Lita Stantic: “Tengo recuerdos muy fuertes de Parque Chas que transcurrieron durante mi infancia”
ParqueChasWeb conversó con quien está considerada una de las productoras más importantes del cine argentino. Responsable y promotora del surgimiento de varios de sus directores más destacados y consagrados. Durante la charla hicimos un repaso de sus recuerdos en el barrio y su extensa trayectoria.
Por Fernando Belvedere
Hace pocos meses se impulsó en Parque Chas la iniciativa para que una calle del barrio —Gándara— lleve el nombre de una de las fundadoras de Madres de Plaza de Mayo. Nos referimos a Esther Ballestrino de Careaga, que, junto a su familia fueron vecinxs de Parque Chas durante algunos años.
Entre los videos de adhesión a esta idea se recibió el de Lita Stantic, productora cinematográfica con una extensa trayectoria en el cine nacional y, además, militante de Derechos Humanos. ParqueChasWeb se puso en contacto con ella, ya que sabíamos del significado importante que Parque Chas representa en su vida.
Hay una llamativa coincidencia que tiene que ver con Parque Chas y el cine nacional: Lita Stantic es contemporánea a dos de los más importantes directores cinematográficos que dio nuestro país. Uno de ellos es Adolfo Aristarain que también nació en Parque Chas y el otro es Eduardo Mignogna cuya infancia transcurrió en el barrio ya que sus abuelos por parte materna vivían en una casa de la calle Cádiz antes de cruzar Bauness. Es muy posible que lxs tres hayan coincidido varias veces en aquellas largas tardes de “tres películas de continuado” en el Cine Familiar Parque Chas que apagó su proyector para siempre en la década del 60.
El tiempo hizo lo suyo. Lita Stantic, Adolfo Aristarain y Eduardo Mignogna dedicaron sus vidas al género cinematográfico y por si fuera poco, llegaron a trabajar juntos en dos recordadas películas.
Hija de inmigrantes eslovenos, Stantic es productora de cine desde 1978. Cinéfila, cineclubista, crítica de cine y cortometrajista. Hizo cine publicitario, cine experimental, cine comercial, cine independiente, cine por encargo y cine militante. Trabajó, entre otros, con Pablo Szir, Lautaro Murúa, Raúl de la Torre, Alejandro Doria y los ya mencionados Aristarain y Mignogna. Produjo varios largometrajes de María Luisa Bemberg. En el denominado Nuevo Cine Argentino a Lucrecia Martel. Acompañó los primeros pasos en el ejercicio profesional de Pablo Reyero, Pablo Trapero, Diego Lerman, Adrián Caetano, Lucía Cedrón y Paz Encina, y más recientemente a Gustavo Fontán (La deuda) entre muchos otros y otras. Cineasta mujer en un ambiente profesional fuertemente masculino y machista, también integró los equipos de exhibición para obreros, estudiantes e intelectuales de La hora de los hornos (1968), el documental de Pino Solanas y Octavio Getino.
Lita Stantic dirigió Un muro de silencio, su única película como directora, que se estrenó en 1993. Una historia a contrapelo de su época, que hablaba de la necesidad de la memoria en medio de la instauración de políticas de olvido durante el menemismo.
Entrevista
-Lita, leímos que naciste en Parque Chas y nos gustaría saber qué brújula trajo a tu familia a instalarse en el barrio.
-Sí, nací en Parque Chas. Mis padres vivían en avenida Triunvirato entre Berna y Gándara. Eran dependientes de la sucursal 113 de la vinería La Superiora que estaba ubicada en Triunvirato 3984. El dueño de la vinería era un señor de apellido Lemos que en el año 1945 «se asustó» con el peronismo y vendió las llaves del local a los dependientes. Entonces mis padres convirtieron ese negocio en un almacén. Allí viví hasta los 14/15 años porque luego compraron una casa con local que también fue almacén y estaba ubicada en la esquina de Cádiz y Gándara. En esa casa estuve hasta mis 25 años, Tengo recuerdos muy fuertes de Parque Chas, sobre todo de mi infancia porque fue el momento en que fui muy amiga de Marta Speroni que era hija de don Ángel Speroni, administrador del Cine Familiar Parque Chas. Nuestros días transcurrían en esa sala, teníamos entradas gratis todo el tiempo. De noche solía ir con mi madre y mi hermana y a la tarde con mi amiga. Recuerdo que algunas veces teníamos acceso exclusivo al sector pullman porque no en todas las funciones se habilitaba ese sector alto del cine; entonces don Ángel nos permitía ver películas desde allí. Como pasábamos todo el día viendo películas —hasta tres de corrido— era costumbre llevar comida. El techo de la sala era corredizo y se abría entre película y película y también en las noches de mucho calor durante el verano.
Tengo muy presente que cuando era muy niña imaginaba que los actores estaban detrás de la pantalla y tal era mi asombro al ver a Shirley Temple en Heidi y después verla interpretar otro papel en otra película ya con más años; entonces no podía entender cómo los actores crecían tan rápido.
