ECOS
DEL FALLO POR LA TRAGEDIA DE PLAZA ONCE
Cromañón sigue aquí,
entre nosotros
Por Jorge Devincenzi
La polémica decisión judicial que condenó a
Chabán y al manager de Callejeros pero no a la banda, también
castigó duramente al subcomisario coimeado y casi exculpó
al cometeador. Si el progresismo insulso pecó por no ejercer
el poder del Estado, la gestión neoliberal de Macri agudiza
ese escenario: en lugar de afirmar lo público, única
garantía de una ciudad habitable, busca “valorizarlo”,
convertirlo en mercancía, con la misma lógica de las
puertas de emergencia que tapió Chabán.
Condenando a seis de los quince imputados, la justicia falló
en el capítulo de mayor resonancia pública entre
los varios en que se fue disgregando la investigación por
el incendio del local de Plaza Once. La pena mayor recayó
sobre Omar Chabán. El fallo refleja una cierta visión
del país o su ordenamiento, y su resolución más
polémica es la absolución de Callejeros, a quienes
se terminó tomando como un grupo de jóvenes que
se dedica a cultivar el saludable arte musical. Es una pyme que
arrastra multitudes con el uso masivo de pirotecnia cuyo uso está
prohibido en lugares cerrados.
Tras la condena, Chabán seguirá buscando a 3 chicos
del público, les atribuirá toda la culpa y los seguirá
llamando “tarados” o “descerebrados”,
en una ilustre definición auto-referencial, que eso se
le debe reconocer. Tiene algo de inimputable ese barniz culturoso
que cultiva quizás creyéndolo al pie de la letra,
y ya es demasiado trillado citar a Hanna Arendt. Algo habrán
hecho (los pibes) quiere decirnos. El grueso de la responsabilidad
cayó sobre el empresario, pero también fue dura
la condena del cohecho policial. Contrastan los 18 años
para el subcomisario Díaz contra uno solo a Villarreal
por el mismo delito, teniendo en cuenta, entre otras cuestiones,
que el lado privado no fue obligado a coimear con una pistola
en la cabeza. Villarreal, que no vio ni supo nada salvo entregar
el sobre a la policía como fiel empleado, quedó
incurso en la obediencia debida y volverá a su condición
de patovica en retiro efectivo porque su pena es excarcelable.
Los Callejeros seguirán explotando comercialmente los
déficits existenciales de una juventud que sigue en la
banquina, y no se puede ser severo con sus límites mentales
porque no son sino emergentes de los seres y los vínculos
sociales que producen los mercados.
Entre los defensores del grupo de rock abundó una considerable
inversión en cotillón amarillo alrededor de Tribunales
durante la lectura de la sentencia, cuando siempre habían
cultivado el negro rolinga. Lució como una extraña
apropiación sectorial –política, religiosa,
o ambas–, de uno de los sectores más despolitizados
de la sociedad que los Callejeros expresan de alguna manera. No
es para sorprenderse ahora, y hasta pudo ser un paraguas de contención
institucional que no avizora nada bueno.
El Estado ciego
El Estado es un conjunto de normas e instituciones dirigidas
por personas. Excepto las penas pecuniarias que indirectamente
pagamos todos, los errores del Estado deben expiarlos los responsables
de la acción o la inacción, con el castigo del voto
o la justicia según corresponda. En cuanto a los controles
comunales de usos y actividades, que recayeran sobre la policía
y no en los funcionarios municipales, ausentes sin aviso, es otra
de las tantas muestras de cómo, con muy poco, se puede
dinamitar el poder estatal. Aquí se ha puesto de cabeza
el Estado de Derecho mediante normas inferiores que anulan, tergiversan
o invierten lo que determinan las normas superiores.
Con una condena excarcelable de 2 años por incumplimiento
de deberes del funcionario público, Fabiana Fiszbin volverá
a su ocupación habitual, la psicoterapia, y quizás
cada vez que retorne a Brasil recordará esas vacaciones
de diciembre de 2004. Y no porque las psicoterapeutas no puedan
conducir áreas del Estado o hacer política, sino
porque sus antecedentes se limitan a ser ex-cuñada, hija
de un puntero unionista y allegada al Coti Nosiglia.
