Periodismo Barrial. La lucha por la Ordenanza 52.360
El regreso de la democracia y la posterior «primavera» democrática, provocó el nacimiento de nuevos medios de comunicación barriales: revistas y periódicos iniciaban una nueva etapa en un viejo rubro, el periodismo de cercanías.
Por Claudio Serrentino*
para la Red Medios Barriales
Rápidamente penetraron en el público, ya que -a diferencia de sus antecesores de otras décadas- están al alcance de cualquiera en los comercios del barrio: son gratuitos.
A mediados de los ’80, se expanden por todos los barrios de Buenos Aires. Cada uno con su impronta, su estilo, su forma de contar y decir las cosas, los medios barriales describen la realidad más cercana: la de la esquina, la plaza, el club, la escuela o el centro cultural del barrio. Marcan pautas de identidad, sentido de pertenencia.
Los vecinos no pierden la chance de participar: un comentario, una poesía, una foto que «escrache» algún hueco en la vereda o una vieja foto familiar, se incorporan como contenidos. Los lectores nutren al medio. Horizontalidad mediática.
Resistieron como pudieron la «hiper» de Alfonsín. Pero la realidad no les dió respiro: las políticas neoliberales impulsadas por la dupla Menem-Cavallo, los puso en jaque.
El gobierno porteño, mientras tanto, publicaba grandes avisos publicitarios en canales, radios y diarios de alcance nacional: ¿cuál era la necesidad de que los salteños se enteren de las obras realizadas en la Ciudad de Buenos Aires?
La pauta publicitaria nunca incluía a los medios barriales, pese a que son los de llegada directa a los vecinos. Los avisos del Estado se distribuían discrecionalmente, entre medios amigos, y amigos.
Fue en un encuentro organizado por el Concejo Deliberante («Buenos Aires de Medio a Medio», en Mayo de 1994) que surgió entre los editores, la idea de crear una agrupación que defienda sus derechos.
Así nació la A.E.G.V. (Asociación de Editores Gráficos Vecinales), que al principio, sumó entre sus filas a decenas de medios de todos los barrios: «Semanario Lugano», «Vínculos Vecinales», «Desde el Sur», «Ecos del Parque Rivadavia», «Su Revista», «Nuestro Tiempo», «Mi Barrio», «Mirando al Oeste», «Horizonte» y «La Bocina», entre otros, fueron los que dieron el puntapié inicial.
ORDENANZA 52.360
Los contactos con los Concejales generado en aquel encuentro, ayudó a que surja un proyecto de ley para que se dedique una pequeña parte del presupuesto que el Gobierno de la Ciudad dedica a publicitar sus actos de gobierno, a los medios barriales.
Hubo varias reuniones con los Concejales Abel Fatala y Eduardo Jozami, y con sus asesores; muchas horas de discusiones, propuestas y contra propuestas. Surgió la idea de crear un «Registro» en el que figuren los todos los medios barriales.
Uno de los problemas era distinguir a los medios periodísticos, de aquellos que no lo son. Ya entonces, las «guías publicitarias» competían en forma desleal con los editores que sobre todo, se dedicaban a informar; no sólo a vender avisos.
Surgió entonces la idea de que sea el contenido quien defina qué medio puede integrar ese «Registro»: se acordó que, genéricamente, aquel que publica notas periodísticas sobre la temática barrial, y cuyo contenido publicitario no supere el 50% del total de páginas, es un medio barrial.
Esta definición se incluyó sólo para distinguir a los medios periodísticos barriales, de los que no lo son.
Tres años después, el ánimo de los editores estaba por el piso; de los muchos que habían adherido al nacimiento de la A.E.G.V., quedaron unos pocos. Algunos, porque dejaron de editar sus medios, asfixiados por la malaria económica. Otros, por el desgaste propio de las largas negociaciones.
Pelearon hasta lograr la aprobación de la norma «Mi Barrio» (Luis Alberto Serres), «Su Revista» (Pedro De Simone), «Mirando Al Oeste» (Marcelo Costa), «La Bocina» (Claudio Serrentino), «Nuestro Tiempo» (Santiago Giuri) y alguno más que se perdió en la desmemoria.
