EL DIRECTOR DEL MUSEO SAAVEDRA DICE QUE EL LAGO ABANDONADO ES SU
PRINCIPAL CRIADERO
Los mosquitos invaden el Parque General Paz
Este importante pulmón de Buenos Aires presenta un estado
lamentable desde hace varias décadas. El lecho de lo que
alguna vez fue un espejo de agua hoy está seco y en los
charcos de lluvia se reproducen, en cantidades, las larvas de
este molesto insecto. No obstante, desde el Gobierno de la Ciudad
aseguran que en los grandes espacios verdes sólo conviven
variedades silvestres que no transmiten el virus del dengue.
Por Javier Perpignan
jperpignan@periodicoelbarrio.com.ar
Pastos crecidos. Bancos rotos. Ramas y árboles caídos
desde hace meses. El lecho de lo que alguna vez fue un lujoso
lago ahora es un basural o, en el mejor de los casos, una pista
de skate o bicicleta. En este estado de descuido se encuentra
el Parque General Paz, ubicado en Crisólogo Larralde y
Aizpurúa, barrio de Saavedra. Dentro del espacio verde
funciona el Museo Histórico de Buenos Aires “Brigadier
General Cornelio de Saavedra”, que en conjunto fue durante
muchos años un referente de esparcimiento y cultura. Pero
hace varias décadas perdió ese esplendor que lo
caracterizaba hasta caer en el abandono que le dedicaron las sucesivas
administraciones comunales.
El Lic. Alberto Piñeiro, a punto de cumplir de cumplir
20 años como director del museo, se muestra preocupado
por el estado del parque y denuncia que el lecho en donde alguna
vez estuvo el lago constituye, especialmente luego de las lluvias,
“el criadero de mosquitos más importante de la zona
norte”. Piñeiro explica que luego de la expropiación
de las tierras a los descendientes de la familia Saavedra Zelaya,
en 1941 la Municipalidad decidió trasladar el Museo Histórico
de la Ciudad, que funcionaba en el centro porteño, a este
predio. “Junto al museo se inauguró el parque con
el lago, que pertenecía a la chacra original. El conjunto
era sumamente atractivo, pero desde hace 30 años entró
en un pronunciado proceso de deterioro”.
-¿Cuándo comenzó la decadencia del lago?
-En la misma época en que se abandonó la calesita,
a fines de los años 70. Cuando era pibe venía a
jugar a la pelota y el lago tenía agua. Pero que esté
vacío ahora no significa que no se junte agua. Cuando llueve
se forman charcos que, al quedar estancados, dan como resultado
el mayor criadero de mosquitos de la zona norte de Buenos Aires.
-¿Por qué el lago dejó de funcionar como
tal?
-En un primer momento se lo vació porque en verano se
lo usaba como una pileta de natación y nadie podía
garantizar que no hubiese vidrios rotos o elementos cortantes.
Pero esto ocurrió hace 30 años...
Barrios de primera
A la hora de explicar las razones de esta decadencia, Piñeiro
cree que simplemente se debe a que hay barrios de primera y otros
de segunda. “Aquello que se ve más recibe mejor atención.
El Parque General Paz está en la periferia de la ciudad
y por eso no se le da tanta importancia. Tal vez sea un caso de
chauvinismo mal entendido; al ser utilizado mayormente por vecinos
de la provincia no lo valorizamos”, afirma el director del
Museo Saavedra.
Por supuesto que cuando se deja de cuidar el parque surgen los
inconvenientes que este abandono produce. “Es un criadero
de mosquitos, algo preocupante en tiempos del dengue. La solución
es sencilla: este lago debe tener agua y peces, sencillamente
porque los peces se comen las larvas de los mosquitos. Además
el lugar adquiriría un importante criterio estético.
Pregunto, ¿cuál es el atractivo de los bosques de
Palermo? En un artículo periodístico escribí
que este parque era el Palermo del norte, aunque mucho más
modesto”, compara Piñeiro.
-¿El lago abandonado es un lugar seguro?
-En realidad los chicos lo usan para andar en bicicleta y como
pista de patineta. Desde luego, se junta mucha basura. Es una
pena. La chacra original tenía patos y nosotros últimamente
conseguimos unos cuantos que en su mayoría los dejaban
los vecinos, pero nos atacaron dos jaurías que mataron
a varios de ellos. A los que sobrevivieron los enviamos a Agronomía.
Creo que un parque bien cuidado va a ser más seguro.
