Historia

Parque Chas en la literatura y el cine


 

Milagro en Parque Chas
Por Inés Fernandez Moreno, («Cuentos de Fútbol Argentino, editado por Alfaguara».
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Cuento «Gándara y Londres«
Desde el barrio de Mataderos nos enviaron el cuento «Gándara y Londres». Alejandra Venturelli, su autora, nos confesó que no conoce Parque Chas y que para escribirlo se inspiró en un plano y en la historia del barrio publicada en este Portal.
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Cuento «Ilsa Lund», de Leonardo Killian
La historia me llegó un domingo por la tarde, aburrido y húmedo, en el bar Colón, a esa hora vacío o casi, con la sola presencia de Macedo, dueño, cocinero y mozo quien leía la Quinta, lapicera en mano, junto a la ventana que da a Triunvirato; vaya uno a saber qué resultados o combinación timbera estaba anotando… [leer cuento]

Cuento Laberinto Urbano, de Eduardo D. Suárez
– ¡Qué noche perra! -rezongó Roberto con bronca mientas manejaba su taxi en medio de la tormenta. Fijó la vista y acompañó el vaivén del limpiaparabrisas, que como un metrónomo acompasaba la lluvia. Había salido a trabajar en el turno tarde y a pesar del día, aparentemente propicio para los taxis, los viajes habían sido escasos… [leer cuento]


Parque Chas/El Laberinto Circular
Por Jorge Götling (Diario Clarín 5-10-2003)

Un coto cerrado, un barrio residencial plácido y amable erigido sobre una planicie unánime: casas al ras, chalés de dos plantas, claros, ventilados, con sol. Parque Chas todavía es un fuerte ubicado en un verde pulmón de la ciudad, defendido por cuatro fronteras: Triunvirato, De los Incas, Constituyentes y Pampa. Y decididamente infranqueable para quien ignore las particularidades de su estructura: sus calles interiores son circulares, concéntricas, cruzadas por otras paralelas.

El laberinto es terror de carteros nuevos, supone encrucijadas que se repiten, como las alucinaciones y las pesadillas: hay dos esquinas Bauness y Victorica separadas por 400 metros. Las redondas remiten a los primeros sueños de viajero, Berlín, Dublín, Atenas, Budapest, Constantinopla, Londres, Hamburgo o Bucarest. Omitirlas para salir al afuera, es uno de sus secretos. Veredas idénticas, cuidadas, suficientemente oscuras como para disfrutar un claro de luna rotundo, casi espectral, como en el campo.

En los años de plomo trucharon exclusiones del código de edificación y se erigieron cuatro edificios, las únicas alturas del Parque Chas. En el resto, persiste la postal de otros tiempos, silencio de siesta, atmósfera de seguridad heredada de su construcción laberíntica y de la falta de comercios. Hay tres plazas, una farmacia, también una única panadería, la misma carnicería de los 50 y varios quioscos.

La plaza tiene apodo vecinal: la llaman El Trébol, como el club emblemático que la enfrenta. Allí, reunión de veteranos y jubilados, naipes, dominó, mentiras, algún Chinato Garda y la tristeza instalada con la misma naturalidad con la que se instala en sus mesas el vino o las moscas.

La iglesia San Alfonso, el Colegio Petronila, el Club Parque Chas son otras condecoraciones. De su gimnasio partieron Abel Laudonio y Cucuza Bruno. En sus carnavales, ella y él sostuvieron las primeras húmedas promesas. En el canto de los pájaros del barrio, dicen que un eco las recuerda.


Mitos y realidades de los escritores de Parque Chas
Por Nuri Mateu
(permitida su reproducción mencionando a la fuente y la Autora)

La personalidad de cada barrio está determinada por el origen de sus habitantes, su topografía y los sucesos históricos. Por eso Borges puede ubicar sus cuchilleros en Palermo, Sábato sus torturados personajes en Belgrano, y los autores de Tango traen al bailarín compadrito luciendo sus pasos por las cortadas de Barracas al Sur.

Este relato intenta demostrar que Parque Chas se presta para elaborar cualquier fantasía, por más disparatada que ésta sea, (éste cuento incluido).
Pero… ¿qué es lo que atrae de Parque Chas? Sin duda su misterio, que alimentado por el espíritu del Minotauro de Creta, inspiró relatos que ni los refutadores de leyendas de las crónicas del «Angel Gris» pudieron con ellos.

