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¡Hasta siempre, querido Pedro Gaeta!

 

 

 

 

 

El viernes 14 de julio, se apagó la vida de nuestro maestro Gaeta, nacido en 1930 en una casa de Andonaegui y el Pasaje Varsovia, Parque Chas, su patria de la infancia. Los que lo conocimos, lo seguiremos celebrando a través de sus pinturas, de sus luchas y como “forjador de lazos fuertes”, como nos dice su amiga Lilian Garrido, en el texto que aquí compartimos.

 

Por Lilian Garrido

(Parque Chas, Buenos Aires, 6.02.1930 – 14.07.2023)

Si alguna vez tenías que irte, cosa para mí impensada, era un 14 de julio, que no es cualquier fecha. Día de la Revolución Francesa, no es la revolución que hubiéramos deseado, pero por algún lado se empieza. Ayer, entre las cosas tuyas que me traje, está la foto de Lenin, ésa que tenías colgada entre la cocina y tu pieza (el amordorio, la llamabas, ¡qué pendejo!). Siempre me gustó esa foto de Vladimir en un banco de plaza porque se lo ve feliz.

14 de julio es también la calle de Villa Ortúzar donde tenías tu taller. Me lo acuerdo muy bien. 14 de Julio entre Triunvirato y Fraga. Una pieza de paredes muy altas tapadas de cuadros, afiches y fotos. Daba a un patio inmenso. En invierno era muy fría y la calentabas con un jarrito con kerosene que apoyabas sobre el piso de pinotea. Yo era una nena (estas cosas ocurrían entre 1969 y 1972) y esa manera de calefaccionar el ambiente formaba parte de un folklore que me asombraba. En ese momento fui la alumna más pequeña de tu taller, adonde íbamos lo sábados a la mañana a dibujar y pintar (cierro los ojos y huelo todavía el aguarrás y el óleo). También me traje ayer mi monocopia, la del equilibrista, del año 1972. Te había gustado tanto que te la regalé y a pesar de que pasaron tantas cosas, exilios entre ellas, la enmarcaste y siempre estuvo colgada en tu taller de “la Viña” (tu casa de la calle Plaza). Ahora está, te cuento, en el patio de la mía, al lado del payaso Oleg Popov, un óleo de 1970 que también pinté en tu taller. ¡Cómo nos gustaba el circo!

¡Cómo me gustaba ir los sábados al taller de 14 de julio! Ahí conocí a Roberto Santoro. La placita de Teodoro García y Forest, que lleva el nombre de este poeta, tu “hermano elegido”, se inauguró también un 14 de julio, en el año 1996. ¡Cómo trabajamos, Pedro, ¡juntando firmas y adhesiones para concretar el sueño de que esa plaza llevara el nombre de Roberto! Y vos siempre dirigiendo todo, diciéndonos qué hacer y cómo. El camarada comandante Gaeta llevaba la batuta y el éxito estaba asegurado.

En síntesis, tres hechos importantes están en un 14 de Julio: la toma de la Bastilla, tu taller de pintura con tus clases incluidas y la placita “Roberto Santoro”. Ahora sumo otro, pero no es importante. Es triste. O, como diría Machado, es “perfectamente serio”.

Gracias a vos conocí gente hermosa. No puedo nombrar a todos porque son muchísimos: Roberto, la “Negra” Santoro, Paulita, Luis Luchi, Irene Lavalle, Herminia “Magda” Di Giorgio, Juan Carlos “Lito” Malieni, Lubrano Zas, Humberto Costantini, Hebe Arzadum, Abel Rasskin, Susana Gutman, Nenina Caro, Liliana García Nudelman, Horacio Presti, Pochi Lapadula, Juan Ángel Camacho, Rafael Vásquez, Adrián Rimondino, Carlos Sáez, Hugo Salerno, Roberto Díaz, Fernando Belvedere, Mónica López Ocón, Haydée Breslav, Marcelo Massarino, Pino Enríquez, Marcela De Grande, la gente del taller/centro cultural “El Colectivo”, los amigos y las amigas del Taller de Artes Plásticas “Expresión”, esa comuna artística de Colegiales que vos y sólo vos supo conseguir. Uf, larguísima la lista que aún no termina, porque a través de esa gente fuimos conociendo a otra y así hasta el infinito… ¡Raúl González Tuñón! Acabo de recibir por WhatsApp un abrazo de Fito Tuñón que ya responderé (a Fito y a Nélida, su madre, también los conocí a través de vos) y me acuerdo de que me presentaste a Raúl González Tuñón en un homenaje organizado por la SAAP en la calle Florida. Habías comprado en un quiosco la antología de EUDEBA y cuando me lo presentaste, le diste el libro para que me lo dedicara (yo tenía 11 años).

Vos me abriste el camino. A mí y a todos y todas, porque fuiste un provocador de encuentros, un nexo entre unos y otros, un forjador de lazos fuertes y, por lo tanto, duraderos. Todos te debemos algo o mucho de lo que somos (me vienen lágrimas a los ojos ahora que lo escribo); fue una emoción grande y un compromiso que me nombraras “voz y pluma del taller Expresión” (ésos son títulos). Hicimos tantas cosas juntos, Pedro querido… En la foto que elijo estamos en la inauguración de tu muestra en la Galería Miró, en 1983, cuando presentabas tu serie “Líbera Gris” y me pediste que “tradujera” la carta para el catálogo.

Ayer te recordábamos con mi hermano. Miles de anécdotas. Amigo del alma de nuestros viejos. Un imprescindible en la familia Garrido. Alguien de la familia. De Parque Chas como todos, de Independiente como papá y Rubén, participaste en todas las reuniones familiares. En todas. Estuviste siempre cerca de nosotros, con nosotros, en nosotros. Y el lugar enorme que ocupás en el corazón de nuestros hijos, lo cual no es poco. Envidiable ese carisma tuyo con los más jóvenes.

Mucha obra tuya está colgada en la casa de la calle Cádiz. Ayer, cuando fui a decirle a mamá que te habías ido, la miré bien. Me detuve cuadro por cuadro. Lo mismo hice cuando volví a mi casa (a dos cuadras de la tuya). Miré mis cuadros como si los viera por primera vez. Cada cuadro está rodeado de una historia. Me emocioné al recordarla. ¡Qué gran artista plástico! Un pintor maravilloso. Un maestro.

Pedro Gaeta. Un tipo generoso, amplio, libre, comprensivo, sin rencores. Una hermosa persona, para abreviar. Un tipo alegre, optimista, positivo. Contagiabas esa costumbre de verle el lado bueno a las cosas. Un tipo trabajador, activo, hacedor (el viejito que estaba en la cama no eras vos, no podías ser vos). Pedro: fuiste entrañable. ¿Fuiste? ¿Fuiste o sos o serás todavía y siempre? Tu partida nos pone tristes, pero al mismo tiempo celebramos la alegría de haber compartido -en mi caso- 60 años de tu vida. Tuvimos la suerte de que vos nos hicieras mejores. Esa celebración de tu gran vida plena es lo que sentí anoche en El Colectivo, cuando te dedicaron la Peña de julio.

¡Buen viaje, Pedro querido, queridísimo! Te voy/te vamos a extrañar un montón.

 

 

 

 

 

 

 

 

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