ESQUINA
DE LA MEMORIA
Nuestros barrios, según Jorge Luis Borges
Villa Ortúzar y Villa Urquiza marcaron profundamente al
más importante escritor nacido en la Argentina. De alguna
manera, estos barrios eran para él la representación
de los suburbios que siempre estuvieron presentes en su pensamiento
y en su obra. Sus visitas eran frecuentes y quedaron reflejadas
en varios de sus poemas.
Por Eduardo Criscuolo
esquina@periodicoelbarrio.com.ar
El 14 de junio se cumplen 23 años del fallecimiento de
una de las más representativas figuras de la literatura
argentina: Jorge Luis Borges. Su vasta producción literaria
ha sido reconocida universalmente.
Nació en Buenos Aires, en la calle Tucumán 840,
el 24 de agosto de 1899, hijo de Jorge Guillermo Borges y Leonor
Acevedo. El hogar pertenecía a los padres de Leonor. Fue
bautizado con los nombres de su padre y de cada uno de sus abuelos.
En definitiva, cuando se lo anotó en el Registro Civil
figuró como Jorge Francisco Isidoro y al ser bautizado
en la Parroquia San Nicolás de Bari -el 20 de junio de
1900- se le agregó el nombre Luis. Los Borges y los Acevedo
provenían de los primeros europeos que llegaron a América
y en el desarrollo de las guerras de la independencia varios de
sus antecesores habían intervenido en distintas batallas.
Pero en este artículo nosotros queremos hablar del Borges
que, curiosamente, tuvo una profunda relación con nuestra
Villa Urquiza y barrios aledaños. Para el escritor, eran
la viva representación de los suburbios que siempre estuvieron
presentes en su pensamiento y en su obra. Borges tenía
una especial predilección por todo aquello que se relacionara
con las orillas de la ciudad y los cuchilleros. En esos años
iniciales de su vida literaria (década del 20) las zonas
del noroeste porteño, si bien iban avanzando en su progreso
como barrios, presentaban grandes extensiones de chacras y quintas.
Algunas de ellas eran refugios veraniegos de las familias pudientes
de la ciudad, otras suministraban productos de mantenimiento para
la población en general.
Fervor de Villa Urquiza
Esa especie suburbana atraía el profundo interés
de Borges, que ya comenzaba a frecuentar la casa de Berta Erfjord
de Lange en Tronador al 1700. Allí vivía con sus
cinco hijas, caracterizadas por sus rubios cabellos y piel muy
blanca, es decir de rasgos nórdicos, nacidas en la Argentina
y ante quienes las damas mojigatas fruncían la nariz por
sus actitudes liberales. La madre de Borges, doña Leonor,
no era muy proclive a que Jorge y Norah (su hermana) mantuvieran
relación con las Lange. Una de ellas, también llamada
Norah, sería uno de los tantos amores imposibles para Borges.
Cercana a la residencia de los Lange se había mudado su
hermana, Norah, muy recordada por su excelente pintura y ella
comentaba que Jorge, su hermano, le había dicho que “Buenos
Aires era una ciudad muy larga y muy chata” descripción
que lo llevó a escribir su libro de poemas Fervor de Buenos
Aires (1923). Allí, el joven Borges llegó a conocer
a varias amigas de las hermanas Lange, compañeras de estudios:
las hermanas Soraggi y las Guerrero, Celia y Concepción,
esta última la mejor amiga de Norah. El padre de Concepción
era maestro de escuela primaria y con su familia vivía
en la calle Pampa, en uno de los típicos edificios de las
orillas de Buenos Aires, bastante cercano a la villa de la familia
Lange en Tronador y Pampa. Borges solía recorrer los alrededores
de la zona y en especial lo atraía la calle Plaza, entonces
de tierra y zanjones, para él casi un reflejo vital del
suburbio.
Su relación con Concepción Guerrero lo había
conmovido profundamente y había llegado a considerar la
posibilidad de contraer matrimonio con ella, pero con expresiones
muy cautelosas, manteniendo en silencio esa relación que
no conocía su familia, cuidando la mala disposición
que podría causar especialmente a su madre. Claro, esta
situación lo sumía en una falta de calidez que influía
en su espíritu y sólo logró superar regresando
a las calles de Buenos Aires, pero no las del centro de la ciudad
sino en aquellas de los aledaños. Tanta era la atracción
que sentía por Concepción Guerrero y el sentimiento
por las calles suburbanas que escribió el poema Villa Urquiza,
donde expone que la calle Pampa -donde vivía su amada-
era “larga como un beso” y que “arraigó
una tradición de amor en el alma”.
