HOSPITALES PORTEÑOS
Cuando el silencio no es salud
Elificios deteriorados, servicios sobrepasados de pacientes,
dificultades y demoras en la provisión de medicamentos
para tratar patologías crónicas, carencia de prótesis
y de insumos quirúrgicos, escasez de anestesistas, frecuentes
desperfectos de la aparatología, falta de reactivos para
realizar estudios de laboratorio o diagnóstico por imágenes,
insuficiente disponibilidad de turnos por día y por especialidad.
Éstos son sólo algunos de los inconvenientes que
soportan los usuarios de los hospitales de la Ciudad Autónoma
de Buenos Aires.
El espectáculo se repite cotidianamente en gran parte
de los 33 hospitales porteños: hombres, mujeres y niños
en bancos incómodos, pasillos atestados, colas para conseguir
un turno, médicos y enfermeras sobrecargados de tareas
y sometidos a la comprensible ansiedad de los pacientes. Durante
2008 se atendieron en ellos más de nueve millones de consultas,
que mayoritariamente requirieron quienes no tienen obra social
por carecer de un trabajo formal ni medicina prepaga por incapacidad
para afrontar sus elevadas cuotas. En los hospitales, el deterioro
edilicio y la falta de insumos son una constante. Sin embargo
y a pesar de estas graves deficiencias, el sistema de salud porteño
continúa siendo uno de los más inclusivos del país.
Entre las quejas más frecuentes que recibe el área
de Derecho a la Salud e Integración Social de la Defensoría
del Pueblo porteña, se destaca la falta de provisión
de medicamentos, algo que afecta sensiblemente a pacientes con
patologías crónicas de alta incidencia –diabetes,
epilepsia, hipertensión o la amplia gama de trastornos
psiquiátricos- y a enfermos cuyo tratamiento requiere medicamentos
altamente onerosos, como ocurre con los oncológicos.
Por si no bastara, cuando las medicinas están disponibles,
las demoras para obtenerlas resultan exasperantes. Es que, mientras
los mecanismos de entrega son extremadamente lentos, las necesidades
de quienes se atienden en el sistema público son, en cambio,
considerablemente urgentes. Además, las nuevas metodologías
dispuestas para adquirir fármacos e insumos han generado
un estado de confusión permanente entre el personal de
los hospitales y de los Centros de Salud y Acción Comunitaria
(CeSAC), que dificulta encontrar los mecanismos para resolver
adecuada y rápidamente esa problemática.
En cuanto a las prótesis y a los insumos para cirugías
o tratamientos, su compra se ha dificultado al extremo desde que
a los hospitales les quitaron recursos económicos propios
y se centralizaron sus adquisiciones. Todo ello se tradujo en
la ya clásica postergación de operaciones que –en
ocasiones- redunda en la posterior necesidad de recurrir a intervenciones
más complejas y en la demora o interrupción de los
tratamientos.
Para actualizar la información sobre las causas de estas
demoras, la Defensoría relevó los 17 hospitales
dependientes del Ministerio de Salud de la Ciudad con mayor actividad
en sus quirófanos. Tras analizar los resultados, se constató
que uno de los factores determinantes es la histórica carencia
de personal de Anestesiología, ya que el sistema requiere
muchos más especialistas que los que están en funciones;
situación que se agrava porque la Asociación de
Anestesia, Analgesia y Reanimación de Buenos Aires (AAARBA)
monopoliza la capacitación y la oferta laboral. Por otra
parte, el retardo en nombrar a los profesionales que ganan concursos
en esa especialidad determina que éstos emigren a la medicina
privada o a las obras sociales.
Esta carencia de profesionales hace habitual la reprogramación
de las cirugías y ello obliga a repetir los estudios prequirúrgicos
o a prolongar las internaciones previas a las operaciones, con
el consiguiente dispendio de recursos públicos y perjuicio
ocasionado para los pacientes.
A esto se agregan los frecuentes desperfectos de la aparatología
y las dificultades para repararla o reponerla; así como
la falta de reactivos para realizar estudios de laboratorio y
diagnóstico por imágenes.
