FUE
INAUGURADO EN COGHLAN EL CENTRO ANA FRANK ARGENTINA
Un espacio para la memoria
Ubicado en Superí 2647, el museo combina una exposición
sobre la vida de la joven alemana que vivió dos años
escondida de los nazis en una casa de Amsterdam -donde escribió
su famoso diario- con diversos proyectos educativos relacionados
con los derechos humanos. Dialogamos con su director ejecutivo,
Héctor Shalom.
Por Matías Panzitta
mpanzitta@periodicoelbarrio.com.ar
Sí, sí, es siempre la misma historia y todos tienen
muy mala memoria”. Las palabras que la joven Ana Frank escribió
desde su escondite en Amsterdam, Holanda, durante la Segunda Guerra
Mundial bien podrían aplicarse a la realidad argentina.
Sin embargo, muchos son los que trabajan a diario para que esa
repetitiva historia no tenga que volver a plasmarse en un diario.
El 12 de junio pasado el barrio de Coghlan fue testigo de la
inauguración del Centro Ana Frank Argentina, un espacio
donde la memoria y la educación son los protagonistas.
“Venimos trabajando palmo a palmo con la Fundación
Ana Frank desde 1991 y esta apertura es el fruto de todos estos
años de trabajo”, dice Héctor Shalom, director
ejecutivo del centro y representante en el país de la institución
holandesa encargada de la Casa de Ana Frank en ese país.
Ubicado en Superí 2647, el museo conjuga una muestra permanente
sobre la vida de la pequeña alemana de origen judío
perseguida por los nazis y un espacio de educación en temas
relacionados con los derechos humanos, la dictadura y la discriminación.
Sus salas recorren la historia que la niña plasmó
en su diario a través de fotos familiares y sus propias
palabras y el correlato de los hechos que se iban sucediendo en
Europa. Además, el centro recrea la habitación donde
la joven estuvo escondida de los nazis durante más de dos
años. “Toda esta exposición fue preparada
en conjunto con la fundación en Amsterdam”, agrega
Shalom.
Como explica su director, el centro argentino está en
íntima relación con la casa matriz en Holanda. “Ellos
conservan la versión original del diario y la casa donde
estuvo escondida de los nazis como un museo”, afirma Shalom.
Esa exposición es visitada por más de un millón
de personas anualmente, por lo que hace más de 15 años
sus autoridades decidieron poner en marcha una muestra itinerante
que recorre el mundo. “Todas las fotos y los textos se convirtieron
en una exposición de 34 paneles que explican el desarrollo
de la historia desde finales de la primera Guerra Mundial hasta
la conclusión de la Segunda Guerra Mundial”, comenta
el director.
En 1991, el titular de la fundación visitó la Argentina
en busca de un representante en el país y convocó
a Shalom, quien en ese entonces conducía la Sociedad Hebraica
Argentina. “Nuestro primer proyecto fue ese mismo año,
cuando trajimos la muestra itinerante al Teatro General San Martín”,
agrega. La gran repercusión que tuvo aquella muestra impulsó
a Shalom a continuar trabajando por la educación y la memoria
en la Argentina. Llevó la muestra de la vida de Ana Frank
por diferentes ciudades y comenzó a esbozar los primeros
proyectos educativos que hoy confluyen en el centro del barrio
de Coghlan.
La casa de Hilda
La ubicación del Centro Ana Frank no es una casualidad.
Shalom explica que la decisión de poner en marcha la muestra
resultó de una conjunción de dos procesos interrelacionados:
“Luego de 18 años trabajando como representantes
de la Casa de Ana Frank de Holanda, todavía no teníamos
un espacio común para todas las actividades que desarrollamos”.
Pero a principios de este año, dos historias se cruzaron.
Al igual que el escondite que albergó a la familia Frank
durante más de dos años, la vieja casona de la calle
Superí y su dueña, Hilda, supieron recibir y esconder
a los perseguidos por la última dictadura militar Argentina.
“Esta es una casa solidaria. Muchas de las personas que
pasaron por aquí afirman que esta familia les salvó
la vida”, explica Shalom.
Hace una año y medio Hilda falleció y sus herederos
decidieron ceder el espacio para la creación del centro.
El 12 de junio pasado -mientras en la Argentina se celebraba la
inauguración del “espacio para una pedagogía
de la memoria”, como lo denomina su director- en Holanda
se conmemoraba el 80º aniversario del nacimiento de Ana Frank.
Y uno de los principales regalos que el centro argentino recibió
con motivo de esta fecha fue un brote del castaño al que
la joven le escribió durante el tiempo que estuvo escondida
y que hoy se encuentra en el patio de la Casa de Hilda.
Además del museo, el organismo cumple un activo rol educativo.
