REBUSQUES
PORTEÑOS
Justicia para los cuidacoches
Según el INDEC, 2009 culminó con 97 mil desocupados
en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. En igual situación
estaban 480 mil vecinos del Gran Buenos Aires que suelen cruzar
la avenida General Paz o el turbio Riachuelo buscando alternativas
para sobrevivir. Son un ejército uniformado por sus desesperanzas
que, a veces, transitan por el delgado límite entre lo
legal y lo ilegal. Pensando en ellos, la Defensora del Pueblo,
Alicia Pierini, presentó un proyecto de ley ante la Legislatura
porteña que regula y protege a quienes honestamente desempeñan
la hoy cuestionada actividad de cuidar automotores en la vía
pública.
Tal vez, los desempleados sean más que los reconocidos
por el INDEC; ya que muchos de los encuestados dicen haber trabajado
porque en la última semana se desempeñaron como
coleros, buscas, paseadores de perros, manteros, limpiadores de
parabrisas y vidrieras o cuidacoches. No mienten, pero sus respuestas
distorsionan los verdaderos niveles de la desocupación.
En muchas las actividades que realizan, el límite de lo
legal con lo ilegal es difuso. Tal el caso de la que ejercen los
cuidacoches, una tarea últimamente estigmatizada por la
catarata de quejas de quienes se ven presionados a pagar abultados
tributos para estacionar sus vehículos en ciertas calles
porteñas.
Hace casi tres años, un vecino escribía en el portal
Palermonline: ¿Quién no ha ido a algún partido
de fútbol, a algún recital, o a comer alguna noche
y se encuentra sin lugar para estacionar su vehículo? Al
llegar al lugar deseado aparece la presencia indeseada de una
nueva “mafia” local. Los “cuida” coches.
Con su típico trapito dan órdenes de aquí
para allá. Y muchas veces con tal de no continuar buscando
o hasta por temor , terminamos cediendo y estacionando nuestro
auto previo pago de dos, tres o cinco pesos y a veces más
a personas que cuando volvemos ni siquiera están por ahí.
Y vamos a sacarnos la careta: muchos de nosotros lo hacemos porque
tenemos miedo que, por lo menos, nos rayen nuestro auto.
Quejas similares se repiten a diario y desde hace tiempo en cartas
de lectores o llamadas a programas radiales y sería necio
negar la existencia de estos abusos y prepotencias. Sin embargo,
es posible tener otra mirada sobre el problema.
Las cosas en su sitio
En sí, el oficio de cuidacoche es añoso, legal
y hasta socialmente útil. Lo que, en cambio, está
prohibido es exigir retribución por el estacionamiento
o cuidado de vehículos en la vía pública,
sin autorización legal, tal como reza el artículo
42 bis del Código Procesal porteño.
Si las sutiles o descaradas apretadas de los cuidacoches truchos
a automovilistas se reiteran es porque las fuerzas policiales
que deberían reprimirlas no lo hacen. Esta inacción
policial por razones sospechables y hasta confesas permite a algunos
pocos pervertir una tarea a la que muchos otros apelan para lograr,
aunque sea, un mínimo sustento familiar.
Así lo entendió la Defensora del Pueblo, quien
recientemente presentó en la Legislatura porteña
un proyecto de ley que regula la actividad del cuidacoches a la
que define como la cooperación con el automovilista o motoquero
para ubicar su vehículo en zona permitida, la permanencia
en las proximidades de dicho estacionamiento para impedir daños
a los vehículos y el compromiso de solicitar auxilio de
la fuerza pública en caso de observar riesgo de delito
en la zona de su actividad.
La iniciativa prevé que podrán desempeñar
esta tarea los mayores de 18 años que demuestren fehacientemente
no ser beneficiarios de algún plan social y/o cobrar algún
subsidio por desocupación y se inscriban en un registro
donde consten sus datos personales, su domicilio y las zonas y
horarios de trabajo que se les adjudique. Antes de ello, el postulante
a cuidacoche recibirá una capacitación teórica
y práctica obligatoria sobre normas de estacionamiento
y correcta atención al ciudadano.
El proyecto caracteriza a la tarea del cuidacoches como una modalidad
solidaria que no obliga al conductor a retribuirla, aunque podrá
gratificarla voluntariamente. Asimismo, encomienda que la reglamentación
de la ley incluya las causales por las que un futuro cuidador
de automotores podrá ser sancionado o privado de su habilitación.
TRAPITO
DE LUJO
Pedro Godoy fue panadero; pero los avatares de la vida lo
llevaron a empuñar el fratacho o la brocha gorda
y -en momentos de máxima malaria- a agitar la franela
que identificaba a los cuidadores de coches.
Lejos de estas vicisitudes laborales, su nombre es parte
de una lista que incluye a los que mejor describieron el
arrabal porteño en idioma culto; entre otros, Jorge
Luis Borges, Evaristo Carriego, Leopoldo Lugones, Ricardo
Güiraldes, Baldomero Fernández Moreno, Alfonsina
Storni, Leónidas Barletta, Gustavo Riccio, César
Tiempo, Nicolás Olivari, José Portogalo y
José Sebastián Tallón.
El poeta y crítico Carlos Penelas
cuenta que escritores de la talla de Luis Franco, Álvaro
Yunque y Samuel Eichelbaum elogiaron la obra literaria de
Godoy publicada por la mítica Editorial Claridad.
También asegura que oyó a Ernesto Sábato
y a Osvaldo Bayer referirse al panadero poeta con cariño
y admiración.
Nacido en 1900, orillaba los 78 cuando
su figura fue rescatada del olvido por El Expreso Imaginario,
una revista de culto para los jóvenes que resistían
desde la rockera trinchera cultural a la última dictadura.
Se dice que antes de morir a los 86 años
rechazó una propuesta para protagonizar un cortometraje
inspirado en El viejo Matías, la canción de
Víctor Heredia. Yo soy un viejo activo y no un anciano
melancólico, habría dicho al fundamentar su
negativa.
En fin, todo un ejemplo de los valores
que pueden anidarse en un eventual cuidacoches.
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