Leopoldo Marechal, el francotirador literario de Villa Crespo
El 26 de junio, se cumplieron 50 años del fallecimiento del fundamental poeta, dramaturgo, novelista y ensayista argentino. Había nacido en el barrio de Almagro el 11 de junio de 1900. Una de sus obras cumbre es la novela Adán Buenoayres.
Por Fernando Belvedere
«Creo que actualmente hay dos Argentinas: una en defunción, cuyo cadáver usufructúan los cuervos de toda índole que lo rodean, cuervos nacionales e internacionales; y una Argentina como en navidad y crecimiento, que lucha por su destino, y que padecemos orgullosamente los que la amamos como a una hija. El porvenir de esa criatura depende de nosotros, y muy particularmente de las nuevas generaciones». (Leopoldo Marechal)
Dicen que nuestro protagonista comenzó a escribir a los 12 años y que a los 13 ingresó a una fábrica donde rápidamente dio muestras de sus ideales políticos, al impulsar a sus compañeros a que exigieran mejores salarios y condiciones adecuadas para el trabajo. Finalmente, los jefes de la fábrica lo despidieron por ser el responsable de la revuelta laboral.
Sobre sus orígenes literarios Marechal dirá: «En realidad, fui un francotirador literario de Villa Crespo, hasta que me llamaron a colaborar en la revista Proa, dirigida por Güiraldes, Borges y creo que Rojas Paz. Casi enseguida me enrolé en el grupo que decidió imprimir a la revista Martín Fierro un ritmo verdaderamente revolucionario, que no tuvo en su primera época. Cierta noche, y como por arte de magia, nos reunimos con tal objeto, en la casa de Evar Méndez, Güiraldes, Macedonio Fernández, el pintor uruguayo Pedro Figari, Girondo, Bernárdez, Borges, Xul Solar, entre muchos otros que no recuerdo ahora. De aquella velada nació Martín Fierro propiamente revolucionario, que se proponía, en general, “entrar por la ventana”, en una literatura que nos cerraba la puerta, en particular, defender a Pettoruti y a Xul, que acababan de exponer sus cuadros ante la rechifla del pasatismo local».
Autor de la novela Adán Buenosayres, su opera prima, que con el tiempo será considerada fundamental dentro de la literatura argentina; fue publicada tras varios años de elaboración: Marechal había iniciado su escritura durante su residencia en Montparnasse, París, en 1929. La primera edición, tiene impresa la fecha 30 de agosto de 1948.
Tras el golpe terrorista de 1955, que derrocó el gobierno democrático de Juan Domingo Perón, Leopoldo Marechal ingresó en un ostracismo intelectual, que lo condenó a la soledad y al olvido por parte de algunos de sus colegas, por su adhesión al peronismo. Recién a mediados de la década de 1960 volvió a publicar. En 1965, da a luz su segunda novela, El banquete de Severo Arcángelo (texto que inspiró a Miguel Abuelo para bautizar a su legendaria banda de rock “Los Abuelos de la Nada) y cinco años más tarde Megafón, o la guerra libro que no pudo tener en sus manos ya que falleció de un síncope el 26 de junio de 1970 pocos días antes de salir de imprenta.
La Revolución Libertadora al mando del dictador Pedro Eugenio Aramburu, proscribió toda la obra de Marechal y la desterró de los manuales de literatura y de las librerías. Fue perseguido por sus ideas políticas y sus denuncias públicas acerca de torturas que utilizaba el régimen de facto. Acosado, se vio obligado a un breve exilio en Santiago de Chile.
A partir de ese momento, se hace llamar el “poeta depuesto”, una ironía para con la “Revolución Libertadora (Fusiladora)”, que hablaba de Rosas y de Perón como “tiranos depuestos”.
A propósito de su identidad política alguna vez escribió: «Yo te daré te daré, Patria hermosa, te daré una cosa, una cosa que empieza con P, Perooón». Y aquel «Perón» resonaba periódicamente como un cañonazo. Me vestí apresuradamente, bajé a la calle y me uní a la multitud que avanzaba rumbo a la Plaza de Mayo. Vi, reconocí, y amé los miles de rostros que la integraban no había rencor en ellos, sino la alegría de salir a la visibilidad en reclamo de su líder. Era la Argentina «invisible» que algunos habían anunciado literariamente, sin conocer ni amar sus millones de caras concretas, y que no bien las conocieron les dieron la espalda. Desde aquellas horas me hice peronista».
Entre sus poemas más conocidos están: Los Aguiluchos (1922), Días como flechas (1926), Odas para el hombre y la mujer (1929) (Primer Premio Municipal de Poesía), Laberinto de amor (1936) (Tercer Premio Nacional de Poesía) y Cinco poemas australes (1937) (Tercer Premio Nacional de Poesía).