-¿Tu vocación cinéfila tiene su origen allí?
-Mi cinefilia no solo tiene su origen por haber sido habitué en mi niñez del Cine Familiar Parque Chas, sino también porque mi madre era muy cinéfila. En el local de mis padres, había una pared de madera que hacía una especie de pasillo, que conectaba a la trastienda. En ese pasillo, mi madre colgaba fotos de películas que don Ángel, el administrador del cine, le regalaba a ella. Eran las que se utilizaban de propaganda para promocionar las películas en el Cine Parque Chas.
-Hay una linda coincidencia que tiene que ver con Parque Chas y el cine nacional. Sos contemporánea con dos de los más importantes directores cinematográficos que dio nuestro país: Adolfo Aristarain y Eduardo Mignogna. Ellos también pasaron buena parte de su infancia y adolescencia en el Cine Familiar de Avenida Triunvirato. Con el tiempo sus vidas se cruzaron para trabajar juntos en cine. ¿Cómo fue trabajar con ambos en cada una de sus películas y qué recuerdo tenés de aquellas experiencias?
-Sí, trabaje con Adolfo Aristarain y con Eduardo Mignogna. En la primer película de Adolfo fui jefa de Producción, hablo de La parte del león, que se hizo con muy bajo presupuesto y algo que me llamó la atención fue que Adolfo me entregó el guion con el detalle del plan de filmación. Aristarain fue muy estricto porque había que filmar la película sólo en cuatro semanas. Fue la única vez que leí un guion con el plan de filmación incluido. Adolfo ya había sido asistente de Dirección durante varios años y era un trabajo donde él ya era muy reconocido. Recuerdo que pensé el guion en función de poder hacerlo en esas cuatro semanas con muy pocos medios y el resultado fue muy bueno.
A Mignogna lo conocí después, cuando me ofreció ser productora ejecutiva de su película Sol de otoño, la relación con Eduardo fue muy hermosa.
Paradójicamente, hoy vivo en el edificio donde vivíó Eduardo en Palermo. Fue como habernos seguido los pasos desde Parque Chas hasta aquí, ya que de chico iba muy seguido a la casa de sus abuelos en Parque Chas.
Aristarain y Mignogna no sólo son dos personajes muy significativos de nuestro cine argentino sino que son dos personas muy queribles. .
-Perteneces a la que Néstor Kirchner denominó “La generación diezmada” en referencia al genocidio de gran parte de la juventud durante la última dictadura cívico-militar. En los ‘90 decías que el cine nacional todavía no había abordado bien el tema de los Derechos Humanos y la Memoria: “No se hicieron películas profundas”, señalabas en esa década. ¿Hoy seguís pensando lo mismo? Dirigir Un muro de silencio ¿fue una respuesta, una necesidad, a eso que sentías?
-Nunca se va a agotar el tema de la Memoria, todavía quedan muchas películas para hacer con esta temática. La dictadura militar fue siniestra y realmente todavía faltan muchas cosas por decir, es un tema inagotable.
En cuanto a Un muro de silencio, desarrollé un guion durante mucho tiempo, hasta que lo terminé junto a Graciela Maglie.
No pensaba dirigirla hasta que tuve la locura de hablar con Margarethe Von Trotta cuando vino al país para un ciclo llamado “La mujer y el cine”. A mí me había gustado mucho la película Las hermanas alemanas (dirigida por ella) y por eso fue que le ofrecí el guion. Después de leerlo me dijo que para ella Un muro de silencio lo tenía que firmar alguien de Argentina. Después de un tiempo, la gente que iba a formar parte del equipo y colegas míos me sugirieron que la tenía que dirigir yo y fue lo que finalmente sucedió. De público la película no funcionó muy bien. Fue estrenada en 1993, una época siniestra también de negación de todo lo que nos había ocurrido en el país, me refiero a la década menemista.
Pese al poco público, Un muro de silencio tuvo muy buena crítica y eso me despertó un poco el ego y las ganas de dirigir otra película. Pero después me di cuenta que mi lugar era la producción y no me arrepiento. Una tiene que encontrar el lugar desde donde se pueda aportar algo,
-En el ámbito del cine, estás considerada uno de los pocos puentes que han permitido mantener la transmisión entre generaciones. No sólo de tus saberes de un oficio, sino también de valores y miradas que algunos de sus coterráneos buscaron suprimir. El denominado Nuevo Cine Argentino y sus protagonistas ¿Nació como respuesta al saqueo que en varios sentidos significó la década del ’90? ¿Qué director/a de cine, qué películas te han sorprendido en estos últimos años? (nacionales o extranjeras).
