Testimonios
Los vecinos cuentan sus historias
Parque Chas se caracterizó por ser un barrio de inmigrantes,
que llegados de distintas partes del mundo, vinieron a construir "sú,
lugar en el mundo". Muchos de ellos escaparon del hambre y la
falta de trabajo en sus países de origen, tal el caso de Salomón
Pripstein que llegó a la Argentina procedente de Polonia. ParqueChasWeb
entrevistó a su hija Raquel, quien compartió con nosotros
algunos de sus recuerdos de su infancia en Parque Chas y quien aún
vive en la misma casa (ahora modificada) que levantó con mucho
sacrificio su padre, quien además fue uno de los miembros fundadores
de la Escuela Israelita de Parque Chas de la que Raquel fue alumna
y docente.
Sus Padres
"Mi papá, Salomón, llega a la Argentina a los 17
años en el buque Atlanta procedente del puerto de Trieste el
17-1-1922. Nació en Polonia en un pueblo llamado "Baranovich",
ahora es Bielorrusia, y que era cerca de Minsk.
Cuando llegó se hospedó en el Hotel de Inmigrantes hasta
que consiguió su primer trabajo.
Mi mama, catalina, nació en el mismo pueblo que mi papá.
Llega a la Argentina el 13-1-1926 en el buque Asturias desde Chesburgo.
Fue esperada en el puerto por mi papá y otros conocidos de
su pueblo y fue a vivir directamente a la casa de un matrimonio amigo
y empezó a trabajar en la fabrica "Mu-Mu" envolviendo
caramelos hasta que se caso.
Eligieron la Argentina ya que por las cartas
de sus compatriotas recibían noticias de la amplitud y posibilidades
para la inmigración ya que ellos se iban por el antisemitismo,
persecuciones, e imposibilidades de conseguir trabajo.
El primer trabajo de mi papá se lo dio un paisano suyo que
era dueño de una marroquinería y había llegado
unos años antes, y luego por un aviso en el diario entro
a trabajar en un negocio de confecciones de ropa de damas y colegiales
en la calle Alsina 1132, la firma se llamaba Cosemar. Trabajaba
en la sección de empaque. Allí estuvo hasta que se
jubilo luego de 35 años sin faltar un solo día, por
lo que le dieron una medalla de oro que yo guardo con amor. Mis
padres se casaron el 28-7-1928.
Primero vivían en una pieza con cocina
y baño compartidos en una casa chorizo de la época
en el barrio de once, donde nació mi hermano Federico, que
vive en Israel, y yo.
Siempre soñaban con el techo propio y averiguando se enteraron
de Parque Chas, que era "muy lejos" con terreno de relleno
donde había una cancha y un horno de ladrillos, pero muy
barato y para ellos con cuotas accesibles, por supuesto basado en
privaciones.
Primero alquilaron en 1936 una pieza en la calle triunvirato frente
a la panadería la reina, mientras construyeron desde los
cimientos aquí su verdadero hogar, muy humilde al principio,
del que los despedimos para descansar en paz.
Así como lucharon para vivir y construir siempre decían
que el día de su muerte los velaríamos entre estas
paredes.
Aquí nos criamos y crecimos.
Hicimos algunas modificaciones edilicias.
Aquí sigo viviendo desde que me casé. Mi marido se
llama Salomón, tenemos dos excelentes hijas, Juana y Ruth
y cuatro buenísimos nietos Uriel, Jenny, Matías y
Ariel que son nuestros 4 copos de azúcar y miel.
Recuerdos de la
Infancia
Un zueco
No sé bien el origen de este calzado. si sé que era
el único que mi mamá tenia para ponerse.
Como base para el pie eran de madera y su capellada de hule generalmente
negro o marrón.
Eran eternos, y por ello tan aceptados por aquellas inmigrantes
rusas, italianas, polacas y españolas que vivian en Parque
Chas allá por 1936.
No habia con que comprar otro tipo de calzado, este era barato y
multiuso: para dias de lluvia, para lavar el patio, para caminar
por las calles de tierra.
