CULTURA AFRO
Resistencia en movimiento
Mientras los revisionistas históricos, referentes políticos
y dependencias oficiales de Cultura programan el calendario de actividades
“camino al Bicentenario” del primer paso emancipatorio
que fue mayo de 1810, en la Ciudad de Buenos Aires se dan coletazos
tardíos de aquella política educativa, cultural e
histórica que intentó reducir a los “negros”
al papel de vendedores de velas y ocultó la forma en la que
se los usó en la Guerra de la Indepencia, un conflicto asimétrico
donde se obligó a los nativos africanos a participar del
genocidio de los nativos sudamericanos.
Por Nicolás Sagaián
Históricamente, al movimiento cultural afro no se le ha permitido
mayor intervención artística que el dictado de talleres
y el batido de tambores. Pero, al parecer, en la Ciudad ya no los
quieren ni para eso: el gobierno porteño intenta desalojar
a un grupo que produce arte desde una ex fábrica abandonada
de Barracas.
“Quieren acabar con nuestra cultura y continuar con el
genocidio sistemático que ya lleva de miles de años,
pero no lo vamos a permitir”. El reclamo retumba en el aire
y en cada una de las paredes del inmenso galpón ubicado
en Herrera 313, del barrio porteño de Barracas. Allí
funciona desde hace casi diez años el movimiento Afrocultural
Bonga, el cual una y otra vez eleva ese mensaje ante la inminente
orden de desalojo que les hará llegar el Gobierno de la
Ciudad, que aún no les garantizó un nuevo espacio
para poder seguir adelante con su proyecto de rescate y difusión
de la cultura afro en Buenos Aires. “Nos están negando”,
afirman con otro grito al aire, mientras prosiguen varios de ellos
con el armado de tambores que formarán parte de sus talleres
de candombe y sus ceremonias habituales. Es que no procuran callarse
y no van a hacerlo. Porque desde el Ministerio de Cultura porteño
“hacen oídos sordos al pedido”, amparándose
en que el movimiento está “ocupando” un lugar
“intrusado, el cual es propiedad privada y por eso lo tienen
que dejar”. Mientras tanto los afro resisten, como lo hicieron
siempre, desde el tiempo de sus ancestros, para preservar los
valores de su cultura tan habitualmente negados en esta sociedad.
Si estarán acallados esos valores que hasta en el sistema
educativo hay una negación latente que condena a los negros
al recuerdo pintoresco: se los muestra sólo como los vendedores
de velas o empanadas en las semanas de mayo de 1810, aunque hayan
puesto el cuerpo como esclavos y batallado en las guerras de la
Independencia. Claramente, un discurso que procura ocultarlos.
Por eso la lucha parece tener signos comunes entre el ayer y el
hoy, tal como lo demuestran en el Centro Cultural Bonga, donde
aún pugnan para que se reconozca esta tradición
viva y para que una vez más la historia no los abandone.
En 2000 tomaron una fábrica abandonada de Barracas “que
era un nido de ratas y un foco de enfermedades” y la trasformaron
en un espacio cultural. “Podría señalarse
que éste es el último ‘quilombo urbano’,
pero no quilombo desde el sentido que nos hicieron creer en nuestra
educación: lío, barullo, problema. Sino desde el
verdadero sentido de la palabra: Kilombo; un lugar donde está
todo bien, donde hay una organización total y una integración
de las personas, con una gran cooperación como eran esos
Kilombos del siglo XV”, explica Diego Bonga, presidente
del movimiento.
La situación en torno del galpón surgió
de un día para otro, cuando la fábrica ya no era
un juntadero de chatarra y el centro cultural estaba organizado.
En ese momento apareció el reclamo de la empresa Solci
S.A., que luego de abandonar la fábrica, ubicada en Herrera
313 durante más de una década, “pagó
todos los impuestos adeudados y exigió la devolución
de su propiedad”, informaron fuentes del Gobierno porteño.
Por eso la Justicia se encargó de intimar mediante cartas
en varias ocasiones al movimiento afrocultural, pese a han realizado
varias gestiones legales. “Pedimos ayuda en el Ministerio
de Cultura, presentamos un proyecto de expropiación en
la Legislatura que fue denegado, fuimos a Desarrollo Social, al
ONABE (Organismo Nacional de Administración de Bienes)
pero nada funcionó y todavía no tenemos una respuesta
concreta. Esto es una clara omisión y una vista gorda de
los funcionarios para con la Constitución y los tratados
internacionales”, aseveró el representante del movimiento.
De efectivizarse el desalojo, no se estaría teniendo en
cuenta el artículo 32 de la Constitución porteña,
el cual “protege y difunde la identidad pluralista y multiétnica
y sus tradiciones”, así como tampoco la Declaración
Universal sobre Diversidad Cultural, adoptada por la UNESCO en
2001.
