando un barrilete con el que se remontaba una antena. Así, consiguió tomar contacto con Irlanda y Canadá. Fueron aquellas pruebas las que encendieron la chispa de “los locos de la azotea”.

 

Los jóvenes quedaron obnubilados por el proyecto y lo que podían lograr los avances de Marconi. Desde ese momento, no cesarían de trabajar hasta lograr una transmisión radial. Los cuatro siguieron con atención y pasión toda información referida a los principios de Herz, Braun o Marconi. Ni el comienzo de la Primera Guerra Mundial pudo detenerlos, cuando el desarrollo de la radio se convirtió en un proyecto secreto. Por el contrario, aprovecharon la oportunidad.




La Argentina había tenido una posición neutral en el conflicto bélico, pero los militares deseaban obtener información sobre los efectos de los gases en el frente de batalla y sobre radiotransmisores. Así fue que, en 1917, la Armada le pidió a Enrique Susini que viajara a Francia. De ese viaje, el médico radioaficionado regresó con equipos de 5 kw que habían sido usados por el ejército francés.




“Éramos médicos estudiosos de los efectos eléctricos en medicina y también radioaficionados lo suficientemente bien informados como para estar a la vanguardia. Pero básicamente éramos personas imaginativas, amantes de la música y el teatro. Por eso se nos ocurrió que este maravilloso invento podía llegar a ser el más extraordinario instrumento de difusión cultural”, dijo Susini años después, al referirse al grupo que lideraba y a su búsqueda incansable por lograr transmitir a través del éter.




De todos modos, la Primera Guerra también les trajo alguna consecuencia: Carranza fue obligado a desmontar la antena de radio que tenía en la terraza en su casa de Libertad y Paraguay por ser sospechoso de pasar datos a los barcos alemanes.

 

Aquel 27 de agosto histórico, los jóvenes habían agregado una bocina para sordos a un micrófono y juntos a un transmisor de 5 vatios, casi atado con alambres, trepados a la azotea del Coliseo, volvieron su sueño realidad. (Fuente: Ministerio de Cultura de la Nación)












 

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