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«Spinetta me decía: ‘vos nos sacás las piedras del camino'»



Patagónico de nacimiento, se enamoró de Parque Chas hace 28 años. Jorge “el Portugués” Da Silva es la leyenda viva de nuestra música popular. Desde su consola de sonido registró los discos más importantes de los últimos 50 años del rock, folclore, tango, entre otros géneros musicales.

 

 

Por Fernando Belvedere

Jorge “El Portugués” Da Silva, es el decano de los ingenieros de sonido de Argentina. ParqueChasweb conversó con él una tarde de junio de este auténtico invierno que vino para quedarse. La casa de quien escribe dista doscientos metros de la de nuestro protagonista.  La calidez y generosidad del portugués Da Silva se prolongó a lo largo de una hora de relato, donde hicimos un repaso por su vida, desde su nacimiento en Comodoro Rivadavia hasta su llegada a Parque Chas y su trayectoria como saxofonista y como ingeniero de sonido; su profesión desde hace aproximadamente 46 años.

Da Silva se hizo conocido en forma masiva con la emisión del excelente programa “Encuentro en el estudio” emitido hasta 2015 en Canal Encuentro. El experimentado Lalo Mir, era el anfitrión del programa. Se produjeron casi cien capítulos de colección donde Fito Páez, Rubén Juárez, Liliana Herrero, Adriana Varela, Divididos, Alejandro Lerner, Fabiana Cantilo, Peteco Carabajal y Raúl Barboza, entre otros; mostraron su oficio, en charlas íntimas entre anécdotas sobre su arte y su vida.

En cada programa se renovaba la emoción. El segmento especial del ciclo era el reencuentro de los artistas con quien es considerado el mejor ingeniero de sonido del país. “Encuentro en el Estudio logró quebrar la frialdad televisiva para darle espacio a la fibra emotiva de la música y sus artesanos”, dirá el Portugués.

Desde 1980, Jorge Da Silva es parte de ION, los míticos estudios de grabación que este año está cumpliendo su 60 aniversario. Su experiencia y su fino oído lo convirtieron en el ingeniero de sonido más requerido por muchos artistas. Además de los nombrados más arriba, el Portugués grabó a la Negra Mercedes Sosa, al Polaco Goyeneche, Luis Alberto Spinetta, Charly García, León Gieco, Vox Dei, Tanguito, Pappo con Riff, Serú Girán, Arco Iris con Gustavo Santaolalla, Litto Nebbia, Juan Carlos Baglietto, Daniel Melingo y entre los más recientes a Ignacio Guido Montoya Carlotto, nieto recuperado de Estela de Carlotto.

El año pasado, la Academia Nacional del Tango distinguió al Portugués Da Silva con el premio Gobbi de Oro a su trayectoria.

 

– Jorge, por lo que pudimos saber naciste en la Patagonia. ¿Cómo fue tu infancia en la región de los vientos?

-Yo nací en Comodoro Rivadavia. Mi papá había llegado a la Patagonia en 1905, antes de que se descubriera el petróleo. Comodoro eran dos casas y el viento. Después llegaron mi madre y mis hermanos. Más tarde mi viejo entra a laburar en la destilería de YPF. Yo soy un hijo tardío, nací cuando mis viejos tenían 50 años. Nací en YPF, más exactamente en el Kilómetro 3 o General Mosconi.
Por influencia de mi vieja me dediqué a la música. No quería que siguiera los pasos de un hermano y una hermana mía que eran pilotos de avión. Ella sufría mucho.

De alguna manera tenía mi destino marcado. El barrio YPF era el único lugar por donde nos movíamos. Era un círculo chico de gente. Enfrente de mi casa vivían unas amigas de mi hermana, el novio de una de ellas era saxofonista y fue mi primer maestro de saxo. Mi viejo me compró uno, que era parte de un rezago de la Banda de YPF.

