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Un faro que sigue brillando.El café notable de Av. de los Constituyentes y La Pampa cumplió 80 años


 

 

Tras un período de decadencia, el Bar El Faro supo volver a consolidarse como un clásico de cuatro barrios: Parque Chas, Villa Urquiza, Villa Pueyrredon y Agronomía. Desde hace un año y medio integra la lista de cafés notables de la ciudad. Actualmente alberga espectáculos de tango los viernes a la noche y lo sábados por la tarde.

Por Alan Levy

Es una mañana como cualquier otra en El Faro. Cuando nos disponemos a entrevistar al encargado, un habitué del lugar se nos acerca ávido por dar su testimonio: “¿Querés una anécdota, pibe? En aquella mesa, hace veinticinco años, me curraron una guita diciéndome que me hacían zafar de la colimba. ¡Número 885 saqué! ¡Entré como un caballo! Después el tipo me la devolvió porque lo fui a buscar cien veces. Todavía sigue parando acá ese malnacido”. Conversaciones como ésta son moneda corriente en el reducto de Av. De los Constituyentes 4099, esquina La Pampa. De eso se trata: del código de barrio, la apiolada, el tango, el café con amigos, la barra de la esquina, el mostrador, el fulbo, el matutino y los desengaños amorosos. Esta clase de condimentos hacen de este café un espacio que tiene marcadas a fuego las tradiciones más porteñas.

foto: facebook Barl El Faro

Se escucha La 2×4 de fondo y los clientes sacan las facturas del mostrador como si fuera la cocina de su casa, previo gesto aprobador del encargado Marcelo Lizarraga, quien nos atiende mientras prepara cafés en jarrito y en vaso.

-¿Qué significó para los clientes históricos la puesta en valor de El Faro?

-Este lugar es parte de su historia. Una clienta de sesenta años me llamó el otro día contándome que se emocionó cuando escuchó una nota que nos hicieron en la radio, porque su padre la traía acá de chica. Lamentablemente, esto llegó a convertirse en una especie de antro: por suerte lo pudimos revalorizar. Hace apenas tres años estamos a cargo. Recuperamos algo que le pertenecía al barrio.

En una de las paredes se puede apreciar el clipping de los medios gráficos que publicaron artículos relacionados con El Faro en estos últimos años: Página 12, Clarín, Tiempo Argentino y, por supuesto, El Barrio. La estantería, como era de esperar, está plagada de aperitivos de todo tipo y de los más llamativos elementos decorativos (de los cuales nos ocuparemos más adelante). El menú es otro de los platos fuertes. La clientela puede llevarse el café molido a su casa o tomarlo en el bar. Además se preparan platos criollos como el mondongo, el guiso de lentejas y el locro.

-¿Cómo fue que le volvieron a apostar al tango?

-El tango vuelve al barrio fue una iniciativa de Hernán Cucuza Castiello. Lo conozco del ámbito futbolero: soy de dueño de una canchita de fútbol de por acá. Nosotros lo acompañamos en esta movida y fue un éxito total: después de cada show, hay un “tercer tiempo”, la famosa recalada en donde la gente charla en un ámbito más íntimo y canta. A través de este sensacional éxito se propuso a El Faro como café notable, cosa que se materializó hace un año y medio. Uno de los gestores fue Julio Dupláa.

Recordemos que, según la ley 35/98, se considera notable a aquel café, bar, billar o confitería relacionada con hechos sociales y culturales de significación, cuya antigüedad, diseño arquitectónico y relevancia local le otorga un valor propio. Además del ciclo tanguero recién mencionado, los sábados por la tarde funciona una peña de tango y folklore. El Faro participa de algunas actividades que organiza el Gobierno de la Ciudad, como ser sede del Festival de Tango o de la famosa promo 2 x 4 en la semana de los cafés notables, cuando se pagan dos cafés y se consumen cuatro.

Entre los artistas que pasaron por allí se encuentran el Negro Júarez, Alberto Podestá y el Chino Laborde. Lo de Júarez fue una cosa fuera de serie: cantó a las doce y media de la mañana, se despidió, fue a tocar al Centro Cultural Torquato Tasso (N. de la R.: Recordemos que el Tasso se ubica frente al Parque Lezama, apenas a unas 150 cuadras de El Faro) y a las tres y media de la matina reapareció diciendo que volvía porque se había encontrado con un ambiente muy cálido. Se quedó hasta las diez de la mañana.

