“UNIR AL PUEBLO QUE ESTÁ
EN LAS VILLAS CON EL PUEBLO DE LA CIUDAD”
Celebrar el Bicentenario en la Ciudad de
Buenos Aires (2010-2016)
Los sacerdotes que viven en las villas miserias porteñas
presentaron un documento en la Parroquia Cristo Obrero ubicada en
la villa de Retiro en el marco de la misa por el cura tercemundista
Carlos Mugica, asesinado hace 36 años por la Triple A.
En vísperas del bicentenario, los sacerdotes que cumplen
tareas religiosas en las villas de la ciudad de Buenos Aires,
emitieron un documento que presentaron en conferencia de prensa
el domingo 17 de mayo, en el que expresan que la celebración
de estos dos siglos de la Revolución de Mayo "nos
da la posibilidad de mirar hacia delante, de proyectar, de votar
un presupuesto, de realizar acciones concretas y de evaluar los
objetivos consensuados. Por consiguiente es necesario una vez
escuchados a los vecinos de estos barrios trazar políticas
de Estado más allá de quien gobierne. Estamos hablando
entonces de un acuerdo social y político que favorezca
la integración de las Villas a la Ciudad. La deuda social
es enorme, visualizamos esta propuesta como un camino para alcanzar
una mayor justicia social."
Texto completo del Documento:
Estamos entrando en la celebración del Bicentenario de
nuestra Patria (2010-2016). La Misión de la Iglesia en
la Argentina no puede estar separada de este acontecimiento. El
anhelo es “poder celebrar un Bicentenario con justicia e
inclusión social”.
Como Equipo de Sacerdotes para las Villas de la Ciudad de Buenos
Aires nos preguntamos: ¿cómo hacer realidad este
anhelo en nuestros barrios?
La pastoral popular que desarrollamos desde el Evangelio, tiene
como horizonte “contribuir a la integración y unión
de un pueblo… unir al pueblo que está en las villas
con el pueblo de la ciudad”. Sabemos que “los retrasos
en la integración tienden a profundizar la pobreza y las
desigualdades”, por eso nos parece imprescindible trabajar
por la integración urbana.
Ahora bien, al tratar de pensar los sucesos de hace ya doscientos
años, y que todos conocemos, buscamos recoger con el pensamiento
y traer a la memoria las cosas ocultas, descuidadas y dispersas.
Es necesario que la memoria de un pueblo que celebra busque en
si misma lo que se ha escapado, pero no se ha perdido, sino que
sólo está oculto.
Cuando leemos, escuchamos o vemos relatos sobre nuestra historia
solemos encontrarnos con nombres de un grupo muy reducido de la
población. Cuando estudiamos por ejemplo el período
independentista del que ahora comienza a celebrarse su bicentenario,
los nombres que se mencionan son los de personas que fueron muy
importantes en el proceso, pero que evidentemente no lo hicieron
solos. Miles de mujeres y hombres cuyo recuerdo casi se ha perdido
fueron también partícipes del proceso de independencia
y su acción fue decisiva en los acontecimientos que estamos
celebrando. Por eso, si se tiene en cuenta sólo a quienes
hoy tienen calles que llevan sus nombres, se está centrando
la atención nada más que en una minoría ilustrada.
Y queda afuera el grueso de la población, lo que en la
época se llamaba “el bajo pueblo”. Pero si
no contemplamos la acción de ese bajo pueblo no entendemos
la historia en su plena verdad.
Queremos destacar entonces, la influencia del “bajo pueblo”
en los acontecimientos que celebramos: “ese grupo no fue
una caja de resonancia de las decisiones y acciones de la elite
porteña sino que también contribuyó a delinear
el destino de Buenos Aires. Es más, no es posible comprender
la política porteña de la época si no se
atiende a la participación plebeya” .
Hoy en día el pueblo que habita las periferias de la ciudad
también puede recibir este nombre de “bajo pueblo”.
Y nosotros creemos firmemente que está llamado a tener
un rol protagónico en la celebración del Bicentenario.
Tal vez alguien podría afirmar que las Villas están
habitadas por muchos extranjeros. ¿Por qué incluirlos
en “nuestra” celebración? Pero en realidad,
“si algo no ha de resultar ‘extraño’
(=extranjero) a nuestra sensibilidad es precisamente el extranjero.
