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Relación de las familias Belgrano y Chas

 

 

A 250 años de su nacimiento, compartimos un dato histórico que une a los dos apellidos, y tiene que ver con la crianza de Manuela Mónica, la hija del General producto de su relación con la tucumana María Dolores Helguera.

 

 

 

Por Fernando Belvedere

 

El 3 de junio se celebró el 250º aniversario del nacimiento del creador de la bandera. El 4 de mayo de 1819, nace su hija Manuela Mónica Del Corazón De Jesús a quien prácticamente no pudo conocer por estar cumpliendo la orden del Directorio de Buenos Aires para sofocar un alzamiento de las montoneras en la provincia de Santa Fe. Más tarde, Manuela Mónica quedará al cuidado de su tía, Juana Belgrano que estaba casada con el español Francisco Chas y Pombo.

 

La historia de Manuela Mónica se inicia en 1817, en Tucumán, donde se celebraba el primer aniversario de la declaración de la Independencia. Según narra Paul Groussac en su obra «El viaje intelectual», Manuel Belgrano conoció a María Dolores Helguera, una joven rubia de ojos negros, hija de Victoria Helguera y Manuel Josefa Liendo, vieja familia tucumana de la alta sociedad, pero venida a menos. En aquel entonces María Dolores contaría con 25 años de edad y se sabe que era pariente de Marcelino de la Rosa, también de Tucumán, a quien Manuela Mónica, más tarde, tratará de “primo” en su correspondencia. Algún autor, entre ellos, Judith Figueroa Larrain, afirman que uno de los ayudantes de Belgrano, el Teniente Jerónimo Helguera, también era pariente de María Dolores.

 

Cuando Belgrano fue relevado a su pedido por razones de enfermedad, del comando de las fuerzas en operaciones en Santa Fe, en agosto de 1891, su estado de salud ya era de suma gravedad. La hidropesía que le había diagnosticado el doctor Francisco Rivero, lo afectaba gravemente y le impedía casi moverse, provocándole tremendos dolores y hay que recordar esto, para comprender que sólo la urgente necesidad que tuvo de conocer a su hija, fue lo que lo decidió a cambiar el rumbo de su viaje. En vez de dirigirse a Buenos Aires, donde encontraría la atención médica y los cuidados que aliviarían su mal, decidió viajar a Tucumán.

 

En julio de 1819, por fin, se cumplen sus deseos y se reúne con María Dolores y su hija Manuela Mónica, pero este encuentro será fugaz. Una revolución que estalla en Tucumán el 11 de noviembre de 1819, lo involucra injusta e injustificadamente y es tomado preso por el capitán Abraham González. En febrero de 1820, comprobada su inocencia de los cargos que se le imputaban, casi sin recursos y con el dinero que le presta su amigo José Celedonio Balvín, acompañado por su médico, el doctor Redhead, su capellán, el padre Villegas y sus ayudantes Helguera y Emilio Savigni, viaja a Buenos Aires, dejando en Tucumán a su amada María Dolores con su pequeña hija, quien debe viajar a Londres (provincia de Catamarca) para no exponerse a la curiosidad pública.

 

Finalmente, Manuel Belgrano fallece en Buenos Aires el 20 de junio de 1820 en medio de la mayor pobreza y sin reconocer a ninguno de sus dos hijos Pedro Pablo y Manuela Mónica. “Mucho se ha escrito, tratando de explicar la razón de esto, pero ninguna teoría satisface totalmente esta duda. Lo cierto es que por ese entonces, los hijos naturales, eran muy frecuentes, llegando los de esta condición, a ser el 30% de los niños bautizados en Buenos Aires, y la sociedad lo tomaba como algo no pecaminosos, considerando el exacerbado ‘machismo’ que la caracterizaba y siempre que ‘de eso no se hablara’, para guardar las apariencias. Pero en el caso de Manuela Mónica y de Pedro, el problema era mucho más serio: una de las madres involucradas era casada al momento de la concepción (aunque enviudó después) y transformaba al hijo (por lo menos a uno de ellos) en “adulterino” y eso sí que era grave y castigado por la sociedad. Salvaguardar a estas madres y preservar el buen nombre de sus hijos, fueron seguramente las razones que tuvo Belgrano para no exponer al escarnio público a las dos madres de sus hijos. Durante mucho tiempo se dijo, buscando salvar la responsabilidad moral de Belgrano, que en un codicilo secreto de su Testamento, había reconocido a sus dos hijos, pero esto no era cierto” como lo demostró una investigación llevada a cabo por el historiador Enrique Mario Mayochi.

