Parque Chas, fue base operativa desde donde hace 50 años se planificó el secuestro del General Aramburu
La casa de la esquina de Bucarelli y Ballivián, fue la propiedad donde se reunió la logística utilizada por la organización guerrillera Montoneros en mayo de 1970 para planificar el “Operativo Pindapoy” que terminaría con el ajusticiamiento de uno de los líderes principales de la Revolución Libertadora de 1955 que derrocó al gobierno de Juan Domingo Perón.
El 29 de mayo se cumplieron 50 años del secuestro y asesinato del general Eugenio Aramburu por parte de la organización Montoneros. Una de las principales bases de operaciones para llevar a cabo la denominada “Operación Pindapoy” fue el barrio de Parque Chas y más específicamente, la casa que aun hoy está en pie ubicada en una de las esquinas de Bucarelli y Ballivián.
En una nota realizada por el Periódico El Barrio hace una década, el cronista Francisco Carnese obtuvo el testimonio de Mirta, habitante de la famosa casa. A continuación reproducimos la crónica de ese encuentro: “Ella sabe la historia, se la hicieron conocer sus vecinos allá por 1977 cuando, junto a su familia, decidió mudarse del centro porteño a esta esquina. Es la segunda dueña de una casa donde hace 35 años se planeaba uno de los secuestros más resonantes de la historia política contemporánea de la Argentina: el del General Pedro Eugenio Aramburu a manos de la organización guerrillera Montoneros.
‘Sé que la casa estuvo clausurada antes de que lleguemos nosotros. La dueña anterior vivía en los Estados Unidos”, cuenta Mirta, de 57 años y tres hijas, de las cuales dos nacieron en esta vivienda. “Cuando llegamos al barrio los vecinos nos decían que habíamos comprado la casa de Aramburu, así la llamaban, nosotros no teníamos idea de lo que había pasado aquí pero con el tiempo nos fuimos enterando”, recuerda. Luego explica que son dos casas en una. “Yo vivo en el primer piso. La planta baja, que fue la que alquilaron en esa época para planear el secuestro, hoy permanece deshabitada. Quizá forme parte de una leyenda, lo cierto es que se comentaba que luego de secuestrarlo a Aramburu lo habían escondido en el espacio que queda en el descanso de la escalera por la que se sube a la planta alta’, señala Mirta. Pero la verdad es que el líder golpista de la Libertadora nunca estuvo en la casa de Parque Chas.
Según fuentes periodísticas, hace 50 años la propiedad estaba alquilada a nombre de Carlos Alberto Maguid, cuñado de Norma Arrostito (integrante de la cúpula de Montoneros), y que desde allí partieron los secuestradores rumbo al edificio de la calle Montevideo, casi esquina Santa Fe, donde vivía el ex presidente de facto. También se supo que en la casa de la calle Bucarelli se redactó el primer comunicado sobre el secuestro dado a conocer por el grupo guerrillero a la opinión pública.
LA HORA SEÑALADA
El 3 de setiembre de 1974 se publicó en la revista La Causa Peronista el testimonio de los dos militantes, fundadores de Montoneros, Norma Arrostito y Mario Eduardo Firmenich, quienes relataron por primera vez el secuestro y ejecución del General Pedro Eugenio Aramburu. A continuación reproducimos un extracto de esa narración:
“La planificación final la hicimos en la casa de Munro donde vivíamos Capuano Martínez y yo. Ahí pintamos con aerosol la pick-up Chevrolet que iba a servir de contención. La pintamos con guantes.
ARROSTITO: La casa operativa era la que alquilábamos Fernando y yo, en Bucarelli y Ballivián. Villa Urquiza. Allí teníamos un laboratorio fotográfico.
La noche del 28 de mayo. Fernando lo llamó a Aramburu por teléfono. Con un pretexto cualquiera. Aramburu lo trató bastante mal, le dijo que se dejara de molestar o algo asi. Pero ya sabíamos que estaba en su casa.
Dentro de Parque Chas dejamos estacionados esa noche los dos autos operativos: la pick-up Chevrolet y un Peugeot 404 blanco; y tres coches más que se iban a necesitar: una Renoleta 4L blanca, mía. Un taxi Ford Falcon que estaba a nombre de Firmenich, y una pick-up Gladiator 380, a nombre de la madre de Ramus.
