NOTA
DE OPINION
La vigencia de Roberto Arlt (*)
Por Carlos del Frade (**), ANC-UTPBA
La década infame es aquel fragmento de historia política
argentina que va desde el primer golpe de estado del 6 de septiembre
de 1930 al otro alzamiento militar del 4 de junio de 1943. En
aquellos años, el movimiento político mayoritario,
el yrigoyenismo estaba proscripto y las minorías profundizaban
la realidad de un país a imagen y semejanza de sus oligarquías
a través del partido militar.
Nadie creía demasiado lo que aparecía en los diarios
y las supuestas noticias que se escuchaban en las cadenas de radios
recientemente incorporadas en la vida cotidiana de los habitantes
del sur del mundo.
Había dos excepciones, los elencos de radioteatros, aquellos
que llevaban por barrios, ciudades del interior y pueblos, situaciones
de heroísmo, solidaridad y triunfo del amor que ya no estaban
en el devenir de las mayorías. Por eso las compañías
de radioteatro eran idolatradas y seguidas por muchedumbres. En
el texto de sus folletines estaban los valores que ya no existían
en la realidad deformada por el golpe de estado, la corrupción,
la venta del patrimonio público a bajo monto y la dependencia
obscena con Gran Bretaña.
La otra excepción eran las columnas escritas en el diario
El Mundo por el escritor Roberto Arlt. Las llamadas
aguafuertes porteñas eran el principal motivo
de interés de los lectores. Como se no podía creer
en las noticias porque todo era falso e irreal, como decía
un agrimensor metido a intelectual político de envergadura,
Raúl Scalabrini Ortiz, las crónicas y observaciones
barriales de Arlt eran la mejor manera de identificación
con lo que de verdad le pasaba a la gente del pueblo.
Fue Arlt el que imaginó la vida de un muchacho desesperado
en aquella Argentina saqueada y descreída como protagonista
de su novela El juguete rabioso. En el final, hay
un diálogo entre el personaje y el dueño de una
casa en donde entró a robar. En un momento determinado,
el hombre le pregunta si cree en Dios. El muchacho dice que Dios,
para él, era la alegría de vivir y que hacía
rato que no la experimentaba y que, por lo tanto, ya no creía.
Algo de eso aparece en las noticias policiales de estos días.
Jubiladas como María Alicia Vázquez, de sesenta
y tres años, que son robadas en varias ocasiones por muchachos
jóvenes que le llegan a decir que salieron a robar porque
no tienen para comer. En su casa de la ciudad de La Plata, en
calle 21 entre 53 y 54, la mujer sufrió dos noches de miedo
e impotencia.
Víctimas que le roban a otra víctima. Perversión
del sistema: empobrecidos contra empobrecidos. Y valores que ya
no están porque, quizás, aquella alegría
de vivir de la que hablaba el personaje de Roberto Arlt, tampoco
está presente desde hace tiempo en la Argentina del principio
del tercer milenio.
"Me pidió que me quedara en el piso y que no lo mirara.
Pero yo le expliqué que tenía problemas en la espalda
y entonces dejó que me sentara en una silla", recordó
María ante los medios de comunicación.
"Le pregunté por qué hacían esto y
me contó que robaban porque no tenían para comer.
La verdad, me quedé muda... Querían plata. Yo les
di lo que tenía a mano pero no todo. Cuando se fueron subí
y descubrí que se habían llevado también
los ahorros. No sé cuánto, la verdad no quiero ni
pensarlo. Pero era mucho", agregó la jubilada.
Desesperados contra desesperados, postal de una Argentina que
bien podría ingresar en nuevas aguafuertes de Roberto Arlt,
siete décadas después. (ANC-UTPBA)
(*) Nota publicada en la Agencia Pelota de Trapo (APE).
(**) Periodista y escritor rosarino.