Rodolfo Braceli

Adán, de Zurda


 

 

 

Quisieron acallar a Víctor Hugo Morales en este Mundial, pero les salió la canallada por la culata. Resulta que VH se reunió con Maradona en “De Zurda”, un programa singular que sirve para coagular la pasión futbolística con el concepto de la “Patria grande”.

 

por  Rodolfo Braceli

 

(A propósito de Patria Grande: no estoy con los argentinos que celebran la catástrofe de Brasil. Y me importa un carajo que haya tantos brasileños que hincharon por los alemanes).

 

En mis libros “De fútbol somos” y “Perfume de gol” hay dos relatos que elogian la imprescindible zurda. Aquí los sintetizo en uno. Es mi tributo a dos que siempre se la juegan, el Diego y Morales. (Sepan disculpar los pulpos medios de descomunicación que socaban sin asco a las democracias progresistas de la hoy palpable Patria grande.)

 

Este es el relato:

“Yo soy Eva, la primera de todas, y vengo a decir que no hubo Pecado Original. Que no. Ni original ni mortal ni venial. Dicho sea: ¿a quién se le ocurrió decir que pecar es pecado?

Pido atención, les cuento lo que vengo a dejar en claro. Demos por hecho que en el principio don Dios creó el cielo y la tierra. La tierra era un puro caos sin puntos cardinales: ante eso don Dios dijo que exista la luz y a la luz llamó día y a las tinieblas noche. Después juntó las aguas y apareció lo seco, y enseguida la vegetación y los árboles frutales. Don Dios, entusiasmado, pobló la tierra de caminantes y los aires de pajaritos y el mar de peces grandes que se comían a los chicos. Descansó el séptimo día.

Hasta aquí, lo que acepta la opinión pública. Pero todo se jode con la creación del primer hombre, Adán, y la primera mujer, Eva, es decir, yo. Eso de que nazco a partir de una costilla de él, ¡pura habladuría! Yo y Adán nacimos ¡y listo! Yo con tajito, Adán con palito.

 

Más habladurías: cierto es que fuimos expulsados del Paraíso, pero es falso que se debió a que yo tenté a Adán haciéndole morder la manzana del árbol central del Edén. El tal árbol con manzanas existió; no lo niego. Y nos fuimos a los rajes del paraíso, qué duda cabe. Pero las razones de ese exilio no son las que se comentan. Y lo que vengo a poner en claro. Quien quiera escuchar que escuche, y si no que al carajo se vaya.

 

Pasó esto: el Edén estaba rebosante de frutos y flores y colores. Con Adán nos llevábamos putamadre, jugábamos a ponerle nombres a las cosas. A él le gustaba la palabra tajo y a mí la palabra dedo. Cuando aprendimos a contar le avisé que yo tenía 20 dedos y él 21. Adán entendió por qué tenía un dedo más, se puso colorado, salió corriendo.

¿Me siguen? Con Adán nos hacíamos el amor a toda hora, a rajacincha. Pero ser tan felices todos los días nos empezó a aburrir. Entonces, jugamos a escondernos el uno del otro, para extrañarnos y buscarnos con el corazón en la boca. Siempre acabábamos encontrándonos, siendo como el botón y el ojal. Ahí yo le decía: “¿Viste Adán que dedos tenés 21?” Y él relinchaba.

Momento de contarles qué pasó realmente con el Pecado Original y toda esa alcahuetería. Hubo dos situaciones, dos, que produjeron nuestro exilio.

Todo empezó con una pesadilla. Adán se soñó hacia delante y así se enteró que con los tiempos prevalecería la teoría de que él fue creado con 30 años de edad. Al despertar con esa certeza Adán me dijo, razonando con enojo: “Esto es un robo. Si nací a los 30, Dios me afanó 3 décadas. Tres décadas, casi la edad del futuro Cristo.”

El caso es que Adán sacó a relucir un carácter desconocido. Confieso que yo lo chucié para que no se quedara en el molde. Y le pidió nomás audiencia a don Dios. Fue bravo el diálogo:

–Don Creador, usted me hizo de 30 años.

–Yo hago. Y Yo deshago.

–Pero me quitó tiempo. Y me perdí eso de mamar la teta de una calidísima madre y me perdí la niñez entera y me perdí la adrenalina de tocar los timbres de las casas y salir rajando…

–Pero te salvaste del servicio militar.

–Pero usted me privó de tres décadas de tiempo. Tres.

–Adán, me huele a reclamo lo tuyo.

–Don Creador, ¡pido lo que me corresponde!

–Aquí el único que pone el grito en el Cielo ¡soy Yo! Fuera, ¡desagradecido!

 

Paso a relatar el segundo episodio que ocasionó nuestro exilio del Paraíso:

Unos días después vi que las manzanas del árbol central del Edén estaban con el semblante muy rojo. Sacudí el árbol y llovieron manzanas, muchas manzanas. No teníamos hambre para comerlas y nos pusimos a chacotear con ellas. Alcé una y se la arrojé a Adán, que estaba bostezando a unos diez pasos. El intentó devolvérmela con el pie derecho. Pero apenas la rozó con el tobillo. Le arrojé una segunda manzana y estaba vez fracasó peor, le pegó con la canilla. Mis carcajadas despertaron su amor propio.“Dame otra oportunidad: voy a probar con la pierna del lado del corazón”, me pidió. “Allá va”, le dije y mi Adán, así como venía, con el empeine la empalmó por encima de un arco iris, a la manzana. Tal como les digo: la manzana llegó hasta la misma nube en la que don Dios estaba apolillando la siesta: le dio plena, exacta, en el ojo derecho.

Don Dios bramó un caraxus que descuajeringó montañas y erizó mares; allí nacieron los cinco continentes.

Adán y yo, ante esto, ¿qué? No le pedimos perdón ni clemencia, porque no había por qué.

–Adán –le dije–, nada de indultos, rápido rajemos de aquí, vayámonos a la Tierra, busquémonos un lugar donde podamos sufrir de vez en cuando, donde no nos aburramos, donde no seamos felices todo el tiempo.

 

Doy fe de lo que digo. Palabra de hembra, palabra de Eva. Aquí me tienen, poniendo las cosas en claro. No hubo pecado original. Resulta que Adán era zurdo y de bolea a la exacta manzana, por encima de un arco iris, como dije, la metió en el ángulo superior derecho de un ojo de don Dios, en plena siesta.

Por eso nuestro exilio por los siglos de los siglos. Porque Adán era zurdo, como corresponde. Porque de la bolea de esa manzana que empalmó con tan soberbia izquierda, iba en ese instante a nacer algo que ni Dios sabía entonces que iba a llamarse fútbol.

Coño, que no hubo Pecado Original, que no.

Desde entonces, por aquel zurdazo, de fútbol somos.

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* zbraceli@gmail.com /   www.rodolfobraceli.com.ar

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