El BarrioEl Barrio

Memoria de mi barrio



Desde California, Estados Unidos, se comunicó con nuestro medio el Doctor Carlos Rossini Rojas. Navegando por Internet en un cibercafé de un país asiático y, Google de por medio, encontró el Portal digital del barrio de su infancia: Parque Chas. Actualmente es Director de Regulaciones Internacionales para Instrumentos de Investigacion Cientifica.
Se tuvo que ir de Argentina en el año 1968 «de apuro» puesto que no quiso sufrir la misma suerte de su padre (torturado y asesinado por los supuestos defensores de la patria). A ello se unieron sus muy tristes experiences con la «Federal» y sus atropellos a la Facultad de Ciencias Exactas (Peru 222), más los hechos que empezaron a ocurrir en la Comisión Nacional de Energía Atómica-CNEA (dirigida por marinos) y el pronóstico (que resultó correcto), de la implantacion de una dictadura militar: «muchos de mis companeros de universidad comenzaron a «desaparecer» algunos cientificos declarados de izquierda.

Agregó que, «desde lejos pude apreciar con extremo dolor como Argentina fue destruída, y como los ideales de crear una clase media educada fueron olvidados». Desde entonces nunca más volvió a su tierra.

En respuesta a nuestra invitación, se animó y dicidió remitirnos sus recuerdos, por que «esos que fueron mis pagos, la memoria solo quiere recordar el barrio aquel (Parque Chas) sus callecitas dobladas, sus vecinos protectores y amables como una familia extendida, sus veredas angostas, pero suficientemente anchas, para acomodar las sillas de los vecinos en camiseta durante tantas nochecitas calurosas del verano consabido».


Los recuerdos

En realidad los recuerdos de Parque Chas, con mis amigos y mis ensueños juveniles son los únicos que la mente quiere conservar de «ese» lugar del mundo donde abuelos italianos y españoles quisieron crear la «utopia» que la vieja Europa se negaba a darles. Nunca he regresado desde entonces.

Dio la inmensa casualidad que por primera vez encontré el excelente sitio de Internet dedicado al recordado Parque Chas durante uno de mis frecuentes viajes profesionales a países Asiáticos. Fue allí, junto a las orillas calmas de un rio lejano (Singapore River) que en un momento perezoso, durante un fin de semana, encontré un pequeño y muy moderno «Internet Café».

Por supuesto, todos hemos oído de las maravillas de Google como un «motor» extraordinario para la búsqueda de material insospechado. Allí, allí por vez primera me aventure a escribir las palabras de mi barriada inolvidable: «PARQUE CHAS».

Allí reconocí lugares queridos y con emoción escondida se me hizo el consabido «nudo», y, apasionadamente, devore TODA la información de esa página creadora, allí sentado en una mesa «computeril» rodeado de sonidos extraños y hierbas aromáticas. Allí mi atención recayó sobre una carta escrita por Juan Carlos Beiroa. Las memorias y correrías de SU calle Marsella ocurrieron a 3 cuadras de mis casa, entonces le he escrito una respuesta que transcribo a continuación:

«Estimado Juan Carlos: he encontrado tu mensaje narrativo de Parque Chas. Chiquito parece este mundo, tantas casualidades han sobresaltado mis emociones con memorias y encuentros inesperados en Beijing, Tokio, San Sebastian, Hong Kong. Casi siempre algo inesperado, encontrar a un amigo de la Facultad (Ciencias Exactas, Perú 222 justo enfrente al caballo de Roca) trabajando de mozo en un restaurante en Tokio.

Encontrar un abogado argentino atendiendo las mesas de un lugar «justito» enfrente de un Castillo Feudal en Kyoto, o encontrar una «churrasquería» argentina en el corazón del viejo Bremen. Allí junto a lo que fue la base mas grande de submarinos en Alemania encontrar un restaurante haciendo propaganda por «empanadas Salteñas», en el corazón del Madison (Wisconsin, USA). Pero poniendo todo junto, estimado Juan Carlos, tus memorias me tocan muy de cerca, acelerando mis sentidos hasta el punto de volver a «oler» los árboles del barrio en que nací…»

«Ahora, desde lejos, desde cuando tuve que dejar a esa Argentina (que duele!!) el recuerdo de la vecindad perdura, y revive con una fuerza única, más allá (mucho más allá!!!) de los clarines, de las banderas y de las crueldades que a tantos de nosotros nos hicieron partir…»

«Nací en la calle Tréveris entre Torrent y Gamarra en una casita soleada con jardines cuidados al frente y un fondo con flores donde mi imaginación hacía «teléfonos» con cuerdas y latas vacías. Mi madre era Profesora y mi padre Abogado. Un abogado que formaba parte de un grupo que pugnaba por la fundación de una Sud América unida, una Confederación Latinoamericana del Sur… (Curioso justo ahora con la expansión del MERCOSUR con Venezuela, Bolivia, Uruguay, Paraguay, Argentina).

