EL
BARRIO SE FUNDÓ SOBRE LA CHACRA DE UN SOBRINO DEL PRESIDENTE
DE LA PRIMERA JUNTA
Las huellas de Mayo llegan hasta Saavedra
La Revolución de 1810 cambió el curso de la historia
en el Río de la Plata. Una de las figuras centrales de
aquella heroica gesta fue Cornelio Saavedra. Su sobrino, Luis
María, fue propietario de los terrenos sobre los que se
asienta el barrio que recuerda al ilustre prócer. Donde
hoy funciona el Museo pasaba los fines de semana junto con su
esposa Dámasa Zelaya. Una curiosa coincidencia en el Bicentenario
de la Patria.
Por Javier Perpignan
jperpignan@periodicoelbarrio.com.ar
Se cumplen 200 años de la instauración del primer
Gobierno Patrio. Aquella heroica gesta protagonizada por hombres
de coraje y valor cambió para siempre la mirada que se
tenía del mundo y la sociedad en las orillas del Río
de la Plata. El presidente de aquella Primera Junta de Gobierno
tiene una relación al menos indirecta con la zona. Efectivamente,
Cornelio Saavedra es homenajeado en varios distritos del país.
Buenos Aires bautizó a uno de sus barrios capitalinos con
su apellido. Y las tierras donde se asienta ese barrio pertenecieron
a un sobrino suyo.
Todo comenzó a principios del siglo XIX. Diferentes situaciones
internas y externas pusieron de manifiesto la crisis que estaba
atravesando el Imperio Español en el Río de la Plata.
Para el historiador y vecino de Villa Urquiza, Ricardo Ostuni,
la Revolución de Mayo tiene una significación más
allá de la instalación del Primer Gobierno Patrio
y sostiene que hay tres razones que originaron el movimiento revolucionario
en el Río de la Plata. “Si bien hay autores que lo
niegan, la Revolución Francesa sirvió como fuente
de inspiración a hombres como Mariano Moreno y Manuel Belgrano
-opina Ostuni-. Y las Invasiones Inglesas, que alteraron la paz
de una población tranquila, obraron como detonante. Nunca
los criollos se imaginaron que tenían que formar un ejército.
Así surgió el Regimiento de Patricios, comandado
por Saavedra. Este es el segundo hecho: los criollos tenían
la capacidad y los elementos para defender sus territorios. La
tercera circunstancia que posibilitó la Revolución
de Mayo fue la invasión napoleónica a España
y la destitución del rey Fernando VII”.
Una vez instalado Napoleón en España los criollos
vieron la oportunidad de poner en práctica sus ideas emancipadoras
y comenzaron a reunirse para analizar la situación y cuestionar
la autoridad del Virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros. “Así
fue como los futuros patriotas aprovecharon las circunstancias
y destituyeron a Cisneros, que ya no representaba a nadie -cuenta
Ostuni-. Así se originaron los hechos. Si no pasaba esto,
seguramente se hubieran originado otros. Lo concreto era que América
inevitablemente iba a ser independiente. Como también lo
fue Africa”.
Causas y efectos
Los porteños de entonces pidieron al Virrey la convocatoria
a un Cabildo Abierto con el propósito de discutir la posición
a asumir ante los sucesos desencadenados en España. Cisneros
dio su aprobación y el 21 de mayo se enviaron invitaciones
a los vecinos más importantes para la reunión. Esta
se realizó el 22 de mayo de 1810 y se debatió la
continuidad o no de la autoridad virreinal. Realizada la votación,
se decidió que la soberanía pasaría al Cabildo
con la finalidad de constituir una Junta de Gobierno. De esta
manera, se puso fin al Virreinato.
Al día siguiente, se le comunicó al pueblo que
Cisneros terminaba su mandato. A pesar de la decisión tomada
en el Cabildo Abierto, el 24 de mayo se constituyó una
Junta Provisional Gubernativa cuyo presidente no era otro que
Baltasar Hidalgo de Cisneros. Los criollos no aceptaron al Virrey
en la Junta y renunciaron a sus cargos. El 25 de mayo de 1810,
reunido nuevamente el Cabildo, los “vecinos, comandantes
y oficiales” hicieron conocer que el pueblo había
reasumido la soberanía y solicitaron se anunciara que habían
formado una nueva Junta de Gobierno, cuyos integrantes eran los
siguientes: Cornelio Saavedra, presidente; Mariano Moreno y Juan
José Paso, secretarios; Juan José Castelli, Domingo
Matheu, Manuel Alberti, Juan Larrea, Miguel de Azcuénaga
y Manuel Belgrano, vocales. Desde ese momento, los criollos tomaron
el poder. Fue el puntapié inicial que dio origen a nuestro
país.
