Parque Chas está presente en la historia de la última nieta recuperada
El 7 de agosto Abuelas de Plaza de Mayo, anunció el hallazgo del nieto 105 al que se le restituye su verdadera identidad. Se trata de Laura Reinhold Siver, hija de Susana y Marcelo, detenidos desaparecidos desde 1977, cuyo análisis de ADN dio un 99,9 por ciento de coincidencia genética. La familia Siver vivió en el barrio entre 1970 y 1978.
Marcelo Reinhold y Susana Siver, los padres de Laura
Por Fernando Belvedere
El domingo 4 de septiembre, una nota de Irina Hauser publicada en Página 12 bajo el título “Mensajes de amor y de muerte”, daba cuenta del intercambio de correspondencia que mantenían los apropiadores de la nieta recuperada, Catalina de Sanctis Ovando. En la crónica, sale a la luz una nota que habla “de una asignación previa de los bebés”, prueba contundente que demuestra cómo el Movimiento Familiar Cristiano no desconocía el origen de los niños apropiados: En la carta de la apropiadora de Catalina, se puede advertir que alrededor de los nacimientos en Campo de Mayo funcionaba una maquinaria para el robo de los bebés de las mujeres secuestradas, en la que además el Movimiento Familiar Cristiano tuvo un papel influyente en la selección de los niños y su asignación a determinadas personas.
Historias como la de Catalina de Sanctis Ovando, fueron un denominador común en el Plan Sistemático de Apropiación de Niños, que ahora está siendo juzgado. El caso de la última nieta recuperada por Abuelas de Plaza de Mayo hace un mes (105 desde que comenzó la búsqueda de nietos), probablemente no escapa a esa metodología.
Laura, es hija de Susana Leonor Siver y Marcelo Carlos Reinhold, nacida en febrero de 1978, por cesárea, en el Hospital Naval. El matrimonio fue secuestrado el 14 de agosto de 1977 en Haedo, en la zona oeste del Gran Buenos Aires, y llevado a la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA). En ese momento, Susana llevaba en su vientre a Laura, con un embarazo de alrededor de cuatro meses de gestación.
En 1985, llegaron a la sede de Abuelas de Plaza de Mayo, una serie de denuncias, en particular una ante la Conadep que mencionaba este caso e involucraba a los represores Gallo, Vildoza, Bianco y Miara, partícipes directos –entre otros– de la apropiación de nietos que luego fueron restituidos.
En marzo de 1982, Luisa Bermúdez de Reinhold, madre de Marcelo y suegra de Susana, se había acercado a Abuelas para denunciar la desaparición de su hijo y su nuera y así iniciar la búsqueda de su nieta. Ya sabían que era una nena porque contaban con una información clave aportada por Sara Osatinsky, secuestrada en la Esma, quien les confirmó, desde Ginebra, Suiza, el dato que había adelantado el informante un tiempo antes.
Esta nota se publica a pocas horas de que la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo sea premiada en París por la comunidad internacional, más precisamente por la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco): Se trata del premio Félix Houphouët-Boigny, de fomento de la paz. “Hay un trabajo permanente que los organismos de derechos humanos llevamos a cabo desde hace 34 años. El reconocimiento también es para eso, para un país que no bajó los brazos”, dijo Estela de Carlotto a Página/12.
Los padres de Laura
Susana nació el 14 de mayo de 1955, en la ciudad de Buenos Aires. Era la del medio de tres hermanos. Su padre era maestro mayor de obras y su madre, ama de casa. La familia vivía en el barrio porteño de Parque Chas y Susana cursó la escuela secundaria en el Colegio Normal Nº 11.
Marcelo nació el 2 de abril de 1955 en la ciudad de Buenos Aires. Era el menor de tres hermanos. Su papá era abogado y su mamá, profesora de portugués. Vivieron siempre en Haedo.
La historia de amor de Susana y Marcelo comienza mientras estudiaban Derecho en la Universidad de Buenos Aires. Tiempo después se casaron en la localidad de General Madariaga. Ella trabajaba en un estudio jurídico y él en una fábrica.