-Llegué a la conclusión de que tuve mucha suerte de haber decidido seguir produciendo cuando en nuestro país aparecieron directores muy interesantes como Lucrecia Martel, Reyero, Trapero, Caetano y Lerman. Fue una época muy especial. Estos directores ya habían realizado muy buenos cortometrajes y, en el caso de Caetano, un largometraje. Pero me llama la atención y me ha hecho pensar esto que me preguntás sobre si estos directores y directoras fueron una respuesta a la siniestra década del 90, los años del menemismo. Me llamó la atención, porque si hubo dos generaciones importantes por la cantidad de directores talentosos que surgieron y que me tocó vivir, esas fueron las de las décadas del 60 y el 90.
La de 60, que se inicia con Simón Feldman, David José Kohon, Rodolfo Kuhn, Martínez Suárez y Leonardo Favio, creo que fue la respuesta a otro momento siniestro de nuestra historia que se inició en 1955 a partir del bombardeo a Plaza de Mayo. Hubo un interés en hablar de temáticas que tenían mucho que ver con nuestra idiosincrasia y enseguida relacioné tu pregunta sobre si el cine de la primera década de este siglo es una respuesta a la década del 90. Me retrotrajo enseguida a lo que yo viví durante los 60, años que marcaron mucho mi vida. Puede ser que después de tantos años de negacionismo, haya ahí alguna relación entre esas dos generaciones.
El cine que más me enganchó en los últimos diez años fue el cine rumano desde la película La larga noche del señor Lazarescu. A partir a de este film, vi una serie de películas rumanas que me hicieron pensar que era un cine que a mí me hubiera interesado producir y que la temática que trata, también se podría aplicar a nuestro país porque en algo nos parecemos.
Fuiste protagonista en la producción de las películas Señora de Nadie, Camila, Miss Mary y Yo, la peor de todas; entre otras, todas de la gran María Luisa Bemberg. Nunca dos mujeres argentinas se habían asociado para hacer cine. Seis películas con una ideología muy precisa con respecto al lugar de la mujer. Bemberg decía: «Yo no lo voy a ver, pero las mujeres van a poder llegar a imponerse, a demostrar que existen». Hoy que la agenda del Movimiento feminista es una realidad, ¿Qué significó trabajar al lado de María Luisa? ¿Sentís que fueron vanguardia?
Trabajar con María Luisa fue una fiesta con mucho mucho trabajo. Fue no parar durante una década (produje cinco de sus seis películas). Era una época en que decir «soy feminista» no estaba bien visto y María Luisa no sólo se decía feminista si no que filmó películas muy feministas sobre mujeres que resuelven ser ellas mismas, que pueden dejar todo por Ser.
Ella decía siempre que había empezado tarde y no podía perder tiempo, y la verdad es que en esos diez años no perdíamos el tiempo y Bemberg fue una persona muy valiente porque apareció en un momento que el medio no confiaba en la mujer y más en una mujer de 60 años y encima por su origen de clase alta. Realizó seis películas en doce años y no pude producir la última de ella porque yo estaba dirigiendo Un muro de silencio y María Luisa no me podía esperar. Si tuviera que elegir una película de Bemberg me quedo con Miss Mary.
-Hace poco participaste de un video en el que adherís a la campaña que se inició en Parque Chas para denominar “Esther Ballestrino de Careaga” a la actual calle Gándara. ¿Cómo te enteraste de esta movida?
-Una de las pocas buenas noticias durante esta pandemia es que a una parte de los habitantes de Parque Chas se les haya ocurrido denominar Esther Ballestrino de Careaga a una calle de Parque Chas, en este caso la calle Gándara.
No la conocí a Esther pero si soy muy amiga de su hija Ana María. Así como el surgimiento y la lucha de las Madres de Plaza de Mayo fue uno de los hitos más importantes que nos pasó durante el siglo XX, Esther, es dentro de las Madres, un personaje maravilloso, que se jugó no sólo por su hija sino que se jugó por los hijxs de todas. Enterarme de la iniciativa del cambio de nombre de la calle Gándara, fue una noticia que me emocionó.
-Alguna vez (cuando todavía Internet no era parte de nuestras vidas) dijiste que como amante del neorrealismo italiano, para una isla desierta te llevarías la película Ladrón de bicicletas ¿Cuál o cuáles agregarías hoy? ¿Sumaste a tu vida el streaming como forma de ver cine y series?
-Sí, si me tuviera que ir a una isla desierta todavía me llevaría Ladrones de bicicletas película, entre otras películas del neorrealismo italiano, y también alguna película polaca de los años 60, o como te decía antes películas del último cine rumano y seguramente también alguna argentina como Miss Mary de María Luisa Bemberg o La ciénaga de Lucrecia Martel, film que volví a ver durante esta pandemia y que me sigue pareciendo increíble y perfecto. Hay mucho talento en los trabajos de Lucrecia.
A mí me gusta ver cine en el cine, pero por razones obvias, durante este tiempo he visto películas en pantallas chicas y hasta a través de la pantalla de un celular. No soy amante de las series y en este último año sólo he visto una: Gambito de Dama. A veces prefiero ver películas de otras épocas, porque siento que el séptimo arte no está pasando por su mejor momento y no hablo sólo de nuestro país sino a nivel mundial.