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“Satisfaction en la ESMA es una historia sonora de la dictadura”

 

 

 

 

ParqueChasweb conversó con el escritor, músico y periodista Abel Gilbert sobre la publicación de su ensayo que estudia las relaciones entre música, sonido, ruido y política en la etapa de mayor violencia estatal de la Argentina. También hablamos de su infancia y adolescencia en Parque Chas y de su amistad con Ariel Prat.

 

 

Por Fernando Belvedere

 

“Tenés que entrevistar a Abel Gilbert”, me sugirió hace poco Ariel Prat, vecino, poeta e ícono de la música rioplatense.

 

Todo surgió a partir de Satisfaction en la ESMA. Música y sonido durante la dictadura (1976-1983) (Gourmet musical Ediciones), el ensayo que Gilbert publicó este año, y en el que Parque Chas atraviesa una parte de esta historia. Y es que durante su infancia y adolescencia el autor del libro vivió en el barrio, lugar donde nació la amistad con Prat, cuyo punto de encuentro fue la música.

 

Abel Gilbert es hijo de Isidoro Gilbert, periodista de extensa trayectoria que encabezó dos proyectos periodísticos de izquierda, como los diarios La Calle (1974) y Sur (1991).
En su trabajo periodístico reconoce la influencia de su padre, aunque las ganas de escribir fueron previas a su ingreso al diario La Razón en 1980. Su interés por la música fue el refugio durante los años del terrorismo de estado en nuestro país. Es autor de cinco libros, incluido el último Satisfaction en la ESMA. Doctor en Comunicación (UNLP); desde 1999 es corresponsal en Sudamérica de El Periódico de Catalunya. Actualmente escribe para los portales eldiario.ar y la revista digital Otra parte. Es docente de la carrera de la escuela de Artes de la Universidad Nacional de Quilmes y de la Universidad Di Tella. Ha editado cuatro discos con su ensamble experimental Factor Burzaco. Además, es autor de la ópera El Astrólogo, que protagonizó Gabo Ferro en 2017, y escribió el texto de la ópera La oreja de la Patria, de Marcelo Delgado.

 

– Abel, ¿Cuál es tu relación con Parque Chas? ¿Qué brújula te trajo al barrio?

 -No nací en el barrio, nací en Villa Crespo y viví allí hasta los cinco años y medio. Después sí nos mudamos a Parque Chas, más exactamente a una casa de la calle Berlín 4359 entre Gándara y Victorica. Ahí viví hasta los 24 años. Fueron dos décadas en el barrio que tienen que ver con mi iniciación en la vida vinculada a ese mundo entre la Plaza del Trébol y campeonatos de fútbol Evita y después mudarme de barra a la Plaza Dominguito. Viví en Parque Chas hasta 1985.

 

-En paralelo a tu trabajo periodístico, tenés también una carrera musical. Sos profesor de Historia de la música y además formaste parte de un ensamble experimental que se llamó Factor Burzaco. ¿Cómo se produce tu interés por el estudio de la música?

 -El estudio de la música tiene que ver paradójicamente con las búsquedas que tuve durante mi adolescencia. La música fue un refugio, un modo de construir una subjetividad en un mundo brutal que era el de la Argentina de la dictadura. Ese fue uno de los contactos que tuve con Ariel (Prat) desde nuestra adolescencia.

 

-¿Y cómo se conocieron con Ariel Prat?

-Si bien a Ariel solo lo conocía por enfrentarnos en partidos de fútbol entre la escuela Dominguito y la escuela Jorge A. Boero de la calle Juramento donde yo iba (partidos que se jugaban en la Plaza “del Trébol” los sábados a la mañana), nos hicimos amigos a fines de 1975 y el punto de encuentro fue la música y escuchar rock esencialmente. También fuimos compañeros de secundaria en la escuela Reconquista de Villa Urquiza.

Después yo fui haciendo mi formación musical y lo acompañe a Ariel en su proyecto durante los años 86/87. Tengo muy lindos recuerdos de toda esa época. Con los años, cada uno siguió su vida pero siempre encontrándonos esporádicamente y siempre con la música como enlace y punto de encuentro.

Recuerdo un par de anécdotas: Una, con el papá de Ariel que era el director técnico de un equipo de fútbol donde jugábamos juntos. La final de un campeonato la disputamos en el Polideportivo Costa Rica de Avenida Constituyentes. A mi me expulsan durante el partido y finalmente perdimos. Entonces el padre de Ariel me dice: “Pibe es mejor que se dedique al estudio”, y le hice caso.
La otra fue durante la secundaria. La profesora de matemática le pone un bochazo a Ariel en uno de los cuatrimestres, entonces él me dice: “Me prometo que voy a superar esta situación”. Al próximo cuatrimestre Ariel se saca un 1 y un día a mí se me ocurre escribir en el pizarrón antes de que entre la profe a clase: “Preparo alumnos de matemática y física. Profesor Ariel Martorelli”. Ese día nos rajó de la clase a los dos. Lo paradoja es que en el siguiente examen yo le hago la prueba a Ariel que finalmente aprueba, y a mí en cambio me bochó, evidentemente como reprimenda por el chiste del pizarrón. No se olvidó, me tenía marcado. Aun hoy nos seguimos riendo de estas y otras tantas historias que vivimos juntos.

 

-Hace poco publicaste Satisfaction en la ESMA ¿Cómo comienza la investigación para este libro y cuál fue tu búsqueda?

El libro es una historia sonora de la dictadura, por lo tanto es una historia personal y también hay varias alusiones a un tema de sonidos en Parque Chas: El paso silencioso de los patrulleros, el terror que me provocaba el silencio absoluto pero también algunos ruidos que se producían en las madrugadas y el tintineo de llaves que hacía mi padre a una esquina de casa para avisar que estaba llegando. Había un pánico espantoso también cuando me tocaba atravesar solo los 200 metros que separaban mi casa de la de Ariel y nuestro amigo en común Mario, cuando llegábamos al barrio después de una salida nocturna. Los sonidos eran los que funcionaban como indicio de un posible peligro.

El libro me demandó mucho tiempo y no está exento de mi propia memoria, la experiencia de crecer en un barrio durante la dictadura.

 

-Sos hijo de Isidoro Gilbert, conocido por una extensa trayectoria dentro del periodismo y además, fundador de los periódicos La Calle y Sur ¿Cuál fue el legado que te dejó tu papá para el ejercicio de esta profesión?

-Mi papá fue una figura importante pública, pero también lo fue en lo familiar. Difícilmente o imposible que yo hubiera seguido un camino periodístico sin su presencia, sino también sin su voluntad. Él fue el que me abrió las puertas de un diario (diario La Razón) en 1980, yo con 19 años en plena inciación.

Para hacer justicia, un año antes hacíamos una revista subterránea de la que fueron parte los mencionados Ariel Prat y Mario Lillo. La revista se llamaba Cataruzza. O sea que mi interés por escribir preexistía a un futuro que imaginaba en el periodismo, porque yo pensaba que iba a ser músico y compositor, de hecho lo soy, pero no es lo único que hago.

Con mi papá en esa adolescencia fue el momento de mayor roce y de mayor confrontación generacional, donde el gusto musical era una especie de trinchera donde uno se paraba. Diferencias políticas generacionales, pero son querellas de jóvenes como las tuvimos todos con nuestro padres. Sí, lo tengo presente siempre como padre.

 

 

El periodista, escritor y músico dialoga sobre su nuevo libro, Satisfaction en la ESMA
en el programa “Los Siete Locos” de la TV Pública.

 

 

 

 

 

 

 

 

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