Pero el desarrollo de los acontecimientos no fue precisamente
un lecho de rosas. Ricardo Ostuni destaca la decisiva participación
que tuvieron aquellos primeros patriotas en momentos en que la
causa parecía perdida: “En la noche del 24 de mayo
se reunieron en la casa de Rodríguez Peña para discutir
sobre el desarrollo de la situación, porque sentían
que la revolución y el gobierno criollo se les escapaba
de las manos. Todas las memorias de los participantes de aquella
reunión cuentan la actitud de Manuel Belgrano ante la zozobra
e indecisión general. Belgrano, que estaba sentado en un
sillón, mientras discutían se levantó, sacó
su espada y luego de dar un golpe sobre la mesa dijo: ‘O
sacan al Virrey o voy y le corto la cabeza’. Así
explotó la situación y se decidió exigir
una Junta conformada por criollos”.
La Revolución de Mayo no fue sólo un cambio de
sistema de gobierno. Fue una nueva forma de concebir el mundo.
“La Ilustración trajo nuevos conceptos en donde estaba
inserta la idea emancipadora de los pueblos -opina Ostuni-. Empezó
a tambalear la divinidad que los reyes se habían adjudicado.
La monarquía absoluta se desmoronó. El pensamiento
de los revolucionarios franceses caló muy hondo. Si uno
repasa las obras de los hombres de mayo en todas ellas hay sedimentos
de los franceses. Por supuesto, también está el
concepto de Thomas Jefferson (N. de la R.: tercer presidente de
los Estados Unidos y autor principal de la Declaración
de la Independencia de ese país), que transmitió
el significado de república y democracia. Así fue
que desde diversas fuentes nuestros patriotas abrevaron los conocimientos
de un mundo que desconocían y consiguieron los argumentaciones
filosóficas y políticas”.
-¿De dónde provenían esos pensamientos?
-Si bien es cierto que con demoras, aquí llegaban las
noticias. Había un tráfico de ideas que no venían
de Europa sino que llegaban por el norte de Sudamérica
y bajaban por Chile. Había diferentes vertientes por donde
llegaban esas ideas novedosas.
-¿Aquellos héroes a quiénes representaban?
-Al pueblo de la Ciudad de Buenos Aires. Algunos sostienen que
fue una revolución porteña y que lo único
que pretendía era manejar la Ciudad en nombre del rey.
Pero está claro que la idea era la absoluta independencia
argentina. De hecho formaron un ejército para enviarlo
al norte y sublevar a los demás pueblos.
Para el ex funcionario público e integrante de la Academia
Nacional de la Historia, la revolución se hizo para exportarse.
“Armaron ejércitos para exportarla, aún con
triunfos y derrotas. Cuando mandaron la expedición al Paraguay
fracasó en cuanto a que aceptaran a Buenos Aires como cabeza.
Pero la chispa que se inició aquí se propagó”.
-A todo esto, ¿el pueblo sabía de qué se
trataba?
-Estas eran situaciones muy difíciles de entender para
la mentalidad de la época. Por ejemplo, el señor
que vivía en Luján tardaba días en enterarse
de lo que ocurría en la Plaza de Mayo. Había una
cantidad de personas vinculadas a la sociedad más representativa
que sí sabía lo que estaba ocurriendo, incluso conspiraba.
La casa de Rodríguez Peña era el lugar habitual
de reunión.
-¿Qué nos dejó la Revolución de Mayo?
-Demuestra lo que puede la decisión y voluntad, no sé
si llamarlo de un pueblo pero sí de los hombres que conducen
al pueblo y éste le responde. Cuando celebramos el primer
centenario teníamos un futuro impresionante como país.
No sólo visto por nosotros mismos sino también por
el extranjero. Tenemos que pensar que dentro de unos años
podamos volver a ser el país que éramos. Siempre
y cuando tengamos un norte y sepamos a dónde queremos ir.