Ambos comenzaron a militar en la Juventud Universitaria Peronista y continuaron en la organización Montoneros. Al joven sus compañeros y amigos lo llamaban “Chelo”. Durante una razzia en la Facultad de Derecho, en 1975, fue detenido y permaneció como preso político durante dos o tres meses, recorriendo los penales de Devoto, Rawson y Resistencia, hasta ser liberado.
Hoy, Laura Reinhold-Siver, fruto del amor entre Susana y Marcelo, tiene 33 años, es médica, está casada y tiene dos hijos. Por el momento, no está preparada para tomar contacto con los medios.
La familia Siver en Parque Chas
A través de la crónica que la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo distribuyó a la prensa para anunciar la restitución de la identidad de Laura Reinhold Siver, este medio pudo saber que una parte de la historia de Susana, su mamá, transcurrió en el barrio de Parque Chas. Así, todavía con la emoción a flor de piel por haberse encontrado hace poco más de un mes con su sobrina, Silvia Siver, nos envió desde España pinceladas, recuerdos, de los años que su familia vivió en el barrio, en la casa de Cádiz y Berna.
Susana Siver (sentada) junto a sus sobrinas y hermana.
(Foto gentileza Silvia Siver)
– Silvia, ¿Cómo llega tu familia a Parque Chas?
– Intentando darle un orden, te cuento que nos mudamos a una casita en Parque Chas en 1970. Veníamos de un piso en Chacarita, en la avenida Forest aunque no recuerdo más detalles. En esa casita vivimos toda la familia, mis hermanos Lito y Susana, mis padres, Sara e Isaac y yo.
En el 73, mi hermano se casó y Susana pasó a ser (a mis ojos) la hermana mayor de la casa. Y en el 78, dejamos definitivamente el barrio, nos mudamos a la casa de mi abuela materna que había quedado viuda y necesitaba atención.
– ¿Cómo era la vida cotidiana de los Siver?
– La vida en el barrio era maravillosa. Pasar las tardes fuera conversando con los vecinos, y los niños jugando en las calles y plazas. En verano patinar y andar en bicicleta hasta las doce de la noche, sin ninguna preocupación. ¡Como extraño la paz y tranquilidad de aquella época! Ojala mis hijos hubieran conocido alguna vez el significado de jugar en las calles del barrio!
La vida era sencilla, muy sencilla, de barrio! Mi padre trabajaba y mi madre se ocupaba de los hijos. La puerta de la casa siempre estaba abierta. La gente entraba y salía casi sin avisar. Hacer las compras en la verdulería o el almacén de la otra cuadra.
El cine era casi un ritual familiar. Ir por la tarde al 25 de Mayo y volver caminando y comiendo helado. Mis primeras salidas sola fueron a ese cine y a pasear por avenida Triunvirato con amigas de mi edad.
– ¿Qué edad tenía Susana, cuando llegan a Parque Chas?
– Cuando llegamos al barrio, Susana tenía quince años, ya estaba cursando la secundaria en el normal 11 y allí la terminó. Yo hice la primaria en la escuela pública Ejército de los Andes en Triunvirato y Juramento.
– ¿Cómo era la relación que mantenías con tu hermana?
– Los primeros años, hasta que me dejaron ir sola a jugar, era Susana quien pasaba conmigo largas horas vigilándome en la plaza de Gándara y Gamarra. Fueron muchas horas, que ella aprovechaba para estar con amigos de su edad.
No compartíamos juegos, por la diferencia de edad, pero la recuerdo siempre divertida, juntándose con vecinos del barrio, en la plaza, en las esquinas…
Susana era once años mayor que yo. Aun hoy recuerdo cuánto me gustaba verla, imitarla, llegar a ser tan linda y tan independiente como ella. Me gustaba esperarla en la calle y verla regresar caminando por Berna hasta doblar la esquina. Siempre a la moda, con los pantalones Oxford y las plataformas. Siempre fresca, alegre.
– ¿Recordás algo de la personalidad Susana?
– Tenía un carácter fuerte y unos ideales que defendía con una pasión, que para mí era desconocida en esa época. No sé nada sobre su militancia. Pero la recuerdo diciéndole a mi madre: – Si yo no hago nada y vos no haces nada… ¡Quién va a hacer algo para tener un mundo mejor, más justo!