La mañana del 29 salimos de casa Dos compañeros se encargaron de llevar los coches de recambio a los puntos convenidos. La Renoleta quedó en Pampa y Figueroa Alcorta, con un compañero adentro. El taxi y la Gladiator cerca de Aeroparque, en una cortada, el taxi cerrado con llave y un compañero dentro de la Gladiator.
En el Peugeot 404 subieron Capuano Martínez, que iba de chofer, con otro compañero, los dos de civil pero con el pelo bien cortito. Y detrás, Maza con uniforme de capitán y Fernando Abal, como teniente primero.
MARIO: Ramus manejaba la pick-up Chevrolet y la «flaca» (Norma) lo acompañaba en el asiento de adelante. Detrás íbamos un compañero disfrazado de cura, y yo con uniforme de cabo de la policía.
ARROSTITO: Yo llevaba una peluca rubia con claritos y andaba bien vestida y un poco pintarrajeada.
El Peugeot iba adelante por Santa Fe. Dobló en Montevideo, entró en el garage. Capuano se quedó al volante y los otros tres bajaron. Le pidieron permiso al encargado para estacionar un ratito. Cuando vio los uniformes, dijo que sí en seguida. Salieron caminando a la calle y entraron en Montevideo 1053.
Nosotros veníamos detrás con la pick-up. En la esquina de Santa Fe bajé yo y fui caminando hasta la puerta misma del departamento. Me paré allí. Tenía una pistola.
MARIO: Nosotros seguimos hasta la puerta del Champagnat y estacionamos sobre la vereda. «B cura» y yo nos bajamos. Dejé la puerta abierta con la metralleta sobre el asiento, al alcance de la mano. Habla otra en la caja al alcance del otro compañero. También llevábamos granadas.
Ese día no vi al cana de la esquina. Mi preocupación era qué hacer si se me aparecía, ya que era mi «superior», tenía un grado más que yo. Pasaron dos cosas divertidas. Se arrimó un Fiat 600 y el chofer me pidió permiso para estacionar. Le dije que no. Quiso discutir: «¿Y por qué la pick-up si?» Le dije: «¡Circule!» Se fueron puteando.
En eso pasó un celular. Le hice la venia al chofer, y el tipo me contestó con la venia.
Y de golpe, lo increíble. Habíamos ido allí más bien dispuestos a dejar el pellejo, pero no: era Aramburu el que salía por la puerta de Montevideo, y el gordo Maza lo llevaba con un brazo por encima del hombro, como palmeándolo, y Fernando lo tomaba del otro brazo. Caminaban apaciblemente”.
En 2004, el gran periodista Tomás Eloy Martínez publicó el libro “El cantor de tango”. Ese año ParqueChasWeb conversó con él sobre su nueva novela. En aquella entrevista señaló que “uno de los ejes de «El cantor de tango» son los laberintos y si hay un laberinto emblemático en la Ciudad de Buenos Aires ese es Parque Chas. En la novela hay una visión de la Ciudad y Parque Chas es un eje. Aquí ocurre toda la escena que ocupa el penúltimo capítulo y prácticamente los episodios centrales del libro, porque el último recital del Cantor de tango se hace en una esquina de Parque Chas”.
En uno de los capítulos de la ficción, Tomás Elóy Martínez hace mención a la casa donde se planeó el secuestro de Aramburu: “Parque Chas es un sitio apacible, dijo Alcira. Lo que sucede en cualquier punto del barrio se sabe al mismo tiempo en todos. Los chismes son el hilo de Ariana que atraviesa las paredes infinitas del laberinto. El auto que nos llevaba se detuvo en la esquina de Bucarelli y Ballivián, junto a una casa de tres plantas pintada de un raro color ocre, muy claro, que parecía arder bajo la última luz de la tarde. Como tantos otros solares de la zona, ocupaba un espacio triangular, con unas ocho ventanas en la segunda planta y dos a la altura de la calle, más tres ventanas en la terraza. La puerta de entrada estaba hundida en el vértice de la ochava, como la úvula de una garganta profunda. Enfrente se amodorraba uno de esos negocios que sólo existen en Buenos Aires, las galletiterías. En los años prósperos, exhibían bizcochos de variedades insólitas, desde estrellas de jengibre y cubos rellenos con miel de asfódelo hasta redondeles de jazmín, pero la decadencia argentina los había envilecido, convirtiéndolos en despachos de gaseosas, caramelos y peines. A partir de la esquina de Ballivián, la calle Bucarelli se alzaba en pendiente, una de las pocas que interrumpen la lisura de la ciudad. Dos grafitti recién pintados declaraban ‘Masacre Palestina’ y, bajo una imagen benévola de Jesús, ‘Qué bueno es estar con vos’.
