Disgregar y diseminar las megalópolis
Hacia mediados del siglo XX las tradicionales ciudades del mundo comenzaron a perder importancia ante la aparición de un nuevo fenómeno urbano: las megalópolis. Hoy su magnitud es tal, que desde el espacio se ven como inmensas manchas grises expandiéndose sobre el verde de la tierra del planeta.
Por Carlos A. Wilkinson*
Si bien la revolución industrial comenzó a generar migraciones sistemáticas e importantes del campo hacia las ciudades, las megalópolis se originaron en las migraciones provocadas por la “industrialización” del campo. En efecto, cuando en extensiones rurales de considerable magnitud se homogeneizaron, estandarizaron y automatizaron las producciones agropecuarias, generaron una expulsión masiva de la población rural hacia las, hasta entonces, ciudades medianas y grandes, impulsando así el nacimiento de las megalópolis. Por su parte, el desarrollo de múltiples y diversas actividades en estos centros urbanos receptores, al abrir potencialidades económicas de sobre vivencia, inexistentes en las áreas rurales, facilitaron el afincamiento en ellas.
La absorción de la población rural, sumado al aumento vegetativo natural fue haciendo que las ciudades incrementen su densidad poblacional y extiendan su territorio urbano. Hasta que muchas de esas ciudades, a causa de la expansión geográfica continua, se fusionaron con otras ciudades cercanas, configurando así las megalópolis; esos conjuntos urbanos con desde veinte a cientos de millones de habitantes.
En estas manchas urbanas grises, viven decenas de millones de personas, que se mueven en decenas de millones de automotores, compran decenas de millones de objetos, emiten decenas de millones de toneladas de basura y generan una cantidad creciente de problemas. Desde la seguridad hasta el tráfico, la superpoblación urbana acarrea una cantidad de condiciones preocupantes para la vida colectiva: el stress o tensión psíquica permanente y masivo, la ruptura de todos los vínculos comunitarios, la ingobernabilidad con el consiguiente aumento de la represión, la creciente contaminación del medio ambiente, el inmenso derroche de recursos, la marginalidad, desigualdad y pobreza progresivas, etc. De manera que se torna imprescindible repensar y rediseñar la forma en que la población humana se integra y asienta sobre el planeta. So pena de avanzar en una vida colectiva cada vez más caótica, violenta y amenazante para el medio ambiente.
Actualmente existen las suficientes alternativas en términos de medios de transporte, sistemas de información a distancia, métodos de construcción, desarrollos verdes y acuáticos, así como de crecimientos y cuidados de especies vegetales y animales, como para que se abran posibilidades de organizaciones urbanas novedosas y superadoras de las megalópolis.
Los asentamientos humanos de la civilización del CUIDAR…NOS, deben fundarse en el principio de acoplar y subordinar las agrupaciones urbanas, al mantenimiento y desarrollo de la naturaleza existente en cada lugar. En tal sentido las estructuras y dinámicas naturales de la tierra, el agua, la flora y la fauna específicas de cada zona, deben configurar el marco en el que se inserten e integren las urbanizaciones, adecuándose y adaptándose a ellas. Por ejemplo, en una zona montañosa y boscosa, el asentamiento urbano debe no solo mantener la configuración pétrea y la declinación de la tierra, respetar los cursos de agua, mantener el arbolado y sostener las especies animales existentes, sino que debe integrarse y convivir con ellas. Construyendo casas aprovechando los árboles y las rocas existentes; utilizando los cursos de agua y sus acumulaciones naturales con derivaciones y sistemas abiertos de usufructo, sin entubamientos; generando el uso alimentario de los frutos y animales del lugar; promocionando el desarrollo de la fauna autóctona y de la flora nativa, a la vez que creando áreas especiales para que sobrevivan los animales peligrosos sin que corra riesgo la población; etc.
La implementación de estos nuevos agrupamientos va a requerir, en la práctica, al menos dos grandes tipos de políticas urbanas: diseminar la población y desagregar las megalópolis.
Diseminar la población implica generar una multiplicidad de nuevos núcleos urbanos pequeños y medianos, en áreas actualmente no urbanizadas. Esta acción no solo provocará un mejor despliegue de la población en el planeta, sino que desconcentrará y disminuirá la densidad de las megalópolis y las grandes ciudades, a la vez que facilitará el acoplamiento y adecuación de los asentamientos humanos a las características de la naturaleza en cada región.
Por su parte disgregar las megalópolis consiste en separar las ciudades que se han fusionado o tienden a hacerlo, implantando entre ellas poderosos centros de naturaleza activa, que vayan imponiendo su dinámica y desarrollo a los núcleos urbanos que las rodean. Esta acción implica dar vuelta completamente la tendencia, hoy dominante, a la concentración urbana.
Cabe agregar, finalmente, que los procesos de rediseño urbano mencionados deben ser acompañados por una serie de transformaciones en los sistemas de transporte y comunicación, así como de cambios significativos en otros aspectos centrales de la vida colectiva. Porque la nueva civilización constituye una totalidad integral, en la que la modificación de cada ámbito de la realidad debe, necesariamente, estar conectado, articulado y apoyado por los demás.
*editor del blog chevosquiensos.wordpress.com/
(Foto:NASA)