Spinetta, a 40 años de
la formación de Almendra
Confesiones de Invierno
El Flaco vive en Villa Urquiza desde 1989. Poco afecto a las
notas, hizo una excepción con este periódico para
hablar de su relación con el barrio y del compromiso que
tiene con los familiares de las víctimas de la tragedia
vial de Santa Fe. Su alegato contra las drogas. Con nuevo disco
bajo el brazo, desea que Charly García vuelva a deslumbrarlo
con sus canciones y pide que coloquen contenedores de basura sobre
la calle Iberá.
Por Javier Perpignan y Marcelo Benini
elbarrio@ciudad.com.ar
Desde hace casi dos décadas Luis Alberto Spinetta (58),
el Flaco, tiene relación con Villa Urquiza. Reacio a los
medios de comunicación, un poco por cansancio y otro poco
para preservarse de la exposición pública, es cada
vez menos afecto a las entrevistas periodísticas. Pero,
a pesar de todas las dudas que teníamos acerca de si nos
concedería la nota, finalmente nos recibió en su
casa-estudio llamado La diosa salvaje y desde un primer momento
se mostró entusiasmado para hablar del barrio, de la música
y de los temas que le preocupan. Un Spinetta auténtico,
que no se guarda nada, dice lo que piensa y nos permite conectarnos
con su universo de músicas e ideas.
“Yo iba a bailar al Club Estudiantes del Norte porque en
Besares y Holmberg vivía mi abuela paterna, Ana Catalina
Spinetta -recuerda Luis-. A mi tío Oscar le robaba los
puchos y los fumaba a escondidas cuando ella iba a hacer las compras.
Además había discos de música clásica,
recuerdo que escuchaba a Bela Bartok mientras fumaba un Chester.
Yo tendría 12 años. A Estudiantes del Norte íbamos
a bailar en carnaval. Allí escuché allí por
primera vez a The Beatles, que los traducían como Los Escarabajos;
no se sabía qué eran. Cada noche esperaba que pasaran
esa música, que en determinado momento se empezaba a repetir.
Eran otros DJ’s. Esos bailes consistían en sacar
a las pibas y bailar, tomar algo, charlar, no pasaba nada en especial.
Me hacía el intelectual. Desde hace unos años vivo
en Villa Urquiza. Estuve en Miller y Manuela Pedraza, en una casa
alquilada hasta que me robaron. Después compré esta
casa, instalé el estudio de grabación y me armé
mi propia habitación. Se puede decir que vivo en un estudio”.
Spinetta dice que sale poco a la calle, pero eso le basta para
tener buenos vecinos: “Mi relación con ellos es la
que corresponde, porque yo no salgo mucho y estoy metido la mayor
parte del tiempo en el estudio. Pero tengo gente amiga y entrañable
como el señor Andrés, que atendía el kiosco
de diarios en la esquina; nos queremos mucho. También aprecio
a Daniel, el Bill Evans de los panaderos, que es un pibe de oro.
La gente de acá a la vuelta me quiere mucho. Conozco pocos
vecinos, pero son muy buenos. En una época hubo un supermercadito
chino y yo estaba contento porque salía y compraba todo
lo que necesitaba en seguida, no tenía que caminar. Un
día no me quisieron fiar veinte centavos a pesar de que
yo les decía que les iba a pagar; la china me decía
no, no y no. No les compré más”.
-Estás cerca de los estudios de Litto Nebbia y Alejandro
Lerner...
-Sí, nunca fui al estudio de Litto pero al de Lerner he
ido alguna vez.
-Algunos vecinos recuerdan haberte visto jugar al fútbol
en el predio que está detrás de la Parroquia Dulcísimo
Nombre de Jesús, en Crisólogo Larralde y Valdenegro.
-Es posible, sería en los años ochenta, cuando
todavía podía jugar. Estaba en el banco y alguna
vez me ponían.
-¿Sos futbolero?
-Lo mínimo, es algo que está en la sangre argentina.
Dos tragedias absurdas
El 8 de octubre de 2006 un grupo de estudiantes secundarios de
Capital Federal volvía desde Chaco, de un viaje con fines
solidarios, con la alegría de haber compartido su tiempo,
ilusiones y amor con chicos que viven una realidad diferente.
Pero nueve de ellos y su profesora perdieron la vida en un choque
entre el micro en el que viajaban, conducido por alguien sin experiencia
ni habilitado para hacerlo, y un camión cuyo conductor
estaba alcoholizado, en una ruta no apta para el tránsito
que posee. Ese accidente se conoce como la Tragedia de Santa Fe
porque el accidente se produjo en la ruta 11 de esa provincia.
