A la memoria de Don Roberto Barreiro
Buenos Aires, Argentina /
 
Cuento de verano

"Gándara y Londres"
© derecho de autor Alejandra Venturelli

"Existe en el barrio de Parque Chas una manzana acotada por las calles Berna, Marsella, La Haya y Ginebra. No es posible dar la vuelta a esa manzana.
Si alguien lo intenta, aparece en cualquier otro lugar del barrio, por más que haya observado el método riguroso de girar siempre a la izquierda o siempre a la derecha."HISTORIA DE LA MANZANA MISTERIOSA DE PARQUE CHAS
por Alejandro Dolina

Autora: Alejandra Venturelli

Según mis planos la misteriosa manzana existía. Gráficamente no era posible perderse al recorrerla, y aunque en varias oportunidades estuve tentada de hacer el breve itinerario para certificar la veracidad del relato, confieso que aún no encuentro un momento libre para dedicarme a esta investigación. Aunque muchas veces creo que postergar esta tarea se relaciona con mis infantiles deseos de seguir sumida en la magia del relato y continuar creyendo que es imposible darle la vuelta en modo alguno.

Solo sabía que Parque Chas, ese pequeño pero controvertido barrio de nuestra inesperada Buenos Aires, era idéntico a una telaraña en la que la propia araña se pierde. Sus calles curvas, que a la vista del transeúnte simulan una rectitud incomparable, logran que el visitante termine deseando mínimamente, topar con algún alma caritativa que, además de no encontrarse tan perdida como el, le provea un par de coordenadas que le permitan comprender a la brevedad como salir del intrincado laberinto. Coordenadas que, finalmente inútiles, no lograrán más que hacerlo perder nuevamente.
Tal vez por ese motivo los taxistas, se resisten a entrar en su engorrosa geografía, motivo por el cual, terminan dejando a sus pasajeros en algún lugar cercano al dedálico barrio, o bien, en primera instancia negándose a realizar el viaje.

Sabía con absoluto rigor científico que en el corazón de Parque Chas se encuentran tres calles, que conforman seis esquinas, que algunas casas tiene formas redondeadas debido a que la geometría del barrio así lo exige, que Dublín, Gamarra y Londres son la misma calle aunque se llamen distinto y que dos personas pueden estar paradas en Gándara y Londres y encontrarse al mismo tiempo a cuatro cuadras de distancia.
Se hace difícil comprender la lógica de un cruce de dos calles, donde cuatro esquinas se encuentran en un lugar y las otras cuatro esquinas están a cuatro cuadras de distancia de las primeras. Nuestra mente, acostumbrada a un cruce simple donde las calles se cortan en forma transversal y permanecen en forma transversal a lo largo de todo su recorrido, solo nos permite un cruce de cuatro esquinas, con una única intersección, de modo que si dos personas se encuentran en dos esquinas distintas pueden divisarse y estar en contacto con solo cruzar la calle.

Parque Chas tenía finalmente el poder de desafiar la mediocridad y la lógica cotidiana.
En esa instancia, la dificultad de abstraer el cruce de Gándara y Londres, dado que en ese momento no tenía un plano a mi alcance, me obligó a tener que tomar lápiz y papel y buscar la manera gráfica en que se puede obtener esta geografía urbana. Finalmente luego de tres horas de esfuerzo lo logré.
Tracé una línea horizontal que me representara la calle Gándara. Debajo de ella escribí su nombre: "Gándara", para no confundirme cuando tuviera que interpretar la gráfica.
Sobre ella trace una circunferencia de modo tal que la circunferencia quedara dividida por la línea en dos semicírculos: uno superior y otro inferior. Al perímetro superior del círculo le puse la inscripción de la otra calle: "Londres". Y comencé mi análisis del bosquejo que había realizado.

Parándonos en el centro de la circunferencia, es decir en la calle Gándara, si una persona decidía caminar por esta calle en una dirección se encontraría con el cruce de Gándara y Londres con solo recorrer dos cuadras, y paradójicamente, partiendo del mismo punto pero caminando en la dirección contraria, también se encontraría con el cruce de Gándara y Londres, ya que ambos cruces son dos lugares distintos, separados entre si uno del otro por un tramo de cuatro cuadras.
Confiaba en que el análisis gráfico me ayudara a intentar resolver el hecho de: ¿Por que nuestras vidas tienen tantas calles circulares? , ¿Por qué no nos podemos encontrar si ambos estamos en el cruce de Gándara y Londres?, ¿Por qué estamos a cuatro cuadras de distancia el uno del otro?
Girando en torno a mis calles circulares estuve durante varios años a su lado, entre la ambigüedad de su esquizofrenia y su bien delineada neurosis, que por que habrían de alterarme, si no fuera porque reflejaban, aunque mas levemente, la efectiva presencia de las mismas patologías en mi propia persona.

