LOS VECINOS MUESTRAN SU ARTE
Safari fotográfico en Parque Chas
En el mes de febrero recibimos un mensaje en nuestra redacción,
de una jóven vecina de la zona, en la cual nos comentaba
que tenía en su poder imágenes del barrio que realizó
a lo largo de su formación como fotógrafa. ParqueChasWeb
le ofreció publicar sus fotos para que pueda contar en qué
consistió ese trabajo.
Por Leticia Sahagun
letisahagun@gmail.com
Nací en Parque Chas. La casa en la que pasé los primeros
años de mi vida se encontraba en la calle Bauness. Tengo
pocos recuerdos de aquella casa. Algunas fotografías de esa
época me ofrecen una imagen que creo recordar: mi habitación
tenía una gran ventana que daba a la calle. Una tarde, a
través de esa misma ventana, se asomaron mis personajes favoritos
de la televisión, Carozo y Narizota. La sorpresa, preparada
por mi mamá explorando sus dotes de titiritera, engendró
mi primera intuición del barrio: en esos días, Parque
Chas era todo lo que se dejaba asomar por esa ventana.
Con la llegada de mi hermano cuatro años después,
nos alejamos del barrio. Villa Pueyrredón y Florida vieron
mi transformación en adolescente.
Unos años después de la separación de mis padres,
volvimos a Parque Chas. Pasaje La Haya casi esquina Triunvirato.
Tenía catorce años. Mi alegría tenía
una causa fundamental: la cantidad de colectivos que pasaban por
la esquina de mi casa. Todo se facilitaba. La cercanía con
la avenida, las posibilidades de abrir mi mundo capturaron mi atención
en dirección opuesta al barrio en el que había nacido.
Fue difícil para mí encontrar lo que quería
hacer. Probé cosas diferentes. Lo único que sabía
era que quería encontrar una disciplina que permitiera
expresarme, que me permitiera decir. Un verano recordé
el placer tan especial que solía producirme sacar fotografías
cuando era chica. De modo que empecé a estudiar. Es aquí
donde Parque Chas vuelve a la escena. Decidí dejar de eludirlo:
el barrio se transformó en mi modelo para varios ejercicios
fotográficos.
Las primeras imágenes que realicé fueron fuera de
foco. Imágenes borrosas de un barrio-laberinto que realmente
no conocía. Caminé permitiendo perderme. Sin embargo,
de alguna manera siempre encontraba el camino de vuelta.
El siguiente ejercicio requería realizar imágenes
en blanco y negro con un objetivo muy simple: buscar la luz. Esta
vez decidí hacerlo metódicamente. Llevé un
mapa. Pretendía anotar las direcciones exactas de las casas
que fotografiaba. Pero me fue imposible: el barrio me daba continuos
motivos para extraviarme.
Entonces los frentes de las casas empezaron a interesarme. Noté
que las casas del barrio circular son muy diferentes entre sí
pero que poseen algo que las une, algo que nunca vi en ningún
otro lugar. Son simultáneamente accesibles y distantes.
Silenciosas. Parque Chas da muchas pruebas de vida pero a la vez
parece dormido. Como si siempre fuese domingo, con su belleza
y su melancolía.
Tiempo después comprendí que esa belleza y esa
melancolía exigían fotos en color. Así que,
ya sin mapas, salí a buscarlos. El azul, el marrón,
el gris. Comencé a prestar atención a los detalles,
a los rincones. Y volví a perderme cuando me encontré
nuevamente con ese mutismo vibrante. Curvas, árboles, frentes,
matices.
Cuando recibí el ofrecimiento de publicar mis fotos, revisé
todas estas imágenes y no pude evitar volver para sacar
algunas más. Hoy ya no vivo en La Haya, pero sigo cerca:
siete cuadras por Combatientes de Malvinas me llevan a mi punto
de partida.
En este último paseo, me reencontré con la belleza
de extraviarse voluntariamente en un lugar único. Vi muchas
personas recorriendo las cuadras curveadas. Plazas, autos, vecinos.
Ellos habitan Parque Chas: conocen sus calles, sus secretos, sus
atajos. Yo no conozco esas claves, pero tampoco soy una extraña.
Para mí, este barrio siempre será lo que mi cámara
quiere de él.