Rodolfo Braceli

Obama, Venezuela y, ojo, ¡los bidones!


 

El así denominado “presidente” de los Estados Unidos de la América del Norte, Barack Obama, de pronto consiguió ser mundialmente desopilante. El 9 de marzo del año 2015 d.C. declaró una “emergencia nacional” por “la amenaza extraordinaria de Venezuela para la seguridad” de su país. Su país: la potencia más poderosa del planeta.

 

por Rodolfo Braceli

 

((Antes de seguir pongamos en remojo una tremenda sospecha que, de ser cierta, podría desencadenar la Tercera Guerra Mundial: se refiere a millones de bidones que anidan debajo de las camas venezolanas. ¿Qué contienen esos bidones? Paciencia, la grave sospecha queda en remojo.))

 

Sigamos. El así denominado “presidente” de EE.UU. también subraya su enorme preocupación por las libertades civiles y los derechos humanos en Venezuela.

Madremía: justamente, la oscura Casa Blanca hablando de libertades y derechos. Cuando ellos tienen orejas hasta en los teléfonos de mandatarios. Y a la tortura la llaman “interrogatorios exigentes”. Y a los furcios de sus misiles (masacres de civiles, hospitales, escuelas) los nombran “efectos colaterales”. La impunidad de los eufemismos, la desnucación de la obscenidad.

A ver si se enteran: “Queridos norteamericanos, por favor, no nos defiendan más. El de ustedes es un amor que mata”.

 

Ver y escuchar y leer para creer. O reventar. La primera potencia mundial se declaró, sin sonrojarse, en “emergencia nacional” ante la amenaza de un país latinoamericano. Detalle: en el subsuelo de ese país hay un océano de petróleo. Y es sabido: cuando hay petróleo de por medio a los norteamericanos se les enloquece el animal preventivo y mutan en ángeles de la guarda de las democracias. No tienen memoria. No tienen pudor. No tienen vergüenza.

No es necesario ser pitoniso para saber que a esta “guerra preventiva” el país de Obama ya la perdió. Pero, ¿y sus submarinos y portaviones y aviones y misiles y sus etcéteras bélicos no cuentan?

Damas y caballeros, tan semejante arsenal se marchita. EE.UU., al autodeclararse en emergencia, con la impunidad de su eufemismo anuncia otra “guerra preventiva”. Que ya perdió por el solo hecho de haberla declarado. Más allá de esa porción de sociedad neoliberal que la constituye ­_y que no le hace asco a las relaciones carnales-, Venezuela en estos momentos es la América latina entera. Pero los norteamericanos insisten en no aprender. No parecen enterados de la América latina que hoy vive una novedad: está despierta.

Es evidente: no aprendieron de esa derrota imposible pero posible que fue Vietnam. Ni de la derrota sucesiva que les propinó esa isla islita que es Cuba. La banda gobernante de EE.UU. no tiene registro de algo invencible que se llama dignidad.

 

Leve digresión. Escribí de entrada “el así denominado ‘presidente’”. Brotan los interrogantes: ¿Obama es, realmente, presidente? ¿Cuántos, cuántos años hace que ese país no tiene un presidente que sea presidente? Ahora bien: si Obama no lo es, ¿qué carajo vendría a ser? Vendría a ser lo que es: un paupérrimo vocero, de buena presencia, del Pentágono y del Departamento de Estado y de los fabricantes de misiles… con el debido respeto de la madrequeloparió. Pobre muchacho, este Obama.

 

Pero seamos sinceros: con eso de apostar por el menor de los males, hicimos fuerza por él cuando competía por la presidencia. Muchos simpatizaron, claro, tenía un discurso progresista difícil de contradecir para los bienparidos. La cosa empezó a oler mal cuando dijo que Norteamérica se hacía responsable de velar por las democracias del mundo. Madremía. Ahí anunciaba que metería las narices en la vida política de cualquier país de la tierra, y más si ese país tenía la mala suerte de poseer petróleo. En fin, el Nobel de la Paz Obama en sus discursos del Capitolio prometió cosas bonitas a las orejas de los oídos. Pero del discurso al hecho había un abismo.

 

Reconozcamos que, entre nosotros, tan proclives a los enamoramientos, se generalizó la güevadez de depositar demasiadas esperanzas en el bello Obama. Así de enorme resultó el desencanto. Eso nos pasa, una vez más, por claudicar a la tentación del carisma. Recuerdo algún comentario de dos mujeres: una enumeraba atributos exteriores del promisorio candidato de color: sonrisa con todos los dientes, mirada intensa con picardía sensual, voz irresistible, paso elástico, caminar rotundo. La otra mujer la aplastó con una mera preguntita: Si Obama en vez de parecerse al Sidney Poitier de los ‘60 se hubiese parecido a Mike Tyson, ¿habría llegado a presidente o a chofer del presidente?

 

Pero no es justo ser impiadoso con este tierno esposo y padre de familia. Su trabajo de vocero de los genocidas del Pentágono parece haberlo devorado. Él sabe que si levanta el meñique perderá la mano y el brazo de la mano y el cuerpo del brazo con cerebro corazón y todo. De cuajo. Su deceso sería caratulado “accidente de trabajo”.

 

El caso es que por estos días el mentado Barack le anunció al mundo que están en “emergencia nacional”. Cómo tiembla el pobre Imperio. Asoma otra “guerra preventiva”. Y a pasarle el plumero a los misiles.

Nobleza obliga: Obama, con su denuncia ha perpetrado un gran servicio a la América que está debajo de su norte. Consiguió alentar los pulsos de la Unasur. Porque toda Latinoamérica es Venezuela. Y Latinoamérica, como nunca antes, está despierta.

Pero no nos encarnicemos con este apuesto muchacho. No debiéramos descartar  que, en una de esas, Venezuela constituye realmente un inminente peligro para la integridad del Imperio. ¿Otra vez ante el fantasma asesinador de las armas químicas, ante esa flagrante amenaza?

 

Ojo al piojo: que no se nos traspapele el asunto de los inquietantes bidones. Porque, si realmente existen, nuestra Venezuela “merecería” una guerra preventiva. En caso de comprobarse el asunto de los bidones que esconden los temibles venezolanos, tendríamos que retractarnos de este relato.

 

((Por favor, que quede entre nosotros: el contenido de millones de bidones sería moralmente indefendible. Pero por dios, ¿qué diablos contienen esos bidones? Anidan la más terrible de las armas habidas y por haber: la dignidad. No sólo eso: se sospecha que casi la mitad de esos bidones contienen, además, semillas de alegría. Intolerable.))

 

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rbraceli@arnet.com.ar –   www.rodolfobraceli.com.ar

(Este texto se publicó originalmente en el diario JORNADA, de Mendoza, el viernes 20 de marzo de 2015)

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