Ese inmenso galpón de chapas es hoy toda una escuela.
No sólo por las clases de Candombe, Capoeira Angola, Samba
Reggae y talleres de percusión, sino porque mantienen viva
la historia que es la cultura afro. ¿Pero qué sucederá
con todo ello y con los proyectos de integración social,
de defensa a los pueblos originarios y de diálogo con lo
sociedad si llega la inminente orden de desalojo del Gobierno
de Mauricio Macri que les dará un plazo de una semana o
10 días para dejar el lugar? Quedarán a la deriva.
Al igual que los hombres, chicos y mujeres integrantes de las
15 familias que viven en el lugar. Entonces desde el movimiento
Afrocultural se preguntan qué solución viable hay.
Y surge la idea de la relocalización, pero también
quedaría en el aire ya que desde el Ministerio de Cultura
porteño en estos últimos años no han avanzado
casi nada en el tema, y menos lo harán si se deshacen finalmente
del “inconveniente”.
Con ese punto muy claro, el referente de la organización
asegura que deberán sacarlos “a la fuerza”.
¿Por qué? “Este lugar es nuestro y lo vamos
a defender. No queremos molestar, queremos paz, pero nos están
agrediendo y nos vamos a defender para mantener viva nuestra palabra”,
sostiene Bonga, quien acarrea varios años de experiencia
en la lucha. “Además lo que estamos haciendo es un
aporte muy reconocido a la sociedad y el Estado debe ayudarnos.
Pero parece que los intereses económicos y los negociados
nos dejan a un costado, más aún por la discriminación
y el racismo que no nos contemplan”, remarcó al mismo
tiempo que aludió que sería casi “un crimen”
que los desalojen de ese lugar.
A principios de 2008, el centro cultural fue declarado de “interés
social y cultural” por la Legislatura de la Ciudad de Buenos
Aires, según la declaración Nº 467/07. “Por
lo que se estaría continuando con la negación sistemática
sobre la cultura afro y le estarían quitando un espacio
cultural importante a Buenos Aires, donde se hacen charlas, ciclos
documentales y otras actividades”, aseguró Bonga.
Pero desde el Gobierno de Mauricio Macri no lo entienden de esa
manera y se fijan en otra óptica. Según asesores
de Baltazar Jaramillo, director general de Promoción Cultural
en el Ministerio de Cultura porteño, el problema no es
de la cartera para la que trabajan: “Es que es una propiedad
privada que está intrusada”, comenzaron su explicación.
“Aunque han puesto un centro cultural y aunque tengan personería
jurídica, están ocupando un espacio ajeno por lo
que no pueden tomarse de las actividades que hacen para poder
quedarse con el lugar”, sostienen al mismo tiempo que aclaran
que lo cultural y lo judicial, según su consideración,
van por “caminos separados”.
Entonces, ¿existe voluntad política para respaldar
a la cultura afro, a la que han declarado de interés cultural?
¿Hay alguna propuesta concreta para que continúe
la difusión y las tareas del movimiento Bonga? Desde el
Ministerio de Cultura dicen que es “complicado”, sobre
todo porque el proceso de expropiación, el cual ya fue
negado en una oportunidad, debería tratarse nuevamente
en la Legislatura. Sin embargo, desde el Centro Cultural sostienen
que “hay miles de espacios ociosos para relocalizar al centro
aunque la cesión directa es la forma más viable”.
Un proceso legal de este tipo, es cierto que llevaría muchos
años, pero también es cierto que con un poco de
voluntad política el Gobierno porteño podría
otorgarle un lugar a la organización.
Según Bonga “es triste ver la indiferencia que hay
y cómo encajonan cualquier notificación o pedido”.
Sin embargo guarda la esperanza de que en una futura audiencia,
a realizarse en este mes, con algunas autoridades de la Onabe,
Desarrollo social y Cultura, al menos analicen la situación
y den alguna respuesta a los reclamos”. Será una
buena oportunidad para avanzar al menos en algo. “Esperemos
que dejen de pensar en el lugar sólo como un negocio inmobiliario
y que dejen fluir a esta cultura que durante mucho tiempo fue
prohibida con golpes, muertes y cárcel. Que nos den lo
que nos hemos ganado hace rato y que terminen con el racismo y
la discriminación. No queremos ser más los maltratados
ni los desaparecidos. Vamos a resistir mediante nuestra espiritualidad
y la ayuda de nuestros ancestros. Esperemos que salga todo bien.
Sino, seguiremos resistiendo, ya estamos acostumbrados”.