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Se realizó una misa a 43 años de la Masacre de San Patricio

Como todos los años desde hace más de cuatro décadas, la Comunidad Palotina recordó el martirio de Alfredo Leaden, Pedro Duffau y Alfredo Kelly y los seminaristas Salvador Barbeito y Emilio Barletti. Los religiosos fueron muertos a tiros en la Parroquia del barrio de Belgrano, en la madrugada del 4 de julio de 1976.

 

Se conoce como la masacre de San Patricio al crimen perpetrado por los militares argentinos con el asesinato de tres sacerdotes y dos seminaristas palotinos el 4 de julio de 1976, durante la dictadura militar autodenominada Proceso de Reorganización Nacional, ejecutado en la iglesia de San Patricio, ubicada en el barrio de Belgrano de la ciudad de Buenos Aires (Argentina). Los religiosos asesinados fueron los sacerdotes Alfredo Leaden, Alfredo Kelly y Pedro Duffau, y los seminaristas Salvador Barbeito y Emilio Barletti. En la iglesia San Silvestro, de la orden de los Palotinos, ubicada en Roma, se colocó una placa en memoria de los cinco religiosos de la orden.

 

«El suceso narrado coincidió en el tiempo con la recepción de otra carpeta «confidencial» que contenía documentación perteneciente a los Padres Palotinos… el cura párroco Alfredo Leaden y Pedro Duffau y los seminaristas José Emilio Barletti y Salvador Barbeito. Agrega el declarante que entre la actividad ejercida por el Ministerio del Interior, estaba la vigilancia sobre aquellos sacerdotes denominados «tercermundistas» existiendo un archivo de 300 nombres con informaciones detalladas sobre la actividad de cada uno de ellos. En referencia al caso de los Padres Palotinos, el declarante posee en su poder una agenda telefónica de uno de los sacerdotes, que guardó como prueba de que dicha documentación se encontraba en dependencia del Ministerio del Interior en la época de referencia…» (Declaración prestada por el ex oficial de la Policía Federal argentina Peregrino Fernández, entre el Grupo de Trabajo sobre Desapariciones forzadas en la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas con sede en Ginebra).

 

El Padre Alfredo Leaden, de 57 años, era delegado de la Congregación de los Palotinos Irlandeses; el Padre Pedro Duffau, de 65 años, era profesor; el Padre Alfredo Kelly, de 40 años, era director del Seminario de Cataquesis en Belgrano y profesor en el Colegio de las Esclavas del Santísimo Sacramento; Salvador Barbeito, de 24 años, era seminarista, profesor de filosofía, psicología y catequista además de rector del Colegio San Marón; Emilio Barletti, de 25 años, era seminarista y profesor.

 

Del diario personal del Padre Kelly

«He tenido una de las más profundas experiencias en la oración. Durante la mañana me di cuenta de la gravedad de la calumnia que está circulando acerca de mí. A lo largo del día he estado percibiendo el peligro en que está mi vida. Por la noche he orado intensamente, al finalizar no he sabido mucho más. Creo sí que he estado más calmo y tranquilo frente a la posibilidad de la muerte. Lloré mucho, pero lloré suplicando al Señor que la riqueza de su gracia que me ha dado para vivir acompañara a aquellos a quienes he tratado de amar, recordé también a los que han recibido gracias a través de mi intercesión, lloré mucho por tener que dejarlos. Nunca he dudado que fue Él quien me concedió la gracia y tampoco que no soy indispensable, aunque tengo mucho que decirles aún, sé que el Espíritu Santo se los dirá… Y mi muerte física será como la de Cristo un instrumento misterioso, el mismo Espíritu irá a algunos de sus hijos, pedí para que fuese a Jorge y a Emilio, para los que me odian, para los que recibieron a través de mí, para el florecimiento de las vocaciones, para crear hombres dentro de la sociedad que sean necesarios, los que Él desea. Me di cuenta entre mis lágrimas de que estoy muy apegado a la vida, que mi vida y mi muerte, su entrega, tiene por designio amoroso de Dios, mucho valor. En resumen: que entrego mi vida, vivo o muerto al Señor, pero que en cuanto pueda tengo que luchar por conservarla. Que seré llamado por el Padre en la hora y modo que Él quiera y no cuando yo u otros lo quieran. Ahora, justo en este momento estoy indiferente, me siento feliz de una manera indescriptible. Ojalá que esto sea leído, servirá para que otros descubran también la riqueza del amor de Cristo y se comprometan con Él y sus hermanos, cuando Él quiera que se lea. No pertenezco ya a mi mismo porque he descubierto a quien estoy obligado a pertenecer. Gracias Señor». (1ª de julio de 1976)