Barrios de novela
Cabe hacer presente que para los escritores de la época
de la que hablamos la entonces Villa Mazzini, Villa Ortúzar,
Saavedra y Villa Urquiza ejercían curiosas sensaciones
en sus pensamientos. Los personajes de La ciudad de un hombre,
de Leónidas Barletta, se desenvuelven dentro de estos barrios.
Adolfo Bioy Casares desarrolló gran parte de su libro El
sueño de los héroes en el barrio de Saavedra y otra
novela, Dormir al sol, en Parque Chas. Leopoldo Marechal, que
en su genial Adán Buenosayres hizo transitar la acción
de sus personajes también en Saavedra y en su parque oval,
le da a esta zona de Buenos Aires un significado especial, carismático.
En ese entonces Borges guardaba la idea de una integración
con la Argentina y sobre todo con Buenos Aires y sus suburbios.
Alrededor de 1923 escribió un poema al jardín de
la casa de los Lange, en la calle Tronador, lugar del encuentro
con su correspondido amor, Concepción Guerrero, a quien
pocos días antes de viajar a Europa le obsequió
un ejemplar firmado de Fervor de Buenos Aires. Resulta indudable
que la figura dominante en la poesía de Borges en ese entonces
era el ocaso. Los barrios del noroeste de Buenos Aires -Villa
Ortúzar, la entonces Villa Mazzini, Villa Urquiza- guardan
en sus trazados extensas avenidas que se pierden en el horizonte
interminable de la pampa. En la época en que Borges transitaba
por esas calles, el sol que se iba en el ocaso debió haberle
causado un enorme y memorable paisaje. Ese importante detalle
de la puesta del sol en el arrabal quedó para siempre en
la imagen borgiana como retazos de un Buenos Aires más
antiguo.
Ya El Barrio publicó en estas páginas su primer
poema a Villa Urquiza, incluido en Fervor de Buenos Aires (1923),
como así también el otro poema al barrio publicado
en la revista Alfar (1926), en el que su terceto final tiene un
escondido recuerdo: “Urgencia de ternura, esperanza vehemente,
/ Carne en pos de la carne con silencio cobarde: / Burdo secreto
a voces que unifica la tarde”. Borges fue asiduo visitante
de nuestros barrios y dejó su impronta en muchas de sus
páginas: “Fui hace unos días a Saavedra, allá
por el cinco mil de Cabildo, y vi las primeras chacritas y unos
ombúes y otra vez redonda la tierra y me pareció
grandísimo el campo”. También habla de “mucho
cielo en Villa Ortúzar” y “querencia de ponientes
en Villa Urquiza” (La pampa y el suburbio son dioses, en
El tamaño de mi esperanza (1926), Seix Barral, Buenos Aires,
1994).
En su libro Evaristo Carriego (Manuel Gleizer, 1930) se refiere
también al barrio de Villa Urquiza con estas palabras:
“Yo no he sentido el liviano tiempo en Granada, a la sombra
de torres cientos de veces más antiguas que las higueras,
y sí en Pampa y Triunvirato; insípido lugar de tejas
anglizantes ahora, de hornos humosos de ladrillos hace tres años,
de potreros caóticos hace cinco”. En el barrio que
fue Villa Mazzini transcurre la acción del cuento Las doce
figuras del mundo, el primero de los Seis problemas para don Isidro
Parodi escritos por Borges en colaboración con Adolfo Bioy
Casares (1942) bajo el seudónimo de H. Bustos Domecq.
Queremos que este breve recorrido del autor más renombrado
de la literatura argentina sea además un justo homenaje
en el “Día del Escritor”, que se celebra el
13 de junio. La fecha conmemora la muerte del singular poeta nacional
Leopoldo Lugones, que se suicidó en una habitación
del Recreo “El Tropezón” en el Delta del Paraná.
Al mismo tiempo pretendemos destacar la impronta espiritual que
nuestros barrios dejaron en el alma de Jorge Luis Borges, el escritor
argentino por antonomasia.
Bibliografía
Borges, Jorge L. Textos recobrados 1919-1929. Buenos Aires, Emecé,
1997, 462 p.
Williamson, Edwin. Borges. Una vida. Buenos Aires. Seix Barral,
2004, 638 p.
Zito, Carlos Alberto. El Buenos Aires de Borges. Buenos Aires,
Aguilar, 1999, 258 p.
Fuente: Periódico El Barrio.