 

Existen pruebas irrefutables que confirman la paternidad de Belgrano. En “Historia de Belgrano” de Bartolomé Mitre se puede leer: “… el General le encomienda a su hermano, el canónigo Domingo Estanislao Belgrano, su albacea, que con la mayor discreción, pagase todas sus deudas y destinara el remanente de sus bienes, a favor de una hija natural llamada Manuela Mónica, que de edad de poco más de un año, había dejado en Tucumán. Domingo Estanislao, por su parte, en agosto de 1820, redacta su Testamento y nombra albacea a su hermano Joaquín, hombre de fortuna y viudo de Catalina Melián, a quien encomienda ejecutar el mandato testamentario de Manuel Belgrano, contenido en un documento firmado y cerrado con lacre.

 

Hay, asimismo, una carta en el “Archivo Mitre”, firmada el 15 de julio de 1824 por el canónigo Domingo Estanislao Belgrano, dirigida a su hermano Miguel, que se desempeñaba como Director del “Colegio de Ciencias Morales”, en la que como albacea del General, lo instruye en el sentido de “aplicar los créditos dejados por el mismo, incluidos los réditos de los 40.000 pesos recibidos por las victorias obtenidas en Tucumán y Salta por su hermano Manuel Belgrano, en la educación física y moral y para el mantenimiento y vestuario de la niña Manuela Mónica, que tiene ya cinco años de edad y residiendo en Tucumán, con doña María Dolores Helguera y Liendo, haciendo con dicha niña, las veces de padre, hasta tanto llegue a tener estado”. Tales instrucciones pudieron ser cumplidas, pues Miguel Belgrano falleció al poco tiempo de haberlas recibido y otro tanto le ocurrió a su otro hermano, el canónico, pues también éste falleció, un año después.

 

Pero la niña no quedaría desamparada. La trajeron a Buenos Aires y fue cuidada y atendida en sus necesidades y educación, por Juana Belgrano, una de las hermanas del General, que estaba casada con el español Francisco Chas y Pombo: «…No podemos precisar en qué momento Manuela toma contacto con su medio hermano, pero podemos presumir que fue después de 1834, fecha en que Juan Manuel de Rosas informa a Pedro Pablo -quien vive con sus padres adoptivos en la casa de los Ezcurra- que es hijo de Belgrano. En ese momento Manuela tiene quince años y vive con Juana Belgrano en la casa paterna. Aventuramos esta fecha porque Francisco Chas Belgrano (hijo del matrimonio), a cargo del cuidado de Manuela, le informa a Pedro Pablo, también en 1834 y por disposición de Belgrano, quién era su padre».

 

La criatura había sido concebida en el amor de Belgrano y María Josefa Ezcurra, nació en la provincia de Santa Fe el 29 de julio de 1813 y fue bautizada en la Iglesia Matriz de la ciudad de Santa Fe el 26 de agosto de 1813. En el Acta correspondiente, que le impuso los óleos y se lo bautizo “de necesidad” dice textualmente: “Pedro Pablo, huérfano, 8 reales pagados” y registra además, la asistencia de cinco testigos notables, hecho no común cuando se trataba de hijos de “padres desconocidos”, como era costumbre consignar en aquellos tiempos en estos casos.

 

Entre esos cinco testigos, se hallaba María Josefa Ezcurra, quien poco después lleva al niño a Buenos Aires, donde lo adopta Juan Manuel De Rosas y su esposa, Encarnación Ezcurra, recientemente casados y que aún no tenían hijos (la adopción era entonces un práctica no respaldada por la Ley, pero muy común en su aplicación). A consecuencia de esto, hasta 1837, el niño y luego el hombre, firmaba como Pedro Pablo Rosas.

 

 

El apellido Chas en el Río de la Plata

 

A principios del siglo XIX, arribó procedente de España al Virreinato del Río de la Plata, Don Francisco Chas y Pombo. Según lo relatado por sus actuales descendientes, decidió irse de su país ante la imposibilidad de heredar tierras, ya que era el hijo menor de su familia. Una vez asentado en la antigua ciudad-puerto, Don Chas y Pombo abrió un almacén de Ramos Generales en la Recova que estaba ubicada en la mitad de la Plaza Mayor frente al Cabildo.

 

Francisco Chas y Pombo se casó con Juana Belgrano -viuda de Ramos Villamil- y hermana del general Manuel Belgrano. Fruto de aquella unión nació Francisco Chas Belgrano, quien con el tiempo se convirtió en la cabeza de una caracterizada familia de Buenos Aires durante casi todo el siglo XIX, y en el futuro propietario -entre otras- de las tierras que hoy conforman el barrio Parque Chas.

 

Chas Belgrano fue hacendado y filántropo. Intervino en la vida pública después de la Batalla de Caseros, y según fuentes consultadas fue defensor de pobres, Constituyente en 1854, Senador Provincial y Concejal de la primera Comisión Municipal de la Ciudad de Buenos Aires.