Las dos batallas
En 2015, el politólogo y escritor Hernán Brienza publicó El Golem de Marechal (Editorial Marea). Inspirado en el Megafón o la guerra, la tercera novela del «poeta depuesto»; el autor dirá de su libro que «no es un ensayo literario ni una reconstrucción histórica. Tampoco tiene pretensiones de crítica ni de análisis de la obra. Es apenas una lectura furtiva y caprichosa, política y subjetiva hasta la mentira. Es un homenaje, un rescate monumental de un personaje inexistente como Megafón, pero también de Leopoldo Marechal, un autor escondido y siempre subestimado por los centros hegemónicos de producción y de consumo cultural en nuestro país. Y también es un reconocimiento a esa generación de argentinos que, convencidos de que hubo alguna vez un tiempo bueno para la guerra, sangraron a través de la profecía del “Autodidacto de Villa Crespo” del personaje de novela que amplificó la voz de un pueblo». Y en el introito (o prólogo) Brienza se pregunta/nos pregunta: «¿Puede el protagonista de una novela convertirse en arquetipo de una cultura nacional?»
Megafón, o la guerra es la novela política y, a la vez, una suerte de testamento narrativo de Leopoldo Marechal . Su protagonista, un muchacho de Villa Crespo que alguna vez arbitró peleas en el Boxing Club del barrio; concluirá en que toda lucha es un combate subterráneo que nunca sale a la luz y que es necesario dar batalla a esos males en su propio campo. En la novela el autor plantea una batalla «celeste» y otra «terrestre». Megafón, es derrotado y su cuerpo descuartizado y desaparecido. Una anticipación de lo que sería la noche más tenebrosa que vivió nuestro país. La que permaneció desde 1976 a 1983.
Marechal dixit
« Desde hace algunos años oigo hablar de los escritores “comprometidos” y “no comprometidos”. A mi entender, es una clasificación falsa. Todo escritor, por el hecho de serlo, ya está comprometido: o comprometido en una religión, o comprometido en una ideología político-social, o comprometido en una traición a su pueblo, o comprometido en una indiferencia o sonambulismo individual, culpable o no culpable».
«Creo que un poeta lo es verdaderamente cuando se hace la “voz de su pueblo”, es decir, cuando lo expresa en su esencialidad, cuando dice por los que no saben decir y canta por los que no saben cantar. Todo ello lo hace el poeta en una función “unitiva” que yo concreté así en mi “Arte Poética”: “El Poeta, el Oyente y la Canción forman una unidad por el sonido».
Para recordar a Marechal, reproducimos a continuación el texto que escribió para ParqueChasWeb Leonardo Killian; historiador, escritor y vecino de nuestro barrio.
Mi relación con la escritura está íntimamente ligada a Marechal.
En mi adolescencia y por consejo de unos amigos, leí Adán Buenosayres. Novela que dejaría una marca indeleble en mi memoria de lector.
Después siguieron sus cuentos, sus poemas, y las novelas El banquete de Severo Arcángelo y el que sería, no solo un libro que me marcaría para siempre, sino una escritura profética: Megafón o la guerra.
El secuestro y el juicio al general culpable del fusilamiento de Valle, fue narrado por Marechal antes de que estos trágicos acontecimientos sucedieran en la vida real.
El «poeta depuesto» como solía llamarse a sí mismo, se convirtió sin quererlo y sin saberlo, en un profeta. Marechal murió pocos días después del ajusticiamiento del general Aramburu, cuando la novela ya llevaba mucho tiempo escrita entonces.
¿Porqué esta relación con la poética de Marechal? En mi caso por la construcción de personajes de una densidad humana inigualable: ahí están Samuel Tesler, alter ego de su amigo el poeta Jacobo Fijman, internado en el famoso hospital psiquiátrico de la ex calle Vieytes, Megafón «el oscuro de Flores»: el héroe de la batalla celeste y la batalla terrestre, el afilador Capristo Lucía Febrero o Antígona Vélez, la adaptación criolla de la obra clásica. Pero sobre todas las cosas lo que siempre me atrajo de su prosa fue su humor. Lejos del sarcasmo o la ironía, cultivó un humor de una inmensa piedad sabiamente mixturado con un exquisito conocimiento del mundo mítico del Mediterráneo.
Marechal fue sobre todo un maestro del lenguaje. En una de las pocas fotos del escritor Gabriel García Márquez en su paso fugaz por Buenos Aires en los años sesenta, se lo ve junto a Leopoldo Marechal, a quien admiraba. Es que Marechal se anticipó a todas las modas y no participó de ninguna.
Profundamente cristiano, viajó a Cuba en 1966 invitado a participar como jurado por la revista Casa de las Américas. La revista Primera Plana le encargó una nota que Marechal escribió y que fue censurada por la dictadura de Onganía. Este cristiano militante volvió admirado por los éxitos de la revolución y así lo graficó en su nota que años más tarde publicaría completa la revista Crisis.
Marechal fue, y tal vez lo siga siendo, un escritor maldito. O mejor dicho, deberíamos decir, maldecido. Apartado del olimpo por su adhesión al peronismo vivió en carne propia el desprecio y el silencio (forma cruel del desprecio) de muchos de sus viejos amigos.
En el momento de su muerte era un escritor, un poeta, un dramaturgo olvidado. Eran años de dictaduras pero donde se oteaba en el horizonte la lucha y la guerra que se avecinaba implacable. No llegó a ser testigo de la vuelta, del regreso de Perón y del peronismo al poder pero no hizo falta; sus héroes de la batalla celeste habían encarnado en miles y miles de jóvenes que harían realidad su poética militancia.
Hace medio siglo que se fue al «celeste mundo de arriba»
-Ojalá descanse en paz-
Para consultar
Sitio web de la Fundación Leopoldo Marechal