Estamos en un pueblo que a lo largo de su historia ha incorporado
continuamente a extranjeros, que aportaron valores de sus propias
culturas”
Este año celebramos el Bicentenario de la Revolución
de Mayo, que inicia el proceso que terminará en la independencia
de un nuevo país, Argentina. Ahora bien, a partir de 2010
comienza una serie de bicentenarios importantes para nuestro país:
la bandera y la batalla de Tucumán en 2012, la Asamblea
del Año XIII y la libertad de vientres en 2013, la independencia
en 2016, el Cruce de los Andes en 2017, la batalla de Maipú
en 2018, por citar sólo los más destacados. Pero
la década que se inicia no sólo trae celebraciones
para nuestro país, es una década americana. Porque
en 1810 no sólo se formó una junta en Buenos Aires,
sino que también hubo juntas en Caracas, Santiago de Chile,
Bogotá, Quito y en parte de México. Porque “nuestra”
guerra de independencia es la misma que condujo a las independencias
de Chile, Perú, Bolivia, Paraguay y Uruguay, por citar
sólo los casos cercanos.
En esa época la gente tenía dos identidades: el
lugar donde nació (así había salteños,
mendocinos, porteños, correntinos, cordobeses, potosinos,
cochabambinos, limeños, asunceños, etc.) y ser americano.
No existían las identidades nacionales todavía.
Por eso, sólo podemos entender el proceso de la independencia
si lo vemos como un fenómeno americano y no sólo
argentino. “El pueblo argentino nace en el espacio fraterno
de la solidaridad latinoamericana que no puede ser borrado de
la memoria histórica”
Este es el Bicentenario de todos. Por eso, es también
la celebración de los bolivianos, paraguayos, peruanos,
uruguayos y otros latinoamericanos que viven en nuestro país,
en nuestra Ciudad de Buenos Aires y por consiguiente en nuestras
Villas. Sería muy bueno que pensemos a los años
que vienen como una oportunidad para la integración; que
sea el Bicentenario de la integración.
Los vecinos de nuestros barrios de indudable condición
social pobre, no son simplemente carentes de dinero, sino que
tienen un modo de ser, una cultura propia. Hay en nuestras Villas
una enorme riqueza cultural que ha tenido como origen la llegada
a la gran ciudad, de familias del interior del país y de
países limítrofes. Se respira y se vive una cultura
popular que tiene como núcleo la fe en Dios y en la Virgen
. Cultura popular que entiende el barrio ante todo como el vínculo
de los vecinos que anhelan vivir los valores de la fraternidad
y la solidaridad. Hay en la mayoría de los habitantes de
nuestras Villas un deseo profundo de progresar; pelean cada día
por una vida más digna.
Por otro lado esta realidad se da en un contexto de marginación
dentro de nuestra querida Buenos Aires. Nos parece que hay entre
otros, dos presupuestos que dificultan la integración de
nuestros barrios a la Ciudad y tienden a deslegitimizar todo derecho
del habitante de la Villa a vivir en este sector de la Ciudad.
El primero tiene que ver con la propiedad privada : “no
es su tierra, no pagan todos los impuestos, ni todos los servicios,
por eso no son ciudadanos”. Y es así que los criterios
más pragmáticos de una sociedad capitalista privilegian
el potencial lucrativo de la tierra por sobre el derecho a la
vivienda de los más pobres. El segundo presupuesto tiene
que ver con el privar de todo valor a la cultura popular que allí
se vive por identificarla a algunos de los antivalores que se
dan en ella.
Pero si miramos desde otra perspectiva constatamos que se da
de hecho una enorme desigualdad de oportunidades respecto de otros
barrios. Los habitantes de la Villa, cada uno con su rostro, su
raíz y su esperanza, merecen ser respetados e integrados
al todo de la Ciudad. Para ello en primer lugar es necesario escucharlos.
Son vecinos de la Ciudad de Buenos Aires, no se puede ocupar su
lugar dejándolos al margen de las decisiones, sobretodo
en temas que afectan directamente a su vida. Para nosotros los
más pobres son sujetos de su propio destino, de su promoción
humana integral.
Ahora bien, creemos que considerar a los más pobres no
como objeto, sino como sujeto, implica también reconocer
que los más pobres tienen una manera particular de pararse
frente a la realidad, un modo de situarse frente a la vida. No
sólo dan que pensar, sino que piensan; no sólo despiertan
sentimientos sino que sienten. Tienen una cosmovisión que
ofrecer. Esto parece una verdad elemental, sin embargo, en la
práctica, a la hora de trazar políticas de Estado
para estos barrios no es suficientemente tenida en cuenta. Tal
vez habría que decir que a lo largo de los años
las decisiones sobre las Villas cambiaron con los sucesivos gobiernos.
Entonces descubrimos por ejemplo que el verdadero urbanizador
ha sido el vecino común de la Villa. En muchos de los casos
fueron los mismos villeros los que hicieron habitables algunos
sectores de la ciudad ganando espacio a un basural, o rellenando
una laguna.
La celebración del Bicentenario en nuestra Ciudad de Buenos
Aires es una ocasión para reconocer al pueblo que habita
la Villa como un interlocutor al que hay que primeramente escuchar
para entrar en un diálogo fecundo. Por eso se trata de
una escucha sincera y eficaz que lleve soluciones reales, que
ayuden a recuperar la confianza del vecino común de la
Villa en los funcionarios públicos, en la justicia etc.