Desde ese día, los padres, familiares y amigos de las
víctimas luchan para ayudar a cambiar esta terrible realidad
nacional y redactaron un petitorio para reclamar a los gobernantes
que la seguridad vial sea política de Estado y que nadie
más muera en nuestro país por hechos de tránsito
evitables. Han solicitado desde entonces la adhesión al
petitorio de toda la sociedad a través del sitio web www.tragediadesantafe.com.ar.
Este hecho marcó profundamente a Spinetta, ya que si bien
no perdió a ningún familiar las víctimas
eran alumnos del Colegio Ecos, al que asiste su hija menor Vera:
“La tragedia de Santa Fe es el vínculo más
importante que tengo con el exterior -dice el Flaco-. Estoy haciendo
una campaña para eso y mi último disco tiene el
logo de la fundación Conducir a Conciencia, cuyo objetivo
es llevar al Congreso y que sea ley la educación vial desde
la primaria. Eso es lo que más me importa en este período
de mi vida. Mucho de lo que se dice en el disco concuerda con
la idea que me ha propuesto esta gente, que con tanto valor se
lanza a mejorar las cosas habiendo perdido lo más sagrado:
un hijo. La tragedia de Santa Fe es el Cromañón
de los viajes de fin de curso”.
-Y hablando de Cromañón, ¿qué opinás
de esa otra tragedia?
-Cromañón es como si al cuerpo le saliera un cáncer
porque se descuidó y no tenía que exponerse al sol.
¿En qué consiste ese cáncer? En la dejadez
cultural que permite que un individuo lleve a un bebé a
dormir a un baño mientras abajo toca una banda de rock.
¿Qué pasó en el hogar de esos pibes? ¿Cómo
los educaron para la vida? ¿Qué valores les enseñaron?
Minimizar ese aspecto es un gesto de absoluta cobardía,
porque si yo fuera un padre de Cromañón tal vez
ya me hubiese quitado la vida. Entiendo el dolor de la gente,
¿pero qué hicieron con la educación de sus
hijos para que un nene tire una bengala adentro de un lugar cerrado?
¿Qué hizo que los dueños del boliche tuvieran
las puertas de escape cerradas? Cromañón fue una
tragedia ridícula, demasiado absurda e irreal como para
ser aceptada.
Medios, Charly y rock & roll
Spinetta afirma que con el paso de los años, y después
de haber brindado cientos de notas periodísticas, desarrolló
una especie de fobia hacia los medios de comunicación:
“Con los años te desgasta hacer notas y notas y notas,
que te pregunten varias veces lo mismo. Pero tampoco vivo en un
mundo cerrado para que alguna vez no podamos charlar y hacer una
nota para Villa Urquiza. ¡Mirá si no les voy a dar
una nota a ustedes, cuando hace tanto tiempo que estoy acá!”,
acepta el Flaco.
-¿Cómo viviste lo que le sucedió recientemente
a Charly García?
-Me duele verlo soportando acciones represivas sobre su cuerpo.
El sabrá poner en la balanza lo que pierde y lo que gana,
es un tipo muy inteligente. Si él atrae esa represión
sobre sí con una actitud violenta, se estropea la vida.
No es de ahora, me da mucha pena y le mando la mejor onda y toda
la fuerza. Pido que lo dejen tranquilo, así nos dio lo
que nos dio. Yo quiero que vuelva a tocar y que me deslumbre con
sus canciones.
-¿Cómo te preservaste de todo lo que rodea al ambiente?
-Te referís a la famosa frase punk “sexo, drogas
y rock & roll”... Los grandes poetas surrealistas se
falopeaban con alucinógeno. Jean Cocteau tomó opio
toda la vida y escribió un libro con ese nombre. Sarah
Bernhardt tomó coca. Sigmund Freud tomó y exploró
con la coca, escribió un libro sobre ello. Uno sabe qué
busca y qué le puede hacer bien de aquello que elija. A
cierta edad es común zarparse una pepa, viajar un día,
componer un tema o no, depende. Yo hace muchísimos años
que no practico eso y ahora no lo haría ni aunque me pusieran
un millón de dólares. No me interesa. Con el tiempo
uno se da cuenta de lo que era, de cómo puede dañar
las partes más sensibles del cerebro. Hubo tipos que creyeron
que tenían alas y cayeron de un cuarto piso...
-Charly García se tiró de un noveno...