En otro fragmento de El cantor de Tango, Eloy Martínez ofrece datos históricos vinculados al secuestro del general golpista en cuanto a las características de la casa, los detalles del secuestro y las pertenencias con las que contaba Aramburu al momento de su captura. En esos párrafos de la novela se transfigura la realidad, tal como hacen todas las novelas, dice el autor de Santa Evita.
“Apenas Sabadell desenfundó la guitarra, las calles que parecían desiertas empezaron a poblarse de gente inesperada, me dijo Alcira: jugadores de bochas, vendedores de lotería, matronas con los ruleros mal puestos, ciclistas, contadores con mangas de lustrina y las jóvenes coreanas que estaban en la galletitería. Los que llevaban sillas plegadizas las colocaron en semicírculo ante la casa ocre. Pocos habían visto a Martel alguna vez y quizá ninguno lo había oído. Las escasas imágenes que se conocen del cantor, publicadas en el diario Crónica y en el semanario El Periodista, en nada se parecen a la figura hinchada y envejecida que llegó a Parque Chas aquella tarde. Desde una de las ventanas cayó un aplauso y la mayoría hizo coro. Una mujer pidió que cantara Cambalache y otra insistió en Yira, yira, pero Martel alzó los brazos y les dijo: ‘Disculpen. En mi repertorio omito los tangos de Discépolo. He venido a cantar otras letras, para evocar a un amigo’.
“No sé si leíste alguna historia sobre la muerte de Aramburu, me dijo Alcira. Sería imposible. Pedro Eugenio Arambru. ¿Por qué sabrías algo de eso, Bruno, en tu país, donde nada ajeno se sabe? Aramburu fue uno de los generales que derrocó a Perón en 1955. Durante los dos años que siguieron ocupó la presidencia de facto, consintió el fusilamiento sin juicio de veintisiete personas y ordenó que el cadáver de Eva Perón fuera sepultado al otro lado del océano. En 1970, se aprestaba a recuperar el poder. Un puñado de jóvenes católicos, enarbolando la cruz de Cristo y la bandera de Perón, lo secuestró y lo condenó a muerte en una finca de Timote. La casa ocre de la calle Bucarelli fue uno de los refugios donde se tramó el atentado. El Mocho Andrade, que había sido compañero de juegos de Martel, era uno de los conjurados, pero nadie lo supo. Se fugó sin dejar rastros, sin dejar memoria, como si jamás hubiera existido. Cuatro años más tarde apareció en la casa de Martel, contó su versión de los hechos, y esa vez sí desapareció para siempre”
«(…) Durante seis meses, Andrade ocupó un cuarto en la casa ocre de la calle Bucarelli. En reuniones que duraban hasta el amanecer, discutía allí los detalles del secuestro de Aramburu con los otros conjurados. Su misión consistía en ayudar al dueño de casa, ciego de un ojo e inhábil con el otro, a dibujar los planos del departamento donde vivía el ex presidente y a fotografiar el garaje contiguo de la calle Montevideo, el bar El Cisne -que estaba en la esquina- y el puesto de revistas de la avenida Santa Fe, donde siempre había gente. Memorizaban las fotos, tomaban notas y luego quemaban los negativos. Dos semanas antes de la fecha elegida para el secuestro, el Mocho diseñó el itinerario de la fuga. Fue él quien encontró los descampados donde el prisionero debía ser trasladado de un vehículo a otro; fue también él quien decidió que el último vehículo, una camioneta Gladiator, llevara una carga hueca de fardos de alfalfa, dentro de la cual viajaría el secuestrado y los hombres que debían vigilarlo. Lo que más le importaba de aquella aventura era registrar con su cámara cada uno de los pasos: la salida de Aramburu del edificio de la calle Montevideo custodiado por dos falsos oficiales del ejército; el terror de su cara en la Gladiator; los interrogatorios en la finca de Timote, donde lo llevaron para juzgarlo; el anuncio de la condena a muerte, el momento de la ejecución. A última hora, sin embargo, le ordenaron que se quedara en la casa de la calle Bucarelli, para que comandara la eventual retirada. Los conspiradores grabaron cada una de las palabras que Aramburu balbuceó o dijo durante aquellos días, pero no tomaron fotografías. El jefe del operativo, que era un aficionado, trató de registrar su imagen recortada sobre una pared blanca, pero el rollo se rompió al apretar el obturador por quinta vez y las tomas se perdieron.