Parecería que el secreto del renacimiento del faro tiene que ver con una combinación de sus aspectos más históricos con algún que otro elemento más contemporáneo. Ejemplo de esto último es el hecho de que le armaron una linda página web (www.elfarocafebar.com.ar) y también se puede leer el diario de manera tradicional o chusmearlo a través de Internet, ya que el bar cuenta con Wi-Fi.

La decoración del lugar merece un capítulo aparte. Sus estantes incluyen una colección de faros en miniatura que le fueron regalando los clientes al dueño actual. El asunto se tornó internacional: hay uno de Nueva York y otro oriundo de Brasil. También hay fotos de Marcelo junto a un faro de la localidad de Claromecó y al lado del famoso faro fueguino de San Juan de Salvamento, mundialmente conocido como el Faro del Fin del Mundo, que dio nombre a la novela homónima de Julio Verne. Otro de los obsequios que le hicieron fue un viejo vino Carlón, igualito al que describe el tango “Pucherito de gallina”, de Roberto Medina, popularizado fundamentalmente por Edmundo Rivero. Finalmente, en sus paredes cuelgan fotos de viejas glorias del deporte y personajes típicos del imaginario popular argentino, como por ejemplo Carlos Monzón, Minguito, Sandro, Carlos Gardel y Alberto Olmedo, entre otros.

Otra curiosidad destacable es la ubicación geográfica del reducto: se encuentra en la cuádruple frontera entre Parque Chas, Villa Urquiza, Villa Pueyrredon y Agronomía.

La histórica barra

Para recuperar la memoria se puede apelar a los documentos, pero también a los testigos. Es por eso que Marcelo nos introduce a Alfredo Corazza, un histórico del lugar, que todos los días se acerca a tomar un cafecito y charlar con los mismos amigos que desde hace décadas lo acompañan.

-¿Cómo era El Faro tiempo atrás?

-Hace más de cuarenta años que paro acá. En su momento este bar no cerraba nunca, salvo el primero de mayo, en Nochebuena y Año Nuevo. Supo tener un reservado con boxes que las parejas disfrutaban para apretar, nadie veía nada. En el 76 los tuvieron que sacar. De todas formas acá nunca hubo timba, falopa ni cosas raras: siempre fue todo muy tranquilo. La barra del faro tenía su propio equipo de fútbol, un equipazo: de acá salieron jugadores de primera. Al que más recuerdo es a Miguel Angel Laino, quien atajó para Almagro, Atlanta y Rosario Central. También estaba Pedro Marchetta. Los torneos se solían jugar en verano en Villa Lynch. El Faro llegó a salir subcampeón en una oportunidad.

Alfredo afirma con un velo de nostalgia y seriedad: “Somos una barra de más o menos veinte, históricos. Nos conocemos de chicos, del barrio. Parábamos acá a la vuelta, en Ceretti y Echeverría, y empezamos a venir al bar. Actualmente vengo todos los días al mediodía y después, a eso de las siete y media de la tarde, nos encontramos con los muchachos a tomar un café antes de volver cada uno a su casa”. La obsesión por este lugar es tan grande que hasta puede mimetizarse con toda una elección de vida: “Tengo amigos que se casaron con mujeres que vivían Barracas o Valentín Alsina y vinieron a vivir al barrio, entre otros motivos, para estar cerca de El Faro”, agrega Alfredo.

Finalmente, cuando le preguntamos por alguna anécdota que sea recordada entre sus amigos, si bien nos aclara que habría material suficiente como para escribir un libro selecciona la siguiente: “Un flaco que paraba acá hace unos años le ponía petardos a los cigarrillos y los dejaba en el baño de hombres. Resulta que en una oportunidad no se cómo fue a parar el faso al baño de mujeres, le explotó a una mujer en la boca y salió a insultar a todo el mundo ¡El tipo era un desalmado total!”.

Fuente: Periódico El Barrio

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