-Charly tiene alas, porque lo hizo y salió ileso. Es un
ejemplo de que se puede volar sin morir. Otros no nos atrevemos
a tirarnos al vacío. Depende de cada uno, lo que es muy
importante es decirle a la juventud que la droga no sirve para
nada en sí misma. Si en un momento tuviste una época
en la que te zarpabas con algo, te jodiste un poco. Qué
te dio o no te dio esa experiencia, eso lo sabés vos. Pero
si después de 25 años sos adicto a algo, te reventó
la cabeza y te transformaste en una piltrafa humana te equivocaste,
no luchaste a tiempo para defenderte de aquello que te agarró
de los cojones para no soltarte nunca más hasta la muerte.
-Quizá la droga ejerza en algunos jóvenes una ilusión
de pertenencia...
-No, porque el mundo de los drogadictos es muy solitario, se
te van todos de tu lado. Cada uno sabe qué es lo que preserva
de cada una de sus buenas y malas costumbres, cada uno lo juzgará
para sí. Yo no soy quien para hacerlo. Pero a los jóvenes
les digo que las drogas son muy jodidas, una cosa es pegarse un
virulazo, otra cosa es zarparse una pepa o un éxtasis.
Te podés estropear para toda vida con una sola toma, ni
hablar del paco. Que quede claro. Tampoco en mi vida me ajusté
a “cuida bien al niño, cuidalo de drogas”,
no he sido Santa Teresa de Calcuta con esos temas, es obvio que
no, pero igual la canción no queda inválida porque
yo intenté cuidarme de lo que sufrí o disfruté.
-¿Cómo hicieron en 1968, siendo tan jóvenes,
para evitar la tentación de posar en la portada del primer
disco de Almendra?
-Yo creo que en parte era la idea, la obsesión de crear
algo que fuera original. Cuando éramos más pequeños
gastábamos cartuchos tirando ideas. Parte de esa ingenuidad
era oponerse al molde cultural. Tratamos de tomar de Los Beatles
ese mandato de que las cosas cada vez sean diferentes, que se
vayan poniendo cada vez más espesas en términos
estéticos. Ya no son oh yeah!, oh yeah!, empiezan a decir
otras cositas. Almendra arrancó cuando Los Beatles ya hicieron
todo ese salto, por eso nosotros empezamos como si hubiésemos
superado la barrera de la cancioncita. Nosotros sólo aceleramos
gracias a la ayuda de otros que fueron mostrando la huella, como
Javier Martínez, Litto Nebbia, Moris y Miguel Abuelo. Son
todos grandes compositores de acá que a nosotros nos rompían
el mate. Entonces buscábamos la vuelta, ser originales
a costa de lo que sea. Poner las ideas todas juntas, como saltando
de la nada.
-¿Por eso también duró sólo dos años
el proyecto Almendra?
-Por la manija compositiva que se dieron todos, el éxito
y lo que significó. Todo eso pesó demasiado y cada
uno optó por crear sus propias ideas.
-¿Cómo recibirías una oferta para reagrupar
a Almendra?
-No lo veo viable, porque ha pasado bastante tiempo. Si bien
somos pibes que nos queremos, sería como sacarle el misterio
y ni siquiera se nos ha ocurrido. No creo que Almendra haga eso,
lo hizo una vez que valió bien la pena y punto. ¿Cuántos
revival vamos a hacer?
-A lo largo de tu carrera creaste muchas bandas cuya duración
no superó los cinco años y un puñado de discos
editado. ¿Cuál fue la razón de tantos cambios?
-Muchas veces fue por desinteligencias con las personas, por
la orientación que pretendía para la banda y algunos
gestos. Pero también es un constante en mí el deseo
de cambiar, de no aburrirme, para que no esté siempre el
mismo sonido. Eso sucede sobre todo cuando sos más chico.
Porque si bien ahora también ocurre, no podés cambiar
de proyecto como se cambia de camiseta y en aquella época
no importaba el riesgo porque eran formaciones muy libres y no
estaban atadas a una comercialización. Por lo tanto, era
como un grupo de artistas que si querían estaban y sino
se iban.
-Este 26 de junio presentaste un nuevo disco. ¿De qué
se trata?
-Se llama Un mañana y tenemos unos violeros muy buenos:
Nicolás Ibarburu, de Uruguay; Sartén Asaresi, que
vive en Suiza y era violero de Suéter; y Baltasar Comotto,
que grabó con el Indio Solari y tocó conmigo en
vivo. Estos guitarristas le dieron una textura diferente al disco,
lo condimentaron porque ellos tienen sus propios sonidos. Ellos
son una contribución estética al disco, por eso
los invité. Están los arreglos de Claudio Cardone,
que son bellísimos. Es un disco cargado de orquestación
pero no sobrecargado, hasta hay un tema instrumental para que
se descanse de la voz. Está dedicado y tiene homenajes
a seres que se han perdido.