 

La Comunidad Palotina y un mensaje que se renueva los 4 de julio de todos los años

Cinco consagrados a Dios fueron asesinados en la parroquia San Patricio de la arquidiócesis de Buenos Aires; los Padres Alfredo Leaden, Pedro Dufau, Alfie Kelly y los seminaristas Salvador Barbeito y Emilio Barletti, todos ellos miembros de la Sociedad del Apostolado Católico (Padres y Hermanos palotinos).

 

El crimen se produce en el período más oscuro de nuestra historia, Argentina vivía una escalada de violencia que culminó en el terrorismo de estado, protagonistas de crímenes de diversa índole, entre ellos la tortura, el asesinato, la desaparición de personas y el secuestro de niños (Mensaje de la Comisión Permanente del Episcopado Argentino al cumplirse 40 años de la ruptura del orden constitucional). Unos días antes del trágico acontecimiento, ellos se preguntaron cuál tenía que ser la conducta a seguir ante todo lo que venía sucediendo; debían callar o seguir anunciando la Palabra que proclama la dignidad de toda vida humana. La respuesta fue: tenemos que obedecer a Dios antes que a los poderes de este mundo. Anunciar el valor de la vida en medio de tanta muerte hizo de sus vidas, vidas testimonialmente proféticas. En este testimonio profético fueron fieles a su compromiso de consagración a Dios.

 

Juntos vivieron y juntos murieron. Fue un atentado a una comunidad comprometida en el anuncio del Evangelio. El compromiso de fe los llevó a defender el valor de toda vida y promover los valores evangélicos de la justicia, de la paz y del compromiso con los indefensos de la humanidad.

 

Cinco personas muy diferentes entre sí, con diversas miradas de la realidad, pero unidas en el mismo anhelo de fidelidad a la Verdad. Sus historias y sus edades eran muy diversas pero los cinco se apasionaron, movidos por el carisma heredado de San Vicente Pallotti, a anunciar la Palabra de Dios que da a cada uno un lugar en la Iglesia y en el mundo. Gastaron su vida en la misión Evangelizadora que siempre es transformadora de la realidad.

 

Como comunidad Palotina y como Iglesia queremos hacer una memoria agradecida por todo lo que hemos recibido de Dios a través de cada uno de ellos. Resuenan en nuestros corazones innumerables palabras, gestos, actitudes, opciones que nos ayudaron a encaminar nuestras vidas por la senda del bien y la verdad. Hacer memoria agradecida por su sangre derramada. Ella es hoy para nosotros testimonio vivo de una fe en Jesucristo, comprometido con la humanidad y su historia.

 

Queremos también, asumir el testimonio de sus vidas y la elocuente entrega al pueblo de Dios como una luz que ilumina hoy el sentido último de nuestras propias vidas. Ellos son hoy, para todos nosotros luz y vida.

 

Queremos buscar la verdad y la justicia frente a lo sucedido. Esa justicia que brota de un corazón sanado y redimido y que siempre busca el bien hasta de aquellos que nos hicieron mal. Esa verdad que nos hace libre y nos permite construir una sociedad automáticamente reconciliada. Verdad y justicia que no se oponen al perdón. Sin esta dimensión de perdón, no seremos fieles a ellos. Tampoco lo seremos si nos hacemos cómplices de la impunidad.

 

“Esta parroquia, y repito lo que dije hace cuatro años, ha sido ungida por el testimonio de quienes “juntos vivieron y juntos murieron”. Por el testimonio de aquellos que quisieron no vivir para sí, quisieron ser grano de trigo y murieron para que otros tuvieran vida. No sólo se ungió el altar en aceite cuando se consagró esta parroquia. Las baldosas de este solar están ungidas con la sangre de aquellos a quienes el mundo no pudo reconocer porque no eran del mundo.” (Cardenal Jorge Bergoglio, Arzobispo de Buenos Aires, 4 de Julio de 2001”

Portal de Parque Chas

Redacción

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