Las fotografías antiguas que ilustran las páginas
6 y 7 muestran un delicado equilibrio entre la vegetación
y el lago, lo que otorga a la escena una sensación de placidez
única. En la actualidad, el desordenado crecimiento de
especies arbóreas -en muchos casos plantadas por los propios
vecinos, sumado al penoso estado de abandono del sector donde
estaba el lago- empalidece uno de los sitios más hermosos
del barrio. “Si observamos las fotos de los años
50 descubrimos que en el entorno había una vegetación
hermosísima que prácticamente ha desaparecido -explica
Piñeiro con cierta desazón-. Recuperarlo no es muy
costoso. Si este lago funcionó y embelleció la zona
durante 60 años, ¿por qué no puede hacerlo
ahora? Es lo mismo que le pasó a la calesita. Algunos cráneos
propusieron rellenar el lecho del lago con tierra. Pero es más
sencillo llenarlo de agua”.
El abandono de la zona provoca como consecuencia directa la disminución
de gente paseando por el parque, lo que acarrea también
una merma en la concurrencia al Museo Saavedra. “Un entorno
agradable, disfrutable, facilita la llegada de público
al Mueso, que depende mucho del parque”, sostiene Piñeiro.
Para ejemplificar esta situación cuenta que en noviembre
se cayó un ejemplar de eucalipto y todavía ningún
operario del Gobierno de la Ciudad lo retiró. Además
advierte del peligro que significan estas especies, “que
se vienen abajo con facilidad”. El director del Museo Saavedra
considera que no se necesita demasiado dinero para recuperar el
parque: “Hace falta un poco más de jardinería,
reponer especies que se han secado y organizar la intervención
vecinal, que si bien es bienintencionada carece de criterio paisajístico.
No es cuestión de plantar árboles; los parques tienen
un trabajo profesional”.
-¿Cuánto hace que viene reclamando al Gobierno
de la Ciudad la solución de estos problemas?
-Este es un tema de largo aliento. Los primeros reclamos los
hicimos cuando Jorge Domínguez era intendente (N. de la
R: 1994-1996). En esa época enviamos la primera nota. Varias
veces estuvieron a punto de concretarse los ansiados arreglos,
pero por nuestra historia económica siempre quedaron para
otra oportunidad. A pesar de todo, hay promesas. Esperemos que
cuando se normalice la situación le toque el turno a este
parque. Yo soy optimista, pero mientras tanto hay que calmar la
ansiedad.
Desde el Gobierno
Las lluvias y el calor de los últimos días favorecieron
que la ciudad se llenara de mosquitos. Desde la Dirección
General de Espacios Verdes admiten que se “observa un crecimiento
de la población de los mosquitos silvestres por las condiciones
climáticas, de lluvia y sol”. El mapa de riesgo de
dengue identificó 5.277 manzanas de Buenos Aires con probabilidad
de tener al mosquito transmisor de esa enfermedad, de las cuales
545 son las que tienen las mayores probabilidades. Ante esta situación,
Daniel Sbora, director de Operaciones de Inspección de
Higiene Urbana, dependiente del Ministerio de Ambiente y Espacio
Público del Gobierno de la Ciudad, le confirmó a
El Barrio que la comuna realiza en forma permanente trabajos de
fumigación en plazas y parques.
“Pero hay que tener en cuenta que estos trabajos sirven
para los mosquitos silvestres. El portador del virus del dengue,
el Aedes aegypti, es un mosquito domiciliario que no vuela más
de 150 metros. Por eso es muy importante la prevención
y la colaboración de todos los vecinos. Nosotros podemos
fumigar en las plazas, pero esta acción no elimina al mosquito
transmisor del dengue. No porque no sea efectiva sino porque lo
tenemos en nuestras propias casas. Por eso tenemos que tomar conciencia
y mantener limpios objetos que acumulen agua como latas, neumáticos,
macetas rotas y juguetes. Es importante renovar diariamente bebederos
de animales y el agua de los floreros”, explica el funcionario.
En tanto, desde el Hospital Pirovano, la Dra. Cristina Piwen,
jefa de Promoción y Protección de la Salud, confirma
que hasta ahora no se han detectado casos de dengue en la Ciudad
de Buenos Aires.
Los tiempos de Luis María
La Ciudad de Buenos Aires se caracteriza desde hace varias décadas
por la falta de espacios verdes. Todos fueron cediendo lentamente
ante las grandes moles de cemento, que hoy coronan a la Reina
del Plata como una de las urbes más importantes de Sudamérica.
Sin embargo, en la zona norte aún perduran dos grandes
predios naturales que, a principios del siglo veinte, formaban
parte de una chacra cuyo adinerado propietario era el sobrino
de Cornelio de Saavedra. Cuando esas tierras fueron expropiadas
para la construcción de la Avenida General Paz nacieron
dos parques imponentes: el General Paz y el Saavedra. En el primero,
además, trasladaron el Museo Histórico de Buenos
Aires -al que bautizaron con el nombre del prócer de la
gesta de mayo- a la casona de la estancia de su sobrino, Luis
María Saavedra.