Quizá para 2016, cuando celebremos el otro bicentenario,
el de la declaración formal de la Independencia, tengamos
otra expectativa. De nosotros depende.
La mirada de un descendiente
Un chozno del secretario de la Primera Junta de Gobierno, Juan
José Paso, es periodista y nació hace 88 años
en Mendoza y Triunvirato. Durante muchos años fue vecino
de Villa Urquiza y en su casa se produjo la reunión fundacional
del Partido Laborista que apoyó la candidatura a presidente
del coronel Juan Domingo Perón. Se trata de Jorge Eduardo
Passo (con dos eses, la forma correcta de escribir el apellido
debido a su origen portugués), quien le resta importancia
al vínculo que lo une con su ilustre antepasado. “Los
Passo eran cuatro hermanos: Vicente José, Juan José
Esteban, Ildefonso y Francisco, todos activos participantes en
la defensa de Buenos Aires durante las invasiones inglesas -cuenta
Jorge-. Juan José murió a los 76 años, soltero
y sin hijos. Por eso nosotros, en realidad, somos descendientes
de la familia de Passo, suponemos que de Ildefonso. En lo que
a mí respecta nunca fue una preocupación importante,
porque el trabajo y el estudio hicieron que estas cuestiones fueran
secundarias. El que retomó este tema es mi hijo mayor”.
Al reflexionar sobre el bicentenario, Passo deja una visión
apasionada acerca del tema: “La Revolución de Mayo
estaba consumada en la esencia de las cosas, en la conciencia
de los hombres y en las tendencias irresistibles de la opinión,
que hacían converger las fuerzas hacia un objetivo determinado.
Ese objetivo era el restablecimiento de un gobierno propio, emanación
de la voluntad y representante legítimo de los intereses
de todos. Fue una revolución sin derramamiento de sangre,
verbal. Pero las palabras que se dijeron y escribieron entonces
fueron fundamento del Ideario de Mayo, especie de evangelio cívico
que los autores de nuestra libertad y fundadores de la nación
han legado a los argentinos. El general Belgrano decía
que la vida es nada si la libertad se pierde. Por eso, en este
2010 renovemos el grito doliente del creador de la bandera, ¡ay
Patria mía! Motivos abundan, razones nos sobran”.
El papel de Saavedra
Uno de los personajes que más actividad desarrolló
en aquellos primeros tiempos de la Patria fue sin dudas el Presidente
de la Primera Junta de Gobierno. El general Cornelio Judas Tadeo
de Saavedra y Rodríguez (1759-1829) fue un militar y estadista
nacido en Potosí. Su vocación militar despertaría
durante la primera de las Invasiones Inglesas en 1806, durante
la cual participó en la reconquista de la ciudad. Previendo
un posible contraataque inglés, Saavedra armó el
Cuerpo de Patricios, formado por voluntarios de infantería
nacidos en Buenos Aires. Estos acontecimientos lo convirtieron
en una prominente figura de la política local.
Para Ricardo Ostuni, Saavedra tuvo un papel decisivo en aquellos
días de 1810. “El descendía de Hernandarias.
Fue un vecino caracterizado que estudió en el Colegio San
Carlos. Como integrante de una familia característica,
estuvo atento a todos los avatares que se producían en
ese momento. Cuando se produjeron las invasiones inglesas y había
que formar un ejército, Saavedra fue uno de los promotores.
Por eso resultó elegido jefe de Patricios, luego de una
votación”, explica el historiador.
-¿Cuál era el perfil de Saavedra?
-Era un hombre tranquilo, sereno, pensante, medido. Su célebre
frase que utilizaba para demorar la revolución decía
“todavía no es tiempo, las brevas no están
maduras”. No en vano lo eligieron presidente de la Junta.
Fue un hombre muy importante que en esos complejos momentos condujo
con mucha firmeza el ejército.
Cuando la Junta Grande fue disuelta por el Triunvirato, Saavedra
dejó la conducción de las milicias y debió
trasladarse a la ciudad de San Juan. Varias veces se cursaron
órdenes de prisión en su contra, pero no llegó
a estar nunca preso. Fue rehabilitado en diciembre de 1818 y se
le otorgó el rango de Brigadier General de los ejércitos
de la Nación con retroactividad a 1811. Más adelante
fue el Jefe de Estado Mayor. En 1822 llegó su retiro definitivo
del ejército. Murió en Buenos Aires el 29 de marzo
de 1829.