La alegría duró poco: el Jefe de Gobierno Fernando De la Rúa vetó la Ordenanza, pero meses más tarde envió a uno de sus funcionarios a pedirle perdón a los medios barriales: «fue un error de Legal y Técnica», se excusó el gobierno de entonces.
La Ordenanza 52.360, que crea el Registro de Medios Vecinales, se convirtió en norma, y se publicó en el Boletín Oficial el 26 de Marzo de 1998. Pero nunca se reglamentó, con lo cual, no entró en funcionamiento.
El tremendo desgaste que implicó dedicar muchísimas horas, durante varios años, a conseguir la aprobación de una Ordenanza que nunca entraría en vigencia, provocó un desbande terminal en la A.E.G.V.
REGLAMENTACIÓN DE LA ORDENANZA 52.360
Tras la crisis de finales de 2001, el editor de «Mi Barrio» Luis Alberto Serres contacta a la legisladora Sandra Dosch y le explica el problema que sufren los medios barriales. Desde la Legislatura, Dosch impulsa la reglamentación de la norma, y obtiene el visto bueno del Jefe de Gobierno Aníbal Ibarra.
Mientras tanto, otro grupo de editores realiza manifestaciones en la intersección de Perú y Avenida de Mayo, con pancartas y volantes, reclamando la tan ansiada reglamentación, que fue conseguida en 2002, e incluyó a periódicos, revistas, emisoras FM de baja potencia, programas radiales, y un nuevo formato sumado por la tecnología: los sitios de internet.
REGISTRO DE MEDIOS VECINALES
En 2003, se integró el primer Registro de Medios Vecinales. Curiosamente, tres de los que más habían trabajado para lograr la Ordenanza, quedaron afuera de las primeras pautas: las revistas «Mirando Al Oeste», «La Bocina» y «Mi Barrio» no fueron admitidas.
La idea original de la Ordenanza era impulsar el «apoyo y fomento» de los medios de comunicación vecinales. Se señalaba la diferencia entre éstos y las «guías publicitarias» y los medios periodísticos barriales simplemente, para distinguir quién podía acceder a la pauta, y quién no.
Pero la burocracia estatal convirtió a la Coordinación del Registro de Medios Vecinales, en una virtual «Gestapo» que analizó notas y publicidades con lupa y regla, y fue más allá: intentó definir contenidos a través de «instructivos» que pedían más de lo que exigía la Ordenanza. Se pasó del «apoyo y fomento» a rendir examen de periodismo barrial todos los meses…
El choque con la burocracia también dolió en lo económico: el valor de la pauta no era significativa para los medios, ya que nunca pudo saberse cuánto era el 4% de lo destinado a publicidad…
La relación entre los editores barriales y el gobierno porteño pasó de la alegría de los agasajos, a la preocupación por la falta de pago: alcanzó su máxima tensión durante el gobierno de Telerman, quien llegó a deber 9 meses de pauta, lo cual generó graves daños operativos para los medios.
La llegada de Macri al Gobierno de la Ciudad no ayudó: primero no quiso reconocer la deuda de la gestión anterior, y luego intentó echar a 14 integrantes del Registro. A través de un amparo presentado por los medios, la Justicia le ordenó al gobierno a reincorporar a los desplazados, y determinó la «ilegalidad» de los instructivos.
Fueron momentos difíciles, y la dura despedida a la Ordenanza, que tiempo después fue reemplazada por la Ley 2.587.
Muchos años antes que tomara trascendencia la discusión sobre la concentración mediática y la ley de medios, el Registro de Medios Vecinales es un ejemplo de distribución equitativa de la pauta publicitaria estatal, que le saca la potestad al funcionario de turno de premiar a «amigos» o castigar a aquel que no lo elogie. Y que reconoce una labor única y esencial: el periodismo de cercanías.
*Editor de la revista “La Bocina” (Montecastro-Floresta)
www.labocina.com.ar