Siguiendo los lineamientos de la fundación holandesa, su
principal objetivo es el desarrollo y la puesta en marcha de proyectos
en temas de discriminación y derechos humanos, entre los
que se destaca un fuerte trabajo de promoción de la democracia.
Una de las salas del centro alberga la muestra De la dictadura
a la democracia. “En la Argentina vivimos una experiencia
de terrorismo de Estado de enorme virulencia y creemos que ha
tomado sus principales bases del nazismo. Fueron dos procesos
similares y entender uno nos ayuda a comprender el otro y viceversa”,
dice Shalom.
El director comenta que, como parte del recorrido de la muestra,
los visitantes también podrán participar de la experiencia
Free2Choose, que promueve el debate y la integración. “Se
trata de cortos en video que presentan dilemas relacionados con
la libertad. Son situaciones que ponen en duda los derechos fundamentales
de las personas”, explica Shalom. Uno de ellos, por ejemplo,
cuenta cómo crecen en Turquía las ventas del libro
Mein Kampf (Mi lucha) -en el que Hitler plasma su ideal nacional-socialista-
y se presentan opiniones a favor y en contra de la libertad de
imprenta. “Los asistentes votan mediante un sistema electrónico
y luego se proponen debates”, explica el director.
Trabajo con la comunidad
Entre los programas educativos, Shalom resalta los planes de
capacitación docente que llevan a cabo junto con el Ministerio
de Educación y comenta que también están
coordinando la posibilidad de que todos los cadetes de las escuelas
de las fuerzas de seguridad puedan realizar una jornada en el
centro. Agrega que también se está por lanzar un
certamen literario para alumnos y docentes relacionados con los
temas que se tratan en la institución. El trabajo con la
comunidad es constante. La mayoría de los guías
del museo son jóvenes voluntarios entrenados específicamente
para recibir a los visitantes y brindarles todo su conocimiento.
“Estamos capacitando constantemente chicos que quieran participar
de nuestras iniciativas y también vamos a realizar un curso
para adultos”, dice Shalom.
La respuesta del público fue inmediata. Durante el primer
mes el museo recibió un promedio de 40 personas por día,
sin contar con los grupos y colegios que organizaron visitas especiales.
Y Shalom agrega que recibieron llamados de más de 70 escuelas
para que sus alumnos recorran las salas del centro. “Lamentablemente,
la epidemia de Gripe A hizo que muchas de esas visitas se posterguen”,
afirma el director, quien también remarca que los vecinos
del barrio mostraron mucho interés en el museo. “Estamos
convencidos de que este será un espacio muy valioso para
la Ciudad de Buenos Aires y especialmente para el barrio de Coghlan”,
dice Shalom.
Datos útiles
Centro Ana Frank Argentina
Superí 2647. Teléfono: 3533-8505
Martes a sábados de 14 a 19
E-mail: argentina@annefrank.nl
Voluntarios: voluntarios.anafrank@gmail.com
Las habitaciones de atrás
El Diario de Ana Frank, relatado en el lenguaje de una niña
de 13 años, es un fiel reflejo del asedio vivido por el
pueblo judío bajo el dominio nazi. Tras el ascenso de Adolf
Hitler en Alemania, la familia Frank -Ana, sus padres Otto y Edith
y su hermana Margot- se mudó a Amsterdam, donde vivieron
alejados de los peligros de su país natal hasta 1940, cuando
las fuerzas alemanas invadieron Holanda.
Poco tiempo después, la persecución de la que hasta
ese momento sólo se habían enterado a través
de las cartas que enviaban sus familiares se hizo realidad: la
hermana de Ana, tres años mayor que ella, recibió
una citación obligatoria para presentarse en un campo de
trabajo en Alemania. Inmediatamente, Otto Frank decidió
esconder a su familia. Se mudaron a las plantas superiores de
un inmueble deshabitado en el centro de Amsterdam, que se encontraba
detrás de donde el padre de Ana tenía su empresa.
Allí vivieron junto con otras cuatro personas durante más
de dos años en los que Ana escribió su diario, cuya
publicación original se tituló Las habitaciones
de atrás, en una clara alusión a su escondite. Finalmente,
las fuerzas nazis encontraron a la familia Frank y los trasladaron
a campos de concentración.
Ana murió a los 16 años a raíz de fiebre
tifoidea en Bergen-Belsen, sólo unas pocas semanas antes
de que el campo de concentración fuera liberado. El único
que sobrevivió fue Otto Frank, quien recuperó el
diario de su hija de manos de Miep Gies -una de las protectoras
de la familia mientras estuvo escondida en Amsterdam- y luego
lo publicó para cumplir el sueño de Ana de convertirse
en escritora.