No habia alternativa, la cuota del terreno, el diario sustento,
los gastos para los niños eran sus prioridades.
Recuerdo como si fuera hoy en un dia de lluvia mi mamá fue
a hacer las compras al mercado de Triunvirato y La Pampa, hoy convertido
en una torre habitacional. El camino mas corto era por la calle
La Internacional hoy Benjamin Victorica, era de tierra.
Al cruzar por Cádiz se le atascó en el barro un zueco,
por mas que tironeaba con el pie no lograba desencajarlo, quedo
absorvido como una sopapa. Veia con horror como se cubria con agua
y barro. Por favor susurro!! Se agacho y tironeo con las dos manos.
El zueco se salvo!!!!! Era su único calzado.
Se que mis padres, pioneros en el Parque Chas, tironearon con sus
manos toda la vida para ganarse el pan dignamente y nos dejaron
su ejemplo y buen nombre.
Yo vivo en la misma casa que ellos construyeron desde los cimientos.
El Tranvía obrero
Mi papá, el que nos enseño que
la palabra era un documento, mejor que una firma y la rubrica un
apretón de manos!
Mi papá trabajaba duramente, sin mediar esfuerzos ni contar
las horas con una meta, que sus hijos lleguen a ser "algo",
lo que el no pudo sin darse cuenta que el que llego realmente a
"algo" fue él, que llego casi un niño a
este bendito país, como decía, solito se abrió
camino con trabajo y honradez.
El recuerdo de mi papá me lleva a otra historia de este querido
Parque Chas.
Como medio de transporte teníamos algunos colectivos chicos
y el tranvía Lacroze. Este con muchas ventajas sobre los
primeros.
Eran más grandes, tenían un vasto recorrido y muy
accesible al presupuesto con una bonificación extra: el boleto
combinación con el subte de chacarita por tan solo 15 centavos
y el tranvía obrero por 5 centavos. Eso si el "obrero"
que venia desde villa úrica pasaba solo hasta las 5:30 de
la mañana, si lo perdías los que seguían ya
costaba 10 centavos.
Tan importantes eran esos 5 centavos de diferencia que los trabajadores
del barrio salían hasta una hora, o más, antes de
sus casas, la diferencia equivalía al pan o la leche del
día.
Triunvirato y pampa hervía de seres callados apiñados
para tomar el obrero. Seguramente un poco somnolientos.
En invierno era realmente duro.
El Lacroze con sus asientos de madera nos llevaba por toda la ciudad.
El amable motorman que manejaba, así lo llamaban en lugar
de conductor, y el guarda que daba los boletos a quienes se podía
confiar a su cuidado un paquete o valija!!!
Que paseos aquellos desde Triunvirato y Pampa hasta el balneario
municipal en la costanera sur donde esta ahora la reserva ecológica
Salud! Tranvía nº 7 y 90 que merecen un capitulo aparte.
"La fiesta de las ranas"
Así la llamábamos todos los chicos
que formábamos la barrita de Avalos y berlín, que
era toda de tierra. Avalos estaba asfaltada.
Pero para nosotros Berlín tenia algo de fascinante y único:
Las grandes zanjas que corrían a ambos lados y recibían
las aguas de las casas que no tenían cloacas. Las llamábamos
el "agua podrida".
Estaban rodeadas de una vegetación siempre verde, altos pastos
y unas plantas de hojas redondas y de un verde muy intenso pero
eso no era lo especial, sino los sapos y las ranas que tenían
allí sus cuevas.
Era fabuloso porque se agregaba la belleza que otorgaban los huevos
de estos batracios que en grandes racimos color rosa colgaban de
los yuyos de los zanjones.
Después de alguna lluvia aparecían por todos lados,
los sapos y las ranas que no es lo mismo, porque para el banquete
necesitábamos las ranas.
Había un entendido en la materia, el negro, el hijo de doña
margarita, el sabia cual era la diferencia y era, además,
el matarife.
En una noche de abundancia nos reuníamos para el ritual.
