LA
MALA EDUCACIÓN
Por decreto, volvieron las amonestaciones
El Ministerio de Educación porteño restituyó
por decreto 998/08, un mecanismo de sanción disciplinaria
que había sido eliminado de las escuelas medias públicas
de la Ciudad de Buenos Aires en 1999.
Por Fernando Belvedere
redaccion@parquechasweb.com.ar
A partir de ahora, los alumnos de los colegios públicos secundarios
porteños que registren un mal comportamiento, volverán
a ser sancionados a través de amonestaciones; un sistema
que había sido dejado sin efecto por la Legislatura de la
Ciudad de Buenos Aires a finales de la década del 90.
En 1999 fueron creados los
Consejos de Convivencia
que se conformaron con docentes, padres y estudiantes, quienes,
antes de tomar cualquier medida, tenían que respetar determinados
criterios, como "la utilización del dialogo como principal
metodología para la solución de los conflictos, contextualización
de las transgresiones, garantizar los derechos a ser oído
y a la defensa, valorizar el sentido pedagógico de la sanción
y tratar de crear la posibilidad de reparación moral o material
por parte del responsable en caso de daño u ofensa a personas
o bienes de la escuela".
Es bueno recordar, que en aquel momento, la Iglesia había
enviado un documento a los colegios católicos donde expresaba
su malestar con el proyecto de los Consejos de Convivencia; señalando
que "no es bueno que los chicos se conviertan en constructores
de normas de convivencia institucional, ni tampoco que integren
un tribunal que juzgue a sus pares".
La crítica fue acompañada por diversos sectores de
la educación privada que reclamaron autonomía para
resolver sobre cuestiones disciplinarias. Los legisladores tuvieron
en cuenta ese reclamo y finalmente sancionaron un proyecto que constituía
sólo en los colegios estatales, la conformación de
los Consejos.
De esta manera se dejaba atrás (sólo en los colegios
secundarios públicos) un “sistema de amonestaciones”
que había tenido vigencia durante 56 años en las escuelas
de la Ciudad de Buenos Aires y que había sido consolidado
por el Decreto 150.073 sancionado en 1943 (Reglamento General para
Escuelas Secundarias) y que en sus artículos 200 a 206 definía
que “las amonestaciones serán impuestas en número
proporcional a la falta cometida por el alumno”.
En declaraciones a distintos medios periodísticos, el ministro
de Educación de la Ciudad, Mariano Narodowski dijo que las
medidas disciplinarias de ese estilo son “autoritarias y obsoletas”,
pero que son necesarias porque “en las escuelas deben volver
a imponerse límites. Las herramientas tienen que ser más
precisas, complejas. Eso es lo que estamos tratando de hacer con
la disciplina en las escuelas. Lo que está cambiando es la
realidad. Seguimos pensado que el sistema de amonestaciones es obsoleto,
autoritario. El problema es que muchos profesores han perdido el
no, el basta. Los adolescentes no solamente tiene la obligación
de cumplir las normas, sino también tienen el derecho de
entender qué es lo que al sociedad entiende está bien
o mal. En las escuelas tiene que haber límites. La convivencia
necesita el no del adulto”.
Ante los argumentos esgrimidos por titular de la cartera de educación
porteña, cabe preguntarse si el restablecimiento de este
método de sanción disciplinaria le otorgará
o no mayor autoridad (de la que tenían hasta ahora) a los
docentes y si este tema no requiere de un análisis más
profundo.
Para ayudarnos a reflexionar sobre esta cuestión, consultamos
a Inés Dussel, doctora en Ciencias de la Educación
e investigadora de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales
(FLACSO).
Dussel expresó que “el establecimiento de una medida
para que los profesores puedan apercibir a los alumnos en las aulas
ha sido planteado como reivindicación del poder de los profesores
para sancionar y para recuperar parte de la autoridad que, se dice,
han perdido. La posibilidad de apercibir a los alumnos se presenta,
además, como opuesta a los consejos de convivencia, a los
que se culpa de haber establecido una ¿disciplina? ¿facilista?
y ¿demagógica?
Me parece que esta medida se apoya en varios supuestos que son cuestionables.
