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El club SABER celebró sus 90 años


 

El sábado 3 de diciembre se realizó una fiesta en su sede social que convocó a sus asociados, vecinos, y organizaciones vecinales.

 

Por Fernando Belvedere

La entidad barrial recibe este nuevo aniversario exhibiendo su recuperación cómo ámbito social y deportivo de contención. Esto se debe a la valiosa gestión de Susana Borda, presidenta del Saber desde 2007, y la Comisión Directiva que la acompaña.

“Asumí como presidenta porque es muy importante la función social, cultural, deportiva es decir el rol político no partidario que cumplen las instituciones barriales, desde allí mucho se puede hacer por la comunidad que nos rodea, un club debe ser la contención social necesaria para que los chicos y los jóvenes no tengan la calle como lugar de reunión y los mayores un lugar donde juntarse con sus pares y aportar todas sus experiencias”, expresó Borda a este medio apenas asumió su gestión hace casi una década.

En los últimos nueve años, el club se transformó en un lugar vivo en el que conviven una gran variedad de actividades.

“El Saber, tiene una muy rica historia, que la tenemos contada en un video que realizamos para festejar los 80 años. Debemos sacar el Club y la Biblioteca a la calle, para generar un gran movimiento cultural, que es por lo que siempre se destacó entre todos los clubes de nuestro barrio”, dijo Susana Borda en un reportaje realizado por ParqueChasWeb en 2007.

El club se sostiene con las cuotas sociales de sus 500 socios efectivos, el alquiler de salón y la cancha y la colaboración de las distintas actividades que funcionan en el Club. Poder acceder a los subsidios que otorgan tanto el Gobierno de la Ciudad como el Estado Nacional, facilitó poner en condiciones la sede social, para que todas las actividades se puedan desarrollar con normalidad y más vecinos puedan participar.

Ante el tarifazo de los servicios públicos que se produjeron este año, se realizaron varias actividades solidarias de apoyo al Club. A principio de año, Susana Borda, expresó que varios de los clubes barriales que integran el Registro Único de Instituciones Deportivas de la Ciudad; han hecho una presentación para pedir una medida cautelar contra el aumento de la tarifa de electricidad, haciendo hincapié en el artículo 16 de la Ley Nacional N° 27.098 que contempla el acceso a la tarifa social básica de servicios públicos para los clubes de barrio. “El pedido se fundamenta en la misión social de las entidades deportivas, a lo que se suma que muchas de ellas ofrecen sus instalaciones para que los alumnos de las escuelas públicas de la ciudad hagan gimnasia. En la tarifa social anunciada por el actual gobierno nacional nunca se tuvo en cuenta Asociaciones civiles y clubes de barrio. Tenemos abierta nuestras instituciones todo el día. La factura de enero fue de 800 pesos y la última que llegó con el aumento aplicado es de 3 mil pesos (+249%)”.

 

Un poco de historia

El 1º de diciembre de 1926 fue fundada la Unión Vecinal Pro-Fomento Agronomía en un cuarto de la casa sita en Llerena 3163.Además de la problemática edilicia preocupaba a sus miembros la cuestión del conocimiento, lo que dio vida a una modesta biblioteca organizada por el director de una cercana escuela creada por el educador y filántropo William C. Morris. Tampoco faltó el estímulo al sano esparcimiento juvenil centrado en la práctica deportiva, en especial del fútbol.

Un par de años después y no lejos de allí, cinco jóvenes amigos reunidos un domingo en la casa de Campillo 2863 resolvieron impulsar una Biblioteca Popular a la que llamarían «El Resplandor en el Abismo», en nada casual coincidencia con el nombre de una polémica obra publicada por el pensador francés Henry Barbusse.

Los propósitos fundacionales de Francisco Abalo, Miguel Casalnuovo, Emiliano Esteban, Juan Paríani y Cristóbal Romero, eran claros y precisos: «Propender a la elevación cultural e intelectual del Pueblo…así como también solicitar a quién corresponda las mejoras y aspiraciones del vecindario…desde una entidad abierta a toda persona…sin distinción de edad, sexo, nacionalidad, creencias y color…»

El breve estatuto consensuado reflejaba la vocación democrática e igualitaria de sus autores, aplicada a una escala que seguramente soñaron ver extendida alguna vez a toda la sociedad humana.

Ninguna de las dos entidades tenía sede propia. La expansión en volumen y en cantidad de adherentes pronto obligó a la Biblioteca Popular a abandonar el domicilio precitado e iniciar un periplo que la depositaría sucesivamente en Llerena 3066, Campillo 2799 y Llerena 2636; siempre en dependencias cedidas por desinteresados y solidarios vecinos.