– ¿Qué significado tiene para vos haber encontrado a Laura?
– Hoy para mí la recuperación de una sobrina desaparecida durante tantos años es la oportunidad de cambiar el final de una historia macabra. Es la oportunidad de cicatrizar viejas heridas y comenzar un nuevo capítulo en la historia familiar.
“Tuve todas las sensaciones juntas, lloraba y me reía”
ParqueChasWeb, también mantuvo una conversación con Adriana Reinhold, hermana de Marcelo, el papá de Laura. El encuentro se produjo en un bar, y la charla giró en torno a la noticia de la restitución de la identidad de su sobrina y cómo fue su primer encuentro con ella. Actualmente Adriana está declarando en la causa del Plan Sistemático de robo de bebés durante el terrorismo de estado.
Al comienzo de la charla, Adriana nos cuenta que el contacto con Abuelas de Plaza de Mayo, no es reciente, “cada vez que se recuperaba un nieto, siempre estábamos presentes en las conferencias de prensa. En este momento nosotros no teníamos un dato cierto, inclusive desde Abuelas estaban barajando unos datos de mi sobrina sin saber quién era. La Asociación siempre aporta testimonios de algún compañero o alguien que les parece que pueden saber algo. Y así fue, que alguien estaba aportando datos sobre Laura. En abril de este año, la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (Conadi), se comunica con ella para que se acercara a realizarse unos análisis en el Banco Nacional de Datos Genéticos (Bndg), pero ella no se presenta hasta junio de este año”.
– ¿Y Laura ya se había acercado a la sede de Abuelas por voluntad propia?
– Ella se acercó una vez hace cuatro años, cuando tuvo una semi certeza que podía ser hija de desaparecidos. Vino esa vez, pero nada más a preguntar…tenía temor de saber qué iba a pasar con los que la habían criado, cosas comunes que les pasan a los chicos que van apareciendo. En esa ocasión, sólo hizo una serie de preguntas pero sin dejar ningún dato. Por propia voluntad no volvió, hasta que la llaman para este cruce de datos.
– ¿Cuál fue el primer indicio de que podía ser hija de desaparecidos?
– La primera certeza que tuvo Laura, fue cuando alguna vez las personas que la criaron dejaron entrever que ella podía ser hija de desaparecidos.
Dos de los chicos de H.I.J.O.S se comunican con ella, el que más habló fue Manuel Gonçalvez (el hermano de uno de los integrantes de Los Pericos), para convencerla de que se acerque.
Fue así, que me llamó Estela de Carlotto por teléfono a mi trabajo y me dijo “tengo una muy buena noticia para darte” y yo pensé que me iba a hablar por algo relacionado a la causa por el robo sistemático de bebés en el que yo tenía que declarar; pero no, me dijo “encontramos a tu sobrina, cuando te repongas, acercate a Abuelas”.
Menos mal, que la sede está cerca de mi trabajo, si no, no hubiera podido llegar del ataque de nervios que me agarró. Tuve todas las sensaciones juntas, lloraba y me reía, no podía parar de reírme, de la alegría, no sé cómo explicarlo.
Eso fue el martes 2 de agosto, cuando llegamos a Abuelas, yo pensé que Laura iba a estar, la estuvimos esperando hasta las nueve de la noche, pero al final no fue. Ya se habían comunicado con ella de la Conadi, para notificarla que había novedades de su cruce de ADN. Después nos enteramos, que ese día mi sobrina avisó a Abuelas que no iba a poder ir a la sede “porque no tenía tiempo”, situación, que después nos resultó muy graciosa.
– ¿Ustedes la habían buscado desde el principio a Laura?
– Sí, cuando sabíamos más o menos la fecha que tenía que nacer, pero se daban muchas informaciones falsas (Revista Siete Días). Decían que habían aparecido chicos en la Casa Cuna o que algunas mujeres estaban internadas en algún hospicio… entonces, la mamá de Susana empieza a ir a la Casa Cuna de La Plata, pero nosotros no nos enganchamos con esa búsqueda, porque nos parecía que eran informaciones falsas para distraer y confundir. Después recibíamos llamados, nos daban datos, pero era todo mentira. En el año 1982, mi mamá va a Abuelas para hacer la denuncia formal por su nieto o nieta, ya que no se sabía el sexo. Pero después se encargó Abuelas de Plaza de Mayo de su búsqueda, nosotros no seguimos la pista.
