CIENTOS DE
PORTEÑOS JUGARON A LA RAYUELA
Llegando al Cielo por la 9 de Julio
Fue en el cierre de los homenajes por
los veinticinco años de la muerte de Julio Cortázar
Por Lorena Inés Santa Cruz
lorenaisantacruz@gmail.com
Sábado 21 de marzo de 2009, cientos de personas –en
su mayoría jóvenes- juegan a la rayuela en la Avenida
9 de Julio (la más ancha del mundo). ¿De dónde
salieron? ¿Provendrán de un cuento de Cortázar?.
Puede que sí, en su homenaje se han reunido como si los
personajes de un cuento no escrito pudieran honrar a un autor
que los dejó.
Hace veinticinco años moría en París uno
de los hombres que revolucionó la literatura, ese belga,
argentino, francés que hablaba en sus novelas y cuentos
de prostitutas, galerías, autopistas, cartas, la muerte
y objetos cotidianos que se transformaban irremisiblemente. Hace
veinticinco años se apagaba una llama. Hace veinticinco
años se fue Julio Cortázar y nos dejó un
vacío. Para todos los que nos iniciamos en su viaje mágico,
Cortázar fue y es una inspiración gloriosa.
¿Y qué homenaje merece el Maestro en la celebración
de este cuarto de siglo sin él? Un homenaje que intervenga,
un homenaje único en el mundo. Marta Minujín, la
artista plástica conocida por su descaro vanguardista fue
la elegida para el cierre de los homenajes y llevó su intervención
urbana con éxito. La convocatoria se hacía eco a
través de los afiches callejeros y la página del
Gobierno de la Ciudad. Minujín pintó rayuelas en
honor a la obra maestra del escritor, las llevó a la 9
de Julio, confeccionó piedras fluorescentes y las autografío
y mientras alentaba con el megáfono a cientos de personas
que jugaron durante una hora – de 18 a 19- sobre el asfalto
se alimentó esa obra efímera, como a ella le gusta
llamarla.
El público era heterogéneo, había jóvenes
que circulaban con libros del escritor en la mano, familias con
hijos, adultos, turistas con cámaras ultramodernas que
no podían creer lo que veían y periodistas que perseguían
a Minujín por todos lados. La artista plástica lucía
un enterito dorado y sus anteojos de sol incuestionables. Los
colaboradores estaban con pecheras plateadas con el lema del encuentro,
“Rayuelarte” y su tarea consistía
en impedir el paso del público a la zona de juego, pero
luego de un rato, cansados de los que se colaban, habilitaron
el paso. Algunos más correctos respetaron el lema, jugar
a la rayuela mientras mujeres con peluca rubia carré y
anteojos oscuros al estilo Minujín los miraban atentamente.
De la Tierra al Cielo y si ganaban podían saltar a otra
rayuela y si ganaban podían llegar a la última y
llevarse el premio: la piedra mágica autografiada por la
artista. Acompañaban decenas de saxofonistas que interpretaban
la melodía de “El Perseguidor”.
Minujín agitaba y gritaba su célebre frase, “arte,
arte, arte” que se hizo popular cuando la encontraron con
cocaína tratando de subir a un avión. Mijunín
decía, “"¿Quién pierde?: nadie
que crea que todo puede ser más bello. Nadie que quiera
divertirse. Nadie que recupere un poquito de infancia".
A las 19 hs. en la Tierra levantaron las rayuelas y la multitud
se desconcentró. Cortázar sonrío desde el
Cielo, mientras recitaba:
“Dedée me ha llamado por la tarde diciéndome
que Johny no estaba bien, y me he ido enseguida al hotel”.
(Fuente: "Cuentos completos I", Julio Cortázar,
Editorial Punto de Lectura, El perseguidor, pp. 299, Buenos Aires,
2007)