Otra causa de malestar para los usuarios es la insuficiente disponibilidad
de turnos por día y por especialidad, circunstancia que
los obliga a concurrir de madrugada para obtener el número
que los habilite a ser atendidos en los consultorios externos
tras soportar largas esperas. Aunque el funcionamiento de los
CeSAC debería haber morigerado este problema endémico,
la población prefiere -en general- concurrir a establecimientos
más complejos; una costumbre que podría revertirse
con una campaña orientada a demostrar que, ante dolencias
menores, es más rápido y sencillo asistir a un centro
de salud que a un hospital.
En cuanto a los recursos físicos, la precariedad es notable.
Hubo reclamos por el posible cierre de un pabellón del
Borda debido a una fuga de gas y a fallas edilicias; por falta
de higiene en el Argerich, en el Rivadavia, en el Udaondo y en
el Zubizarreta, entre otros; por aparatología hospitalaria
fuera de servicio en el oftalmológico Santa Lucía,
en el Ramos Mejía, en el Penna, en el Álvarez, en
el Piñero, en el Marie Curie y en el Tornú. Por
su parte, la Defensoría solicitó informes sobre
la falta de inicio o las interrupciones en la construcción
de varios centros de salud; entre ellos, los de Barracas, Pompeya
y Barrio Piedrabuena.
Vecinos de Villa Lugano denunciaron ante la Defensoría
que el nuevo centro de atención integral del barrio carecía
de servicio de guardia. Pero la inspección que, en consecuencia,
dispuso el organismo develó que el Laboratorio del recientemente
inaugurado establecimiento estaba inactivo por falta de insumos;
las paredes no emplomadas de las dos salas de Radiología
exponían a niños y embarazadas a la acción
de los rayos; Odontología, equipada con cuatro sillones,
derivaba pacientes a otros establecimientos por carecer del instrumental
necesario; no había antiepilépticos, antihipertensivos,
diuréticos, psicofármacos ni antinflamatorios en
la Farmacia y los consultorios de Traumatología, Otorrinolaringología
y Oftalmología no tenían personal que los atendiese.
Particular consideración merece la práctica adoptada
por ciertas cooperadoras de hospitales que -con la aquiescencia
de las direcciones médicas- cobran casi compulsivamente
un bono contribución antes del otorgamiento de turnos para
consultorios externos. Ante esto, la Defensoría citó
al responsable de una cooperadora denunciada y le recordó
que la normativa vigente garantiza la atención gratuita
de la salud en el subsector público. Asimismo, se solicitó
a las autoridades del área que adopten medidas para cesar
con la venta de bonos supuestamente voluntarios y se comunicó
la medida a todos los establecimientos sanitarios de la Ciudad.
Complementariamente, se lanzó la campaña Que no
le pongan precio a tu salud mediante afichetas que –colocadas
en espacios visibles y en las ventanillas de solicitud de turnos-
informan a los usuarios sobre el derecho a la gratuidad.
Como también se impone garantizar que toda la población
–viva donde viva- reciba una adecuada atención, la
Defensoría recomendó a las autoridades del Servicio
de Asistencia Médica de Emergencia (SAME) que revean su
decisión de que sus ambulancias no ingresen a las villas
de emergencia, una medida discriminatoria que el organismo asistencial
pretendía justificar aduciendo que sus servicios carecen
de la debida protección policial.
Sin convalidar este argumento, la Defensoría reunió
a funcionarios del SAME, a sus trabajadores y a los vecinos de
la Villa 21-14 que habían denunciado la anomalía.
Entre todos acordaron que referentes barriales acompañaran
el ingreso de las ambulancias para asegurar la integridad del
personal de salud.
No obstante, el pasado 20 de abril, una mamá de la villa
llamó al 107 porque su hija de 5 años tenía
una hemorragia vaginal. Del otro lado, le respondieron: La ambulancia
no entra a esa zona. Póngale un trapo y llévela
al hospital. Al día siguiente, el vecino Luis Ponce recibió
dos balazos. Mientras se desangraba hubo nuevos llamados de auxilio.
La ambulancia llegó 45 minutos después de que el
hombre muriese tras media hora de agonía. Hoy, ambos casos
están en la justicia.
Sólo la voluntad política de mejorar integralmente
esta realidad mediante el refuerzo de la inversión y la
optimización de los recursos hará que los porteños
vuelvan a estar orgullosos de sus hospitales y del sistema público
de salud.
Fuente: "Buenos Aires, crónicas de la ciudad" /
Defensoría del Pueblo PORTEÑA