Así estábamos el y yo. Y en aquel instante no se divisaba un futuro próximo con la más mínima mejoría en la dinámica de nuestra relación.
Lo nuestro consistía en un eterno desencuentro, en el que yo ponía mi absoluta y férrea voluntad para que las cosas se desarrollen siempre de la manera mas óptima, y el siempre desconfiaba de mi, violentándose desproporcionadamente para manifestar sus frustraciones. Y por que no confesar que entre tantos vaivenes, a esa altura de los acontecimientos, yo tampoco confiaba en el y también me terminaba violentando, a causa de ello. Como cimentando el concepto que expresa: que el ser humano no quiere reconocer pero combate en los demás lo que más detesta de si mismo.

La mayoría de las veces su enojo no tenía la más mínima relación con lo que sucediera en ese instante, sino mas bien con algo que le había sucedido durante el día, tal vez en su infancia o mayormente tenía más que ver con las: suposiciones, fantasías y nefastas elucubraciones que barajaba su mente.
Con el tiempo su paranoia y sus impetuosas necesidades de: controlarme, criticarme, hostigarme, vigilarme etc., le habían quitado el polarizado a los lentes con que yo lo veía, atrapada en la bruma del primer encantamiento.
Sin embargo, el sabía con exactitud como enceguecerme nuevamente. Conocía el punto exacto donde encender la chispa, de modo que en cuanto me tenía en sus manos, lograba hacer arder todos los combustibles fluidos de mi cuerpo. Con solo mirarme, hacía efecto su hipnotismo. Y allá iba yo, como una autómata, corriendo a sus brazos. Cuando lograba percibir su aroma o simplemente nuestros cuerpos se rozaban, entonces yo ya me encontraba nuevamente sometida a sus encantos y a todos sus caprichos, para recomenzar el interminable juego de dominancias y sometimientos.

Nos reencontraríamos al cabo de un largo año, en aquella esquina, a la cual llegué luego de tomar un taxi conducido por un jovencito inexperto en su primer semana de trabajo.
Mi pelo había crecido bastante, lo llevaba suelto. Sabía que eso lo cautivaba. Me había encargado de cada pequeño detalle de mi persona con el objetivo de reconquistarlo. Allí estaba yo, con mi vestido de grandes flores azules y de falda bien corta, para dejar visibles al máximo mis piernas bronceadas, esperando que aquel relámpago nuevamente quiebre el oscuro espejo de mi larga noche de oscuridad.

Mi celular comenzó a vibrar en mi bolso y mi ansiedad se desbocaba como un Pegasus:
Dijo -"¿Dónde estás mi vida?",
-"En Gándara y Londres, donde habíamos acordado".
-"Si, pero tenemos un problema. Vas a tener que caminar derecho cuatro cuadras, porque este barrio tiene calles circulares y acabo de averiguar que hay dos cruces que se llaman así. Yo voy para allá. Nos encontramos a medio camino".