Una de las excepciones fue Luis Luchi, que debía su inspiración a su entrañable amor al barrio, y soñaba con fundar «La República Independiente de Parque Chas». De su casa de Tréveris, y luego de Bauness y Bauness surgían innumerables obras. Cuando tuvo que irse en el 76, enfiló hacia Barcelona, donde la nostalgia nunca lo abandonó. Sin lograr la vuelta definitiva, recuperamos algo de su presencia a través de su último libro «Amores y Poemas de Parque Chas».

En el año 87, el guionista Ricardo Barreiro y el dibujante Eduardo Risso comienzan a publicar en la revista «Fierro» su historieta de mitos y leyendas «Parque Chas I y II» que tuvo trascendencia fuera del país y fue editada en Europa (Italia, Francia).

Sus protagonistas vivían un sinfín de aventuras, hasta hallar en los sótanos de una escuela el libro misterioso de los secretos, el conocimiento, la sabiduría y la locura, y terminan encontrando la realidad.

En la novela «El cantor de tango» aún inédita, de Tomás Eloy Martínez, la acción transcurre en Parque Chas y Villa Urquiza.
Jorge Humberto Ghersa nos cuenta de cómo Cacho despistó a la muerte corriendo por Berna, Bruselas, Victorica…

También están los que van en busca de aventuras y se sienten frustados cuandon encuentran enseguida la salida, como le ocurrió al humorista Rep en ocasión de nuestro 75 aniversario.
Pero el que hizo a Parque Chas, sin duda fue Dolina.

En su crónica «Perdidos en Parque Chas» relata las peripecias de Mandeb y sus amigos en aquel baile de la calle Budapest, al que nunca llegaron, su encuentro con el viejito que desde el año 39 vive del quisco que instalo, soñando con encontrar la salida y volver a su viejo barrio de Villa Crespo, del que imprudentemente salió un día.

En «La manzana misteriosa» afirma que es imposible dar la vuelta a una manzana acotada por las calles Berna, Marsella, La Haya y Ginebra. Exploradores franceses y urbanistas catalanes probaron suerte formando equipos numerosos que partian para diversos lados y nunca conseguían regresar al punto de partida. Suconclusión es que en realidad conviene no acercarse nunca a Parque Chas.

Hay quien dice que los cuentos de Dolina son trabajos por encargo, de los mismos vecinos, claro, que celosos y conservadores de sus costumbres quieren desalentar a los intrusos que podrían perturbar su tranquilidad.

Ni los colectivos son bien vistos por aquí. ¿Recuerdan ese ómnibus enloquecido del Bestiario de Cortázar? Entraba por la Agronomía, bordeaba el barrio por Chorroarín a toda carrera, y no paraba hasta la Chacarita.

¿Alguien recuerda que pasó con la línea 9 de colectivos?
¡Desapareció!… ¿ la 187?… ¡ Lo mismo!…
Hernan Torrado, un escritor de La Siberia, en su cuento «Línea 187» habla de la vieja leyenda que dice que una de las tantas entradas al infierno está en Parque Chas, y que la línea tenía un interno, el 666 que era el encargado de reclutar adeptos, y nunca más se lo volvía a ver. Un día, buscando datos junto con un amigo, lo vieron estacionado junto al cordón de la vereda, desde donde fueron invitados a subir, pero no aceptaron.

En otra ocasión, Hernan, en su libro «El campo de las manzanas» se sintió émulo del Dante, y decidió bajar al averno guiado por Virgilio en su versión porteña de Leopoldo Marechal.
Entraron por la calle Tréveris , por donde retornaron luego de una infernal aventura.

Eduardo Mignogna, que pasaba los veranos con sus abuelos en Bauness y Cádiz, reconoce que los relatos escuchados por boca de los primeros inmigrantes, influyeron en determinar su posterior vocación.

Cuando un escritor del barrio descubrió que ILSA, la protagonista de Casablanca, después de separarse de Ricky, apareció de incógnito en Parque Chas, y envejeció dando clases de francés, fue allí donde me animé a contar mi historia.

Fue allá por los sesenta y algo, y me la contó un viejito que vivía en una que vivía en una casa cuya familia yo frecuentaba por razones sentimentales.

En tono confidencial, del cual hacía cómplice a toda la familia, nos decía como un día, por las cercanías de Dublín y Liverpool apareció un hombre alto, buen mozo, pelo oscuro, de finos modales y gesto algo receloso. Casi nunca hablaba, y cuando lo hacía, por necesidad, revelaba un acento no identificable. Al parecer, se alojaba no muy lejos de allí.

