Fecha de Publicación:10/01/2006 |
Fuente:
Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires |
La Reserva Ecológica quiere jugar en
Primera
A pocos minutos de la Plaza de Mayo, la Reserva
Ecológica Costanera Sur desafía la proverbial desidia
burocrática, la depredación y aún la especulación
inmobiliaria y perdura, a casi 20 años de su creación,
como el principal pulmón verde de la ciudad, 353 hectáreas
que merecen su reconocimiento definitivo como patrimonio de todos
sus habitantes.
Ascenso y caída, la historia de la Costanera
Sur es conocida: hacia 1918 se inauguró como Balneario Municipal,
asomó entonces como un paraje empleado por la incipiente
burguesía porteña para lucir su orgulloso estilo de
vida, se popularizó como lugar de expansión de los
porteños hacia la década de los 40 y su lenta decadencia
comenzó cuando las industrias instaladas en el conurbano
empezaron a aprovechar la ribera como depósito de desechos
y drenajes varios que impidieron el reconfortante baño en
las amarronadas pero en algún momento aptas- aguas
del río de la Plata.
Desde que la zona entró en estado de abandono
fines de los años 50-, permaneció prácticamente
abandonada hasta 1978, cuando empezaron a apilarse los escombros
de las demoliciones efectuadas a raíz de la construcción
de la autopista 25 de Mayo y el ensanchamiento de la avenida 9 de
Julio. Entonces se levantaron terraplenes perimetrales que cercaron
el agua en enormes piletones que fueron rellenados con los restos
del dragado del río. La iniciativa de las autoridades militares
contemplaba la creación de zonas verdes y un centro administrativo
de la ciudad pero todo fue descartado pese a que los trabajos de
relleno se extendieron de manera discontinua hasta 1984.
Paulatinamente, una asombrosa labor espontánea
de la naturaleza trocó aquella extensión abandonada
de 353 hectáreas de piedras y tierra por un agreste hábitat
de lagunas, bañados, montes y pastizales donde lentamente
se instalaron al menos 250 especies de aves, nueve de anfibios,
23 de reptiles, 10 de mamíferos, 50 de mariposas y 245 de
diversa flora. Durante las inundaciones de 1986 y 1992, muchas plantas
y bichos típicos de la cuenca del río Paraná
que navegaban en camalotes arribaron a este pedazo de tierra que
en 1986 el viejo Concejo Deliberante declaró, a instancias
de varias ONG preocupadas por el tema, Parque Natural y zona de
Reserva Ecológica.
Cisnes de cuello negro, tijeretas, garzas moras,
patos capuchinos, chingolos y jilgueros conviven entre pastizales
de cortaderas, juncales, totoras, ceibos, bosques de aliso de río
y sauce criollo con cuises, coipos, comadrejas rojas, lagartos overos,
iguanas, víboras ciegas y yararás, conformando un
paisaje único para una urbe como Buenos Aires, representativo
de la vida silvestre del ecosistema ribereño pampeano similar
al que existía previamente al desembarco español en
estos suelos, y apostado precisamente cerca del primer emplazamiento
de la ciudad.
Su notable diversidad biológica le valió
que en marzo de este año fuese declarada área protegida
por la Convención
de Ramsar sobre Humedales -que impulsa la conservación
y el uso racional de ambientes naturales en donde el agua desempeña
un rol esencial-, a raíz de su valor histórico y para
la educación, el turismo, la recreación, la investigación
y las actividades culturales. Así, el lugar se suma a otros
13 ubicados en distintos puntos de la Argentina, que ya fueron incorporados
a la Lista de Humedales de importancia internacional, conocidos
como sitios Ramsar.
Actualmente la Reserva Costanera Sur es visitada
por más de 60 mil personas cada fin de semana, pero los fantasmas
del fuego y el vandalismo se ciernen como un peligro constante que,
pese a las medidas de seguridad implementadas en los últimos
tiempos, aún no ha podido ser desterrado. Víctima
de más de 300 incendios en los últimos 15 años
el último ocurrió el 8 de noviembre pasado-,
las disposiciones formales de la Carta Magna local que promueven
la protección y restauración de los espacios públicos
de acceso libre y gratuito no han podido resguardarla de los piromaniacos
amateurs o profesionales que periódicamente la atacan ni
tampoco de quienes desaprensivamente arrojan basura en sus lagunas.
A estos graves sucesos se suma el riesgo, siempre
presente, de que algunos pretendan realizar negocios inmobiliarios
sin considerar el impacto ambiental que podría erosionar
este paraíso natural. Ello obliga a que la urbanización
de Puerto Madero iniciada en los 90 tenga presente las condiciones
de preservación de un ecosistema de utilidad común
que debe ser resguardado si algún interés particular
pretendiera atentar contra él.
Resulta imperioso que este verdadero parque natural
ubicado a orillas del entramado urbano, que asombra a propios y
visitantes, sea reconocido y valorado como patrimonio de todos los
porteños, a quienes cabe comenzando por los estamentos
gubernamentales- la tarea de salvaguardar un bien insustituible
y único en su especie.
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Foto: GCBA
Ver:
www.porlareserva.org.ar/
Un grupo de vecinos de la Ciudad de Buenos
Aires, asiduos concurrentes a Costanera Sur, preocupados por el avance
edilicio que sobre los espacios naturales se viene produciendo, con
el consecuente desmedro de las cualidades ambientales del área,
se han autoconvocado alrededor de la común pretensión
de instrumentar todas y cada una de las acciones que procedieren a
fin de evitar tales consecuencias
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