Pero justo fueron los años de la continuación dramática de la hegemonía militar en todos los aspectos de la civilidad. Mi Padre, como tantos otros intelectuales, fueron detenidos por los militares, azotados bajo la ducha de agua de la federal…la muerte no tardo en llegar…

Con mi madre y mi hermanita fuimos a vivir a la casa de mis abuelos italianos, allí a solo 3 cuadras de Tréveris, cruzando la Avenida de Los Incas. Allí estaba la casa querida en el Pasaje «Del Temple». Cómo recordar aun la palmera enhiesta al frente de la casa con jardines de flores altas y hierbas que fueron mi «jungla» donde me «perdía» esperando encontrar algún temido pirata de Sandokan (Salgari, Los Piratas de la Malasia, muy cerca desde donde escribo ahora estas memorias…).

Con el lado de la casa poblado con árboles de mandarinas, limones y el consabido parral colmado de frutos entre sus hierros de verde color… Recordar en los veranos TAN largos el trote del caballo empujando el carrito del repartidor de hielo, de las tardas colmadas con gritos de «Helados Noel», y el viejito Sirio libanés vendiendo factura engrasada con sabor delicioso.

Al casarse mi Madre por segunda vez nos mudamos a una casa de 2 pisos en la calle La Haya…»casi» esquina Triunvirato…de allí se despiertan mis recuerdos más concientes y emociones mas intensas…enfrente de mi veredita estaba la Farmacia Roma que fue como mi segunda casa, al ser tan amigo con el hijo del farmacéutico (Julio Hermann) Daniel.

Farmacia y herboristería donde atrás del mostrador jugamos entre las hierbas medicinales, frascos inmensos con nombres incomprensibles, olores, sentido que aun pueblan mi olfato. Después Daniel se mudo y la farmacia fue comprada por el Doctor Gregorio Feldman. Un hombre intelectual, erudito, bohemio, extraordinaria persona, lleno de compasión humana y amor por las ciencias

Allí, al lado de la farmacia estaba la casa y consultorio del Dentista (Dr. Velo), escalinata de mármol larga y empinada donde con sus hijos Jose Pedro, Miguel Ángel y Luisito jugábamos tantos días calurosos para la «rabieta» de los que necesitaban al dentista y tenían que «esquivar» a esos mocosos insistentes y juguetones….

Más allá junto al dentista la casa de unos vecinos amabilísimos, pero incomprensibles para nosotros. Era una familia Alemana con nietos hablando Alemán, dándonos a nosotros el «gusto» del «Tercer Reich». Allí aprendimos a mostrar nuestros dedos en forma de «V» que, por supuesto, motivaba la furia y desconsuelos de los amables vecinos.

Siguiendo está la casa de una familia vasca misteriosa, solitaria y (aparentemente) muy rica….seguía un terrenito perpetuamente vacío, seguido por la casa de Don Salomón que con su bicicleta vendía cortinas y ropa de cama en cómoda cuotas mensuales (pagos que duraban años mucho más que la mercadería culpable de la deuda). En un departamento al fondo de la casa de Don Salomón vivía uno de mis más grandes amigos: Jorge Domingo que con su familia emigro desde las Filipinas buscando refugio de los belicosos militares japoneses.

Aun mas allá seguía la preciosa y antigua casa Colonial de mis queridos amigos chilenos. TANTOS hermanas y hermanos: Santiago, Hermogenes, Benjamín, Tato, Lucila, Victoria, Rosita. Entonces todo estos recuerdos se circunscriben a esa maravillosa «vueltita» de calle La Haya, esos cien metros hasta Triunvirato fueron mi Reino, mi Latifundio, Tierra y semilla de mis emociones y de mi futuro.

Todos los domingos era sagrado ir a la matinée del cine Parque Chas (tertulia 10 centavos, Platea y Pulman 40 centavos) desde la 1 de la tarde hasta las 6…tres películas más dibujos animados, más noticieros. Cualquier función que durara menos de cinco horas, cualquier función que no nos hacia salir con los ojos congestionados era considerada como «una estafa» perpetrada por la compañía de Clemente Lococo, hacia nosotros, los pobres niñitos «indefensos» de la barriada lindera.

Por supuesto, al terminar la función era obligatorio comprar una porción de pizza en «Los Espejos» (exquisita..la mejor del mundo!!!) con la muzzarella formando hilos interminables sobre la bandera roja pintada sobre los tomates.