El responsable en diciembre de 2004 del Plan de Catástrofes
y Emergencias Urbanas, Crespo Campos, ucedeísta, que ni
siquiera fue procesado, seguirá durmiendo tranquilo.
En estos cinco años, los tribunales habían apartado
a Aníbal Ibarra y Juan Carlos López, y luego condenaron
a algunos bomberos. El ex-jefe de Gobierno recorrió el
calvario de la destitución y recibió un esperado
apoyo de la corporación judicial con la ayuda del ex-fiscal
Strassera, y Casación volvió a inculpar a López,
ex-secretario de Seguridad de la CABA y también ex-cuñado.
Lo que viene
El fallo no está firme porque nadie quedó conforme
y la mayoría, o todos, en el fondo –refugiados en
la teoría del puro accidente– no reconocen ninguna
responsabilidad.
Que se publicitara el uso de bengalas, que se las introdujera
masivamente, y que se eligiera hacer el show en un lugar cerrado
gracias a una triquiñuela jamás rectificada de la
legislación en materia de permiso de actividades y uso
de locales, no pudo ser fue una decisión solitaria de Argañaraz
y Chabán.
Suena poco creíble, conociendo el papel empresarial de
la madre de Fontanet y las denuncias acerca de que en el palco
VIP había cajas de bengalas. Mientras Casación resuelve
los recursos y las apelaciones de querellas y fiscal, llegará
la hora de que Rafael Levy, socio de Chabán, junto con
otros responsables de la habilitación fraudulenta del local
y quizás también por la introducción de fuegos
artificiales, enfrenten a los jueces. Detrás de eso se
destaparán algunas ollas, pero pocas, relacionadas con
empresas offshore.
Esta suerte de Cromañón II también incluirá
la relacionada con los que se consideran “abandono de persona”
por la actuación del Same y los hospitales públicos
que se vieron excedidos en la evacuación y tareas de reanimación.
Luego vendrá una catarata de juicios civiles donde se discutirán
indemnizaciones proporcionales a la responsabilidad penal. Años
y mucha plata por delante, incluyendo la del Estado.
Derivaciones
Algunos se suicidaron a meses del incendio. Otros muchos no duermen
tranquilos, ni la tranquilidad les volverá jamás.
En el amplio campo de las secuelas, revivirán las escenas
del horror del encierro, el ahogo y la incineración, todo
ello acentuado por la candidez propia de la edad. Llorarán
para siempre a los seres perdidos, sin llegar a entender del todo.
O, siendo adultos, se habrán pescado cánceres,
úlceras, alergias crónicas, sus glándulas
no funcionarán como antes, deberán recurrir al alprazolam
para poder dormir. Nada será igual.
Entonces
Han transcurrido 56 meses desde aquella fatídica noche
de diciembre en la que una combinación mortal de bengalas,
decorados inflamables y salidas de emergencia tapiadas, convirtieron
una fiesta rockera en trampa mortal para doscientos chicos, más
el severo trauma que padecen sobrevivientes, familiares y hasta
un puñado de vecinos solidarios, choferes y profesionales
del Same y los hospitales que participaron en el rescate.
Toda la sociedad sufrió, pero no todos lo advertimos de
la misma manera. Como sucede con otras tantas salvajadas propias
de nuestro paisaje nacional, es preciso correrse de la contemplación
distante y la observación. Aunque sea preferible aprender
de una manera menos inhóspita y suene a lugar común,
este desgarro individual y colectivo debería ser una oportunidad
para entender lo que pasó y lograr que lo imprevisto (el
“accidente”) sea excepcional. No se ve que se marche
en ese camino.
Algunos de los muchos significados de Cromañón
- Un espacio, un lugar degradado.
- Violencia naturalizada.
- Barbarie instituida, ley de la selva, ausencia de la ley.