El primero es que la falta de autoridad de los profesores (sobre
todo en la escuela media) se debe a que les han desactivado su poder
de sanción; en otras palabras, la autoridad se vuelve equivalente
a poder sancionar. Creo, por el contrario, que la mejor autoridad
es la que puede convencer y la que puede escuchar y consensuar con
los demás las mejores medidas; y creo además que la
autoridad de los profesores se basa, antes que nada y sobre todo,
en el saber que traen al aula. Son pocos los casos de indisciplina
frente a profesores que están seguros de lo que tienen para
transmitir, que se muestran apasionados por lo que enseñan,
y que buscan proponerles actividades interesantes a sus alumnos.
El segundo es que la situación actual de deslegitimación
de la escuela y de falta de autoridad de algunos docentes se debe
al relajamiento del orden disciplinario, entendido como poder sancionador,
que, se dice, fue ocasionado por la implementación de Consejos
de Convivencia que plantearon reglas de juego más democráticas
y posibilidad de negociación y consensos entre los actores
escolares.
Me parece que esa lectura no es nada inocente; cree que la democracia
siempre tiene consecuencias negativas. Por supuesto, es más
difícil ser una autoridad democrática que una autoritaria,
y nadie niega que los Consejos de Convivencia no siempre funcionen
bien; pero las consecuencias del autoritarismo ya las vivimos en
este país, y creo que no es conveniente azuzar esos demonios.
En vez de preguntarse por qué hoy la escuela está
deslegitimada, y por qué algunos profesores tienen dificultades
para establecer un orden productivo en sus aulas (lo que debería
ser objeto de estudios mucho más profundos: son muchos los
profesores que sí enseñan y ordenan a sus estudiantes,
en condiciones muy adversas), se insta a la solución fácil
(y demagógica, hacia cierto sector social que siempre clama
por ¿mano dura?) de darle más poder de sanción
a los profesores.
Creo que lo que cabría es un análisis mucho más
complejo sobre la desautorización de escuelas y profesores,
que tenga en cuenta, por ejemplo, la irrelevancia de muchos contenidos
escolares, el agotamiento de una forma de organización de
la escuela (en sus tiempos y sus espacios, en sus rituales, en sus
formas de pensar el conocimiento), y también los cambios
de época, que piden a los sujetos que sean libres, creativos
y originales, que hagan y digan lo que sientan, pero que después
pretende que se ajusten a pautas rígidas y en muchos casos
irrelevantes para la vida social.
El orden disciplinario es, antes que nada, un orden pedagógico.
Un aula en la que hay intercambios interesantes en torno al conocimiento
es un aula donde hay pocos problemas de conducta. Generar ese tipo
de aulas debería ser la preocupación de las políticas
educativas".
Por su parte, el docente José Kuschevatzky opina que “las
amonestaciones son un arma que tienen los profesores para poner
orden con los alumnos, arma que en definitiva no sirve para nada,
esto lo sabe el sistema pero es él el que falla, el objetivo
último es ‘el que no se adapta se queda afuera’.
En realidad la situación familiar de algunos alumnos hacen
que lleguen a la escuela con tantas carencias no sólo a nivel
económico que la escuela no puede responder, lo que está
podrido no es la escuela, que está llena de fallas o los
alumnos que podrían esforzarse un poco más, es el
sistema que primero produce desocupados, pobres, medios de comunicación
aberrantes, consumismo, anorexia y sexo por doquier y después
lo quiere arreglar con cuatro amonestaciones”.
De lo expresado por los entrevistados, se deduce que el tema es
más complejo (y más amplio) de lo que parece y hubiese
merecido un debate serio entre todos los actores involucrados en
políticas educativas. El ministro de Educación cerró
la posibilidad de discutir esta medida, al imponer por decreto el
restablecimiento de un sistema que él mismo reconoce como
vetusto, y que es el de las amonestaciones.
Debatir por ejemplo: qué hacemos con esta forma, ya agotada,
de organización de la escuela para cambiarla por otra con
mayores incentivos y adecuadas a estos tiempos; qué pasa
fuera del ámbito educativo; qué cosas llevan los alumnos
a una escuela inserta en una sociedad (de adultos) violenta en todas
sus formas: discriminación, violencia familiar, pobreza,
intolerancia, consumismo, poco apego al cumplimiento de las leyes,
medios con una programación cada vez más mediocre,
etcétera. ¿Cómo se trabajan estos contenidos
en el aula?.
¿Será que al hacerlo por decreto causa un mayor impacto
mediático, hecho a la medida de la mayoría de los
votantes del partido oficialista gobernante en la ciudad de Buenos
Aires? Narodowski dice que en las escuelas tiene que haber límites
y que la convivencia necesita el no del adulto: ¿Qué
autoridad perdida querrá demostrar el ministro con esta resolución?