Analógico o digital
Desde la aparición del MP3 y la posibilidad de digitalizar
la música, no son pocas las voces que critican este sistema
para compactar los sonidos. Aducen que reduce la calidad sonora
de las grabaciones a diferencia del formato analógico,
en donde se aprecia toda la belleza del sonido. Sin desmerecer
los avances de la tecnología, Spinetta asegura que todavía
sigue utilizando las cintas analógicas en sus grabaciones.
“El MP3 es una rebaja en la calidad sonora -sostiene el
creador de ‘Muchacha ojos de papel’- y a la vez tiene
la virtud de que cuenta con suficiente calidad para que escuches
más o menos una gran cantidad de material instantáneamente.
Si le querés mandar un tema por e-mail a un amigo lo podés
hacer. Tiene tantas virtudes que no sé qué contra
se le puede encontrar. Nosotros grabamos el último disco
en cinta y los rieles pesan como si fuera el casete de King Kong.
Eso suena mejor que el digital porque es una emulsión y
esa parte molecular, en digital, segmenta en números binarios
y los fragmenta. Ahora se ha llegado a resoluciones muy altas
en donde la fragmentación casi no existe. Aún así,
pelea por disputarle al formato analógico la belleza del
sonido”.
-¿Por eso grabaste en sistema analógico tu último
disco?
-Todos los discos los he grabado así. Estoy respondiendo
por e-mail a Página 12 una pregunta similar a ésta
y digo que toda la vida grabamos en cintas. ¿Cuándo
no grabamos en cinta? Yo entré en el reino digital en Privé
(1986), que está grabado en cinta y mezclado en digital.
Cuando estuve con Los Socios del Desierto grabé todo en
cinta. En 1999 compré el primer sistema de grabación
digital que funciona en sincronismo con el grabador análogo.
Nunca dejé de grabar en cinta. Este disco lo hice en análogo
más digital. Pero nunca abandoné la cinta, porque
es lo que mejor suena.
-¿Conocías a nuestro periódico?
-Sí, suelo leerlo. Les agradezco la posibilidad de conectarme
con mis vecinos y de paso les transmito una queja: no sé
por qué en Iberá y Pacheco no hay contenedores de
basura. A la altura de la Avenida Parque existen varios y en esta
cuadra no, a pesar de que se necesitan. Debe ser porque, como
soy de River, Mauricio Macri me tira mala onda. Me voy a fijar,
pero si en lo de Lerner pusieron uno voy a armar lío.
A cuarenta años de distancia
A fines de la década del 60 un cambio se producía
en el llamado rock nacional. Nacía Almendra, que de la
mano del Flaco Spinetta aportaba un lirismo que contrastaba con
la crudeza de Manal o el estilo beat de Los Gatos, otros referentes
de la época. En setiembre de 1968 Almendra lanzó
su primer disco, un simple con Tema de Pototo y El mundo entre
las manos.
Cuatro décadas después de aquel arrollador comienzo,
Spinetta recuerda ese inicio con una mezcla de orgullo, nostalgia
y humildad: “Ya pasó tanto tiempo que no vale la
pena festejar. No puedo recordar a Almendra sin recordar mi vida.
A uno se le hace un embudo en el bocho y no recordás nada,
pero con tranquilidad empiezo a observar muchas cosas: era un
país en el que podías dejar las puertas abiertas,
con todo un código de prejuicios en la sociedad. Eso que
todavía no había llegado la peor parte de la dictadura.
Estábamos con unos personajes nefastos en el poder. Con
ingenuidad y desparpajo, Almendra despertó algo dormido.
Es eso, no le puedo asignar demasiada importancia, aunque muchos
digan que es un grupo clave”.
CITAS
“Si yo fuera un padre de Cromañón tal vez
ya me hubiese quitado la vida. Entiendo el dolor de la gente,
¿pero qué hicieron con la educación de sus
hijos para que un nene lleve una bengala adentro de un lugar cerrado?”
“A los jóvenes les digo que las drogas son muy jodidas.
Una cosa es pegarse un virulazo, otra cosa es zarparse una pepa
o un éxtasis. Te podés estropear para toda vida
con una sola toma, ni hablar del paco. Que quede claro”
“No sé por qué en Iberá y Pacheco
no hay contenedores de basura. A la altura de la Avenida Parque
existen varios y en esta cuadra no, a pesar de que se necesitan.
Debe ser porque, como soy de River, Mauricio Macri me tira mala
onda”.