NOTA DE OPINIÓN
La vitalidad porteña del capitalismo
Por Carlos del Frade
para Agencia "Pelota de Trapo"
Mientras los grandes medios de comunicación multiplican
la supuesta caída del sistema, en la orgullosa capital
de la Argentina, en el sur del sur, la impúdica marcha
de los que concentran riquezas en pocas manos y distribuyen la
pobreza entre millones, sigue invicta y prepotente.
Los números gritan la realidad que no aparece en los índices
que cifran el misterio de las bolsas de comercio del planeta
Son guarismos guarangos, señales de la vitalidad de una
forma bestial de existencia.
Lejos de la vida colectiva de los que intentan empatarle al fin
de mes en la coqueta y cantada por generaciones ciudad de Buenos
Aires, es probable que caigan edificios mentirosos y especulativos;
pero aquí abajo, en estos atribulados arrabales del cosmos,
el capitalismo genera más y más empobrecidos.
La llamada Defensoría de la ciudad acaba de informar que
había ciento cincuenta mil personas viviendo en villas
miserias hacia mediados de 2007. Un año después,
la cifra se ubica entre las doscientos mil y las doscientos treinta
y cinco mil.
La noticia remarca que “desde 2001, duplicaron su población,
como mínimo, y sólo el último año
y medio el número de habitantes creció más
del 30 por ciento. Hace siete años unas 100 mil personas
vivían en los 14 asentamientos reconocidos por el gobierno
porteño”.
El capitalismo no para en estas tierras.
Pero la prensa suele ser generosa.
Dicen que el actual jefe de la ciudad y precandidato presidencial
para 2011, Mauricio Macri, “no encuentra soluciones”.
¿Qué soluciones pensarán los optimistas
redactores que circulan por la cabeza del ex presidente del club
de fútbol más popular de la Argentina?
Macri es la expresión de una clase empresarial que vivió
siempre del estado nacional y sin mayores preocupaciones sociales.
Los negocios de su padre lo llevaron a convertirse en uno de
los dueños del país.
De esos que forjaron la postal de la Argentina contemporánea
de principios del tercer milenio: minorías que parecen
vivir en Suiza y mayorías ajenas a las riquezas que producen.
Por eso su padre sigue haciendo negocios con el estado nacional
y él, Mauricio, desde la principal ciudad del país,
sueña con la primera magistratura, cabalgando sobre una
ola creciente de pensamientos e ideas de derecha.
La solución de Macri es la de siempre: garantizar las
ganancias para pocos. Lo demás, en todo caso, será
responsabilidad del estado nacional. Es fiel a la matriz que lo
llevó a la presidencia de Boca Juniors, primero, y a la
intendencia de Buenos Aires, después. La política
solamente sirve para encargarse de los restos, de las sobras que
produce la orgía de las élites. Y él, Mauricio,
que expresa esa forma de ser de las élites, no tiene soluciones,
simplemente repite el esquema aprendido y heredado. Multiplica
la pobreza al mismo tiempo que protege y auspicia los grandes
negocios de los que son menos.
Atención editorialistas del planeta: el sistema podrá
caerse en Wall Street, sin embargo en la Reina del Plata goza
de buena salud. Mauricio Macri lo garantiza.