De Saavedra a Saavedra
A los pocos meses de fallecido Cornelio, el hermano menor del
ilustre prócer tuvo un hijo al que bautizó Luis
María. Con los años, Luis María Saavedra
se transformó en un próspero hombre de negocios
y adquirió varias tierras en un inhóspito paraje
del Partido de Belgrano. Allí levantó su famosa
chacra, que utilizó para pastoreo, ganadería y paseo
de fin de semana. El proceso de adquisición de la chacra
culminó, luego de engorrosas sucesiones, el 13 de marzo
de 1880. A fines del siglo diecinueve construyó el casco
de la estancia -en donde ahora se ubica el Museo Saavedra, con
un diseño totalmente diferente de aquel- y el lago artificial
con un puente.
Casi en forma simultánea y muy cerca de allí, Florencio
Emeterio Núñez, otro tenaz empresario y hombre de
fortuna, adquirió 55 hectáreas en el Cuartel V de
Belgrano. Al año siguiente solicitó a la Municipalidad
de Belgrano un permiso para construir un lago y un paseo. De inmediato
conformó la Sociedad Núñez y Compañía
con el propósito de fundar un pueblo al que llamó
Saavedra, para honrar la memoria del presidente de la Primera
Junta de Gobierno y amigo de su abuelo paterno. Por gestiones
de Núñez ante la gerencia de Ferrocarril del Norte
y con la donación que Luis María Saavedra realizó
de los terrenos necesarios para su construcción, el ferrocarril
decidió habilitar la estación que lleva el nombre
del próspero empresario donante.
Finalmente, el 27 de abril de 1873 se realizó el acto
de fundación del pueblo de Saavedra y el 1 de febrero de
1891 el de la estación ferroviaria. En 1888 el propio Núñez,
como Juez de Paz del Partido de Belgrano, firmó la anexión
del municipio a la Ciudad de Buenos Aires. De esta manera, Saavedra
se transformó en un barrio más de la flamante Capital
de la República Argentina.
Mientras el barrio comenzaba a crecer, la chacra de los Saavedra
comenzó el camino inverso. Luego de la muerte del sobrino
del ilustre prócer, el 7 de enero de 1900 se arrendaron
varias hectáreas para ser explotadas como quintas de verdura
y para remate de hacienda y reproductores. El resto de las tierras
se dedicaba al pastoreo, favorecido por la existencia de buenas
aguadas provenientes de importantes molinos; los restos de uno
de ellos aún se conservan en el Parque General Paz. Pocos
años después de la muerte de Dámasa Zelaya,
la viuda de Saavedra, el Poder Ejecutivo Nacional envió
al Congreso el proyecto de declaración de utilidad pública
y de expropiación. La Municipalidad ya tenía celebrado
con los propietarios un convenio de compra. El objetivo era impedir
la parcelación para su inmediata edificación y lograr
que el predio se convirtiera en reservorio de futuros parques
y jardines.
El 12 de diciembre de 1941 la Comisión Interventora de
Vecinos del Concejo Deliberante sancionó la Resolución
Nº 13.003, por la cual se destinó “el edificio
existente en la ex estancia Saavedra para sede del museo municipal”.
Para ello se acondicionó el inmueble imprimiéndole,
según la moda de esos años, el carácter neocolonial
que intenta representar el estilo de las quintas aledañas
a Buenos Aires en el período correspondiente a la primera
mitad del siglo XIX. La obra mutiló el estilo original
de la casona de Luis María Saavedra e instaló en
el imaginario popular la idea de que esa propiedad perteneció
a su tío Cornelio.
El 25 de mayo de 1942 el Museo Municipal recibió el nombre
del prócer y se instaló en su actual ubicación.
Cuatro años más tarde, el parque que rodea al museo
fue bautizado como General Paz, en un infructuoso intento de distinguirlo
del que se encuentra en García del Río y Pinto.
Desde entonces el espacio verde fue paseo obligado de los vecinos
del barrio. Hoy, si bien mantiene la fisonomía habitual,
el estado de deterioro es grande por lo que urge una reactualización
de este espacio público.