No todo se vende, pero la leyenda de Tanguito sí
En estos días se está por estrenar la versión remasterizada de la película “Tango Feroz”. Los que conocieron a José Alberto Iglesias, rechazan la historia de este film porque desvirtua su corta vida. Aquí una nota de opinión de Pipo Lernoud.
Por Pipo Lernoud
¿Dónde están las canciones de Tanguito en Tango feroz? ¿Dónde está Tanguito? ¿Dónde están los amigos de Tanguito, iniciadores del rock nacional?
Vi en la TV a uno de los actores de la comedia musical Tango feroz decir: “Yo represento a un amigo de Tango que lo traiciona y se vende a las corporaciones”. Y me pregunté: ¿quién es? ¿Litto Nebbia, con décadas produciendo sus propios discos y los de otros artistas –Atahualpa, Piazzolla, Leda Valladares, Cuchi Leguizamón y un largo etcétera–, todos editados de manera independiente y contra la presión del “mercado”, en su sello Melopea?
¿Será Moris, quien después de ser pionero del rock en castellano se tuvo que exiliar en España y allí les enseñó a los españoles a cantar en su propio idioma con discos extraordinarios sacados en un pequeño sello independiente, Chapa Discos?
¿Será Javier Martínez, quien fundó Manal y grabó en Mandioca, el sello independiente (¡otra vez!) de Jorge Alvarez, su extraordinario primer disco, y aún hoy continúa produciéndose por su propia cuenta, libre de la estandarización de los nuevos dueños del rock?
¿Será Miguel Abuelo, quien después de grabar unos simples en Mandioca huyó a Europa y terminó editando un disco asombroso pero poco conocido llamado Miguel Abuelo et Nada, a través de Moshé Naim, un productor independiente (¡de nuevo!) de objetos artísticos (discos, libros, etc.) que editó a Paco Ibáñez y era amigo de Salvador Dalí y Pablo Picasso?
¿Será que se vendió a las corporaciones Pajarito Zaguri, quien hace décadas es el marginado combatiente del blues del Oeste, tocando con sus amigos tan talentosos como desconocidos fuera del circuito de Ramos Mejía y Morón?
¿O tal vez sea yo, que después de componer canciones y naufragar interminablemente en la bohemia creativa con esos amigos, pasé a fundar la revista (¡independiente!) El Expreso Imaginario con Jorge Pistocchi, Horacio Fontova y Alberto Ohanian, que se convirtió en un centro de resistencia cultural durante la dictadura?
¿Quién de nosotros ocupa el rol de traidor y vendido? ¿Quién de nosotros? ¿Los que estábamos en las noches de La Cueva y las mesas de La Perla del Once junto a Tanguito, componiendo y discutiendo el mundo entero a los veinte años?
¿Por qué no hay canciones de los amigos de Tango en Tango feroz? Porque cuando nos las pidieron, supimos que era una distorsión comercial de la historia, y no lo permitimos, salvo “El Oso” de Moris, para que su hijo Antonio pudiera debutar cantando y actuando.
No permitimos usar nuestras canciones, ni nuestros nombres, ni personajes y tal vez fue eso lo que hizo que el guión final pintara como traidores a todos sus amigos.
La taquillera historia del héroe solitario contra todos les sirvió para vengarse por no poder poner “La balsa”, ni “La princesa dorada”, ni “Jugo de tomate frío”, ni “De nada sirve” en la película.
Lo que más me apena es que en esta historia fraudulenta se pierde el espíritu de creación colectiva que dio origen al rock nacional. Nuestro rock fue una creación compartida, como lo prueban los tres primeros simples: el de Los Gatos con “La balsa” compuesta por Tango y Nebbia en el lado A, y “Ayer nomás” compuesto por Moris y por mí en el lado B; el de Tango –bajo el seudónimo Ramsés VII– con “La princesa dorada” compuesta por Tango y por mí en el lado A, y “El hombre restante” compuesta por Tango y Javier Martínez en el B; y el de Los Abuelos de la Nada, con “Diana divaga” y “Tema en flú sobre el planeta”, ambos de Miguel Abuelo y míos. Siete compositores para seis canciones. Todas como consecuencia de las noches de naufragio en La Perla entre el ’66 y el ’67.
El rock de acá es producto de una creación compartida en largas discusiones sobre libros y películas, ciencia ficción y literatura maldita, jazz y bossa nova, tango y blues, científicos y poetas. Que el primer simple de Manal, “Para ser un hombre más”, comience diciendo “Curvas en este tiempo / que nunca podré entender” es porque Javier estaba leyendo la teoría de la relatividad de Einstein y no le cabía en la cabeza la curvatura del espacio/tiempo, y eso lo discutíamos. O que Moris diga: “De nada sirven las heladeras… / televisores y coches nuevos…/ si uno los usa / para escaparse de sí mismo”, es resultado de noches de debate acerca de la sociedad de consumo, el budismo, Krishnamurti y el sentido de la vida, pasado por el talentoso filtro crudo y realista de Moris. Eso es puro espíritu náufrago, filosofía cuevera, tanto como “jugo de tomate frío / en las venas deberás tener / si querés ser un hombre importante”. Todas estas canciones no están en Tango feroz.
En fin; es una lástima que otra vez la leyenda del santo crístico y solitario oculte el trabajo creativo colectivo, y convierta una experiencia maravillosa en un producto para el mercado capitalista, en una remera que obedece a los caprichos de “nuestra sociedad, que te mete en un molde como si fueras un flan”, al decir de Moris. Pasó con el Che, pasó con John Lennon y ahora pasa con Tanguito.
Parte de la penosa corporativización del rock es esta historia fraudulenta, intencionalmente distorsionada, que los medios festejan como festejan la ópera rock Evita.
No todo se vende, pero la leyenda de Tanguito sí.
(Nota publicada por el suplemento RADAR de Página/12 correspondiente al 14/03/13)