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Buenos Aires, Argentina /
Fecha de Publicación:10/06/10  

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HOSPITALES PORTEÑOS

Cuando el silencio no es salud

Elificios deteriorados, servicios sobrepasados de pacientes, dificultades y demoras en la provisión de medicamentos para tratar patologías crónicas, carencia de prótesis y de insumos quirúrgicos, escasez de anestesistas, frecuentes desperfectos de la aparatología, falta de reactivos para realizar estudios de laboratorio o diagnóstico por imágenes, insuficiente disponibilidad de turnos por día y por especialidad. Éstos son sólo algunos de los inconvenientes que soportan los usuarios de los hospitales de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

El espectáculo se repite cotidianamente en gran parte de los 33 hospitales porteños: hombres, mujeres y niños en bancos incómodos, pasillos atestados, colas para conseguir un turno, médicos y enfermeras sobrecargados de tareas y sometidos a la comprensible ansiedad de los pacientes. Durante 2008 se atendieron en ellos más de nueve millones de consultas, que mayoritariamente requirieron quienes no tienen obra social por carecer de un trabajo formal ni medicina prepaga por incapacidad para afrontar sus elevadas cuotas. En los hospitales, el deterioro edilicio y la falta de insumos son una constante. Sin embargo y a pesar de estas graves deficiencias, el sistema de salud porteño continúa siendo uno de los más inclusivos del país.

Entre las quejas más frecuentes que recibe el área de Derecho a la Salud e Integración Social de la Defensoría del Pueblo porteña, se destaca la falta de provisión de medicamentos, algo que afecta sensiblemente a pacientes con patologías crónicas de alta incidencia –diabetes, epilepsia, hipertensión o la amplia gama de trastornos psiquiátricos- y a enfermos cuyo tratamiento requiere medicamentos altamente onerosos, como ocurre con los oncológicos.

Por si no bastara, cuando las medicinas están disponibles, las demoras para obtenerlas resultan exasperantes. Es que, mientras los mecanismos de entrega son extremadamente lentos, las necesidades de quienes se atienden en el sistema público son, en cambio, considerablemente urgentes. Además, las nuevas metodologías dispuestas para adquirir fármacos e insumos han generado un estado de confusión permanente entre el personal de los hospitales y de los Centros de Salud y Acción Comunitaria (CeSAC), que dificulta encontrar los mecanismos para resolver adecuada y rápidamente esa problemática.

En cuanto a las prótesis y a los insumos para cirugías o tratamientos, su compra se ha dificultado al extremo desde que a los hospitales les quitaron recursos económicos propios y se centralizaron sus adquisiciones. Todo ello se tradujo en la ya clásica postergación de operaciones que –en ocasiones- redunda en la posterior necesidad de recurrir a intervenciones más complejas y en la demora o interrupción de los tratamientos.

Para actualizar la información sobre las causas de estas demoras, la Defensoría relevó los 17 hospitales dependientes del Ministerio de Salud de la Ciudad con mayor actividad en sus quirófanos. Tras analizar los resultados, se constató que uno de los factores determinantes es la histórica carencia de personal de Anestesiología, ya que el sistema requiere muchos más especialistas que los que están en funciones; situación que se agrava porque la Asociación de Anestesia, Analgesia y Reanimación de Buenos Aires (AAARBA) monopoliza la capacitación y la oferta laboral. Por otra parte, el retardo en nombrar a los profesionales que ganan concursos en esa especialidad determina que éstos emigren a la medicina privada o a las obras sociales.

Esta carencia de profesionales hace habitual la reprogramación de las cirugías y ello obliga a repetir los estudios prequirúrgicos o a prolongar las internaciones previas a las operaciones, con el consiguiente dispendio de recursos públicos y perjuicio ocasionado para los pacientes.

A esto se agregan los frecuentes desperfectos de la aparatología y las dificultades para repararla o reponerla; así como la falta de reactivos para realizar estudios de laboratorio y diagnóstico por imágenes.