A veces, cuando festivales cómicos especiales (Chaplin con obsequio a todos los niños) tenían lugar en el cine 25 de Mayo había que caminar por Triunvirato hacia la sala «lujosísima», donde una vez Carlos Gardel provocó el desvelo y suspiro de todas las chicas jóvenes de los barrios aledaños. Pero tantas otras veces el cine 25 de Mayo estaba dedicado a películas mejicanas colmadas de bigotes machos y sombreros grandes como paraguas…con los pantalones de Cantinflas limpiando el suelo y con un lenguaje que «apenitas» podíamos entender.

Creciendo…como jovencito…con los amigos por las tardecitas caminar alumbrado por el esplendor y las luces de Triunvirato hasta Monroe (la famoso vuelta del perro).Caminar hacia la vidriera de la pizzería donde una mujer robusta y simpática hacia empanadas justo detrás de la vidriera. Jugosas, calentitas…con un olor de fritura inmortal.

Caminar por Triunvirato…cada caminata despertando un deseo…cada caminata mostrando progreso y esperanzas…cada caminata con ojos movedizos admirando las chicas guapas, guardando en el pecho un «piropo» ensayado frente al espejo y que se negaba a nuestros labios…caminar…allá va…el tranvía 7…desde Guanacache hasta Reconquista y Corrientes (en el verano la línea se extendía hasta el Balneario Municipal).

Cuantas veces…con 10 «guitas» me he sentado en las ventanillas grandes del tranway…pasando horas mirando, absorbiendo aquel Buenos Aires)…o tal vez el tranvía 15 hasta Retiro o el 90 hasta Constitución…o tal vez «jinetear» con los saltos de colectivos y ómnibus 49, 71, 108, 113..y el famoso Expreso Pilar 141, corriendo a lo largo de Avenida de Los Incas. De nuevo en la memoria el incesante ruido y movimiento de un creciente Triunvirato…dinámica que más tarde en mi vida alimento mis deseos por participar y descifrar el misterio que encierran las grandes ciudades del mundo…

Durante tantos años de estudiante, desde la esquina de Triunvirato y Los Incas (veredas de «Grandes Tiendas Las Viñas») tomar un colectivo hasta el subte Lacroze…hasta Leandro Alem…caminar por Paseo Colon hasta llegar al Otto Krause, cuna de mi desesperación y sufrimientos de estudiante…cuna de mi agradecimiento por ponerme en el camino de la Ciencia.

Caminar más aun, caminar hacia la escuelita de Triunvirato y Acha (escuela No 7, consejo escolar 14)…caminar…caminar por Triunvirato con empedrado desparejo en perpetua lucha con los rieles tranviarios…caminar por vereditas rotas que cedían su terreno a los árboles forzudos de raíces incontenibles….caminar ..caminar por el mismo sendero que estaba a todas horas poblado por las negras carrozas de los coches fúnebres en el viaje fatal hacia la morada chacaritense…y al caminar aun más…por la otra vereda tomar un cucurucho de helado…vainilla y chocolate para mi, frutilla y limón para mi hermanita…

Heladería «Bimbo», allí junto al kiosco de cigarrillos y Gran Café y Billares «El Central», hasta donde llegué a ver una «vitrolera»….hacia el otro lado de Bimbo…estaba la Tienda de «El Turquito» y siguiendo…Panadería Las Delicias…con Bombones, Masas Finas y un Pan francés que solo tuvo rival en una pequeña panadería cercana a Montmartre.

Caminar, caminar nuevamente por Triunvirato…hacia Monroe…mirar nuevamente a las chicas (lindas e inalcanzable todas ellas!!!) mirar con un rubor que nos llegaba a la frente…caminando sonando con el futuro…con Jorge Domingo, Jorge Bettini (muchacho buenísimo!!) con los Velo, con el Turquito Di Biasi, con los hermanos de la Bomboneria Gloria…y aun (a veces) animarse a comer una porción de pizza en la esquina de Ginebra y Triunvirato…pizza «apenas» comestible, pero donde la torta de Ricota era una delicia absoluta!!!

Caminar con mi mente…sigo haciéndolo en lugares muy lejanos y casi ignotos, caminar entre versos de Gagliardi que también aprendí…caminar siempre…como destino…con las luces de Triunvirato…con los ojos puros iluminados por la ilusión…con ojos que quisieran volver a mirar aquello que fue…aquello que aun sigue estando vivo en mis pupilas…con colores…con esperanzas nuevas y con las flores que aun le debo a mi Madre».

28/09/06

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