Para una de las fiestas del petróleo, que se festeja todos los 13 de diciembre, viajaron a Comodoro Rivadavia orquestas de Buenos Aires, una de ellas era la “Ahmed Ratip y sus Cotton Pickers”. El contrabajista de esa banda se enamora de Comodoro y decide radicarse allá. Al poco tiempo a este tipo se le ocurre la idea de formar una orquesta y ahí caigo yo: Así nacen “Los Cometas”, hacíamos temas de Bill Halley. Revolucionamos Comodoro Rivadavia, hasta ese momento no existía nada parecido allá. La banda pegó el gran salto cuando Frondizi firma los contratos petroleros con los americanos. Los yanquis querían escuchar cosas de sus pagos y ahí estábamos nosotros, trabajábamos muchísimo e hicimos mucha plata.

Tiempo después, con “Los Cometas”,  decidimos hacer un paso por Buenos Aires (antes de irnos a trabajar un tiempo a Tucumán). Queríamos grabar un acetato (hoy un demo) para difundir nuestra música, pero caímos en un estudio de grabación que nos maltrató. Con bronca nos fuimos para Mendoza y allí logramos grabar nuestro demo en Zanessi un estudio que todavía existe. De la cordillera nos fuimos a Tucumán, donde viví dos años y medio.

En Capital Federal ya estaban instalados mis viejos y llego acá cuando mi padre estaba muy enfermo y más tarde fallece. Es en ese momento cuando me reencuentro con los músicos de “Los Cometas” que se habían quedado en Buenos Aires. Con la otra parte de la banda nos habíamos ido a Mendoza. Te contaba que quando llego a Capital, era plena temporada de bailes de Carnaval que eran un furor. El pianista logra convencerme de que no me vuelva a Tucumán: “No te vayas que estamos trabajando con la orquesta de Mariano Mores”, me dice… y me quedé nomás. También trabajamos muy bien. Pasamos por “El show de la alegría” en el viejo Canal 13; por Radio Splendid y Radio Belgrano.

-¿En qué momento comienza tu trayectoria como ingeniero de sonido?

-El pianista que me dijo que me quede en Capital Federal fue el mismo que trabajando en la discográfica “Music Hall” me pasa el dato de que en ese sello grababan muchas orquestas con saxo (el instrumento que yo tocaba) y así fue que me llamaron varias veces para grabar. Allí empecé a tener curiosidad por las consolas, pero sin prestarle mucha atención.

En ese mismo momento aparece la persona a la que le estoy agradecido de por vida, porque fue quien me marcó el camino. Estoy hablando de José “Pepe” Carli, un muy buen músico que un día me paró y me dijo: “¿Usted qué hace en la Dirección artística? Usted tiene que grabar”. Así fue que me nombró encargado del archivo histórico de “Music Hall” que hasta ese momento estaba todo en un cuarto en estado de abandono, las cintas tiradas por todos lados. Para trabajar me facilitaron un grabador bicanal. Mi tarea era escuchar las cintas, desechaba las tomas que no servían y dejaba las buenas y las editaba. Ese trabajo me llevó siete u ocho meses.

Otro día me llama Carli y me dice, “¡usted me tiene que salvar!, tengo una orquesta en la sala, lista para grabar y no tengo nadie que lo haga en este momento. Necesito que los grabe usted. No se preocupe, yo voy a estar detrás suyo para darle una mano”.
Bueno, ese fue mi debut y la orquesta que estaba en la sala lista para grabar era la de Alberto Castillo. Fue en el año 1969. En la toma grabamos los temas “Talán talán” y “Moneda de cobre”. Todavía tengo el simple de vinilo.

Al poco tiempo de mi debut en la consola, sufro un grave accidente de tránsito en la esquina de Avenida Córdoba y Scalabrini Ortíz (en ese entonces Canning). Me rompí nueve costillas y dos perforaron mi pulmón izquierdo y me lo tuvieron que extirpar. Desde entonces vivo con un solo pulmón y nunca más pude tocar el saxo. Así fue como me aferré a las sesiones de grabación,  mi profesión hasta hoy. En vez de manejar mis proyectos, me intereso en los proyectos de otros.