Otra causa de malestar para los usuarios es la insuficiente disponibilidad de turnos por día y por especialidad, circunstancia que los obliga a concurrir de madrugada para obtener el número que los habilite a ser atendidos en los consultorios externos tras soportar largas esperas. Aunque el funcionamiento de los CeSAC debería haber morigerado este problema endémico, la población prefiere -en general- concurrir a establecimientos más complejos; una costumbre que podría revertirse con una campaña orientada a demostrar que, ante dolencias menores, es más rápido y sencillo asistir a un centro de salud que a un hospital.

En cuanto a los recursos físicos, la precariedad es notable. Hubo reclamos por el posible cierre de un pabellón del Borda debido a una fuga de gas y a fallas edilicias; por falta de higiene en el Argerich, en el Rivadavia, en el Udaondo y en el Zubizarreta, entre otros; por aparatología hospitalaria fuera de servicio en el oftalmológico Santa Lucía, en el Ramos Mejía, en el Penna, en el Álvarez, en el Piñero, en el Marie Curie y en el Tornú. Por su parte, la Defensoría solicitó informes sobre la falta de inicio o las interrupciones en la construcción de varios centros de salud; entre ellos, los de Barracas, Pompeya y Barrio Piedrabuena.

Vecinos de Villa Lugano denunciaron ante la Defensoría que el nuevo centro de atención integral del barrio carecía de servicio de guardia. Pero la inspección que, en consecuencia, dispuso el organismo develó que el Laboratorio del recientemente inaugurado establecimiento estaba inactivo por falta de insumos; las paredes no emplomadas de las dos salas de Radiología exponían a niños y embarazadas a la acción de los rayos; Odontología, equipada con cuatro sillones, derivaba pacientes a otros establecimientos por carecer del instrumental necesario; no había antiepilépticos, antihipertensivos, diuréticos, psicofármacos ni antinflamatorios en la Farmacia y los consultorios de Traumatología, Otorrinolaringología y Oftalmología no tenían personal que los atendiese.

Particular consideración merece la práctica adoptada por ciertas cooperadoras de hospitales que -con la aquiescencia de las direcciones médicas- cobran casi compulsivamente un bono contribución antes del otorgamiento de turnos para consultorios externos. Ante esto, la Defensoría citó al responsable de una cooperadora denunciada y le recordó que la normativa vigente garantiza la atención gratuita de la salud en el subsector público. Asimismo, se solicitó a las autoridades del área que adopten medidas para cesar con la venta de bonos supuestamente voluntarios y se comunicó la medida a todos los establecimientos sanitarios de la Ciudad. Complementariamente, se lanzó la campaña Que no le pongan precio a tu salud mediante afichetas que –colocadas en espacios visibles y en las ventanillas de solicitud de turnos- informan a los usuarios sobre el derecho a la gratuidad.

Como también se impone garantizar que toda la población –viva donde viva- reciba una adecuada atención, la Defensoría recomendó a las autoridades del Servicio de Asistencia Médica de Emergencia (SAME) que revean su decisión de que sus ambulancias no ingresen a las villas de emergencia, una medida discriminatoria que el organismo asistencial pretendía justificar aduciendo que sus servicios carecen de la debida protección policial.

Sin convalidar este argumento, la Defensoría reunió a funcionarios del SAME, a sus trabajadores y a los vecinos de la Villa 21-14 que habían denunciado la anomalía. Entre todos acordaron que referentes barriales acompañaran el ingreso de las ambulancias para asegurar la integridad del personal de salud.

No obstante, el pasado 20 de abril, una mamá de la villa llamó al 107 porque su hija de 5 años tenía una hemorragia vaginal. Del otro lado, le respondieron: La ambulancia no entra a esa zona. Póngale un trapo y llévela al hospital. Al día siguiente, el vecino Luis Ponce recibió dos balazos. Mientras se desangraba hubo nuevos llamados de auxilio. La ambulancia llegó 45 minutos después de que el hombre muriese tras media hora de agonía. Hoy, ambos casos están en la justicia.

Sólo la voluntad política de mejorar integralmente esta realidad mediante el refuerzo de la inversión y la optimización de los recursos hará que los porteños vuelvan a estar orgullosos de sus hospitales y del sistema público de salud.


Fuente: "Buenos Aires, crónicas de la ciudad" / Defensoría del Pueblo PORTEÑA





 


 








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