Fecha de Publicación:06/06/08 |
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Funciones de la nota
DÍA
DEL PERIODISTA
Panfleto
Por Daniel das Neves (*)
especial para ANC-UTPBA
Eran los tiempos finales de la dictadura. Como siempre los trabajadores
de prensa vivían enfrentando conflictos, ya sea por despidos,
salarios, censuras. El militante recién llegado estuvo encargado
de hacer el volante donde se daba cuenta de lo que ocurría
en las distintos medios. La lectura de ese texto fue interrumpida
por un compañero, por entonces joven veterano de batallas
de leyenda, quien le explicó al voluntarioso e inmaduro redactor-militante
que en aquel párrafo donde decía que en esa empresa
se iniciaba un plan de difusión del conflicto eliminara la
palabra “panfleto”, porque ese era un término
al que apelaba el enemigo para descalificar lo que decían
y como lo decían los trabajadores.
Quizás el Vasco no viera hoy con malos ojos este título.
Quizás (1).
Tal vez sea obra de la casualidad: en el mismo momento en que los
periodistas-trabajadores de prensa y comunicadores sociales nos
acercamos al 7 de junio, nuestro día, los editores de todo
el mundo se reúnen en Suecia para decirse entre ellos que
la nueva cultura del trabajo se construye integrando las redacciones
on line y de diarios, y que eso alentará la extensión
horaria, permitiendo aprovechar mejor “los recursos humanos”.
De esa conclusión, más del 50% ni siquiera toma nota
porque ya lo aplica y el resto sabe que tiene apenas dos años
para sumarse a ese club.
El genérico “periodistas” –en cuyo nombre
se permiten hablar aquellos que, como los que se reúnen en
Suecia, en una especie de Davos de la comunicación, diseñan
estrategias de empresas o grupos comunicacionales capitalistas,
o sea de defensa de un cierto tipo de interés que dista de
ser el que contiene o representa a las mayorías- puede confundir
tanto como el de “chacareros”, para usar una comparación
a tono con el momento.
Claro que el poder de manejo y alcance de llegada de los dueños
del entramado comunicacional-cultural-entretenimiento impregna a
“periodistas” de su interés, que lejos está
de ser genérico: ya sea para extender sobre el resto de los
“periodistas” la preocupación y/o indignación
por sentirse “atacados” cada vez que sectores de la
sociedad sin capacidad de impacto semejante señalan sus intenciones
políticas, económicas, tipo y calidad de mensaje o,
también, para que se asimile, sin ningún ruido, su
concepto acerca de qué es información y libertad de
expresión, vieja muletilla que no merece ser citada más
que en estas dos líneas.
Los días que transcurren, desde marzo hasta aquí,
son un ejemplo cuya contundencia no debe hacer olvidar ni a quienes
que lo advirtieron –como consecuencia de un proceso inédito
de concentración económica y comunicacional a nivel
mundial- ni a aquellos que habiendo sido funcionales durante años
a esos que hoy descubren como actores principalísimos de
la dictadura mediática, se suben al tren del cuestionamiento
con un olor a oportunismo que apesta.
La difusa cuando no imperceptible imagen de esos apropiadores de
la comunicación, con una gama de negocios que va desde un
medio hasta ser un protagonista activo y clave de por qué
la soja en función de inversiones propias y, también,
de pares, pareció impedir arribar a conclusiones como las
de hoy; sin embargo nada de eso dejó –ni dejará-
de estar presente para miradas atentas que expresan –y expresarán-
intereses contrapuestos a esos apropiadores: sólo estuvieron
–y estarán- ausentes cuando desde una autoproclamada
“independencia” se milite, desde esa compleja trama
empresarial con orificio de salida en lo mediático, para
defender los intereses de las minorías, arrastrando, no tan
paradójicamente, audiencias masivas.