Quedar al margen de la aventura decepcionó tanto al Mocho que desapareció de Parque Chas sin avisar, como tantas otras veces. Los conspiradores temieron que los denunciara, pero su naturaleza no era la de un traidor. Se alojó bajo nombres falsos en una pensión de mala muerte, y a la semana siguiente regresó a la calle Bucarelli a buscar su ropa. La casa estaba vacía. En el laboratorio fotográfico, sobre la pileta de revelado, encontró los negativos de tres fotos tomadas, sin duda, por el torpe y cegato dueño del lugar. Identificó las imágenes al instante, porque sus compañeros las habían enviado a todos los diarios de la mañana, y algunos las exhibieron en la primera página. Una reproducía los dos bolígrafos Parker, el pequeño calendario y la traba de corbata que Aramburu llevaba cuando lo capturaron; otra exhibía su reloj de pulsera; la tercera, una medalla entregada en mayo de 1955 por el Regimiento 5 de Infantería. Pensó que era una grave torpeza no haber destruido los negativos, y los quemó allí mismo, con la llama de su encendedor. No advirtió que el pequeño rectángulo con la imagen de la medalla se le cayó por una ranura casi invisible, entre la pileta de revelado y una pared de mampostería. Los investigadores del ejército lo encontraron allí cuarenta días más tarde, cuando el desastre de La Calera ya había descifrado las claves del secuestro”.
¿Quién fue Aramburu?
Pedro Eugenio Aramburu nació en la provincia de Córdoba el 21 de mayo de 1903. Ingresó al Colegio Militar de la Nación el 1 de marzo de 1919 y egresó como subteniente de infantería el 22 de diciembre de 1922. Luego cursó la Escuela Superior de Guerra, donde obtuvo el título de Oficial de Estado Mayor. Participó activamente en la autodenominada “Revolución Libertadora” (Fusiladora denominada por el peronismo) que derrocó al General Juan Domingo Perón en 1955. A mediados de ese año, y como resultado de un golpe interno en las Fuerzas Armadas, asumió la presidencia provisional de la Nación en reemplazo de Eduardo Lonardi.
Su gobierno se caracterizó por una fuerte persecución contra el movimiento peronista: el partido fue proscrito, las universidades fueron intervenidas y a los docentes comprometidos con ese pensamiento se los expulsó. La Fundación Eva Perón fue disuelta y sus bienes liquidados, mientras que el cadáver de la mítica ex primera dama fue retirado de la CGT -que también resultó intervenida como el resto de los sindicatos- y transferido a un lugar por entonces desconocido. Luego se sabría que el cuerpo estuvo en distintos lugares de Europa.
El 5 de marzo de 1956, se publica el Decreto-ley 4161, que ordena la “Prohibición de elementos de afirmación ideológica o de propaganda peronista”. El mismo fue firmado por: Aramburu – Rojas – Busso – Podestá Costa – Landaburu – Migone. – Dell´Oro Maini – Martínez – Ygartúa – Mendiondo – Bonnet – Blanco – Mercier – Alsogaray – Llamazares – Alizón García – Ossorio Arana – Hartung – Krause.
En la publicación de Causa peronista del 3 de setiembre de 1974, también se describen los motivos del secuestro y ajusticiamiento de Aramburu, que significó el lanzamiento público de la organización político militar Montoneros.
Fragmento:
“Era el 29 de mayo de 1970. El día en que el Onganiato festejaba por última vez el Día del Ejército. El día en que el pueblo festejaba el primer aniversario del Cordobazo. Habían nacido los Montoneros.
El Aramburazo, como lo bautizó el pueblo, que jamás tuvo dudas respecto de los autores del operativo, fue el lanzamiento público de una organización político militar que habría de transformarse, en poco tiempo, en ejemplo y bandera del peronismo, en la máxima expresión de la lucha del pueblo contra el imperialismo y todos sus aliados y sirvientes nativos.
En este primer operativo firmado, llevado a cabo por un grupo de combatientes muy jóvenes, en absoluta precariedad de medios y contra un enemigo que, entonces, parecía todopoderoso. Montoneros definió su proyecto y mostró un camino. El Aramburazo logró, en ese sentido, la mayoría de sus objetivos.