Transcurriendo la primera Década Infame instaurada en septiembre de 1930 tuvo que alterar su nombre, «El Resplandor en el Abismo» se redujo a un menos sospechoso «El Resplandor». Ello no impidió que socios y vecinos siguieran nucleándose en conferencias y recitales, integrándose a su cuadro Filo dramático y disfrutando de los juegos de mesa. La Comisión de Damas monitoreaba las clases de corte y confección y de cocina doméstica además de colaborar con la Sub- Comisión de Fiestas.

Los más pequeños podían recibir lecciones de aritmética y sumarse al coro infantil, en cuyo repertorio se destacaban las marchas «El Resplandor» y «Hospital Tornú». Casi un 60 % de la población escolar zonal recurría a los servicios de biblioteca, la que fue reconocida en calidad de Popular por el Ministerio de Educación de la Nación ya en 1929 y registrada por la CONABIP bajo Nº 1351.

En fecha aún no determinada ambas entidades se fusionaron como Unión Vecinal Pro-Fomento Agronomía y Biblioteca Popular El Resplandor, alquilando el amplio predio ubicado en Llerena 2725/27/29.

En 1936 pasó a denominarse Sociedad de Fomento Agronomía y Biblioteca Popular El Resplandor (sustento de la sigla S.A.B.E.R.), quedando oficializada desde 1945 como «S.A.B.E.R. ASOCIACION DE FOMENTO EDILICIO AGRONOMIA Y BIBLIOTECA POPULAR EL RESPLANDOR».

Un ponderable y creativo proyecto de unión con otra señera institución barrial naufragó en 1947, según aún se cree, por una presunta irreconciliable rivalidad deportiva latente entre ambas. El viejo sueño de la casa propia cristalizó en julio de 1953, promediando el ciclo de plenitud y esplendor iniciado en los años `40 y prolongado por más de dos décadas.

En el S.A.B.E.R no se daban tregua las múltiples actividades. Los vecinos, ávidos de participar y socializar lo sentían como un segundo hogar. Juegos y deportes convocaban sin distinción de edad o de género, descollando las competencias internas e interinstitucionales de basquebol, bochas, tenis-paleta y ajedrez.

Atraían la atención de iniciados y neófitos las muestras de artistas plásticos, los textos en vivo de poetas lugareños, además de la palabra de caracterizados historiadores. Concurridas representaciones teatrales, conciertos, peñas folklóricas y cenas de camaradería culminaban en clásicos bailes familiares, al compás de orquestas o de «selectas grabaciones». ¿Cómo describir el entusiasmo por los pic-nics en las costas de Vicente López y de Quilmes, con sus traslados en camiones y «bañaderas»?

Enorme lucimiento adquirieron los festejos carnavalescos y sus veladas danzantes animadas por los más encumbrados conjuntos típicos y sus hoy legendarios vocalistas, alternando preferencias con orquestas de jazz, de música tropical y característica.
El lleno total en las instalaciones del S.A.B.E.R convertía en insólitas pistas de baile las veredas de su cuadra.

En otro orden, los asociados tenían derecho a atención médica, curación y vacunación gratuita en el consultorio propio; lo mismo que asesoramiento jurídico y notarial.
Pero como espesos nubarrones sobrevendrían períodos de confusión, desconcierto y retroceso, a tono con las largas vicisitudes padecidas por nuestro país. Y no faltó una bomba con la fallida pretensión de apagar para siempre el resplandor de nuestra biblioteca.

A pesar de tiempos y de circunstancias históricas, de disímiles estilos de conducción y de fluctuantes adhesiones de la barriada, nunca se resignó a vegetar erráticamente ni se permitió defraudar el legado de sus preclaros fundadores.

Recordaba uno de éstos Juan Pariani, primer bibliotecario de «El Resplandor en el Abismo»: «… nuestro lema fue amistad y respeto por las instituciones que se formaron en el barrio, sin diferencia por las tendencias políticas o filosóficas, credos religiosos u orígenes. Lo que más respeto de mi barrio es la presencia y permanencia de los ideales y la ausencia total de discriminación. Este fue un barrio con criterio amplio, hemos tenido también contratiempos, pero la obra está acá. Eso pervive y nada ni nadie la podrá destruir» («La Agronomía, el campo en la ciudad», en Historia de Buenos Aires Año 2, Nº 8, junio 1988 editado por el Instituto Histórico de la Ciudad de Buenos Aires).

 

Más información:

Club Saber y Biblioteca El Resplandor, Llerena 2727, Agronomía. Informes: 4522-5148 (biblioteca) y 4521-8146 (Club), o por email: clubsaberoficial@gmail.com

Facebook: Asociación Saber / Club SABER

 

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(Foto de nota: Rubén Poli)

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