Los muchachos lo observaban con desconfianza, porque habían visto a más de una chica suspirar cuando lo veían.
Pero él siempre daba la sensación de escapar de cualquier situación.

Unos meses después, otro hombre desconocido irrumpió en el barrio, sacando una foto de su bolsillo que cada tanto mostraba a los vecinos.

Lo veían pasar dando vueltas por Berlín y Gándara, girar sobre sus pasos, mirar para atrás desconcertado, pasar por la esquina de Berlín y Gándara una y otra vez, comparar una con otra, y comenzar a dar signos de estar volviéndose loco.

Un día lo vieron abatido, con expresión vencida, tomando una ginebra en el Bar de Turín y Barzana.
Entretanto…¿Qué había pasado con el hombre pintón, de modales refinados? Parece que recaló en la casa de la viuda.

Sofía, la de la calle Londres, que se lo acaparó apenas lo vió, pero él se ingeniaba por las madrugadas para recorrer las salidas, y así escapar en el momento justo. Como era muy inteligente no le costó mucho.

Ya habrán adivinado de quién se trataba. Sí, era el mismísimo Dr. Richard Kimble, el fugitivo, que había llegado a éstos lares siguiendo la pista del hombre manco, y el hombrecito de gesto hosco y malvado era el impecable inspector Gerard, que sufría una nueva frustación.

Dicen que una vez terminada la serie no se lo vió más por ningún lugar, y se cree que no logró salir del barrio, pero debido a que a él también lo atrapó una viuda, aunque un poco más entrada en años y en carnes, y muy convincente, pero ésta ya es otra historia.


Linea 187
Por Hernán Torrado

Tomesé cualquier calle de Buenos Aires, Quintino Bocayuba, por ejemplo. Si usted la sigue en un sentido determinado, en algún momento llegará al río; de esta manera, todas las calles de Buenos Aires conducen al Plata, menos las de Parque Chas.
Dicen las malas lenguas, que Luis Luchi –quien vivió en la esquina de Bauness y Bauness- salió una tarde a dar un paseo por Parque Chas. Descuidado, dobló en una esquina y apareció en Barcelona. Le gustó y se quedó.

En el “manual del buen taxista” está terminantemente prohibido tomar por aquellas calles que tengan nombre de capital europea. Las probables salidas conocidas, son tres: la esquina de Triunvirato y Tamborín, la de Juan Bautista Alberdi y Víctor Martínez (en Caballito) y la ciudad donde reside Luchi.

Sin embargo, la línea 187 penetraba en el barrio. En un principio era el 9. Después tuvo el número 107, pero, como ya había otros que usaban esa cifra los directivos desistieron de su propósito y adoptaron el mitológico 187, que iba desde Chacarita hasta José L. Suarez. Los propietarios eran los mismos que los de la 127.

Destino funesto el de esta línea cuyo fin estaba marcado por los dioses aún antes de que planificara su existencia. Quien creo el recorrido quiso que pasara por esa demostración práctica del eterno retorno que es Parque Chas, donde las calles van en círculo, naciendo y muriendo en un mismo punto en una redestrucción y una reconstrucción. Para atravesar el barrio fue menester la confección de mapas y hojas de ruta, que los choferes llevaban pegadas en los vidrios para no perderse.

En la noche del 6 de marzo de 1983, un grupo de delincuentes entró en la terminal de la línea 187. Robaron cinco millones de pesos argentinos y, a modo de chanza, sacaron de los coches los mapas que indicaban cómo cruzar Parque Chas y los tiraron en una desconocida alcantarilla de la Avenida Triunvirato. Los dueños no encontraron quien les confeccionara nuevos mapas y, como los originales se habían perdido en 1957, al poco tiempo todos los coches estaban extraviados en el barrio.

Sólo se volvió a ver a un chofer con su pasaje que, cuando al coche se le acabó el gas oil, lograron alcanzar a pie, y muy a duras penas, la Avenida de los Incas. Se salvaron después de meses de peregrinar.

Cuenta una vieja leyenda que en Parque Chas se encontraba una de las tantas entradas al infierno. Dicen que el mismísimo Bel Zebuth solía captar adeptos en un ómnibus de esta línea, el interno 666. Quienes tomaban ese colectivo solo sacaban pasaje de ida para el averno y nunca más se los volvía a ver.

