Cuento de verano
"Gándara y Londres"
© derecho de autor Alejandra Venturelli
"Existe en el barrio
de Parque Chas una manzana acotada por las calles Berna, Marsella,
La Haya y Ginebra. No es posible dar la vuelta a esa manzana.
Si alguien lo intenta, aparece en cualquier otro lugar del barrio,
por más que haya observado el método riguroso de girar
siempre a la izquierda o siempre a la derecha."HISTORIA DE
LA MANZANA MISTERIOSA DE PARQUE CHAS
por Alejandro Dolina
Autora: Alejandra Venturelli
Según mis planos la misteriosa
manzana existía. Gráficamente no era posible perderse
al recorrerla, y aunque en varias oportunidades estuve tentada de
hacer el breve itinerario para certificar la veracidad del relato,
confieso que aún no encuentro un momento libre para dedicarme
a esta investigación. Aunque muchas veces creo que postergar
esta tarea se relaciona con mis infantiles deseos de seguir sumida
en la magia del relato y continuar creyendo que es imposible darle
la vuelta en modo alguno.
Solo sabía que Parque Chas, ese pequeño pero controvertido
barrio de nuestra inesperada Buenos Aires, era idéntico a
una telaraña en la que la propia araña se pierde.
Sus calles curvas, que a la vista del transeúnte simulan
una rectitud incomparable, logran que el visitante termine deseando
mínimamente, topar con algún alma caritativa que,
además de no encontrarse tan perdida como el, le provea un
par de coordenadas que le permitan comprender a la brevedad como
salir del intrincado laberinto. Coordenadas que, finalmente inútiles,
no lograrán más que hacerlo perder nuevamente.
Tal vez por ese motivo los taxistas, se resisten a entrar en su
engorrosa geografía, motivo por el cual, terminan dejando
a sus pasajeros en algún lugar cercano al dedálico
barrio, o bien, en primera instancia negándose a realizar
el viaje.
Sabía con absoluto rigor científico que en el corazón
de Parque Chas se encuentran tres calles, que conforman seis esquinas,
que algunas casas tiene formas redondeadas debido a que la geometría
del barrio así lo exige, que Dublín, Gamarra y Londres
son la misma calle aunque se llamen distinto y que dos personas
pueden estar paradas en Gándara y Londres y encontrarse al
mismo tiempo a cuatro cuadras de distancia.
Se hace difícil comprender la lógica de un cruce de
dos calles, donde cuatro esquinas se encuentran en un lugar y las
otras cuatro esquinas están a cuatro cuadras de distancia
de las primeras. Nuestra mente, acostumbrada a un cruce simple donde
las calles se cortan en forma transversal y permanecen en forma
transversal a lo largo de todo su recorrido, solo nos permite un
cruce de cuatro esquinas, con una única intersección,
de modo que si dos personas se encuentran en dos esquinas distintas
pueden divisarse y estar en contacto con solo cruzar la calle.
Parque Chas tenía finalmente el poder de desafiar la mediocridad
y la lógica cotidiana.
En esa instancia, la dificultad de abstraer el cruce de Gándara
y Londres, dado que en ese momento no tenía un plano a mi
alcance, me obligó a tener que tomar lápiz y papel
y buscar la manera gráfica en que se puede obtener esta geografía
urbana. Finalmente luego de tres horas de esfuerzo lo logré.
Tracé una línea horizontal que me representara la
calle Gándara. Debajo de ella escribí su nombre: "Gándara",
para no confundirme cuando tuviera que interpretar la gráfica.
Sobre ella trace una circunferencia de modo tal que la circunferencia
quedara dividida por la línea en dos semicírculos:
uno superior y otro inferior. Al perímetro superior del círculo
le puse la inscripción de la otra calle: "Londres".
Y comencé mi análisis del bosquejo que había
realizado.
Parándonos en el centro de la circunferencia, es decir en
la calle Gándara, si una persona decidía caminar por
esta calle en una dirección se encontraría con el
cruce de Gándara y Londres con solo recorrer dos cuadras,
y paradójicamente, partiendo del mismo punto pero caminando
en la dirección contraria, también se encontraría
con el cruce de Gándara y Londres, ya que ambos cruces son
dos lugares distintos, separados entre si uno del otro por un tramo
de cuatro cuadras.
Confiaba en que el análisis gráfico me ayudara a intentar
resolver el hecho de: ¿Por que nuestras vidas tienen tantas
calles circulares? , ¿Por qué no nos podemos encontrar
si ambos estamos en el cruce de Gándara y Londres?, ¿Por
qué estamos a cuatro cuadras de distancia el uno del otro?
