EL
VECINDARIO ALTERADO
Los cacos desafían las leyes del laberinto
Una serie de hechos delictivos está refutando los mitos
del laberinto de Parque Chas: Por su construcción geométrica
se asegura que es un barrio apacible y que se transforma en una
trampa para quien no conoce su entramado de calles.
Por Fernando Belvedere
contacto@parquechasweb.com.ar
En los últimos meses, Parque Chas viene poblando las secciones
y columnas policiales de los medios gráficos y televisivos,
a raíz de varios hechos delictivos. Entre los más
“mediáticos”, se cuenta el del robo de los
falsos gasistas a la casa de la familia Lopilato; y de un violento
intento de robo en el “estrecho” pasaje Bering.
A estos hechos, se le suman unos cuantos más, de los que
nos fuimos enterando a través de mensajes que nos fueron
llegando a la redacción de ParqueChasWeb,
desde principios de este año: Robos de autos durante la
madrugada, asaltos a domicilios protagonizados por “hombres
araña” y hurtos en la vía pública.
Tratando de encontrar una respuesta, que me permita indagar sobre
la motivación que tiene esta seguidilla de casos que empezaron
a contradecir la creencia de que Parque Chas es un barrio apacible
gracias a su construcción geométrica; me pregunto
si es que estamos ante un grupo profesional que ha descifrado
las leyes de esta maraña urbana para luego, de cometer
el delito, vanagloriarse ante sus colegas.
Pero… ¿cómo nació esta idea del mito
de Laberinto de Parque Chas?
Alguna vez, el escritor y cineasta Eduardo Mignogna me sugirió
que para él, la idea del laberinto comenzó a germinar
a partir de las historias que relataban los taxistas allá
por las décadas del 40 y 50 del siglo pasado. Los choferes
instalaron la idea de que meterse en Parque Chas era sinónimo
de no volver a salir, de perderse; por eso más de una vez
los viajes terminan en las avenidas tangenciales al barrio: La
Pampa, Triunvirato, De los Incas y De los Constituyentes. Por
lo tanto, el pasajero deberá completar a pie, el trayecto
que lo separa de su destino final.
“Salir y entrar de Parque Chas requiere de un esfuerzo,
como salir y entrar de las cosas nobles y grandes”; me decía
en aquella charla el director de “Evita, quien quiera oír
que oiga”.
Todo hace suponer, que estos relatos orales de choferes de cuatrimotores
negrosamarillos, con el tiempo fueron mutando a fábulas
y leyendas que convirtieron la topografía de Parque Chas
en un “Triángulo de las Bermudas urbano”, una
especie de telaraña en la que estos servidores públicos
quedaban atrapados para siempre.
Pero volviendo a mi hipótesis, en la cual insinúo
que la serie de robos que se sucedieron en Parque Chas, es obra
de un grupo audaz de ladrones, que estudiaron con mucha rigurosidad
las coordenadas del barrio para evitar quedar atrapados en la
telaraña; encontré una posible pista:
El escritor Hernán Torrado, escribió el genial
cuento “Linea 187”; en el que se puede leer: “En
el ‘manual del buen taxista’ está terminantemente
prohibido tomar por aquellas calles que tengan nombre de capital
europea. Las probables salidas conocidas, son tres: la esquina
de Triunvirato y Tamborín, la de Juan Bautista Alberdi
y Víctor Martínez (en Caballito) y la ciudad donde
reside Luchi.
Este cuento habla de la vieja leyenda que dice que una de las
tantas entradas al infierno está en Parque Chas, y que
la línea de colectivos “187” tenía un
interno, el 666 que era el encargado de reclutar adeptos, y nunca
más se lo volvía a ver.
Avanzando en el relato encontré un dato revelador que
posiblemente confirme mis sospechas. En su ficción, Torrado
nos relata que “para atravesar el barrio fue menester la
confección de mapas y hojas de ruta, que los choferes llevaban
pegadas en los vidrios para no perderse”: “En la noche
del 6 de marzo de 1983, un grupo de delincuentes entró
en la terminal de la línea 187. Robaron cinco millones
de pesos argentinos y, a modo de chanza, sacaron de los coches
los mapas que indicaban cómo cruzar Parque Chas y los tiraron
en una desconocida alcantarilla de la Avenida Triunvirato. Los
dueños no encontraron quien les confeccionara nuevos mapas
y, como los originales se habían perdido en 1957, al poco
tiempo todos los coches estaban extraviados en el barrio”.
Después de leer estas líneas, comprendí
que estaba cerca de dilucidar mi humilde investigación,
sobre los motivos que expliquen el porqué de que en la
actualidad se hayan producido tantos hechos de delictivos en Parque
Chas…
Pero, cuando estaba cantando ¡Eureka!, llegó a mis
manos un documento fechado el 29 de noviembre de 1993 que desarmó
la incipiente hipótesis: Los vecinos de Parque Chas, ya
se quejaban de la inseguridad hace 16 años, en una encuesta
realizada por el diario La Prensa.