Este tipo de escucha ciertamente ayudará a bajar los niveles
de enojo y de violencia que a veces vemos en los barrios. Por
eso no alcanza conocer el barrio a través de punteros políticos.
No alcanza conocer la Villa a través de la televisión
o los diarios. No alcanza, porque aquí estamos hablando
de que se desatienden los derechos más elementales: el
derecho a la alimentación, el acceso al agua, a la educación
básica, al cuidado de la salud, a una vivienda digna. etc.
Estamos hablando aquí de derechos universales de todo ser
humano sin distinciones ni discriminaciones. Estos derechos elementales
suponen el cumplimiento de los deberes más elementales
por parte del Estado. Deberes que la Iglesia, las ONG, los grupos
comunitarios de nuestros barrios y la sociedad en general, tenemos
también que asumir como propios, según nuestras
posibilidades. Esta es nuestra responsabilidad ya que la solidaridad
es algo de todos, no se le puede exigir todo al Estado .
En la gran ciudad muchas veces se reivindica el derecho a lo superfluo
y nos olvidamos que en la periferia de la misma se vulneran los
derechos más elementales.
El Evangelio de Jesús nos enseña que cada persona
es sagrada, cada una tiene una dignidad infinita y debemos respetarla.
Esta Buena Noticia debe ser anunciada y realizada entre los más
pobres. El programa de Jesús, ese camino que va desde los
pobres a todos, nos parece un programa más que válido
a la hora de trazar políticas de Estado, a la hora de legislar
y a la hora de juzgar.
En camino hacia la integración urbana.
Si tenemos pasión por el Bien, si realmente queremos pagar
la deuda social en los barrios más pobres de la Ciudad,
la celebración del Bicentenario se presenta como una gran
oportunidad. La misma abarcará un período de seis
años; esto nos da la posibilidad de escucharnos y a través
del diálogo buscar consensos que nos permitan realizar
acciones concretas, que ayuden a integrar las Villas a la Ciudad
de Buenos Aires.
En un primer paso habría que buscar un método para
escuchar a los vecinos de las Villas, recogiendo así los
deseos y necesidades que el pueblo de la Villa experimenta. Tal
vez por ejemplo se descubra que primero desean una escuela cerca,
o una guardería para que las mamás puedan salir
a trabajar y sólo luego cambiarle el nombre a las calles,
para que no sean los mismos nombres que las de otras calles de
la ciudad.
Obviamente se necesita alguien en el Ejecutivo de la Ciudad de
Buenos Aires que tenga la mirada del conjunto de estas aspiraciones
de los vecinos de las Villas y articule la necesaria participación
de distintos ministerios y áreas del Estado, para que en
lo concreto del trabajo de integración de las Villas al
todo de la Ciudad no se superpongan roles y funciones, ni se actúe
de manera desarticulada.
También es necesario más allá de las diferencias
políticas, el diálogo, el consenso y las acciones
comunes entre el gobierno nacional y el gobierno de la Ciudad
de Buenos Aires sobre temas que hacen a la promoción y
al cuidado de los más pobres que viven en las Villas de
la Ciudad.
El Bicentenario nos da la posibilidad de mirar hacia delante,
de proyectar, de votar un presupuesto, de realizar acciones concretas
y de evaluar los objetivos consensuados. Por consiguiente es necesario
una vez escuchados a los vecinos de estos barrios trazar políticas
de Estado más allá de quien gobierne.
Estamos hablando entonces de un acuerdo social y político
que favorezca la integración de las Villas a la Ciudad.
La deuda social es enorme, visualizamos esta propuesta como un
camino para alcanzar una mayor justicia social.
Pedimos a la Virgen de Luján, Madre del Pueblo, que nos
inspire los caminos para celebrar un Bicentenario con justicia
e inclusión social.
- José María Di Paola, Carlos Olivero, Facundo Berretta
y Juan Isasmendi de la Villa 21-24 y N.H.T. Zabaleta.
- Guillermo Torre, Martín Carrozza y Eduardo Drabble de
la Villa 31.
- Gustavo Carrara, Joaquín Giangreco y Hernán Morelli
de la Villa 1-11-14.
- Franco Punturo y Pablo Ostuni de la Villa 20.
- Sebastián Sury y José Nicolás Zámolo
de la Villa 15.
- Pedro Baya Casal y Martín De Chiara de la Villa 3 y del
Barrio Ramón Carrillo.
- Nibaldo Valentín Leal de la Villa 6.
- Sergio Serrese de la Villa 19.
- Enrique Evangelista de la Villa 26.
- Jorge Torres Carbonell de la Villa Rodrigo Bueno.
Equipo de Sacerdotes para las villas de emergencia
Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 11 de mayo de 2010.