Los títulos de propiedad, que también se conservan
en el Museo Saavedra, permiten conocer el proceso de adquisición
por parte de Luis María Saavedra de los extensos terrenos
en los que estableció su chacra. Los antecedentes del primer
título de propiedad se remontan al 12 de noviembre de 1831,
cuando Ezequiel Maderna vendió a don Christen Albertsen
de Aroe, originario la isla de Aroe, Dinamarca, “una población
de chacra con casa, corrales, hornos de ladrillo y sangeado que
tiene y posee en unos terrenos situados en la Costa de San Isidro”,
según describe textualmente el título de propiedad.
Christen Albertsen de Aroe moriría asesinado en extrañas
circunstancias. Tiempo después, su viuda Kirsten Albertsen
y sus hijos otorgaron un poder a Gabriel Manuel Bilbergh, cónsul
de Suecia y Noruega en Buenos Aires, con la cláusula de
otorgar escritura de venta de los bienes.
El 23 de abril de 1863 Bilbergh transfirió todo el poder
al vicecónsul de Suecia y Noruega, Pedro Ebbeke. Concluido
este asunto, se resolvió un litigio entre el apoderado
sustituto y Luis María Saavedra, a quien el Gobierno había
concedido en arrendamiento la chacra de Albertsen de Aroe por
creerse que el danés no tenía herederos. Dicho litigio
finalizó con un arreglo entre las partes firmado el 17
de diciembre de 1863. Recién al año siguiente Luis
María Saavedra adquirió la chacra “con su
población y todo lo que a esta testamentaría pertenezca
situado en esta Provincia en el Partido de San Isidro, hoy de
Belgrano”. Los terrenos mencionados conformaban un rectángulo
comprendido entre las actuales Avenida de los Constituyentes,
Crisólogo Larralde, lo que hoy son las vías del
ferrocarril (ramal a Bartolomé Mitre) y el arroyo Medrano,
que corría en forma casi paralela a la ex calle Republiquetas
hacia el norte.
El proceso de adquisición de la chacra culminó,
luego de engorrosas sucesiones, el 13 de marzo de 1880. A fines
del siglo diecinueve se construyó el casco de la estancia
-en donde ahora se ubica el Museo Saavedra, con un diseño
totalmente diferente del que tiene hoy en día- y el lago
artificial con un puente, obra de Ventura Corbelle, un constructor
de parques y jardines y especialista en trabajos rústicos
de cemento armado. Para Alberto Piñeiro, el puente sufrió
modificaciones porque en las fotografías más antiguas
se observa claramente que no es el mismo. “Antes era de
cemento armado y muy decorativo, pero como se debe haber deteriorado
se puso uno de metal. Es una pena porque el original era lindísimo”.
De la chacra al parque
Al fallecer Luis María Saavedra, el 7 de enero de 1900,
comenzó a declinar la actividad de la chacra. Se arrendaron
varias hectáreas para ser explotadas como quintas de verdura
y para remate de hacienda y reproductores. El resto de las tierras
se dedicaban al pastoreo, favorecido por la existencia de buenas
aguadas provenientes de importantes molinos; los restos de uno
de ellos aún se conservan en el Parque General Paz.
Pocos años después de la muerte de Dámasa
Zelaya, la viuda de Saavedra, el Poder Ejecutivo Nacional envió
al Congreso con las firmas de Agustín P. Justo y Leopoldo
Melo el proyecto de declaración de utilidad pública
y de expropiación “de una superficie aproximada de
69 hectáreas de tierra, conocida como de Saavedra”,
donde se señalaba que la Municipalidad ya tenía
celebrado con los propietarios un convenio de compra. El proyecto
se encaminaba a definir una orientación urbanística
de previsión y reserva de tierra para necesidad del porvenir,
mencionándose la imprevisión con la que se había
actuado en ese sentido. El objetivo era impedir la parcelación
y su inmediata edificación y su reserva para futuros parques
y jardines.
El Lic. Piñeiro dice que la apertura de la Avenida General
Paz fue el verdadero motivo de la expropiación, mientras
que el resto de la ex chacra se iba a destinar para espacios verdes.
“Pero con el paso de los años aparecieron la Embajada
China, el CEMIC, el Parque Sarmiento y el Barrio General San Martín,
por lo que el espacio verde original se redujo bastante”,
observa.
-¿Qué utilidad tenía la chacra Saavedra
Zelaya?
-Luis María Saavedra vivía en el centro y la utilizaba
como casa de veraneo, pero también destinaba sectores para
la siembra. Así que no era totalmente una quinta de fin
de semana. Si vemos fotos de fines del siglo diecinueve se aprecia
que es un lugar reconocible. Están la casa y el lago y
el parque mantiene una estructura. Creemos que es fácilmente
recuperable, lo único que pedimos es incorporar al lago
al sector resguardado con rejas, para así recuperar el
entorno. Reitero, no es muy difícil de conseguir. Si lo
comparamos con el Parque Centenario, que en estos años
tuvo dos o tres remodelaciones, el Parque General Paz hoy se encuentra
abandonado.