Apunta correctamente la reciente Carta Abierta firmada por un grupo
importante de intelectuales respecto de la comunicación y
el poder de los medios “...se trata de reconocer su capacidad
para recoger, organizar y devolver legitimadas, en especial, las
formas más maniqueas, más silvestres y más
ansiógenas del propio sentido común de las capas medidas
y sus elementales fantasmas. Esta es la lógica de los medios
masivos... simplemente se llama búsqueda del lucro en el
capitalismo avanzado”.
Nada de eso nos es ajeno a los periodistas (como tampoco a todos
los trabajadores de la comunicación, ni a organizaciones
sociales postergadas o ninguneadas, ni a los estudiantes, portadores
del peligroso virus de ser jóvenes, ni a los organismos de
derechos humanos, sospechadas cabezas en la lucha contra la dictadura,
ni a los gremios que lucharon y luchan defendiendo a los trabajadores,
estigmatizados todos como la lacra de la rapiña, la corrupción),
por eso vamos, como fuimos, por democratizar la comunicación
pero decimos que a ese objetivo no se llega sino se democratiza
la economía.
En esa disputa, en esa confrontación, no hay conciliación
con los dueños de esa maquinaria en el sentido de cómo
y qué se pretende comunicar.
Es que Periodistas son aquellos que ya padecen –en su salud,
en su imaginario profesional, en sus condiciones de trabajo- aquello
que más de la mitad de los editores de diarios reunidos en
Suecia aplican en sus empresas, sin que jamás permitan que
esas condiciones de explotación sean llamadas así
cuando de ellos se trata, denominación que siempre rechazarán
por panfletaria; y que ya están perfeccionando con vistas
a las nuevas generaciones.
Periodistas son aquellos a los que nadie llama periodistas porque
una vestimenta difícil de asociar, un estilo casi oficinesco
o más bien proletario (en otro momento cabría pedir
perdón por la palabra, pero se trata sólo de un panfleto)
los “desperfila”, no dan el target, pero que forman
parte de aquellos que todos los días producen y transmiten
información.
Periodistas, aquellos que bajo la presión de los años
90 (donde los dueños del genérico impusieron todo
tipo de condiciones, incluso a pesar de valiosas resistencias) conservaron
su puesto de trabajo ganados por el miedo a la participación
y que, comprendidos por aquellos que nunca la abandonaron, no aportan
excusas.
Periodistas son los que antes y hoy defienden el Estatuto y los
Convenios Colectivos, panfletos mayores, reliquias, obras rescatadas
de la antigüedad, que resistieron embates memorables y que
hoy son retomados cada vez que de una necesidad surge el derecho
que nos asiste, no el que hay que crear.
Periodistas, los que en muchas redacciones elaboran pliegos con
los incumplimientos empresarios, infinidad, juntan firmas, se organizan
y saben que para los grupos empresarios la fiesta de la impunidad
no terminó, de ahí las prevenciones.
Periodistas, aquellos que ganan salarios de mierda –palabra
panfletaria si las hay- y que pelean por aumentos, o que no pelean
porque tienen miedo a las represalias y putean por lo bajo; son
los que descubren hoy que las horas de trabajo son 6, que les corresponden
dos francos por semana, que nadie es un tirabomba por pedir la aplicación
del convenio.
Periodistas, los que se quedaron sin trabajo o están a punto
a hacerlo, producto del juego de la rentabilidad al que acceden
los que hegemonizan el genérico “periodistas”,
que en estos casos se desvanece para dar lugar a la reformulación
empresaria (el caso del grupo mexicano CIE es, en estos días,
el ejemplo último). Periodistas que, junto a otros trabajadores,
luchan, verbo panfletario hoy utilizado en páginas y suplementos
del agro para realzar la acción del “campo”.
Periodistas son los miles de colaboradores, monotributistas forzados,
cuya existencia se niega en la discusión colectiva en cada
medio, donde las empresas evitan atender todo tipo de reclamo, salarial,
laboral, profesional, tratando de convertir en kelpers a compañeros
que son periodistas, de hecho y de derecho.
