INUSUAL
FENÓMENO METEOROLÓGICO
Después de 89 años nevó
en Capital Federal
La nevisca o aguanieve sorprendió ayer a los vecinos de
los barrios porteños y el Gran Buenos Aires. La última
vez que la Ciudad se cubrió de blanco fue el 22 de junio
de 1918.
El fenómeno comenzó a partir de las 14 con la
caída intensa de copos de nieve, que al llegar al suelo
se deshacían, porque todavía la superficie no estaba
los suficientemente fría para conservarlos.
Jorge Leis, del Servicio Meteorológico Nacional, dijo
a Télam que "el fenómeno se originó
en la irrupción de aire polar en los niveles medios de
la atmósfera y a la baja temperatura existente en la superficie,
lo que impidió que los copos de disolvieran al acercarse
a la tierra".
"Las temperaturas más frías estan por venir
en los próximos días, debido a la acción
de los vientos y la humedad, pero los copos de nieve caerán
sólo hasta esta madrugada", aseguró el meteorólogo.
Los porteños y bonaerenses, al notar que el aguanieve se
transformaba en copos, comenzaron a salir a las calles abrigados
con gorros y bufandas para sacarase fotografías.
La nevada más intensa que cayó sobre Buenos Aires
se registró en junio de 1918, cuando se acumuló
en las calles y en las copas de los árboles, y en 1928
y 1967 hubo fenómenos similares, pero en forma de aguanieve
o nevisca.
En esa época, Buenos Aires no vivía el fenómeno
actual que los meteorólogos llaman "isla de calor",
por el cual la creciente urbanización hace que la temperatura
terrestre se eleva e impide la acumulación de nieve.
La fuente del Servicio Meteorógico precisó además,
que "es frecuente la irrupción de aire polar en los
niveles medios de la atmósfera, sólo que los copos
al llegar a la superficie se disuelven".
Lo que para algunos fue alegría, para otros no tanto:
Un hombre fue encontrado muerto a las cinco de la mañana,
con tres grados de temperatura y uno de térmica. Estaba
tapado con cartones, en la esquina de Chacabuco e Independencia.
20.15 Calle Habana entre Cuenca y
Campana
Foto: ParqueChasWeb
Crónica de la nevada de 1918
Las quejas climáticas
de los porteños parecen no tener fin. Desde siempre se
maldicen los "veranitos" invernales, la vieja Sudestada
o la moderna corriente Del Niño. Pero, rarezas meteorológicas
eran las de antes....
Sin duda alguna 1918 fue un año muy especial para
el mundo y especialmente para los argentinos. Para todas las naciones
fue el año de la Paz. El general Foch se hacía cargo
del frente aliado en la legendaria batalla de Verdun y comenzaba
así el derrumbe alemán. Mientras comenzaba a apagarse
lentamente la estrella del Kaiser el andamiaje imperial ruso era
desmantelado luego de la revolución bolchevique.
Mientras todos estos acontecimientos tenían lugar en la
vieja Europa, en nuestra Argentina más precisamente
en Comodoro Rivadavia nuevas napas petrolíferas prometían
un futuro de grandeza. En el campo hípico, el triunfo de
Botafogo sobre Grey Fox fue presenciado por miles y miles de aficionados,
en una revancha que llegó a paralizar el pulso de los porteños.
22 de junio de 1918: Plaza de Mayo
nevada (AGN)
Días antes, una compacta multitud se había volcado
al puerto metropolitano para recibir a la legendaria Fragata Sarmiento,
que regresaba a Buenos Aires trayendo los restos de Bernardo de
Monteagudo.
Pero para los porteños faltaba el "postre" principal.
Y llegó entre las 17 y las 18 del día 22 de junio.
Una sorpresiva, inesperada y atípica nevada alfombró
de blanco las calles de la ciudad y cubrió el verde de
plazas y paseos públicos. Ese nuevo huésped hizo
que la población se largara a la calle. Los empleados dejaban
sus puestos en las oficinas, muchos tranvías detuvieron
la marcha y todos los pibes, no faltó ninguno, pretendieron
concretar el sueño del muñeco propio, tal como solían
verlos, con mal disimulada envidia, en fotos que llegaban desde
lejos.
¿A qué se debió el milagro? Llovieron explicaciones
de los especialistas en metereología, pero prevaleció
cierto mix de sorpresivos descensos en las marcas térmicas,
alguna incidencia de la Luna, un furioso temporal desatado en
la zona cordillerana, más la presencia de fuertes vientos
provenientes del cuadrante oeste. Así se había provocado
el milagro.