El primer objetivo del Operativo Pindapoy. como lo bautizaron en un principio Los Montoneros era el lanzamiento público de la Organización. Se cumplió con éxito. En cuestión de horas, días cuanto más, todos los argentinos supieron que las luchas peronistas, las de la Resistencia, las del Plan de Lucha, la de los Uturuncos y todas las expresiones combativas del peronismo, se habían sintetizado en un grupo de jóvenes dispuestos a triunfar o morir por su pueblo. Esto lo supieron los gorilas de quince años atrás y los gorilas de entonces. Y lo supo también la clase trabajadora, la que siempre había creado nuevas formas de lucha contra cada «nueva estrategia imperialista, la que había dado su ejemplo a estos Montoneros que ahora avanzaban un paso más en la guerra: tomaban las armas hasta sus últimas consecuencias.
El segundo objetivo era ejercer la justicia revolucionaria contra el más inteligente de los cabecillas de la Libertadora. Porque si Rojas fue la figura más acabada del gorilismo. Pedro Eugenio Aramburu fue, en cambio, su cerebro y artífice. En Aramburu, el pueblo había sintetizado al antipueblo. El vasco era responsable directo de los bombardeos a la Plaza de Mayo, de las persecuciones y las torturas. Aramburu era culpable directo, además, del fusilamiento de 27 patriotas durante la represión brutal de junio del 56. Sobre él ejerció Montoneros la justicia de ese pueblo. Por primera vez el pueblo podía sentar a un cipayo en el banquillo y juzgarlo y condenarlo. Eso hizo Montoneros en Timóte: mostró al pueblo que, más allá de las trampas, las argucias legales y los códigos para reprimir a los trabajadores, había un camino hacia la verdadera Justicia, la que nace de la voluntad de un pueblo.
Aramburu fue, además, culpable de un delito que a los peronistas los había herido e indignado como pocas veces se indignó este pueblo. Aramburu había sido el artífice del robo y desaparición del cadáver de la compañera Evita. El pueblo lo sabía. Por esa intuición que lo caracteriza, el pueblo sabía, sin tener que preguntarle a nadie, que Aramburu era culpable de ese robo y de la mutilación del cuerpo de la Abanderada de los Trabajadores. Su recuperación, uno de los objetivos fundamentales del Aramburazo, no se pudo lograr. La negativa del fusilador a confesar, amparándose en un pacto «de honor» con otros gorilas, impidió que Montoneros supiera exactamente el paradero del cuerpo”.
En 2008, la periodista y escritora Gabriela Saidón, también vecina de Parque Chas, publicó el libro La montonera, que cuenta la historia de Norma Arrostito, una de las protagonistas del secuestro de Aramburu. A continuación, reproducimos un tramo de la entrevista que ParqueChasWeb le hizo a la autora de la biografía de la líder de la organización guerrillera.
- Para escribir "La montonera" ¿Cuál fue el punto de partida para indagar en la figura de Norma Arrostito? - Una foto fraguada de Norma Arrostito que circuló por las redacciones de los diarios y las agencias cuando los militares fabricaron la ficción de su muerte, en diciembre de 1976. La historia de esa foto me la contó mi marido, que es fotógrafo. Me impactó tanto como el monumento en Corrientes. Y fue la respuesta a la pregunta que entonces me estaba haciendo: sobre qué mujer de la historia escribir. - ¿Sabías que Arrostito vivió en Ballivián y Bucarelli, desde donde se cree se organizó el secuestro del general Eugenio Aramburu? - Sí, por supuesto. Eso está en mi libro. Pero te corrijo: sí vivió allí una Arrostito, pero no fue Norma, fue su hermana Nélida, con su marido, Carlos Maguid. Claro que Norma frecuentaba esa casa e incluso pasó allí unos días porque efectivamente, fue la casa operativa desde donde se planeó el secuestro y desde donde salieron esa mañana del 29 de mayo de 1970 Fernando Abal Medina, Norma Arrostito y el resto de los que ese mismo día se constituirían públicamente en la organización Montoneros, rumbo a Montevideo y Charcas, a la casa del ex presidente de facto Pedro Eugenio Aramburu. A veces, cuando paso por esa esquina, me pregunto qué espíritus habitarán esa casa. Y tengo entendido que ese año, 1970, por ese motivo, el precio de la propiedad bajó.
Fuente consultada para un tramo de la nota: Periódico El Barrio.
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