Periodistas, los que transitan por los medios alternativos defendiendo
estilos y mensajes y que, desde siempre, bregaron por una comunicación
democrática en medio de la más feroz persecución
empresaria y política, que coptó, incluso, organizaciones
que ahora se suben al reclamo por una nueva Ley de Radiodifusión,
reclamo que es absolutamente legítimo por parte de aquellos
que siempre dinamizaron ese planteo, sin necesidad de que alguien
les dé permiso. Tanta disponibilidad a la confrontación,
protegida, requiere no olvidar que algunos fueron socios de los
grupos privados que se presentaron a la licitación de los
canales en la era Menem y/o funcionales para que la ley de Bienes
Culturales fuera aprobada.
Periodistas, los que van a todo tipo de cobertura con el micrófono,
los que llevan la cámara, los ayudantes, que cuando se apaga
la luz coinciden en que así no se puede trabajar, mientras
algunos se disponen a dar respuestas colectivas junto a los compañeros
de los medios en los que trabajan.
Periodistas son los pasantes, forzados por las patronales a no integrarse
a la redacción, inducidos al desarrollo individual y a ignorar
sus derechos como principal garantía de su continuidad laboral.
Y los que desde el otro extremo etario lucen como periodistas jubilados
su convicción de que no son pasivos.
Periodistas, aquellos para los cuales el compromiso profesional
no está desligado del compromiso con sus pares y con aquellos
otros pares que integran la mayoría de la sociedad, los que
tienen como único capital su capacidad de trabajo y que quieren
un mundo más justo, sin desigualdades que ofenden la condición
humana.
Periodistas son aquellos que no tienen que hacerse ninguna autocrítica
respecto de cómo atravesaron la peor dictadura y que reconocen
la impronta imborrable de Rodolfo Walsh, Haroldo Conti, Paco Urondo,
Enrique Raab, Miguel Angel Bustos, el Negro Demarchi, que hicieron
de la calidad y la entrega absoluta la síntesis más
bella, donde miles, después de aquellos años siniestros,
buscaron y buscan reflejarse: mal, bien, regular, parcialmente.
La consecuencia y convicción acerca de qué define
el otro sentido genérico de “periodista” permite
que hoy, y desde hace algunos años, esos nombres y el de
los más de 100 periodistas desaparecidos hayan dejado de
ser la expresión limitada de un panfleto para convertirse
en una reivindicación insoslayable (2)
Periodista, el que salió a romper el techo y la censura empresaria,
para denunciar e investigar al poder económico, sea este
nacional o transnacional, a través de distintos soportes
comunicacionales, que luego, en muchos casos, se transforma en aporte
de luchas sociales; periodista también el que en los medios
tradicionales crea el resquicio para decirlo.
Periodista, el que escribe, relata, muestra una historia con la
calidad que obliga; el que intenta organizar a sus compañeros
para enfrentar las injusticias, arbitrariedades, discriminaciones
empresarias: precisamente aquellas que son parte del lucimiento
de los dueños de la comunicación en Suecia, donde
se juntaron para apurar a los retrasados y adelantar el futuro,
que sienten que les pertenece. Aunque el mundo que ellos hegemonizan
sea el de mil millones de hambrientos, al que se sumará otra
cifra pavorosa en poco tiempo más, en el planeta que ellos
y otros pocos y poderosísimos barones construyeron y controlan.
En el día del periodista un panfleto. Apenas un panfleto
(3) (ANC-UTPBA).
(*) Periodista. Secretario General de la Unión de Trabajadores
de Prensa de Buenos Aires (UTPBA)
(1) El original de aquel volante, con su corrección respectiva,
soportó hasta hoy las inclemencias de la historia.
(2) Para algunos tan insoslayable como las de Aldo Comotto, Enrique
Tortosa, el Vasco Urzagasti, Pedro Uzquiza, Pedrito Durrels, los
Osos Sulleiro. Y, por supuesto, Mario Bonino.
(3) El que busque a la UTPBA en el panfleto no tiene más
que detenerse en cada párrafo. Sí, ahí. Y en
el otro. Y en el otro. Una cosa es el panfleto y otra el abuso.
(ANC-UTPBA)
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