NOTA DE OPINIÓN
Ni la bengala ni el rocanrroll
Por Gonzalo Sanz Cerbino*
El eje de la ampliación de la indagatoria a Omar Chabán,
que se extendió por tres días en la última
semana, ha sido responsabilizar al público que en la noche
del incendio en República Cromañón encendió
pirotecnia.
Llegó a presentar evidencia tan descabellada como las fotografías
de patrulleros golpeados por jóvenes desesperados, que salieron
del local siniestrado en la madrugada del 31 de diciembre del 2004.
Esa reacción, que era acompañada del grito desesperado
de auxilio, constituiría la prueba de la violencia que también
se expresó dentro del local. Sin embargo, el acusado nada
dice de la evidencia y los testimonios que lo incriminan.
Sobre la presencia del material inflamable responsabiliza a la
empresa que le vendió las planchas para acondicionar acústicamente
el local. Pero nada dice de la tela media sombra y las placas
de guata que estaban instaladas en el techo antes de que él
colocara las planchas de poliuretano, materiales altamente inflamables
según determinó una pericia del INTI. Tampoco dice
nada del testimonio del empresario Salvatore Albano, convocado
por el empresario para "acustizar" el local. Según
su declaración en la causa, Albano le advirtió a
Chabán, en febrero de 2004, que había que retirar
el material inflamable que existía en el techo del local
por el peligro que representaba.
Sobre la puerta de emergencia cerrada con candado Chabán
sólo atinó a decir que no debió haber sido
habilitada ya que conducía a otro local y no a la calle.
Por ello responsabiliza al gobierno municipal, al dueño
del local y a los bomberos que revalidaron el certificado contra
incendio en los 7 años anteriores.
Que Chabán no es el único responsable es cierto,
pero el acusado omite convenientemente mencionar que él
mismo clausuró esa puerta (que funcionaba efectivamente
como salida de emergencia, y que así estaba señalizada
hasta la noche del incendio). Al realizar el acondicionamiento
acústico del lugar, cerró definitivamente esa salida
para evitar que el sonido se filtrara al hotel lindero. ¿Tomó
esa decisión sin consultar a profesionales? Parece que
sí. Lo que es cierto es que habría implicado un
gasto que quien sabe si estaba dispuesto a realizar. La pericia
de la División Prevención de bomberos determinó
que, de haberse encontrado esa puerta abierta, el local se hubiera
evacuado rápidamente, sin víctimas fatales.
Por último, sobre la capacidad del local, sólo
ha dicho que no había tanta gente, puesto que se podía
circular sin problemas. Sin embargo, fuentes serias señalan
que el 30 de diciembre el local estaba desbordado. Según
el control de SADAIC había esa noche 2.611 personas, y
según los músicos y los responsables de la venta
de entradas había más de 3.500. De haberse respetado
la capacidad establecida por la habilitación (1.031 personas),
la evacuación se hubiera realizado muy rápidamente.
Estos tres factores, sobre los que Chabán poco dice, son
necesarios y concurrentes en las 194 muertes que dejó el
incendio. Si alguno de ellos no hubiera estado presente, el local
no se hubiera incendiado o podría haberse evacuado sin
víctimas.
De todos los elementos causales que confluyeron en Cromañón,
el único que podría no haber estado es la bengala.
Si no se hubiera utilizado pirotecnia en el lugar, el siniestro
igual se hubiera producido, más tarde o más temprano,
por un cortocircuito, por una colilla de cigarrillo o por cualquier
otro factor.
Los incendios en locales comerciales son un fenómeno que
ocurre regularmente en todo el mundo: Keybhis, en Olivos (1993);
Ycuá Bolaños, en Paraguay (2004); Beverly Hills
Super Club, en EE.UU. (1977); Cinq-Sept, en Francia (1970); y
tantos otros.
En cada uno de estos casos, el detonante del incendio fue distinto,
pero lo persistente ha sido el comportamiento de sus dueños,
que ahorraban costos en seguridad para maximizar sus beneficios:
habilitando menos salidas de las necesarias, decorando con material
inflamable que siempre es más barato que el ignífugo
o vendiendo entradas por encima de la capacidad de los locales.
No hay que olvidar la responsabilidad del Estado, que hace la
vista gorda ante las irregularidades para no obstaculizar el proceso
de la acumulación capitalista. Chabán es expresión
de esta lógica y de esta situación, y más
allá de que busque endilgar culpas a las propias víctimas
del crimen que su comportamiento causó, su versión
sólo puede sostenerse eludiendo las preguntas que pocos
se hacen.
No es casual que su declaración indagatoria haya sido un
extenso monólogo en el que el acusado se negó a
responder al tribunal.
* Investigador del Centro de Estudios
e Investigaciones en Ciencias Sociales CEICS y autor de Culpable.
República Cromañón, 30 de diciembre de 2004,
Ediciones ryr, en prensa.