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Buenos Aires, Argentina /
Fecha de Publicación:21/08/08 Redacción ParqueChasWeb

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VILLA URQUIZA/ PATRIMONIO BARRIAL DESPROTEGIDO

¿Quién ordenó derribar los murales de Triunvirato y Roosvelt?

Habían sido inaugurados entre 2002 y 2003 por el Grupo de muralistas del Centro Cultural "El colectivo" y en 2006 fueron declarados de Interés cultural por la Legislatura porteña a través de un proyecto que presentó el entonces diputado, Héctor Bidonde.


Por Fernando Belvedere


Todavía sigue siendo un misterio quiénes fueron los "genios" que mandaron a destruir dos murales que estaban ubicados en la plaza seca de Truinvirato y Roosvelt.

ParqueChasWeb se comunicó vía e-mail con el director del CGPC12, Néstor Dall´Alpi, quien nos expresó: "mantuve contacto con Espacio Publico para que informe si tienen registro de alguna repartición del Gobierno que haya sido responsable de la demolición del mural en cuestión, de ser asi, cuales fueron las causas de la misma. Ni bien puedan brindarme esta información se la comunico". Hasta el día de hoy no hemos recibido novedad alguna.



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Por su parte, Marcela, integrante del Centro Cultural "El Colectivo" indignada nos comentó que en el Correo de Lectores de otro diario barrial, apareció la carta de un vecino que se jactaba de que a raíz de una denuncia que él efectuo, procedieron a demoler "esa pared, que los cartoneros usaban de sanitario". Pero del mural ni habla.

El 17 de junio pasado una cuadrilla de emergencias del gobierno porteño, que responde a este tipo de denuncias vecinales, procedió a destruir los murales.

"Investigando un poco en la web, hemos visto que, de cualquier manera, aunque un avezado funcionario municipal se hubiera preguntado si esos murales tenían alguna importancia, no los hubiera encontrado en la base de datos de sitios de interés cultural; puesto que esa base no está actualizada desde principios de 2006. Por último, hemos sabido que un mural en San Telmo, enorme y bellísismo, fue demolido en mayo último, aun cuando figuraba en TODAS las listas de interés cultural y patrimonio historico de la ciudad", agregó Marcela.

Hace un mes, el Ministerio de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires lanzó "Mi Buenos Aires Querible", una propuesta interactiva ligada al patrimonio porteño y orientada a la participación de toda la familia, vecinos y turistas a través de un juego de preguntas y respuestas.

Lo que cabría preguntarse es cuán comprometido está el gobierno porteño en preservar el patrimonio barrial ya que, la demolición de los murales (declarados de interés cultural por ley) evidenció un gran descuido o un grado de desinterés importante de parte de funcionarios de Cultura, algunos vecinos y empleados de emergencias, por estas piezas de arte en la vía pública.

"Mientras fotografiábamos los escombros, una señora mayor pasó y le dijo al artista plástico que dirige el grupo muralista: "si te tiran un mural, hay que hacer dos!". La idea a futuro es un poco esa. En algún momento vamos a acercarnos a la Legislatura y al gobierno para ver si, dentro del proyecto urbanístico que supuestamente esta en curso para esa plaza de los vecinos, o bien dentro de la futura estación de subte, pueden recuperarse, rehacerse e integrarse esos murales (u otros nuevos) que de alguna manera y para muchos formaban una parte interesante del paisaje urbano cotidiano", finalizó diciendo una de las responsables del Centro Cultural "El colectivo".


Cómo se concibieron los murales

En diciembre de 2002 y en julio de 2003 se inauguraron, en las intersecciones de la avenida Triunvirato con la calle Roosevelt, y con las vías del ferrocarril Mitre, respectivamente, del barrio porteño de Villa Urquiza, sendos murales realizados por Gustavo Benito, Gabriela Espósito, Mariano García, Diego Gómez, Lucas Martínez, Tata Monie, Paula Nowell y Paola Robaina, integrantes todos ellos del Grupo Muralista del Centro Cultural "El Colectivo", del nombrado barrio. Las realizaciones contaron con el apoyo de ese Centro, así como con el del Grupo de Vecinos por La Plaza, y de la Asamblea de Villa Urquiza. La técnica empleada en ambos murales fue la pintura látex y acrílica, las dimensiones del primero son de 7,30 por 3,37 metros, las del segundo de 4,35 x 7,30 por 3,38 metros.

Según Tata Monie, ese grupo muralista nació "peleándole a la ciudad los espacios saturados por la publicidad y el deterioro (…) Decidimos pelear contra la rutina, contra los que nos dicen qué comer, cómo vestir, a quién votar y cómo tenemos que pensar. Contra el color gris, contra quienes hacen del arte algo inalcanzable y privado. Nuestra mayor recompensa y victoria es ver cómo un abuelo se detiene unos minutos ante la pared, o un padre con sus hijos analizan y critican las formas y los colores distribuidos sobre el muro."


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En palabras de los propios realizadores, el objetivo que los animó fue "compartir, construir", y los murales les permitieron demostrar "que el arte es activo, está presente, es reflejo de la cultura y parte de la vida cotidiana", así como reafirmarse en la convicción de que "esta presencia debe ser multiplicada, e incorporada a un gran número de derechos de los cuales estamos privados y debemos recuperar."

Los artistas consideran que las pinturas se realizaron en consonancia con su determinación de contribuir al arte público, al que definen como "una manera de compartir, de democratizar el arte, de llegar a todos los que, por imposibilidad o desconocimiento, no pueden acceder a este lenguaje, a esta manera distinta de expresar o de comunicarse, en este caso, a través de formas y colores."

Fue así como concretaron el propósito de aportar, "desde lo pictórico, una nueva mirada, disputando un espacio ya saturado de publicidades y campañas, invirtiendo la relación del afiche que nos invade, que nos pide consumir, votar, por una pintura que nos brinda, a través de la sensibilidad, la posibilidad de buscar una imagen que nos identifique, un ámbito de reflexión."

En ese sentido buscaron, con la imagen, "transmitir nuestra mirada crítica, que atraviesa la realidad político-social, adentrándose tanto en la solitaria cotidianeidad del personaje como también en la íntima reflexión del mismo (de nosotros mismos)."

En consecuencia, los murales les permitieron "salir del taller e interactuar y relacionarnos con los vecinos, quienes nos apoyaron, nos alentaron, nos sugirieron y nos criticaron. Fueron espectadores del largo y minucioso proceso de trabajo: reparación y preparación del muro, planteo del diseño y elaboración del color definitivo."

Los muralistas destacan también "el respeto que se generó hacia estas obras que, a pesar de estar constantemente expuestas, permanecen para todos y en el tiempo."

(Fuente: Cedom)



 


 








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