¿Cuál es el secreto del oficio?

Mirá, el secreto está en proporcionarle un clima especial al músico que tiene que grabar. Ellos ya vienen con la idea de que ese registro quedará para siempre y quieren cometer la menor cantidad de errores posibles. Una vez el flaco Spinetta me dijo “vos nos sacás las piedras del camino”; un fenómeno, ¡increíble persona Luis!

Cada artista tiene su onda. Con algunos artistas hago una charla previa para saber en qué ambiente quiere registrar su disco. Si quiere una voz cercana, íntima. Si prefiere una sensación de ambiente chico o grande, etc.

La parte musical y la voz suelen estar en distintos planos, eso tiene que ver con los arreglos musicales. Hoy en día la computadora afina todo. Lo que le llega a la gente es la intención del artista. Te llega lo que te cuentan, su poesía. Por ejemplo, el Polaco Goyeneche, Mercedes Sosa.

El consejo que les doy a los pibes nuevos en este oficio es que cuando uno logra liberarse de la presión de la responsabilidad, ahí empezás a disfrutar de tu trabajo, a poner algo de vos, tu granito de arena para que esa toma salga lo mejor posible. Los nervios suelen jugar en contra.

Por último, Jorge, ¿qué brújula te trajo hasta Parque Chas?

Llegué hace 28 años al barrio. Mis hijos se criaron acá. Es un barrio muy tranquilo, nosotros veníamos de vivir en plena Avenida Triunvirato y era insoportable. Acá escuchás el silencio, el canto de los pájaros. Es mágico.
Bueno, una pequeña anécdota que define un poco nuestra mudanza a Parque Chas.
Resulta que los dueños de la inmobiliaria Caral donde compramos nuestra casa eran muy fans de Sergio Denis. Yo ya era amigo de él y justo da que Sergio viene a tratarse con un kinesiólogo de avenida de Los Incas. Ese día estaba en la inmobiliaria y le veo pasar y se los presento. Creo que después les conseguí algunas entradas para un recital a los de Caral.  Ahora pienso que esta historia facilitó la negociación de la compra de la casa, jaja.

Anécdota con Ramón “Palito” Ortega

Cuenta Da Silva que en los ’50, cuando llegaron a Tucumán con la banda de jazz, vivieron en un hotel que estaba enfrente de un almacén/bar donde ellos siempre pedían comida o café. “El pibe que nos traía el pedido era ‘Palito’. Tengo presente que siempre se quedaba a ver nuestros ensayos (ya le picaba la cosa musical) y nosotros le decíamos que vuelva a su trabajo porque lo iban a rajar. Palito siempre recuerda esta anécdota”.


Anécdota con Charly y Nito

«Al poco tiempo de empezar a trabajar para Music Hall (a principios de los ’70), caen dos flacos pelilargos a grabar. Les hago las tomas de un par de temas y se las hago escuchar al director artístico de la discográfica. Después de escucharlos los descartó”. Esos flacos resultaron ser Sui Generis: Charly García y Nito Mestre. “Gran visión de futuro la del gerente artístico, no?”, dice Jorge Da Silva.


Fito sobre «El Portu»

“Y hubo otras personas muy importantes, que fueron muy dedicadas: el Portugués Da Silva con su humor y su calidez permanente… sobre el final de “Tengo un mono” se escucha un ruido rarísimo que fue el Portugués que entró con el matafuego, le entró a tirar a Luis, lo juro, yo eso lo vi, y Luis no se asustó, no se fue, empezó a gritar, a reírse. Un delirio de los dos. (…) El Portugués es un rey del humor. Da Silva fue muy importante en la decisión de los colores, de la pureza de esos instrumentos, cómo grabarlo: un técnico monumental”. (Página/12 suplemento espectáculos 26-06-16)

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