Así que siguiendo sus instrucciones, comencé a caminar por Londres. Habiendo ya caminado más de dos cuadras, aún no nos habíamos intersectado. Me pareció algo extraño. No recordaba que el fuera de caminar lento. Es más, ni siquiera lo divisaba en la siguiente cuadra, lo cual realmente comenzaba a preocuparme.
Caminé más de cuatro cuadras, y aunque seguía en Londres ninguna de las calles que había cruzado se llamaba Gándara. Eso logró desorientarme.
Inmediatamente volvió a vibrar mi celular:
-"¿Me podes decir donde estás?" - dijo el con el tono sumamente alterado.
-"Estoy yendo para allá como me dijiste, no me grites"
-"¡Si hubieras venido para acá, ya nos tendríamos que haber encontrado!. ¡Siempre lo mismo con vos!. Yo ya estoy en Gándara y Londres. ¿Vos donde diablos estás?"
Comencé a correr. Deseaba que pronto alguna de las calles que cruzara fuera Gándara. Pude observar un taxi atravesando la esquina siguiente. Tuve la sensación que era el mismo en el que había llegado aunque no pude divisar al conductor.
- "¿Me podes decir donde diablos estás ? ¿Y por que estás tan agitada ?" - levantando aún mas el tono de la conversación.
Corrí unos metros más hasta que por fin la divisé. Sentí un inmenso alivio.
-"¡Mi amor, te juro que estoy en Gándara y Londres, no es la misma esquina de antes, pero no te veo por ningún lado!".
Estaba demasiado confundida respecto de lo que sucedía, fatigada por la corrida y el nerviosismo de la situación. Solo pude sentarme en el cordón de la vereda hasta que las lágrimas comenzaron a brotar.
La situación era harto conocida para mí, solo cambiaba el escenario.
Ambos estábamos en Gándara y Londres, nuevamente a cuatro cuadras de distancia.

Todavía y a pesar de los desencuentros permanezco atrapada en una calle circular. Atrapada en mi propia calle Londres que siempre me lleva de uno a otro extremo, y termina remitiéndome a uno de los dos cruces con Gándara, esperándolo inútilmente, atrapada en la química de su piel, en su aroma, en sus manos recorriendo mi cuerpo, en su furia intensa que me hace sentirme tan suya.
Después de cada desencuentro volvía la paz, una paz de la que yo desconfiaba porque predecía poco duradera.
Volvió a vibrar mi celular. Esta vez su tono de voz mostraba un poco más de buena voluntad - "Amor, no llores. Escucha mi vida." - Todo parecía volver a encaminarse.-"Yo voy para allá y vos venis para acá. No nos pongamos nerviosos. Fue solo una confusión."
- "Está bien mi amor." - respondí emprendiendo la marcha. En esta ocasión tomé la calle Gándara de modo de hacer las cuatro cuadras como habíamos convenido la vez anterior. No quería cometer el más mínimo error. No soportaba el estado en que el se ponía cuando las cosas no salían según lo planeado. De modo que esta vez no habría forma de desencontrarnos.
Nuevamente la vibración del cibernético aparato en mi cartera me obligaba a atender su llamado, - "¿Me podes decir por el "Amor de Dios" por que calle agarraste ahora?".

Otra vez sus nervios. Otra vez la impaciencia. - " ¡Fui por Londres!. ¡Hice un montón de cuadras pensando que ibas a volver por la misma calle que habías ido! ¿Siempre la misma estúpida vos no? ¿Siempre contradiciéndome?"
Esta vez decidí no contestar. Opté por apagar el celular y volverme a casa.
Automáticamente recordé un poema de Cortázar :
"No me des tregua, no me perdones nunca.
¡Hostígame en la sangre, que cada cosa cruel sea tú que vuelves!"
No se si a pedido mío o por obstinación personal, nunca se sabía cuando, pero él siempre volvía. Todo consistía en hacer girar la rueda. Cuando la rueda giraba a mi favor, el regresaba caminando lentamente por las calles de la culpa. Irónicamente nunca nos encontrábamos.

Daba la sensación que la vida nos citaba siempre, en cada acto, en un cruce con estas características. Como el de "Gándara y Londres", tan ambivalente, que se lo podría tildar de esquizofrénico.
Sabía que el fuego interior me obligaría siempre a dar vueltas y más vueltas en un permanente desencuentro. Pero por sobre todas las cosas comprendía perfectamente que: Londres y Gándara se cruzan dos veces, y a pesar de ello, jamás nos encontraríamos ni a medio camino, ni en ninguna de las ocho esquinas.

De Mataderos con Amor

Alejandra Venturelli es vecina de Mataderos, y conoció Parque Chas a través de nuestro portal.
Para escribir su cuento, se inspiró en un plano publicado en este sitio, en donde también pudo conocer la historia del barrio laberinto, del cual quedó atrapada.
"El simple hecho de que mi cuento este publicado en la pagina de Parquechasweb justifica el tiempo y dedicacion que invertí en escribirlo. Espero que lo disfruten y me envien sus comentarios a ciudadmascota@hotmail.com Muchas Gracias,
ALEJANDRA VENTURELLI "

Este cuento, además, está concursando en un certamen internacional que se realiza en España con un premio único de 800 euros.





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