 

 

 

 

 

 

Francisco Chas Belgrano y familia (foto gentileza familia Chas)

 

 

 

 

Reloj que perteneció a Manuel Belgrano. (foto gentileza descendientes de Francisco Chas Belgrano)

 

 

 

25 DE MAYO DE 1820 – TESTAMENTO DE MANUEL BELGRANO

 

“En el nombre de Dios y con su santa gracia amén. Sea notorio como yo, Dn. Manuel Belgrano, natural de esta ciudad, brigadier de los ejércitos de la Provincias Unidas en Sud América, hijo legítimo de Dn. Domingo Belgrano y Peri y Da. María Josefa González, difuntos; estando enfermo de la (enfermedad) que Dios Nuestro Señor se ha servido darme, pero por su infinita misericordia en mi sano y entero juicio, temeroso de la infalible muerte a toda criatura e incertidumbre de su hora, para que no me asalte sin tener arregladas las cosas concernientes al descargo de mi conciencia y bien de mi alma, he dispuesto ordenar este mi testamento, creyendo ante todas cosas como firmemente creo en el alto misterio de la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, tres personas distintas y un solo Dios verdadero, y en todos los demás misterios y sacramentos que tiene, cree y enseña nuestra Santa Madre Iglesia Católica Apostólica Romana, bajo cuya verdadera fe y creencia he vivido y protesto vivir y morir como católico y fiel cristiano que soy, tomando por mi intercesora y abogada a la Serenísima Reina de los Ángeles María Santísima, madre de Dios y Señora nuestra, a su amante esposo el señor San José, al ángel de mi Guarda, santo de mi nombre y devoción y demás de la corte celestial, bajo de cuya protección y divino auxilio otorgo mi testamento en la forma siguiente:

“1a. Primeramente encomiendo mi alma a Dios Nuestro Señor, que la crió de la nada, y el cuerpo mandó a la tierra de que fue formado, y cuando su Divina Majestad se digne llevar mi alma de la presente vida a la eterna, ordeno que dicho mi cuerpo, amortajado con el hábito del patriarca Santo Domingo, sea sepultado en el panteón que mi casa tiene en dicho convento, dejando la forma de entierro, sufragios y demás funerales a disposición de mi albacea.

“2a. Ítem, ordeno se dé a la mandas forzosas y acostumbradas a dos reales con que las separo de mis bienes.

“3a. Ítem, declaro: Que soy de estado soltero, y que no tengo ascendiente ni descendiente.

“4a. Ítem, declaro: Que debo a Dn. Manuel de Aguirre, vecino de esta ciudad, dieciocho onzas de oro sellado, y al Estado seiscientos pesos, que se compensará en el ajuste de mi cuenta de sueldos, y de veinticuatro onzas que ordeno se cobre por mi albacea, y presté en el Paraguay al Dr. Dn. Vicente Anastasio de Echevarría, para compra de una mulata. Cuarenta onzas de que me es deudor el brigadier Dn. Cornelio Saavedra, por una sillería que le presté cuando lo hicieron Director; dieciséis onzas que suplí para la Fiesta del Agrifoni en el Fuerte, y otra varias datas: tres mil pesos que me debe mi sobrino Dn. Julián Espinosa por varios suplementos que le he hecho.

“5a. Para guardar, cumplir y ejecutar este mi testamento, nombro por mi albacea a mi legítimo hermano el Dr. D. Domingo Estanislao Belgrano, dignidad de chantre de esta Santa Iglesia Catedral, al cual respecto a que no tengo heredero ninguno forzoso ascendiente ni descendiente, lo instituyo y nombro de todas mis acciones y derechos, presentes y futuros. Por el presente revoco y anulo todos los demás testamentos, codicilos, poderes para testar, memorias, u otra cualesquiera otra disposición testamentaria que antes de ésta haya hecho u otorgado por escrito de palabra, o en otra forma para que nada valga, ni haga fe en juicio, ni fuera de él, excepto este testamento en que declaro ser en todo cumplida mi última voluntad en la vía y forma que más haya lugar en derecho. En cuyo testimonio lo otorgo así ante el infrascrito escribano público del número de esta ciudad de la Santísima Trinidad, puerto de Santa María de Buenos Aires, a veinticinco de mayo de mil ochocientos veinte. Y el otorgante a quien yo dicho escribano doy fe conozco, y de hallarse al parecer en su sano y cabal juicio, según su concertado razonar, así lo otorgo y firmo, siendo testigos llamdos y rogados don José Ramón Milá de la Roca, Dn. Juan Pablo Sáenz Valiente y Dn. Manuel Díaz, vecinos.

M. Belgrano (firma) Narciso de Iranzuaga (firma) Escribano Público”.
Transcripción: Roberto Colimodio.

 

 

 

 

 

 

Fuentes consultadas:
www.eltribuno.com.ar/nexo/66/nexo66_art02.php
elarcondelahistoria.com

 

 

 

 

 

 

 

 

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Redacción

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