Un misterioso laberinto porteño
Publicamos un ensayo sobre Parque Chas, que nos envió una estudiante de Ciencias de la Comunicación de la UBA.
Por Gabriela N. Cerqueiro
Heme aquí, en la puerta del laberinto. En la puerta de entrada del laberinto. Voy a entrar y espero poder salir.
Existe en la ciudad de Buenos Aires un barrio, su nombre: Parque Chas. Existen, en este barrio, muchos motivos para perderse. Uno de esos motivos es su forma de laberinto que marea. Cual misterioso círculo concéntrico de calles y esquinas tramposas, posee una esencia de enigma existencial que invita e incita a conocerlo por dentro. Claro está que la invitación es sólo para los valientes que no temen a los peligros de los caminos sin fin ni precedentes.
Los señaladores de calles indican mi ubicación: Avenida Triunvirato y Victorica. Junto a la luz del sol me adentro en el laberinto, esto es, me decido a conocer el barrio porteño de Parque Chas. Todo va bien hasta el momento, a decir verdad, nada es demasiado diferente al resto de la barriada porteña. Pero tal vez algo empieza a ser particular, algo es distinto. A modo sinestésico, se puede percibir un silencio mezclado con verde, blanco y coral. Se puede vivenciar ese aire de barrio de otrora, pero sin ningún filtro de fotografía sepia, sino con la luz presente del mediodía actual. Es tan lindo ese silencio de siesta, ¿Cómo alguien podría perderse? ¡Oh! ¿Qué es eso? Una mariposa blanca, la seguiré.
Esto es interesante, mágico tal vez, la mariposa se ha ido y ya no estoy en Victorica. De repente llegué a Dublín, y todo se ha vuelto más curvo, sinuoso y… diferente. Nada malo puede pasar en tanto camine en línea recta, y eso es lo que haré. Adornan mi paseo las Hortensias, la Santa Rita, la Bella Elena y… ¡Los Floripondios! Primavera primordial.
El sol va cayendo de a poco, y los vecinos hablan entre sí con familiaridad. Charlas de política, saludos y bicicletas. ¡Soy una extraña entre ellos! El sol se termina de retirar y me doy cuenta de que Dublín me pierde o algo me pierde… Esto es desconcertante. La cuestión es que me perdí.
Me animé y me desafié. También me encanté con los vislumbres de tan bello lugar, pero he de reconocerlo: estoy desorientada y muy lejos de los caminos lisos y previsibles.
Que no cunda el pánico. A falta de mapas y de lógica topológica tradicional, la mente, en perpetua búsqueda de supervivencia, advierte que no he tenido en cuenta, hasta el momento, el gran invento humano que es el GPS, ¿Cómo no se me ocurrió antes? Evocada ella, a semejante herramienta de geolocalización recurro. Pero, ¡Horror! La batería del teléfono celular está baja ¡Muy baja! y ¡Más que espanto! El celular se apaga, ¿Qué hacer?
De repente, aquí me hallo, en el fondo más profundo de los temores humanos. ¡Aquí me hallo! En el hueco donde habitan todos los monstruos imaginados por el Hombre. Aquí me hallo. ¿Cómo salir? Claro… Que no cunda el pánico (He aquí una clave importante).
Y, como debe ser en todo laberinto, sigo caminando. Y, como debe ser en todo laberinto, me sigo perdiendo, Y sigo deseando (con todas mis fuerzas) encontrarme, encontrar la salida.
Perderse para encontrarse (Pienso). Pero esto es feo ¡Esto es terrible! yo lo sé, despavorida me verán, y despavorida me encontrarán. El frío me devorará, ¡Los lobos me comerán! Todo con un final terrible terminará, ¡Oh, cuán cuento de terror psicológico es este presente que no controlo! Pero he de salir, he de comprender que todo está aquí, en mi mente, y que, si lo decido, la esperanza se vislumbrará. He de comprender que todo lo imaginé y todo lo imaginaré. Tal vez quede caminar, intentar. Pero el frío, la soledad y el miedo son tan intensos. Mente, recordame, que solo sos vos. Sos solo vos… Sos solo vos… Solo vos.
Algo mejoró porque ahora estoy en Berlín, y caminando derecho me tengo que encontrar, pero no. ¿Cómo es esto? Llego a la esquina y veo una fuente. Esquina. Fuente. Esquina. Fuente. Esquina. Fuente. Esquina. Fuente. ¡Ahhh! ¡Pero claro!
La Fuente. Hela ahí, la fuente, en el mismo centro del laberinto. Su impronta no es casual. Es, más bien, oportuna. La Fuente como punto de inflexión. Tal vez el laberinto puede dejar de ser un infierno sin escapatoria para convertirse en una hermosa aventura indecible.
De repente entiendo: percepción, significación e interpretación ¡Brillante! La noche se vuelve preciosa. El laberinto ya no es un peligro, sino una experiencia única. Esto sí que es revolucionario. La misma subversión de la realidad. Es la fuente y el gran momento de reflejo, de reflexión, de entendimiento.
¡Momento! El viento sopla, ¿Victorica? ¡La calle transversal! ¡Es por donde entré! Es la entrada, es la salida (que siempre estuvo ahí).
Empiezo a caminar por la diagonal, avizoro aquellas luces lejanas que con cada paso van convirtiéndose en cercanía, que poco a poco van transmutándose en faroles de la esperanza misma. Camino, casi corro, y voy vislumbrando esa forma, la velocidad de los vehículos, el andar de las personas ¡Lo sé! ¡Lo puedo sentir! ¡Es Avenida De Los Incas! ¡La Salida! ¡Oh, anheladas cuadras cuadradas! ¡Oh, anheladas calles rectas! ¡Oh…! Oh… oh…… Creo que me gusta el laberinto.
¡Oh, Parque Chas! ¡Oh, laberinto de múltiples circularidades! ¿Cómo no encandilarme contigo? Tus caminos sinuosos me ofrecen lo imprevisto, ellos me sitúan, constantemente, ante la encrucijada que obliga a elegir. Y elegir siempre posibilita forjar la propia voluntad de destino.
¿Por qué temer? Es de los caminos predecibles y pre hechos de quienes me despido. La bienvenida es para las encrucijadas desafiantes. Me decido por mi laberinto misterioso con final feliz.