Girando en torno a mis calles circulares estuve durante varios años
a su lado, entre la ambigüedad de su esquizofrenia y su bien
delineada neurosis, que por que habrían de alterarme, si
no fuera porque reflejaban, aunque mas levemente, la efectiva presencia
de las mismas patologías en mi propia persona.
Así estábamos el y yo. Y en aquel instante no se divisaba
un futuro próximo con la más mínima mejoría
en la dinámica de nuestra relación.
Lo nuestro consistía en un eterno desencuentro, en el que
yo ponía mi absoluta y férrea voluntad para que las
cosas se desarrollen siempre de la manera mas óptima, y el
siempre desconfiaba de mi, violentándose desproporcionadamente
para manifestar sus frustraciones. Y por que no confesar que entre
tantos vaivenes, a esa altura de los acontecimientos, yo tampoco
confiaba en el y también me terminaba violentando, a causa
de ello. Como cimentando el concepto que expresa: que el ser humano
no quiere reconocer pero combate en los demás lo que más
detesta de si mismo.
La mayoría de las veces su enojo no tenía la más
mínima relación con lo que sucediera en ese instante,
sino mas bien con algo que le había sucedido durante el día,
tal vez en su infancia o mayormente tenía más que
ver con las: suposiciones, fantasías y nefastas elucubraciones
que barajaba su mente.
Con el tiempo su paranoia y sus impetuosas necesidades de: controlarme,
criticarme, hostigarme, vigilarme etc., le habían quitado
el polarizado a los lentes con que yo lo veía, atrapada en
la bruma del primer encantamiento.
Sin embargo, el sabía con exactitud como enceguecerme nuevamente.
Conocía el punto exacto donde encender la chispa, de modo
que en cuanto me tenía en sus manos, lograba hacer arder
todos los combustibles fluidos de mi cuerpo. Con solo mirarme, hacía
efecto su hipnotismo. Y allá iba yo, como una autómata,
corriendo a sus brazos. Cuando lograba percibir su aroma o simplemente
nuestros cuerpos se rozaban, entonces yo ya me encontraba nuevamente
sometida a sus encantos y a todos sus caprichos, para recomenzar
el interminable juego de dominancias y sometimientos.
Nos reencontraríamos al cabo de un largo año, en aquella
esquina, a la cual llegué luego de tomar un taxi conducido
por un jovencito inexperto en su primer semana de trabajo.
Mi pelo había crecido bastante, lo llevaba suelto. Sabía
que eso lo cautivaba. Me había encargado de cada pequeño
detalle de mi persona con el objetivo de reconquistarlo. Allí
estaba yo, con mi vestido de grandes flores azules y de falda bien
corta, para dejar visibles al máximo mis piernas bronceadas,
esperando que aquel relámpago nuevamente quiebre el oscuro
espejo de mi larga noche de oscuridad.
Mi celular comenzó a vibrar en mi bolso y mi ansiedad se
desbocaba como un Pegasus:
Dijo -"¿Dónde estás mi vida?",
-"En Gándara y Londres, donde habíamos acordado".
-"Si, pero tenemos un problema. Vas a tener que caminar derecho
cuatro cuadras, porque este barrio tiene calles circulares y acabo
de averiguar que hay dos cruces que se llaman así. Yo voy
para allá. Nos encontramos a medio camino".
Así que siguiendo sus instrucciones, comencé a caminar
por Londres. Habiendo ya caminado más de dos cuadras, aún
no nos habíamos intersectado. Me pareció algo extraño.
No recordaba que el fuera de caminar lento. Es más, ni siquiera
lo divisaba en la siguiente cuadra, lo cual realmente comenzaba
a preocuparme.
Caminé más de cuatro cuadras, y aunque seguía
en Londres ninguna de las calles que había cruzado se llamaba
Gándara. Eso logró desorientarme.
Inmediatamente volvió a vibrar mi celular:
-"¿Me podes decir donde estás?" - dijo el
con el tono sumamente alterado.
-"Estoy yendo para allá como me dijiste, no me grites"
-"¡Si hubieras venido para acá, ya nos tendríamos
que haber encontrado!. ¡Siempre lo mismo con vos!. Yo ya estoy
en Gándara y Londres. ¿Vos donde diablos estás?"