No olvidemos que eran tiempos de casas abiertas sin llave y veredas
donde todos los niños salíamos a jugar aun tarde en
la noche, especialmente en verano.
Bueno, el negro traía la tabla de picar de su mama y una
cuchilla, y allí nomás empezaba la caza, selección
y faenamiento, mientras otros preparaban el fuego y la parrilla.
Era una fiesta, todos comían el manjar recién asado
con pan flauta y tomate.
Lastima que yo nunca pude llevarme un trozo a la boca, me daba asco,
pero les decía que era inapetente.
Tardecitas de Agronomía:
Eran muy esperadas por mi amiga Lea y por mí.
Nuestras mamas nos daban una bolsita de tela blanca de confección
casera para juntar allí los frutos de los eucaliptos en forma
de pirámide truncada, aromáticos y color verde grisáceo.
Ellas como buenas "idishes mames" preparaban las viandas
para la merienda que debía ser sustanciosa pero económica.
Nada de sándwich con fiambre, era perjudicial para la salud
y el bolsillo.
Tomaban el pan flauta, que los de mi generación recordaran
bien, de cada pan salían tres porciones que llenaban con
unas albóndigas chatas, fritas y de sabor delicioso.
Para mí son las precursoras de las hamburguesas pero mucho
más nutritivas y la infaltable botella de té con limón
que llegaba tibio.
En la agronomía, que nosotras desconocíamos que era
una facultad, disfrutábamos de la hermosa arboleda.
También nos atraía visitar un corral con gallinas
blancas batatazas y de otros colores, que había hacia un
costado, todo un espectáculo.
Nuestras madres se sentaban sobre las enormes raíces de un
ombú, que por razones de seguridad ahora quedo dentro de
un perímetro alambrado.
Nosotras no parábamos hasta llenar las bolsitas con los frutos
de los eucaliptos, mientras nos aconsejaban las mamas:
"respiren hondo que limpia los pulmones"
Por otro lado nuestro trabajo tenia un objetivo: hervirlas en agua
durante el invierno dentro del dormitorio para desinfectar el ambiente.
Creo que todavía tenemos mucho que rescatar de la sabiduría
de la medicina casera.
La Fogata de San Pablo y San Pedro
Preparar este acontecimiento no era poca cosa. Llevaba su tiempo.
Una actividad entusiasta en la que todos participaban.
Primero conseguir las ramas, muchas ramas, pero eso sí, sin
destruir los árboles. Nuestros padres no lo hubieran permitido.
Como ya estábamos en invierno era fácil distinguir
que ramas se podían cortar.
Todas las tardes, devuelta del colegio, merendábamos rápido
y salíamos a "trabajar".
Rama tras rama se apilaban en la esquina con prolijidad y paciencia
lográbamos una montaña enorme.
Después había que preparar el muñeco protagonista
principal del evento.
Una enorme pelota de papel se revestía con una media vieja,
esa era la cabeza, el cuerpo consistía en una bolsa de arpillera
rellena con trapos hasta alcanzar un buen volumen. Se cosían
ambas partes.
Era un trabajo de equipo.
En la tarde del 29 de junio se armaba la gran fogarata, así
la llamábamos.
Todos arrastraban las ramas que se apilaban en forma de pirámide
y en la punta lucia el muñeco. todos admirábamos nuestra
obra, pero faltaba lo mejor.
Prender la fogata y llegar a quemar el muñeco.
Además todos colaboraban con papas y batatas que se usaban
para el final del festejo.
Prender el fuego y admirar como se elevaban las chispas era un espectáculo
difícilmente igualado a ningún fuego de artificio.
Allí estaban todos, grandes y chicos, todos!
El sabor ahumado de las papas y batatas no puede ser imitado por
ningún chef.
Hubo muchas fogatas pero el progreso nos borro de un soplo la ilusión
de aquellas lenguas de fuego.
Julio 2004
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Raquel en el frente de su casa en Parque Chas
El papá de Raquel, Salomón Pripstein
fue uno de los fundadores de la Escuela Israelita de Parque Chas,
hoy cerrada.
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