A 68 AÑOS DE LA INAUGURACIÓN
DE LA AVENIDA GENERAL PAZ
El camino de los sueños
Desarrollada bajo un concepto ecológico, a fin de compensar
el déficit de parques en la Ciudad de Buenos Aires, la
Avenida General Paz fue perdiendo con los años el encanto
que la caracterizó. Una vecina de Villa Urquiza nos facilitó
el proyecto original de la extensa autopista de circunvalación,
en la que su padre tuvo un activo protagonismo.
Famoso límite de la Capital Federal con la provincia de
Buenos Aires, la Avenida General Paz es una autopista de circunvalación
de 24,3 kilómetros de extensión que se extiende
entre el Riachuelo y la Avenida Lugones, en las cercanías
del Río de la Plata. Su nombre homenajea a José
María Paz, militar cordobés que participó
de distintas luchas independentistas. Proyectada por el Ing. Pascual
Palazzo, la dirección de la obra estuvo a cargo de José
María Zaballa Carbó: comenzó el 8 de junio
de 1937 y se inauguró el 5 de julio de 1941.
Saavedra y Villa Pueyrredón no son territorios ajenos
a la General Paz, ya que buena parte de sus perímetros
es surcada por esta avenida. Y uno de los vértices de Villa
Urquiza, el que conforman la Avenida de los Constituyentes y la
calle Crisólogo Larralde, desemboca en la célebre
autopista. Una vecina de este último barrio, Lía
Aguilar, nos facilitó el proyecto original de la avenida,
en el que su padre, Néstor Abel Aguilar (1914-1983), tuvo
una activa participación. “Comenzó a trabajar
en la Dirección Nacional de Vialidad a los 20 años
y se jubiló en 1973. Se desempeñó durante
más de 40 años comenzando, si mal no recuerdo, como
ayudante de sobrestante (capataz de obras públicas) y luego
como sobrestante en distintos lugares del país. Como radical
convencido y comprometido, aunque no afiliado, estaba orgulloso
de su tarea y siempre decía que la obra pública
da trabajo y engrandece el país”, cuenta Lía.
En su carrera dentro de la Dirección Nacional de Vialidad,
Néstor Aguilar se especializó como técnico
vial y en los últimos años fue evaluador de las
empresas contratistas que se presentaban a concurso. “Si
bien no estuvo en la elaboración del proyecto de la General
Paz, sí participó en la construcción de ésta
como del Camino de Cintura. Recorrió casi todo el país
y supervisó la construcción de rutas como la que
lleva por la montaña a la Quebrada de Humahuaca”,
ilustra orgullosa su hija, quien solía acompañarlo
de niña al viejo edificio de la Dirección Nacional
de Vialidad. “Era un tipo muy apreciado y respetado por
su gran honestidad y responsabilidad”, destaca Lía.
El mejor camino posible
La carpeta facilitada por la vecina incluye hermosos dibujos
y una sinopsis del proyecto, del que destacamos algunos párrafos
elocuentes: “Por su naturaleza, por su origen histórico
y por las sugestiones emanadas de su nombre, la Avenida General
Paz constituye una obra destinada a aproximarnos al delineamiento
definitivo de la metrópoli argentina (...) Se han previsto
dos calzadas para tránsito liviano, en sentido contrario
la una de la otra, cada una de seis metros de ancho para dos hileras
de vehículos y separadas entre sí por una faja central
de igual ancho, recubierta de césped y arbustos (...) Se
ha querido obtener el mejor tipo de camino que la ingeniería
vial pueda producir en este momento y gracias a ello será
posible que, a pesar de la congestión de la gran ciudad,
decenas de miles de vehículos por día puedan llegar
en sólo 20 minutos desde el Río de la Plata al Riachuelo-Paso
de la Noria (25 Km.) y seguir al Sud por un camino de iguales
características esenciales”.
“Buenos Aires, pobre en parques y paseos, escasa de puntos
de mira y perspectivas, carente de horizontes, mejorará
ahora las características de sus suburbios en forma considerable
gracias no sólo a la gran Avenida sino por la creación
del grandioso Parque Saavedra anexo a ella. La Avenida, tal como
está destinada a ser ejecutada, será también
un parque, un jardín, un nuevo pulmón de la ciudad
mediante nuevas praderas de 180 hectáreas de extensión,
debido a la plantación de setenta mil árboles y
arbustos de 120 especies diferentes, de hojas permanentes y caducas
(...) Para esparcimiento y recreo han sido previstas cuatro casillas
de confitería, quince playas para juegos infantiles, siete
playas para automóviles y para jinetes, una pista de paseo
de 24 kilómetros de largo con siete playas o picaderos
(...) Cuando el bronce perpetúe allí mismo -en el
límite- la figura del prócer que soñó
a Buenos Aires grande emporio de riquezas, de población,
de industrias, de civilización y de luz, la obra consagrada
a su nombre se prolongará hacia el futuro como una enseñanza
y un símbolo”.
Retroceso estético
De la vieja avenida de circunvalación -que fue considerada
en su momento, por especialistas argentinos y extranjeros, muy
eficiente y moderna- Lía Aguilar tiene los mejores recuerdos
porque era un lugar no sólo pensado para la distribución
automotriz sino también para el esparcimiento de niños
y adultos. “Nosotros vivíamos en Florida, Vicente
López, a seis cuadras de la avenida -dice Lía-.
Cuando mi hermano y yo éramos niños nuestros padres
nos llevaban a los juegos, numerosos y muy bien cuidados, y a
remontar barriletes hechos por nosotros. En ese momento no había
paso vial hacia la Capital Federal y había que cruzar la
vía mirando que no pasaran los trenes del Ferrocarril Belgrano”.
Lía recuerda que el parque, con su casita de cuidadores,
se extendía entre la calle Superí y las vías
del Ferrocarril Mitre. “En 1970 comenzaron las modificaciones
y a desaparecer los lugares de recreación, pero se trató
de salvar la arboleda adyacente y fue trasplantada a otras zonas,
entre ellas el actual Parque Padre Mugica. También se modificaron
vías de acceso y distribución, como Av. Mitre-Triunvirato
y Constituyentes. Se ha seguido ampliando y tratando de hacerla
más eficiente, pero no se ha conservado el criterio estético
y de pulmón de ciudad que fue parte de su origen”,
se queja Lía, quien considera que la han afeado e inclusive
agregado elementos de riesgo como las estaciones de servicio.
“Viví la mitad de mi vida en Vicente López
y desde 1978 lo hago en Villa Urquiza; primero en Miller entre
Blanco Encalada y Olázabal y desde hace 24 años
en la Siberia, en el pasaje Islandia. También he trabajado
en el barrio y en Saavedra”, comenta la vecina, para quien
recordar los orígenes de la Avenida General Paz es equivalente
a homenajear la figura de su padre.
Fuente: Periódico El Barrio