Lo terrible es que mi sobrina, la habían anotado con otra fecha de nacimiento, estuvo viviendo todo este tiempo a quince cuadras de mi casa, eso a mí me impresionó muchísimo. Lo supe, hablando con Laura, la segunda vez que nos vimos en la sede de Abuelas. Hasta hace cinco años, que fue cuando se casó, vivió a pocas cuadras de mi casa. Muchas veces yo pensé que a mi sobrina se la habían llevado a otro país, a otra provincia, no sé… ¿pero a quince cuadras de mi casa? jamás se me hubiera ocurrido, es muy impresionante. Y ahora pienso en todas las veces que nos habremos cruzado por el centro de Ramos Mejía.
– ¿Cómo fue el primer encuentro con Laura?
– Fue hermoso, ella aceptó muy bien que le hablara de sus padres. En un momento de la charla, le pregunté a Laura si no le molestaba que dijera “tu mamá” cuando me refería a mi cuñada: “No, para nada, vos decime ‘mi mamá y mi papá'”, me contestó. Eso lo tiene muy claro. Otra de las cosas que me comentó, es que no se siente identificada con alguno de los otros nietos recuperados, en el sentido que ella tuvo una “buena vida”; no como en el caso de Juan Cabandié o Victoria Montenegro, por ejemplo. Pero Laura me confesó, que le había hecho bien tomar distancia de su casa, después que se casó. El marido de mi sobrina es muy piola, y la acompañó y ayudó mucho con la búsqueda de su identidad.
Secuestro y cautiverio de Susana y Marcelo
El 14 de agosto de 1977, unas quince personas armadas, de civil, ingresaron en el domicilio de Luisa Reinhold, en Haedo. Buscaban a Marcelo. No lo encontraron. En ese operativo, a cargo del Servicio de Inteligencia Naval –bajo el mando del capitán de corbeta Luis D’Imperio–, secuestraron a Susana, que estaba embarazada de unos cuatro meses, y a Alejandro Odell, un amigo de la familia que se encontraba de casualidad en la casa. Marcelo fue detenido horas más tarde en otro lugar. Los tres fueron llevados a la Escuela de Mecánica de la Armada.
Sobrevivientes de ese centro clandestino de detención contribuyeron a reconstruir el relato de lo sucedido a la joven pareja. Susana fue interrogada frente a su marido, mientras éste era torturado ferozmente. Luego, fue llevada al sector “Capuchita”, donde estuvo alrededor de dos meses, encapuchada y con grilletes en los pies. Su marido también permanecía en la “Capuchita” pero sólo podían comunicarse entre sí unos minutos cuando, esporádicamente, un guardia más “permisivo” los llevaba al baño al mismo tiempo.
En octubre, Susana fue llevada a la sala destinada a las embarazadas, donde permaneció junto a la detenida María José Rapella de Mangone. En noviembre de 1977 fue llevada de nuevo a la “Capuchita”, donde pudo compartir cerca de una hora con su marido y despedirse. Al día siguiente, Marcelo fue “trasladado” y hasta hoy continúa desaparecido. Susana volvió a la sala de embarazadas con otras parturientas.
A fines de enero de 1978, comenzaron los dolores de parto. Según los testimonios, el médico Jorge Luis Magnacco, quien habitualmente atendía a las embarazadas de la ESMA, estaba de vacaciones, por lo que el jefe del servicio de ginecología del Hospital Naval determinó su traslado precisamente al Hospital Naval para realizarle una cesárea porque no podía efectuarla en la ESMA. En febrero de 1978, dio a luz a una “nena rubia”, según consignó un testigo.
Susana alcanzó a amamantar a Laura y a estar con ella unos quince días. Las compañeras de cautiverio de Susana recuerdan que Laura era muy pequeña y por eso la llamaban “Lauchita”. También cuentan que los marinos le tenían preparado un moisés grande lleno de ropa blanca para cuando naciera y que a Susana le habían hecho escribir una carta luego de hacerle creer que le entregarían la niña a sus abuelos. |