- Privatización de lo público.
- Estado impotente, ciego y distante.
- Impunidad y elusión.
- Abandono, aturdimiento y desamparo, sobre todo –pero no
solo– juveniles.
- Simulación, banalización, desmesura, transgresión.
- Indiferencia, improvisación.
- Culpabilización de las víctimas.
La conjunción de un lugar muy peligroso, un empresario
desaprensivo, asociado con un grupo de rock incapaz de medir las
consecuencias de su marketing, y varios miles de adolescentes
descontrolados, todo en el contexto de un Estado ausente, una
ausencia activa, fueron una asociación de circunstancias
que preanunciaban tal resultado.
Así, más de lo mismo
Nada significa gritar “presente” ni recurrir a otras
consignas de combate verbal, si luego se actúa en sentido
contrario: votando a quienes redoblan la privatización
de lo público (por ejemplo, creyendo que así se
castiga a un “progresismo” insulso), cobrando subsidios
bajo la mesa, buscando venganza o fomentando la violencia entre
víctimas. Algunos padres son responsables de ello. Al conocerse
la sentencia hubo catarsis colectiva, y se escucharon gritos de
venganza eterna y justicia por mano propia. Tenía que suceder.
Es cierto que la policía dispersó de inmediato a
los grupos más violentos. ¿A quién terminará
sirviendo esa masa de maniobra?
Las balas que mataron fueron bengalas, planchas de poliuretano,
media sombra y puertas selladas. Pero salieron de un arma, y están
los que apretaron el gatillo, y hay que despejar el contexto en
que se montó semejante crueldad.
La gestión neoliberal de Macri en la ciudad ha agudizado
ese escenario porque en lugar de afirmar lo público, única
garantía de una ciudad habitable, busca “valorizarlo”,
convertirlo en mercancía, con la misma lógica de
las puertas de emergencia que tapió Chabán.
Y es imposible obviar que –hasta ahora– lo ha hecho
con la vista gorda del grueso del Frente para la Victoria, el
único sector político hipotéticamente en
condiciones de frenar este abandono de los seres reales en función
de esa visión empresaria de canibalizar lo público,
lo que es de todos, algo que el muy desagradable marketing de
la compasión en la figura de la ahora diputada Michetti
no pudo ni podrá ocultar.
Dicen que el “síndrome Cromañón”
persigue a los funcionarios. Dicen, porque las discotecas peligrosas
siguen siendo tan peligrosas como en aquel entonces. Los pibes
se cuidan más, porque sospechan o porque sus padres están
más alertas, un poco nomás.
La gestión PRO simula recrear un Estado que controla,
pero en realidad se lo sigue privatizando. Según la constitución
local, esta atribución –la de controlar– es
irrenunciable, pero a estos tipos nunca les importó la
ley. Con otros nombres pero similar diseño, Macri resucitó
el esquema de controles de usos y habilitaciones que, con una
–combinación de organigrama militar y libre empresa–
creó la dictadura.
La política de Macri es como un asalto a cara descubierta:
el comisario Palacios, nuevo jefe de policía metropolitana,
participó activamente en la represión de la dictadura
y tarde o temprano se conocerá su participación
en la masacre de Fátima, donde un grupo de prisioneros
fue dinamitado como represalia por el bombazo a Coordinación
Federal.
No solo los ‘90 pugnan por volver. Hay que ir más
atrás.
Es difícil encajar esta certidumbre con otra, la de esta
justicia que –en casos resonantes y donde parecen existir
poderosos intereses entre bambalinas– dicta sentencias ejemplares
pero los condenados no van a prisión: Cromañón,
Grassi, el asesinato de García Belsunce.
El tribunal ordenó “la inmediata detención”
de Chabán, Argañaraz y Díaz para aclarar
luego que les sucederá “después que la sentencia
quede firme”, lo que puede tardar años y si es que
queda, pero de ninguna manera es inmediata. En este contexto,
la discusión entre mano dura y garantismo adquiere otro
contenido.
Fuente: REVISTA ZOOM