Aún después de la extraña pérdida de la línea, hay testigos que afirman haber visto al coche 666 subiendo a los últimos despistados, que no tenían noticias sobre la extraña desaparición de los 187 y todavía esperaban ilusionados el colectivo.

Con Daniel Quintero, una noche seguimos a pie el recorrido de la 187 para obtener carteles que demostraran la existencia de esta línea. Mientras desatornillábamos uno de los que había hecho instalar Cacciatore, vimos sorprendidos que a la vera del cordón se había detenido un coche. Era el interno 666. Desde la puerta nos invitaban a subir: no aceptamos.

Según expertos en este tema, el príncipe de las tinieblas y Señor de las Moscas dejó hace algunos meses el 187 y hoy se muestra galante en un 112.

Durante algún tiempo mis amigo utilizaron esta pequeña noticia histórica para ganarse la simpatía de las minusas en las bailantas del Once, con resultados bastantes satisfactorios. Ariel Yapur, sin ir más lejos, anduvo durante meses con un bagayo que igual se habría levantado sin necesidad de contarle esta historia; pero él le atribuía propiedades mágicas, creía que entre líneas se encontraba una palabra secreta que lograba automáticamente el sometimiento del sexo opuesto. Después se rectificó.

Curiosamente, nunca usé esta historia con los fines altruistas que le dieron mis amigos. Sólo me dediqué a escribir una cuidada versión para una revista, que después cedió cortésmente a las modificaciones hasta ser incluida en este volumen


Historia de la manzana misteriosa de Parque Chas
en Crónicas del Angel Gris – Alejandro Dolina
© Copyright Editorial Colihue – 1996

Existe en el barrio de Parque Chas una manzana acotada por las calles Berna, Marsella, La Haya y Ginebra.
No es posible dar la vuelta a esa manzana.
Si alguien lo intenta, aparece en cualquier otro lugar del barrio, por más que haya observado el método riguroso de girar siempre a la izquierda o siempre a la derecha.

Muchos investigadores han intentado la experiencia formando grupos numerosos. Los resultados han sido desalentadores. A veces sucede que el paseante sigue en la misma calle aún después de doblar una esquina.
En 1957, un grupo de exploradores franceses desembocó inexplicablemente en la estación de Villa Urquiza.

Urbanistas catalanes probaron suerte formando dos equipos y partiendo cada uno en dirección opuesta. En cualquier manzana de la ciudad es fatal que los grupos se encuentren en la mitad del recorrido. Pero en este lugar no sucede tal cosa y hasta se han dado casos en que un equipo alcanza al otro por detrás.

Los más pertinaces han realizado excursiones a través de los fondos de las casas, con el resultado de aparecer siempre dejando a sus espaldas calles que no habían cruzado jamás.

En estas experiencias se descubrió que muchos vecinos son incapaces de indicar en qué calle viven. Asimismo existen casas que no dan a ninguna calle. Sus habitantes se alimentan de sus propios cultivos o de lo que generosamente les pasan por sobre las medianeras.

Los taxistas afirman que ningún camino conduce a la esquina de Ávalos y Cádiz y que por lo tanto es imposible llegar a ese lugar. En realidad, conviene no acercarse nunca a Parque Chas.


Halloween en Parque Chas
(Colección Zona de Pesadilla – 113 pág. Ediciones De la Mar)
Autora: Silvia Urich


Halloween en Parque Chas es una historia de suspenso que forma parte de la Colección infantil «Zona de Pesadilla» de Ediciones de la Mar. La autora del libro Silvia Urich, que es vecina de Villa Urquiza, nos comentó que la idea de escribir una historia que se desarrollara en Parque Chas fue del editor que vive en Santa Teresita, quien había escuchado hablar que en la ciudad de Buenos Aires existía un mítico barrio-laberinto.

La autora nos explica que en las historias de Zona de Pesadilla los lugares son protagonistas. Transcurren en ciudades o barrios de argentina famosos por tener historias fantásticas, como por ejemplo el Riachuelo, el Hotel «El Edén» de La Falda en Córdoba y en este caso Parque Chas.

La historia sucede durante la noche de brujas en la que Pablo y sus amigos fueron invitados a la fiesta de Halloween en Parque Chas, el barrio laberinto. La cita es la casa de Rupert, el nuevo y extraño compañero de colegio. Hacia allí fueron los chicos, disfrazados y dispuestos a asustar a los vecionos del barrio. Pero la noche de brujas no sería tan fácil. Rupert, tenía planeado algo muy especial para sus amigos.

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