Comencé a correr. Deseaba que pronto alguna de las calles
que cruzara fuera Gándara. Pude observar un taxi atravesando
la esquina siguiente. Tuve la sensación que era el mismo
en el que había llegado aunque no pude divisar al conductor.
- "¿Me podes decir donde diablos estás ? ¿Y
por que estás tan agitada ?" - levantando aún
mas el tono de la conversación.
Corrí unos metros más hasta que por fin la divisé.
Sentí un inmenso alivio.
-"¡Mi amor, te juro que estoy en Gándara y Londres,
no es la misma esquina de antes, pero no te veo por ningún
lado!".
Estaba demasiado confundida respecto de lo que sucedía, fatigada
por la corrida y el nerviosismo de la situación. Solo pude
sentarme en el cordón de la vereda hasta que las lágrimas
comenzaron a brotar.
La situación era harto conocida para mí, solo cambiaba
el escenario.
Ambos estábamos en Gándara y Londres, nuevamente a
cuatro cuadras de distancia.
Todavía y a pesar de los desencuentros permanezco atrapada
en una calle circular. Atrapada en mi propia calle Londres que siempre
me lleva de uno a otro extremo, y termina remitiéndome a
uno de los dos cruces con Gándara, esperándolo inútilmente,
atrapada en la química de su piel, en su aroma, en sus manos
recorriendo mi cuerpo, en su furia intensa que me hace sentirme
tan suya.
Después de cada desencuentro volvía la paz, una paz
de la que yo desconfiaba porque predecía poco duradera.
Volvió a vibrar mi celular. Esta vez su tono de voz mostraba
un poco más de buena voluntad - "Amor, no llores. Escucha
mi vida." - Todo parecía volver a encaminarse.-"Yo
voy para allá y vos venis para acá. No nos pongamos
nerviosos. Fue solo una confusión."
- "Está bien mi amor." - respondí emprendiendo
la marcha. En esta ocasión tomé la calle Gándara
de modo de hacer las cuatro cuadras como habíamos convenido
la vez anterior. No quería cometer el más mínimo
error. No soportaba el estado en que el se ponía cuando las
cosas no salían según lo planeado. De modo que esta
vez no habría forma de desencontrarnos.
Nuevamente la vibración del cibernético aparato en
mi cartera me obligaba a atender su llamado, - "¿Me
podes decir por el "Amor de Dios" por que calle agarraste
ahora?".
Otra vez sus nervios. Otra vez la impaciencia. - " ¡Fui
por Londres!. ¡Hice un montón de cuadras pensando que
ibas a volver por la misma calle que habías ido! ¿Siempre
la misma estúpida vos no? ¿Siempre contradiciéndome?"
Esta vez decidí no contestar. Opté por apagar el celular
y volverme a casa.
Automáticamente recordé un poema de Cortázar
:
"No me des tregua, no me perdones nunca.
¡Hostígame en la sangre, que cada cosa cruel sea tú
que vuelves!"
No se si a pedido mío o por obstinación personal,
nunca se sabía cuando, pero él siempre volvía.
Todo consistía en hacer girar la rueda. Cuando la rueda giraba
a mi favor, el regresaba caminando lentamente por las calles de
la culpa. Irónicamente nunca nos encontrábamos.
Daba la sensación que la vida nos citaba siempre, en cada
acto, en un cruce con estas características. Como el de "Gándara
y Londres", tan ambivalente, que se lo podría tildar
de esquizofrénico.
Sabía que el fuego interior me obligaría siempre a
dar vueltas y más vueltas en un permanente desencuentro.
Pero por sobre todas las cosas comprendía perfectamente que:
Londres y Gándara se cruzan dos veces, y a pesar de ello,
jamás nos encontraríamos ni a medio camino, ni en
ninguna de las ocho esquinas.
|
De
Mataderos con Amor
Alejandra Venturelli es vecina de Mataderos, y conoció Parque
Chas a través de nuestro portal.
Para escribir su cuento, se inspiró en un plano publicado en
este sitio, en donde también pudo conocer la historia del barrio
laberinto, del cual quedó atrapada.
"El simple hecho de que mi cuento este publicado en la pagina
de Parquechasweb justifica el tiempo y dedicacion que invertí
en escribirlo. Espero que lo disfruten y me envien sus comentarios
a ciudadmascota@hotmail.com Muchas Gracias,
ALEJANDRA VENTURELLI "
Este cuento, además, está concursando en un certamen
internacional que se realiza en España con un premio único
de 800 euros.
|