Sea como fuere, lo cierto es que la Plaza de Mayo, la del Congreso,
el Zoológico y el Rosedal quedaron tapizados con gruesos
copos, que por otra parte colgaban de los árboles y alfombraban
balcones.
Ya antes, en el mes de agosto de 1917, se había registrado
una breve precipitación de nieve, pero de ningún
modo llegó a adquirir los contornos y el atractivo de la
de 1918.
Para tener una idea de la intensidad con que nevó y la
cantidad de nieve caída, bastaría con citar que
el famoso escultor italiano Zonza Briano, que en esos momentos
residía en Buenos Aires, se animó a levantar sorprendentes
tallas en los bosques de Palermo, modelando con sus manos esculturas
tan atractivas como efímeras.
Bien vale la pena reproducir la crónica de un matutino
porteño, refiriéndose a un fenómeno que hoy,
a casi 80 años de ocurrido, sigue siendo cita obligada
en cuanta charla sobre rarezas meterológicas se registre.
Decía así : "...en las calzadas, en los canteros
de las plazas, en las aceras del Este y del Norte, por causa del
Pampero, fue creciendo la fina capa de lana blanca hasta varios
centímetros de espesor. El cuadro no dejó de tener
todo lo que la pintura, las fotografías, crónicas
y libros, habían reflejado sobre la nieve.
La Plaza del Congreso se convirtió en una verdadera plaza
europea, con su césped y macetas completamente nevados.
También la reproducción de El Pensador, de Rodín,
dejaba caer las colgaduras, cual blancas estalactitas, como tanto
las conoce el original".
Aquella nevada de 1918 fue una yapa poética que esperaban
los porteños. Tal vez fue obra de la Providencia, como
para mitigar el dolor de todos por la muerte del inolvidable poeta
Guido y Spano, ocurrida aquel año.
Han pasado casi 8 décadas y pocos recuerdan que el fenómeno
provocó que gran cantidad de líneas telefónicas
quedaran cortadas, tal como fue informado por la empresa Unión
Telefónica, o que los tranvías de la Anglo Argentina
debieron suspender sus servicios en Pueyrredón y Corrientes,
ya que la nieve acumulada en ese lugar impedía hacer el
cambio de vías.
Todas las salidas del Ferrocarril Sud desde Constitución
a La Plata debieron también suspenderse. La nieve
visitó a Buenos Aires en otras dos ocasiones: en la mañana
del 13 de julio de 1920 y en la madrugada del 4 de junio de 1921.
Pero en ninguna de esas dos ocasiones los porteños pudieron
revivir las alegrías y las emociones de aquella gran nevada
del 18, que los memoriosos y los nostálgicos siguen
recordando como "El día que Buenos Aires se vistió
de novia...".
Lo inevitable
Por muchos motivos, la nevada de 1918 fue histórica para
los porteños y se la sigue recordando con nostalgia y alegría.
Pero tuvo su costado oscuro, doloroso, policial.
En efecto, seis personas murieron de frío. Cuatro eran
vagabundos que solían dormir a la intemperie. Otro era
un vecino, de apellido Nuñez, que arrastraba un viejo problema
cardíaco y a quien la nevada sorprendió camino a
su casa. No se sabe bien por qué motivo se sentó
en un banco de la Plaza Lorea.
Algunos piensan que el intenso frío le provocó una
indisposición que le impidió seguir caminando y
optó por sentarse en ese banco del barrio de Congreso,
buscando reponerse, mientras a su alrededor, alejados totalmente
del problema que enfrentaba, los jóvenes y los niños
disfrutaban del meteoro.
Dicen que un transeúnte lo encontró, ya sin vida.
La sexta víctima fatal fue José Luis Moreno, un
singular personaje al que muchos porteños conocían
como El Indio. Su cadáver fue encontrado días después
por un perro que revolvía basura en un baldío.
También el Río de La Plata tuvo su víctima.
Era un pescador que se había largado con su bote, siendo
sorprendido lejos de la costa. Un diario de la época cuenta
que debieron quebrarle los huesos de su mano derecha para poder
separarlo de su caña de pescar.
Si a todo esto agregamos que hubo 123 heridos, debido a caídas
que provocaron fracturas y luxaciones, por el pavimento y las
veredas resbaladizas, tendremos que no todos pueden seguir evocando
aquella nevada con la misma nostalgia y emoción.
La crónica precedente fue escrita por el recordado periodista
Enrique Sdrech en 1998.
Fuente: www.sidus.com.ar